Red de Casas del Ministerio de Exteriores

David Redoli Morchón


El 19 de agosto de 1960, Ernesto “Che” Guevara pronunció en La Habana un famoso discurso (ante un grupo de médicos de la Confederación de Trabajadores Cubanos). Su intervención, parafraseando al poeta José Martí y refiriéndose a los ciudadanos latinoamericanos, terminó así: “La mejor manera de decir es hacer”. 

Pues bien, está claro que, 58 años después, los ciudadanos costarricenses están diciendo muchas cosas nuevas, teniendo en cuenta lo que están haciendo en estas elecciones presidenciales. Tres hechos así lo demuestran.

Primero, los votantes enterraron su tradicional sistema de partidos, uno de los más antiguos de América Latina: por primera vez en la historia de este país, ni el Partido de Liberación Nacional (PLN) ni el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), que hasta hace apenas un par de décadas concentraban el 90% de los votos, fueron respaldados el pasado mes de febrero por los votantes para alcanzar el umbral del 40% de los votos. La abstención llegó al 33.8% a nivel nacional.

Segundo, de manera sorprendente, un partido cristiano con un líder evangélico se erigió como la primera fuerza política del país. Y lo hizo dando la vuelta a las encuestas. Fabricio Alvarado Muñoz, diputado, periodista, cantante y clérigo protestante, pasó del quinto lugar (que le atribuían los sondeos de opinión a finales de 2017) al primer lugar en los resultados de la primera vuelta, al frente del Partido Restauración Nacional (PRN). Por su parte, el ex ministro y politólogo Carlos Alvarado Quesada, del Partido Acción Ciudadana (PAC), pasó del cuarto puesto que le asignaban las encuestas  el año pasado a ser segundo en las urnas. Un dato: apenas hubo 66.000 votos de diferencia entre ambos candidatos. Los 11 partidos restantes que concurrían en estos comicios quedaron fuera de la segunda ronda electoral.

Y, tercero, pase lo que pase, el presidente que salga electo el próximo 1 de abril manejará un parlamento fragmentado y tendrá grandes dificultades para articular consensos, enfrentando una compleja y delicada gobernabilidad. 

El corolario es bastante claro: Costa Rica está dejando de ser la gran excepción en América Latina. Aunque la confianza de los costarricenses en la democracia (62%) siga estando por encima de la media regional (53%), según datos del Latinobarómetro de 2017, el país está experimentando procesos y dinámicas similares a los de sus vecinos: elevada fragmentación y volatilidad del voto, desencanto social creciente, desafección hacia una clase política percibida como corrupta, poco confiable y poco eficiente, y aparición de alternativas populistas (discurso antipolítico), todo ello combinado con la irrupción de las iglesias protestantes como potentes actores políticos.

Hoy por hoy, el escenario es el de un empate técnico. De cómo ambos candidatos planteen la recta final de la campaña dependerá, en gran medida, el resultado final.

Anticipo algunos elementos de estrategia electoral que ya estamos viendo y que, en mi opinión, se percibirán durante estos días.

Por un lado, los asesores de ambos líderes probablemente trabajarán para minimizar (unos) y para maximizar (otros) el varapalo que el pasado 5 de marzo el Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica dio tanto a la Iglesia católica como a las iglesias evangélicas del país, criticando a ambas por la emisión de un comunicado conjunto publicado el 18 de enero (con motivo de la Marcha por la Vida y la Jornada de Oración), mezclando argumentos políticos y religiosos en lo que los magistrados consideraron una amenaza para el libre ejercicio del sufragio.

Tanto la Conferencia Episcopal como la Federación Alianza Evangélica Costarricense harán lo posible por resucitar el contexto de alta polarización ideológica que propició en enero la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), cuando ordenó a Costa Rica que reconociera y garantizara el matrimonio homosexual, así como el derecho a cambiar de nombre a las personas transexuales. Ese alto volumen emocional les interesa a ambas iglesias, así como al Partido Restauración Nacional.

Por otro lado, Carlos Alvarado acentuará en su campaña la defensa de las libertades y de los derechos humanos. Y Fabricio Alvarado reforzará su discurso ultra conservador, ultra religioso y ultra populista. Fabricio Alvarado se empleará a fondo en el mundo rural. Y Carlos Alvarado (PAC) se concentrará en recabar el apoyo en las ciudades. Sus discursos políticos ahondarán en las enormes diferencias que caracterizan a cada uno de ellos. Porque, si cuentan con asesores profesionales en materia de comunicación política, sabrán que quienes mantienen discurso y posición en la contienda, suelen ser  recompensados por sus potenciales electorados.

Ambos buscarán campos de batalla distintos. Por eso el Alvarado conservador (Fabricio) intentará evitar los debates cara a cara con el Alvarado progresista (Carlos). Porque sus equipos saben que las campañas son como las carreras de Indianápolis: hay que aguantar las 500 millas, pero las vueltas decisivas son las 5 últimas (donde los aciertos suman mucho y los errores se pagan caros). El aspirante querrá arriesgar. El ubicado en primera posición querrá resguardarse y protegerse.

El próximo 1 de abril, Domingo de Resurrección, Costa Rica tendrá como presidente a Fabricio Alvarado, seguidor del apóstol Rony Chaves, fundador del Ministerio Avance Misionero Mundial y apóstol del Centro Mundial de Adoración. O tendrá por presidente a Carlos Alvarado, un exministro de Trabajo y Seguridad Social, ex vocalista de las bandas de rock progresivo Por Partes y Dramática, y novelista de cierto prestigio. Los costarricenses nos dirán qué Alvarado prefieren que rija sus destinos hasta 2022. Porque, como bien recordó el Che hace décadas, “la mejor manera de decir es hacer”.

 

David Redoli Morchón es sociólogo y miembro del Consejo Directivo de la Asociación de Comunicación Política (ACOP). Su artículo se enmarca en la mesa redonda Elecciones en Costa Rica. Segunda vuelta celebrada el 21 de marzo en Casa de América.


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Pablo Infante Amate


Cuando las Hijas del Sol entraron de lleno en las listas de éxitos hace unas dos décadas, buena parte del mundo europeo se encontró por primera vez con las tradiciones musicales de lo que fue la única colonia española en África subsahariana: Guinea Ecuatorial.

Las Hijas del Sol (Paloma y Piruchi) no fueron las primeras artistas ecuatoguineanas en pisar España, pero lo hicieron, de la mano de la discográfica Nubenegra, con más impacto y trascendencia que el resto de grupos del mismo país. Tras un primer disco (Sibèba, 1995) claramente arraigado en la tradición de la etnia bubi (desde el idioma a la técnica vocal, pasando por los giros melódicos y las armonías), el dúo se metió de lleno en la emergente escena de “músicas étnicas” (world music en el mundo anglosajón), atrayendo la atención del público y de la prensa especializada en varios países europeos. Los dos siguientes álbumes (Kottó, 1997, y Kchaba, 1999), fruto de una extraordinaria fusión de la tradición musical ecuatoguineana con sonidos y ritmos de géneros tan variados como el reggae, el funk, el afrobeat y el highlife, deben ser considerados como unos de los más importantes trabajos nunca realizados por un grupo ecuatoguineano. Con Pasaporte Mundial (2001) alcanzaron la cima de su carrera, pero el grupo no tardaría mucho en disolverse y en caer en el olvido, dejando un hueco que ningún otro artista de su país ha podido cubrir.

Este panorama, sin embargo, podría cambiar con la próxima llegada a nuestras fronteras de Nélida Karr y Alex Ikot Band, sendos ganadores del Festival Vis a Vis 2018. Organizado por Casa África en el marco de la diplomacia y la cooperación cultural, Vis a Vis pretende ser un encuentro profesional entre productores y promotores musicales españoles y artistas africanos. Cada año celebrado en un país africano diferente, la IX edición del festival ha recaído en Guinea Ecuatorial, el microestado centroafricano de habla hispana que frecuentemente hace aparición en la prensa española por sus peculiaridades económico-políticas pero raras veces por su producción cultural. 

A principios de marzo, el equipo de Casa África, con una docena de directores de festivales, aterrizó en Guinea para evaluar el potencial de los artistas guineanos en vivo y en directo. Doce candidatos habían sido previamente seleccionados de entre más de 50 solicitudes (un número llamativamente alto, según los organizadores), y dos fueron finalmente los ganadores, cuyo premio será realizar una gira veraniega por los más importantes festivales españoles de músicas del mundo. Este año participaron Pirineos Sur (Huesca), La Mar de Músicas (Cartagena), Etnosur (Alcalá La Real, Jaén), Festival Internacional Heineken Jazz&Más de Canarias, Festival Mumes y Cantos de Mujer(Tenerife), Imagina Funk (Torres, Jaén), el Sin Sal Son Estrella Galicia, la productora The Project (Barcelona) y la Diputación de Jaén, en un evento producido por Dr.Zhivago y que además contó con la asistencia de un representante de la SGAE.

Los seleccionados, Alex Ikot Band y Nélida Karr, representan la veteranía y la fresca innovación, respectivamente. Alex Ikot, batería de reconocido prestigio a nivel internacional, dejó su país en los duros años 1970, durante el régimen de Macías. Tras pasar por numerosos países africanos, Alex se instaló en España y formó parte de algunas de las primeras bandas de música africana del país, como La Banda Negra o Afro-Brass. Tras su vuelta a Guinea hace unos años, se ha constituido en un maestro y mentor de muchos músicos jóvenes guineanos, no solo bateristas, y ha formado una de las bandas más potentes del panorama nacional. Nélida Karr, por su parte, es una de las grandes promesas musicales de Guinea Ecuatorial. Sorprendió al jurado por su espectacular versatilidad vocal e instrumental y por su innovadora fusión de rítmicas e instrumentos tradicionales del país, y tiene el potencial para encontrar su hueco en el mercado internacional de músicas del mundo.

El festival Vis a Vis supone un soplo de aire fresco para un país que ha prestado poca atención a su propio desarrollo cultural. Tras el descubrimiento de grandes reservas de hidrocarburos hace un cuarto de siglo, Guinea pasó de ser uno de los países más pobres del mundo a ocupar los primeros puestos por renta per cápita en África. Los cambios acaecidos tras el boom petrolero (recurso que genera más del 90% de los ingresos totales del país) son visibles a nivel social, medioambiental y urbanístico. Sin embargo, con buena parte de la atención y de la inversión puesta en el desarrollo infraestructural, poco ha sido el trabajo para crear un marco institucional y legislativo que incentive la creación artística. Músicos y otros miembros de la cultura piden a gritos la creación de una escuela de arte y la redacción e implementación de leyes de propiedad intelectual que protejan sus obras. De forma similar, la inversión privada en el mundo cultural resulta llamativamente baja: en ausencia de una estructura económico-musical fuerte, las pocas oportunidades para generar ingresos que muchos músicos tienen pasan por los centros culturales gestionados por las embajadas de Francia y España o por los eventos celebrados por las élites económicas del país, ninguno de los cuales es suficiente para dar salida a toda la producción musical ni para generar una cierta profesionalización del sector.

Hoy en día, con el país inmerso en una profunda crisis derivada de la caída en picado de precios globales del petróleo, muchos artistas esperan ansiosos la oportunidad de poder dar el salto internacional. Y es que la presencia de la música guineana en países extranjeros, europeos o africanos, ha sido y es muy reducida, a pesar de que, por su posición geográfica (en mitad del Golfo de Guinea, rodeada de gigantes), la música urbana ecuatoguineana ha estado muy influenciada por la producida en países vecinos: la rumba congolesa en los años 1960 y 1970, el makossa y el bikutsí camerunés desde mediados de los 1980, el coupé-décalé costamarfileño entrado el siglo XXI y el afrobeats nigeriano actualmente.

Así y todo, los artistas ecuatoguineanos siguen luchando y el futuro de muchos resulta prometedor, más allá de los ganadores del Vis a Vis. Vanilla Karr, hermana pequeña de Nélida Karr, está haciéndose un hueco en la escena afro-pop de África occidental aprovechando las posibilidades que ofrecen los nuevos medios digitales y las redes sociales. La artista, de gran carisma, está proyectando una imagen rompedora y abriendo nuevas audiencias en países como Togo o Ghana. El rapero Negro Bey también viene pisando fuerte. Tras la publicación de su libro Cultura Urbana (una introducción a la historia del hip hop en Guinea) hace apenas unas semanas, prepara la salida de su próximo álbum, El Trovador, donde profundiza en su ya conocida tendencia a fusionar el rap en español con la rítmica y los instrumentos tradicionales de su etnia natal fang.

Pero si un grupo ha dominado las calles y los medios guineanos en los últimos dos años, ése es Ela Nguema Ganster. Compuesto por miembros del popular barrio malabeño de Ela Nguema, el grupo es responsable de la creación del temblete, un género de música electrónica que combina elementos vocales del hip hop y el reggae, un fuerte y característico componente de baile y la mezcla de hasta cuatro idiomas en una sola estrofa. Desde su popularización gracias a su rápida difusión a través de smartphones (vía WhatsApp y bluetooth), docenas de grupos de jóvenes en Malabo y Bata se han sumado a la tendencia, haciendo el género omnipresente en bares, taxis, supermercados y fiestas privadas.

La presencia de Alex Ikot y Nélida Karr en los escenarios españoles el próximo verano volverá a poner el foco en Guinea Ecuatorial. El evento debería servir para renovar el interés por las tradiciones musicales de esta antigua colonia española y para dar esperanzas a aquellos artistas guineanos que continúan trabajando a pesar de las dificultades y la escasez de oportunidades en su país.

 

Pablo Infante Amate es estudiante de doctorado en Musicología por la Universidad de Oxford. Actualmente se encuentra en Guinea Ecuatorial realizando el trabajo de campo para su tesis doctoral, donde investiga las transformaciones en prácticas de producción, circulación y consumo musical generadas tras el boom petrolero y la introducción de tecnologías digitales. Su artículo se enmarca en el proyecto de cooperación cultural de Casa África, Guinea Ecuatorial Vis a Vis, que se celebró en Malabo los pasados 1, 2 y 3 de marzo y que llevará a dos grupos ecuatoguineanos, de los que habla el artículo, a tocar por una docena de festivales españoles este verano.

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África a diferentes velocidades

Por: Red de Casas

14 mar 2018

Antoni Castel

 

Poco a poco, el Índice de Gobernanza Africana Mo Ibrahim, que lleva el nombre del empresario de origen sudanés que lo promueve desde el año 2007, ha ido ganando credibilidad, y se ha granjeado el respeto tanto del mundo académico como de las organizaciones de desarrollo por su metodología, rigor e independencia. El Índice 2017, presentado a finales del año pasado, nos permite ver la radiografía de un continente diverso geográfica y culturalmente, con 54 países que caminan a diferentes velocidades en la manera de gestionar los asuntos que les atañen.

La gobernanza es un valor en alza en África. De un año para otro, han mejorado cuarenta países, entre los que sobresalen Kenia, Marruecos, Costa de Marfil y Namibia. Algunos, es cierto, retroceden, como es el caso de Mali, Libia y Madagascar. En la clasificación destacan tres estados insulares entre los cuatro primeros: Mauricio, Seychelles y Cabo Verde. En el tercer lugar, Botsuana, y en el quinto, Namibia. En la cola, dos estados en guerra, Somalia y Sudán del Sur. Un puesto por delante, Eritrea, al que supera la República Democrática del Congo.

Por categorías, los progresos son notables en Participación y Derechos humanos, con siete países que consiguen más de 70 puntos sobre 100. Al frente, Cabo Verde (78), seguido de Mauricio (77,5), Namibia (75,5) y Suráfrica (74,7). Los peores: Somalia (14,6), Eritrea (17,9), Sudán del Sur (20,7) y Guinea Ecuatorial (22,8).  Si medimos los últimos 10 años, Túnez mejora en 28 puntos y Costa de Marfil en 13.

En la categoría de Seguridad y Estado de Derecho, el estancamiento. Han avanzado, entre otros, Senegal, Ruanda, Liberia, Comoros, Marruecos y Túnez, mientras que han empeorado Burundi, la República Centroafricana, Mozambique, Libia y Camerún.

En la categoría de Oportunidades Económicas Duraderas, pocos progresos, con un deterioro de la agricultura. No obstante, en los últimos diez años se han registrado avances significativos de Ruanda, Marruecos y Costa de Marfil. Por el contrario, Argelia, Madagascar y Suráfrica pierden puntos.

En Desarrollo Humano, también estancamiento, debido a la falta de inversiones en educación y en sanidad. Sin embargo, algunos países mejoran de forma espectacular, como Ruanda, Etiopía y Togo. En una categoría encabezada por Mauricio y Seychelles, Ruanda se coloca quinto. En la cola, nuevamente Somalia, acompañado de Sudán del Sur y República Centroafricana. Otro país en guerra, Libia, registra la mayor caída en los últimos diez años.

Un repaso a los datos del índice Gobernanza Africana Mo Ibrahim da pie a numerosas conclusiones. La primera, que los recursos naturales no garantizan prosperidad, sino lo contrario, como lo corrobora el propio Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas. La “maldición de los recursos naturales” no es un invento de los académicos, es una realidad que en África se manifiesta con crudeza en Nigeria, que ocupa el lugar 35 de los 54 del Índice Mo Ibrahim, situado por detrás de Suazilandia. Angola, peor, en el 45, y Guinea Ecuatorial, en el 46. Un país que rebosa minerales, la República Democrática del Congo, está todavía más atrás, en el puesto 48. Por el contrario, tres de los cuatro primeros lugares lo ocupan estados sin recursos naturales: Mauricio, Seychelles y Cabo Verde. En este texto breve, una segunda conclusión: a más participación, más bienestar. A pesar de sus carencias, que las tienen, los cinco primeros países garantizan la expresión de la pluralidad y la transparencia en la toma de decisiones.

 

Antoni Castel es doctor en Ciencias de la Comunicación y profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), así como autor de publicaciones tales como Esfera pública africana, Imaginar África, Malas noticias de África y  Las redes sociales en África: instrumentos para la transformación y el cambio. Su artículo se enmarca en un curso en Partenariados Público-Privados para favorecer en la CEDEAO la buena gobernanza, dentro de un programa de formación de líderes africanos que tendrá lugar en la sede de Casa África en Las Palmas del 19 al 23 de marzo.

 

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Pedro Martínez Montávez

           

        A mediados de la década de los años cincuenta del siglo pasado, se produjo un importante movimiento de inflexión y cambio en el desarrollo del arabismo académico español, hasta entonces dedicado, casi en exclusividad y con indiscutible proyección y provecho, al estudio y la investigación de los temas relacionados con Al-Andalus, además del ejercicio de la docencia universitaria. Tal movimiento tuvo su origen en la atención que empezó a prestarse a la literatura árabe contemporánea, y yo lo he calificado de “etapa fundacional del nuevo arabismo español”. Conviene saber y valorar como corresponde que se trataba básicamente, por sus planteamiento y objetivos, de un intento muy claro de ampliación, de actualización y de innovación en ese marco de estudios, y no de rechazo, confrontación o ruptura con los mismos, que acumulaban muy larga y fecunda tradición.

            El camino principal de expresión y plasmación de ese planteamiento innovador fue en sus primeros años la traducción. La literatura en lengua árabe había iniciado un auténtico renacimiento hacía ya bastante tiempo, y a mediados del siglo XX empezaba a vivir precisamente una etapa muy significativa y brillante de renovación interna y de reformulación a fondo, tanto en formas como en géneros, propósitos e idearios.

            La labor traductora llevada a cabo a lo largo de pocos años fue en líneas generales, aparte de ilusionada e ilusionante, rigurosa y meritoria, bastante acertada en la selección de autores, títulos y tendencias. Baste recordar que, entre 1954 y 1958, se publicaron los primeros siete volúmenes monográficos sobre tal materia, que descubrían al lector en lengua española una literatura que era por entonces casi absolutamente desconocida en nuestros medios, y que se tenía además por inexistente desde hacía varios siglos. A tal labor le dio un primer impulso el maestro indiscutible del arabismo español de la época, don Emilio García Gómez (1905-1995). Y a ella se dedicaron, con especial afán y determinación, dos jóvenes licenciados arabistas: Leonor Martínez Martín (1930-2013) y Pedro Martínez Montávez (n. en 1933), quien sería además el autor de la versión del primer relato de Naguib Mahfuz traducido al español, en 1960.

            La labor constante y de dedicación preferente al estudio del mundo árabe contemporáneo, y de forma concreta a su producción literaria e intelectual, que desarrollaría este profesor a lo largo de las dos décadas siguientes, contribuiría decisivamente a la expansión y al afianzamiento definitivo en España de los estudios en torno a estas nuevas temáticas. Se empezó a contar además parcialmente con un apoyo de carácter institucional, del que hasta entonces se carecía, canalizado en buena parte a través del llamado por entonces Instituto Hispano-Árabe de Cultura, fundado oficialmente en 1954, y que pretendía ser otro exponente de la diplomacia cultural de la época.

            Las dos décadas siguientes fueron las de desarrollo y consolidación de la nueva área de conocimiento y estudios. Ello se produjo de forma bastante firme y coherente, aunque hubiera también que afrontar y superar no pocos obstáculos, dificultades y hasta tendenciosas incomprensiones sin fundamento. A la vez que se intensificó la labor traductora, empezó a abordarse también la necesaria tarea de estudio, crítica e investigación de la materia escrita y literaria. A ello se añadió la apertura a otros aspectos y hechos no atendidos hasta entonces, como los de carácter histórico, político y cultural, y hasta, incipientemente, social y económico. Especialistas procedentes de otros campos y disciplinas, como historiadores y politólogos, fueron incorporándose también a esta nueva área de estudios.

            Ejemplo especialmente significativo de tal desarrollo fue Almenara, “revista sobre el mundo árabo-islámico moderno”, y que fue la indiscutible pionera de este género de publicaciones académicas. Entre 1971 y 1977 aparecieron diez números de la revista, de vocación claramente independiente, lo que dificultó enormemente su financiación y provocó su desaparición definitiva.

            Asimismo, la creación del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid, con licenciatura y doctorado propios, y la aplicación de un plan de estudios decididamente innovador, a partir del curso 1973-74, aportó una continuidad y una estructura académicas de las que se carecía hasta entonces. En algunas otras universidades españolas se llevaron a cabo propuestas y ensayos de índole parecida.

            Se entraba en otra fase de desarrollo. Las nuevas generaciones aportaban no solo el correspondiente ingrediente de frescura juvenil, sino también todo un amplio y renovador panorama de inquietudes, preferencias y dedicaciones. En plena transición, además, la sociedad española mostraba un interés creciente por el mundo árabe/islámico, inmerso en la ya muy larga y profunda crisis que lo atenaza a todos los niveles y órdenes desde hace un siglo.

 

Pedro Martínez Montávez es profesor emérito y ex –Rector de la Universidad Autónoma de Madrid. Su artículo se enmarca en la celebración de la conferencia “Orígenes y primer desarrollo de los estudios sobre mundo árabo-islámico contemporáneo en España” que tendrá lugar en Casa Árabe en Madrid el próximo 15 de marzo.

 

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Sobre el blog

La Red de Casas es un instrumento de la diplomacia pública española, compuesto por Casa África, Casa de América, Casa Árabe, Casa Asia, Casa del Mediterráneo y Centro Sefarad-Israel. Su finalidad es fortalecer la cooperación política y económica, el diálogo intercultural, el mutuo conocimiento y los lazos de España con los distintos ámbitos geográficos en los que actúan. Este blog dará voz a las personalidades políticas, institucionales, sociales y culturales que participan en las actividades de las Casas y servirá para invitar a las actividades que se organizan. Web: www.reddecasas.es Twitter: @ReddeCasas.

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