Red de Casas del Ministerio de Exteriores

Esther: el abismo de la duda

Por: Red de Casas

28 feb 2018

Encarnación Fernández Gómez

 

Para la filosofía griega la esperanza es sólo furia, dirá Simone Weil. Pero es en la Biblia donde, por primera vez, las víctimas no son culpables, sino inocentes, y no hay excusa para los verdugos que tratan de levantar, ellos mismos, la justificación de su asesinato sobre la culpabilidad de la víctima, tal como advierte José Jiménez Lozano.

En el Antiguo Testamento, la historia de Esther –la joven huérfana judía que llegó a convertirse en reina de Persia– acontece en Susa, capital del imperio del rey Asuero (485–465 a.C). Dios usa lo débil para confundir a lo fuerte y, en el libro de Esther, la heroína será llamada a salvar a su pueblo del exterminio: el gran canciller persa, Hamán, odia a los judíos y ha logrado que el rey firme un edicto para aniquilarlos. Esther persuade al rey para que retire este edicto y emita otro mediante el cual los enemigos de los judíos puedan ser destruidos. El Pur, la suerte echada sobre los judíos por Hamán, se vuelve contra sus verdugos como Purim (plural de Pur).

Pero, ¿cómo puede una sóla mujer enfrentarse al poder político tiránico de Hamán? En el palacio del rey Asuero, la reina Esther se debate ante la contradicción de tener que elegir entre el amor que siente por su esposo, una felicidad personal largamente buscada, y la necesidad de cumplir con su destino: el de salvar a su pueblo de la extinción intercediendo ante el rey, aún a riesgo de perder su propia vida, pues el rey no sabe que ella es judía.

ESTHER: «Todavía hoy no he sido capaz de confiar al rey mis problemas. A este secreto está encadenada mi lengua hasta el punto de que ya no sé quién soy. Esther, no olvides tu nombre.

El Hamán sanguinario nos acuchilla y el rey mal aconsejado firmó el decreto. El bárbaro ministro ha dictado esta orden terrible en contra de mi pueblo y con sus asesinatos pretende llenar el universo. ¿Por qué culpa a los judíos su envenenado odio obligándoles a doblar sus rodillas? ¿Por qué un pueblo destruye a otro sin razón y de repente, y por qué hay esclavos, y las mujeres mueren por violencia o desprecio?».

Cabría preguntarse por el misterio que encierra la figura femenina bíblica de Esther, su nombre, su historia y su Libro: un significado oculto que ha pervivido en el imaginario colectivo durante veintiséis siglos. ¿Dónde reside su misterio? ¿Qué hay en ella de cercano y a la vez de indescifrable? ¿Por qué su identidad se expande hacia lo inefable?

Esther representa a una mujer que simboliza la inteligencia, la pureza, la belleza, la seducción y la humildad. Pero todas estas cualidades se configuran a su vez como simbología que transciende al personaje: la valentía transgresora de una heroína llamada a luchar contra el mal, y que logra salvar a su pueblo a través del ocultamiento y la simulación de su propio ser. Su nombre mismo remite al signo del ocultamiento, lo misterioso, lo secreto.

La figura de Esther representa el símbolo de la intermediación entre lo humano y lo divino. Todo en Esther alude a lo inefable y lo profético, de la misma manera que Yahvé permanece velado en su interior. Dios castiga siempre a aquellos que se le aproximan demasiado. A los injustos cuya soberbia les hace querer ser dioses. La heroína está destinada a ser instrumento profético, pero Esther se debate en el abismo de la duda: un largo y doloroso camino espiritual del que regresará para cumplir con su destino.

ESTHER: «Por mi propia vida imploraré, y por la de la pobre gente que se ha condenado conmigo. Yo soy judía. También lo era mi padre. El dueño absoluto de la tierra y de los cielos escucha los suspiros de los humildes ultrajados, ¿qué significa esta masacre? Ebrios de sangre nuestros enemigos matan niños, ancianos, hermanas, hermanos, a madres con sus hijas, para después escupir sobre nuestras lágrimas: quieren aniquilar a nuestro pueblo. Hablaré al rey, y si he de perecer, pereceré».

 

Encarna Fernández, es doctora en Teatro y Artes Escénicas por la Universidad Complutense, directora teatral y dramaturga. Su artículo se enmarca en la representación de “Esther: el abismo de la duda”, monólogo teatral que tendrá lugar en la sede del Centro Sefarad-Israel en Madrid el 15 de marzo de 2018.

 

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Dáesh seguirá estando ahí

Por: Red de Casas

21 feb 2018

Jesús A. Núñez Villaverde

Salvo para quien prefiera engañarse a sí mismo con respecto a la amenaza que supone para nuestra seguridad el terrorismo yihadista, en general, y Dáesh, en particular, es necesario entender que:

- Por grave que sea su persistencia y por dolorosas que sean sus acciones violentas, el terrorismo yihadista no supone una amenaza existencial. Desde luego no lo es para las sociedades occidentales, tal como demuestra el hecho de que las tres cuartas partes del total de víctimas mortales registradas hasta finales de 2016 sean ciudadanos de identidad musulmana, con Pakistán, Afganistán, Irak, Siria, Libia, Nigeria y Somalia como puntos de referencia principales. Eso supone que existe un sobredimensionamiento del nivel de gravedad de la amenaza, que define equivocadamente al adversario- confundiendo interesadamente una creencia religiosa (islam) y una opción política (islamismo político) con una apuesta violenta (terrorismo yihadista)- y que, en consecuencia, establece también una respuesta inadecuada.

- El desmantelamiento a finales del pasado año del pseudocalifato proclamado por Abubaker al Bagdadi en junio de 2014 no supone, en ningún caso, la derrota definitiva de quien cabe entender como un “hijo rebelde” de Al Qaeda, con pretensiones de liderar el terrorismo global. Al igual que ocurrió previamente con intentos del mismo tipo- protagonizados por la propia Al Qaeda en Afganistán, por Boko Haram en Nigeria, Al Shabaab en Somalia o Muyao y Ansar Dine en el Azawad maliense-, esa delirante entidad ha sido eliminada por la fuerza. Con ello se demuestra que, por mucho que se esfuercen por presentarse como Estados funcionales y como actores armados capaces, ni Dáesh ni ninguna otra organización yihadista puede resistir el impacto sostenido de una maquinaria de guerra como las que Washington o París, con el auxilio de socios locales, pueden activar.

- Si algo podemos tener claro tras la acumulación de intervenciones militares y del enfoque securitario que prima en las relaciones occidentales con los países árabes y musulmanes es que no hay solución militar para eliminar la amenaza terrorista. Eso no significa que no sea necesario emplear medios policiales, de inteligencia y militares para hacerle frente, sino que por sí mismos no bastan para atajar una amenaza que, por definición, es multilateral y multidimensional. Desgraciadamente lo que hasta ahora se observa principalmente es una respuesta cortoplacista y militarista- que solo puede, en el mejor de los casos, ganar algo de tiempo hasta que el problema vuelva a manifestarse con la misma o mayor crudeza-, que solo atiende a los síntomas más visibles del problema. De igual modo, siguen sin plasmarse en hechos los tan reiterados como vacíos llamamientos a la cooperación internacional tras cada nuevo atentado sufrido en nuestros países.

- Parece llegado el tiempo de entender que para, al menos, reducir sustancialmente el nivel de riesgo al que nos enfrentamos, es imperioso ir más allá, atendiendo a las causas estructurales que explican la brutal fuerza de la ideología yihadista. Eso implica la necesidad de adoptar un enfoque multilateral y de aliento sostenido que ponga en juego instrumentos sociales, políticos y económicos que permitan atender a las causas estructurales que sirven de caldo de cultivo para la radicalización violenta. Igualmente, obliga a modificar simultáneamente el marco de referencia de nuestras políticas exteriores e interiores.

- En el exterior, se trata, por ejemplo, de ser más coherentes entre los valores y principios que decimos defender y la política real que llevamos a cabo (incluyendo el jugar con un fuego que en no pocas ocasiones termina por quemarnos, así como la venta de armas y el apoyo a gobernantes crecientemente deslegitimados a los ojos de sus propias poblaciones). Existe un notable sentimiento antioccidental en el mundo árabo-musulmán, alimentado por décadas de opciones incorrectas, y solo atendiendo al desarrollo y la seguridad del conjunto de la población de nuestros vecinos del sur y este del Mediterráneo, podremos modificar una imagen que sirve de motor de reclutamiento para los yihadistas.

- Del mismo modo, en el ámbito interno, solo apostando por medidas educativas, sociales, políticas y económicas- basadas sin resquicios en la idea de “igualdad de derechos y deberes para todos los que comparten el mismo territorio”- será posible reducir la fuerza del discurso radical que lleva a algunos a apuntarse al delirio yihadista. A las mezquitas y las cárceles se ha añadido el ciberespacio como un potente motor de radicalización y violencia y eso aumenta el enorme desafío ante el que se encuentran no solo nuestros servicios policiales, de seguridad y de inteligencia, sino todos nosotros.

 

Jesús A. Núñez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (ECAH). Su artículo se enmarca en la presentación de su libro “Daesh. El porvenir de la amenaza yihadista” celebrada en la sede de Casa Árabe en Madrid el 5 de febrero de 2018.

Chant Avedissian, un levantino camino del Este

Por: Red de Casas

14 feb 2018

Nigel Ryan

 

Chant Avedissian es uno de los artistas visuales más significativos que ha dado el mundo árabe en el último medio siglo.

Nacido en El Cairo en 1951, estudió en el Museo de Bellas Artes y Diseño de Montreal y, posteriormente, en la École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs de París.

Pero su base artística occidental, aunque importante, ha tenido mucha menos influencia en su práctica que la década de colaboración con el visionario arquitecto egipcio Hassan Fathy, que se inició en 1981 ―cuando comenzó a archivar su documentación― y prosiguió hasta el fallecimiento de Fathy, en 1989.

El purismo de Fathy, su insistencia en “que el arte egipcio genuino y la recuperación de su artesanía deben ser abordados simultáneamente”, así como su creencia de que “la mezcla de arte antiguo y contemporáneo solo tiene éxito cuando no se permiten interferencias externas en la adopción de materiales, técnicas o valoraciones culturales”, transformaron la orientación de la práctica de Avedissian. Pareja importancia tuvieron los viajes que emprendió, primero atravesando los oasis del oeste de Egipto y después al Extremo Oriente, incluyendo la India, los países de la antigua Ruta de la Seda, China y Mongolia.

Ha sido gracias a estas dos experiencias ―su colaboración con Fathy y su descubrimiento de las tradiciones artesanas asiáticas― que Avessidian ha logrado importantes avances en su propia obra, produciendo toda una serie de tapices mediante un esmerado proceso de ensamblaje de retales confeccionados con algodón local egipcio, teñidos a mano y reunidos en amplios paneles, acudiendo a tres formas básicas (el triángulo, el cuadrado y el rectángulo), que a menudo recuerdan a las austeras geometrías de los edificios de Fathy.

Sus patrones básicos de diseño tienen una procedencia muy ecléctica: desde la decoración pictórica triangular propia de los sarcófagos de la 18ª dinastía hasta la ornamentación marmórea de las mezquitas mamelucas. Pero aunque algunos de estos patrones sean muy autóctonos, la forma de conjunto posee una resonancia cultural más amplia.

“Fue en la parte occidental de Rayastán, especialmente en Jaisalmer, donde tuve mi primer contacto con el mundo de las telas de appliqué, que me inspiraron a la hora de llevar a cabo mis paneles textiles”, escribe Avedissian. “Atravesando en tren todo el desierto de Thar, se llega a esta antigua ciudad, lugar de paso de los mercaderes cuando cruzaban Irán, procedentes de África y siguiendo la ruta de las caravanas hacia la India y China”.

“Los cuadrados se dividen en rectángulos y triángulos. Estos cuadrados juntos forman los paneles. Varios paneles ensamblados forman a su vez una tienda; constituye un espacio móvil, fácilmente desmontable, plegable y transportable.”

Rutas de caravanas hacia la India y China, atravesar el desierto de Thar, espacios móviles ―tiendas―, todo esto nos sugiere el tipo de existencia nómada que la imposición de las fronteras nacionales ha acabado erradicando: la evocación de lo premoderno constituye un intento de los artistas de distanciarse tanto del eurocentrismo de las enseñanzas de las escuelas de arte occidentales como de las poco originales modas que han dominado la producción artística en Egipto y en otros lugares de Oriente Próximo.

Este mismo impulso podemos hallarlo en sus investigaciones sobre el vestuario, que inició a comienzos de 1987.

“No se aprecian grandes diferencias entre los cortes básicos de los atuendos tradicionales a lo largo y ancho de una enorme extensión geográfica… De forma muy parecida a la arquitectura en toda la Ruta de la Seda, la similitud constituye una característica constante (…).”

“El haik del Atlas se parece mucho a la melaya del Nilo, que a su vez también se asemeja al sari de la India (…). De forma similar, las mismas túnicas pueden hallarse desde Marruecos hasta Mongolia. Se dan variaciones temáticas, pero todas siguiendo un mismo corte.”

Las fronteras de clase resultan igualmente insustanciales.

“Cuanto más rica sea una persona y más elevado su estatus social, más caro resultará el material de su vestuario, pero el corte es siempre el mismo, de un extremo a otro de la escala social.”

Señalar que la realidad difiere del espacio idealizado que Avedissian perfila delata una nueva incomprensión de su obra. Toda utopía implica deseos. Un cuadrado siempre será un cuadrado, pero no todos los cuadrados son iguales, algo que Avedissian sabe mejor que nadie.

Para celebrar el centenario del Cuadrado negro de Kazimir Malévich, la Galería Whitechapel de Londres organizó una exhibición titulada Adventures of the Black Square: Abstract Art and Society (1915–2015) [‘Aventuras del Cuadrado negro: Arte abstracto y sociedad’], descrita como sigue: “Este épico espectáculo adopta la pintura radical de Kazimir Malévich de un cuadradro negro como emblema de un nuevo arte y de una nueva sociedad. La exhibición presenta a más de 100 artistas que han seguido su legado, de Buenos Aires a Teherán, de Londres a Berlín, de Nueva York a Tel Aviv. Sus pinturas, fotografías y esculturas simbolizan las aspiraciones utópicas y rupturistas del arte moderno”.

Pues bien, Chant Avedissian fue uno de los 100 artistas elegidos. Por muy explícito que siempre haya sido sobre los orígenes premodernos de sus cuadrados textiles, estos han acabado cooptados por una exhibición dedicada al arte abstracto y a la sociedad entre 1915 y 2015, mostrados bajo una rúbrica que los encorseta hasta convertirlos en símbolos de “las aspiraciones utópicas y rupturistas del arte moderno”.

Si los tapices y trajes creados por Avedissian en los años ochenta se oponen una visión hegemónica capaz de retratar a los artesanos de un zoco en Jaisalmer bajo el influjo del legado del Suprematismo de Malévich, su obra más famosa, la serie de esténcils de El Cairo, lleva las cosas más lejos, articulando la profunda desconfianza de Avedissian hacia cualquier forma de hegemonía, sea cual sea la forma que adopte.

Los esténcils de El Cairo se prestan, cierto es, a una amplia serie de interpretaciones, la más simplista y predominante de las cuales se basa en el presupuesto de que irradian nostalgia por una supuesta edad de oro perdida de la cultura egipcia.

“La obra de Avedissian está teñida de una penetrante nostalgia”, afirma una crítica sobre los esténcils. “Las pinturas nos muestran una era ―el Egipto de los años cincuenta― en la que el país se hallaba en el cénit de su cosmopolitismo: allí se entremezclaban espías y hombres de negocios, griegos, italianos, musulmanes, coptos, judíos, armenios, palestinos, europeos y una gran cantidad de intelectuales de Oriente Medio.”

Es ésta una extraña descripción ahistórica de una serie de obras que examinan la historiografía de dicho periodo, además de constituir una grave malinterpretación de los años cincuenta en Egipto, presentados como el “cénit de su cosmopolitismo”, cuando en realidad fue una década marcada por un éxodo masivo del país de griegos e italianos ―muchos de ellos pequeños comerciantes―, así como de sirios, armenios y judíos.

Estos esténcils presentan una variopinta mezcolanza de personajes. Incluyen a Sayyid Jamal al Din al Afghani (1838-1897), aventurero político, activista antiimperialista, modernizador religioso, musulmán suní, musulmán chií, agente doble o empedernido oportunista ―que cada uno escoja el perfil que más le guste―, junto con la sirena de la pantalla Hind Rustom (1929-2011), actriz condenada a ser apodada la Marilyn Monroe egipcia; o Gamal Abdel Nasser (1918-1970), mostrado en las típicas poses heroicas inmediatamente asociadas al realismo socialista, junto con lanzadoras de peso (nuevo guiño a la imaginería propagandística soviética), prisioneros políticos y carteristas.

El elemento común de estos personajes es que todos aparecieron en las revistas ilustradas y en los periódicos que proliferaron en Egipto en los años inmediatamente anteriores y posteriores a la revolución de 1952. Son estas imágenes ― típicas de los medios de comunicación estatales a partir de mediados de los cincuenta, como anteriormente de periódicos y revistas no menos partidistas― las que constituyen las fuentes materiales de Avedissian.

Los esténcils de El Cairo son pues imágenes de imágenes. Estas pueden ser infinitamente reelaboradas, partiendo de los recortes realizados por el artista de las ilustraciones publicadas en las revistas y periódicos estatales. Avedissian es muy claro sobre la ventaja de acudir a esta técnica: “Trabajar con esténcils me ha dado la posibilidad de variación ―afirma―. Una vez recortada la imagen, puedes centrarte en el color o en diversos escenarios de fondo”.

Pero el proceso también impone cualidades formales: “He tenido que ser muy jeroglífico, es decir, simplificar hasta lo que era realmente esencial”.

Su esquematización de las figuras, su reducción de todos los elementos pictóricos a áreas de color plano, transforma el intento de construcción de una identidad nacional por parte del régimen egipcio tras la revolución de 1952 en una empresa esencialmente decorativa. Sus simplificaciones implican una aguda comprensión de las narrativas. Su posterior énfasis en las variaciones y en la creación de nuevos contextos por yuxtaposición sirve, irónicamente, para amplificar las técnicas de “corta y pega” del propagandista.

Al reciclar imágenes producidas como partes y piezas de un proyecto de control de los perímetros de la identidad, de promoción de un patriotismo aceptable para el Estado y sus narrativas oficiales, los esténcils socavan ―con humor y a menudo sutil ironía― los pilares de dicha empresa, sembrando de chinchetas la alfombra de las pretensiones naseristas de construcción estatal de la identidad egipcia.

En sus paneles más recientes, exhibidos por primera vez en 2017, Avedissian trae a un primer plano diseños que anteriormente habían formado el telón de fondo de sus esténcils de El Cairo, para centrar la atención sobre lo que ha pasado más desapercibido en el esquema de sus primeras obras. Estratagema reduccionista que no obstante tiene el efecto de abrir nuevas perspectivas hasta ahora ocultas y, con ello, de ampliar referencias centrales en su obra.

Los paneles serigrafiados con esténcils incluidos en la exhibición aclaran, más que ocultan, complejidades. En esta ocasión, las yuxtaposiciones son de formas abstractas extraídas de los diseños de las túnicas típicas de Taskent, de los ladrillos de adobe de los muros de Jiva, de las geometrías policromáticas de los suelos de mármol de la mezquita del siglo XIV del Sultán Hassan en El Cairo, del chintámani de los terciopelos otomanos bordados con hilo de oro. Minimalistas y elegantes, estos paneles hacen las veces de hitos de un viaje que sigue la Ruta de la Seda a través de las estepas de Asia Central. El destino, Samarkanda, es tanto una ciudad fabulada como un lugar real, confluencia e intersección entre la historia/fábula y la realidad/ciudad, con su cultura material que Avedissian siempre ha explorado, yuxtaponiendo narraciones privilegiadas con detalles irreverentes.

Avedissian lanza una mirada de largo recorrido: al analizar el nexo entre mito y realidad se niega a que el rumor se imponga como historia, a que el oportunismo se disfrace de destino. Los motivos engañosamente sencillos de los que se apropia reverberan por las vastas extensiones de Asia Central. Hacen eco en espacios donde las fronteras se difuminan, donde las hegemonías pierden su poder de distorsión y donde no es necesario improvisar identidades. Es en este área ―espaciosa como un continente― donde el artista se ha labrado un hogar. A lo largo de toda su carrera, su brújula siempre se ha orientado hacia un único punto, hacia una fórmula algebraica, ni aquí presente ni imaginaria, donde un cuadrado puede ser un cuadrado.

 

Nigel Ryan es crítico de arte y editor cultural del periódico Al-Ahram Weekly. Su artículo se enmarca en la exposición “Chant Avedissian. Un levantino camino del Este”, que puede verse en la sede de Casa Árabe en Madrid hasta el 25 de febrero. Posteriormente se exhibirá en la sede de la institución en Córdoba.

Menahem Begin, un estadista para Israel

Por: Red de Casas

07 feb 2018

Jesús María Ruiz Vidondo

 

La vida de Menahem Begin permite conocer en profundidad el origen del Estado de Israel, desde sus inicios hasta los años 80 del siglo XX, pero, además, nos permite conocer la historia de Europa oriental. Begin es un ejemplo de la lucha y el sufrimiento del pueblo judío en los países de la Europa Central, de la defensa de sus costumbres y de los deseos de volver a Israel frente al antisionismo y antijudaísmo que se estaba dando en parte de la Europa Oriental.

Begin escribió uno de los mejores libros existentes sobre la prisión que sufrió en las cárceles de la NKVD del régimen comunista. Noches blancas fue la obra más reveladora de su personalidad. Cuando llega a la prisión de Vilna, no sólo es un prisionero, se convierte en un “espectadoralumno” del nuevo mundo al que se enfrenta. Logra desconcertar a sus interrogadores con su fingida inocencia y su ironía. Se demostró en sus interrogatorios que tenía una gran fortaleza de mente, aguantó los interrogatorios mejor que hombres más robustos que él como si fuese una partida de ajedrez.

Begin estuvo siempre luchando por el revisionismo sionista durante su período en Europa. Su llegada a Israel y el mando en el Irgún le supuso una serie de actuaciones que narra tanto el libro La rebelión como el libro Menahem Begin. Antecedentes, formación y desarrollo del Estado de Israel.  El público en general conoce, o ha oído hablar de personajes como Theodor Herzl creador del sionismo, pero no conoce mucho a Vladimir Jabotinsky, creador del sionismo revisionista, del que será su más fiel defensor en el mundo político Menahem Begin.

Ese revisionismo sionista es una consecuencia de Herzl o el Sionismo Político, que fue aumentado por las ideas de Vladimir Jabotinsky. En 1925, Jabotinsky estableció la Alianza Sionista Revisionista, que defendía una revisión de los principios del sionismo político. Buscaba cambiar la política de Chaim Weizmann que defendía una política moderada hacia el régimen del Mandato Británico. Los objetivos de la ideología revisionista incluían: la presión a Gran Bretaña; peticiones y manifestaciones de masas en defensa de un estado en ambas orillas del río Jordán; defender una mayoría judía en Palestina; y restablecer los regimientos judíos y el entrenamiento militar para los jóvenes.

Las acciones del Irgún de Begin contra la ocupación británica siempre fueron a remolque de las acciones llevadas a cabo por la autoridad británica. Su capacidad de organizar el Irgún, su facilidad para esconderse de los soldados ingleses y su generosidad en anteponer el interés común del pueblo judío a sus propios intereses personales fueron las líneas fundamentales durante sus años como jefe del Irgún. Muchas decisiones en el Irgún siempre han sido controvertidas.

Carlos Echeverria, profesor de Relaciones Internacionales en la UNED señala que “El recorrido vital y político de Begin es enormemente interesante, entre otras cosas para acabar con ese cliché con el que muchos, sobre todo en el mundo arabomusulmán pero también en Occidente, han venido tildando a figuras como la suya, como Shamir o como Sharon. A este último ahora, en el momento de su muerte tras años en coma, tan sólo se le recuerda relacionando su figura con la matanza de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, en Beirut. Pero Begin fue mucho más, y su perfil más positivo para la mayoría de los observadores foráneos le sitúa, en compañía del Presidente y General egipcio Anuar El Sadat, pergeñando los valientes Acuerdos de Camp David que cristalizaron en la primera paz sellada entre Israel y un Estado árabe. Aquellos Acuerdos le costaron la vida a Sadat –asesinado por terroristas islamistas en 1981– pero años después, a raíz precisamente de aquellos cambios que llevaron al lanzamiento del Proceso de Paz en Madrid, servirían de inspiración a otros, y fueron sin duda modelo para los Acuerdos de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Tratado de Paz entre Israel y Jordania (1994)”.

Menahem Begin fue ministro sin cartera, y logró la presidencia de Israel con el partido Likud. En junio de 1981 ordenó el bombardeo del reactor nuclear de Osirak, acabando con la amenaza que éste suponía desde Irak para Israel.

Moshe Dayan, otra figura emblemática de estos años, definió perfectamente a Menahem Begin: “Se mostraba seguro de su superioridad intelectual sobre cualquier persona y no tenía ninguna duda de que si dirigía la política exterior y ordenaba sus acciones, lograría sus objetivos”. Es la mejor definición posible de un estadista y Menahem Begin lo fue. Era un líder que consideraba prioritaria la seguridad y defensa de su país y la prosperidad de su patria.

                                                          

Jesús María Ruiz Vidondo es doctor en Historia y profesor de esa materia en IESO en Noáin. Su artículo se enmarca en el acto de presentación del libro "Menahem Begin. Antecedentes, formación y desarrollo del Estado de Israel", del que es autor, y que se tendrá lugar en el Centro Sefarad - Israel el próximo 19 de febrero.

Sobre el blog

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