Hace casi 45 años, un conocido fotógrafo francés de origen haitiano, Gérald Bloncourt, visitó los arrabales pobres de París y le hizo una foto a una niña morena al pie de la chabola en la que malvivía. Bloncourt se enamoró de la foto y la colgó desde aquel día en las paredes de su casa. La tituló La petite portugaise y pasó a simbolizar, tras ser reproducida en muchas exposiciones y publicaciones, las condiciones de vida de la emigración dura y miserable del Portugal de los años sesenta. Nadie supo nunca el nombre de aquella niña que se tapaba con la mano la sonrisa, conocida como A menina do bairro de lata.
Pero en enero, tras hablar con un amigo, Maria da Conceição Tina, una profesora de portugués y de francés de Coimbra de 52 años, comenzó a preguntarse si no sería ella la protagonista de esa foto-emblema, como explicaba ayer en un emocionante reportaje de Patrícia Carvalho en el diario Publico. La actual profesora dudaba, porque no recordaba haber visto nunca un fotógrafo en el barrio de chabolas de Saint-Denis en el que residió durante dos años junto a su padre, su madre y su hermano. Pero reconoció instintivamente la muñeca que sujetaba esa niña con el brazo. También el paisaje de barro y de chabolas que se amontonaba tras ella. Tras vacilar mucho, se decidió a contactar con el fotógrafo para asegurarse. En junio se conocieron y tras ver y reconocer también a Bloncourt, 45 años más viejo, a Maria da Conceição ya no le quedaron más preguntas.
Hasta ahora. Hasta que se reconoció en la foto con la muñeca en el brazo y conversó con Bloncourt en París y se convenció de que no es bueno olvidar determinadas cosas y de que su pasado de emigrante pobre, como el de otros miles de portugueses –y españoles- que viajaron hacia el norte en aquellos años, no tiene nada de vergonzoso o reprobable. Sobre todo ahora que muchos portugueses vuelven a emigrar para escapar de la crisis económica que ahoga el país. Ella misma, que se define como una mujer feliz, lo precisa: “Una hija mía, de 24 años, ha cursado Enfermería, pero no consigue encontrar trabajo y está pensando irse al extranjero. Esto es triste. No porque la vaya a echar de menos, sino porque eso demuestra que estamos mal políticamente, porque este país no puede aprovechar a sus licenciados y les obliga a hacer lo que hicieron sus padres: irse”.