En la madrugada del 25 de abril de 1974, un capitán de Caballería portugués de 29 años llamado Fernando José Salgueiro Maia, complicado en el golpe militar que iba a intentar esa misma jornada derribar una dictadura que duraba desde 1926, reunió en una sala de su cuartel de Santarem a sus 240 hombres y les propinó un discurso sencillo y memorable que ha pasado a la historia de las frases claras: “Señores míos, como todos saben, hay varias formas de Estado: el Estado social, el Estado corporativo, y el estado al que hemos llegado. Ahora, en esta noche solemne, vamos a acabar con el estado al que hemos llegado. Así que el que quiera venir conmigo, que sepa que nos vamos para Lisboa y terminamos con esto. Quien quiera venir, que salga fuera y forme. Y el que no, que se quede”.
Era la una y media de la madrugada. Nadie se quedó.
Todo había comenzado hacía casi una hora, tras la emisión en la cadena Radio Renascença de la canción-clave acordada por los implicados en el golpe, Grândola Vila Morena, que sirvió de detonante.
El pelotón comandado por el capitán Salgueiro Maia, compuesto por diez blindados, doce camiones, una ambulancia y un jeep, se pone en marcha a las tres y veinte de la mañana encargado de llevar a cabo la misión más difícil de todos los conjurados: penetrar sin incidentes hasta el corazón de Lisboa y tomar la Praça do Comércio, la hermosa (y estratégica) plaza abierta al mar, donde se sitúan el Gobierno Civil y varios ministerios.
Nada en el país ni el mundo hacía presagiar que esa madrugada aparentemente como los otras el país iba a vérselas con su futuro de la mano de un puñado de capitanes jóvenes, valientes y hartos de una guerra colonial sin victoria posible que el maltrecho imperio portugués mantenía a contracorriente por empecinamiento político del dictador António Salazar y de su sucesor en el poder desde 1971, Marcelo Caetano. Nadie sospechaba nada. Esa misma noche, por ejemplo, Mário Soares, por entonces líder en el exilio del Partido Socialista portugués, de visita en Bonn, cenaba con un alto cargo alemán que le recomendaba tener paciencia porque la dictadura portuguesa, según sus informes, iba para largo.
La columna de Maia pasa a las cinco por los peajes de la autopista de entrada a Lisboa sin que los operarios sospechen otra cosa que unas maniobras militares madrugadoras. Media hora después, ya en la ciudad, en el cruce entre Campo Grande y la Alameda da Universidade el cívico conductor del jeep de Maia, al frente de la columna, se detiene ante un semáforo rojo al lado de un autobús municipal procedente de las cocheras. Salgueiro Maia, algo estupefacto por la situación, mira el semáforo, luego al chófer, se convence a sí mismo y dice:
- Arranca, una revolución no se para por un semáforo rojo.
Casi al amanecer, alcanzan la Praça do Comércio con el objetivo cumplido: no han creado alarma ni se han producido combates ni derramamiento de sangre. Los soldados se despliegan. Hay un problema logístico: la plaza controlada por Maia es terreno de paso para millares de lisboetas que ese día van a trabajar. Una empleada de la limpieza del Ministerio de Salud habla con el capitán y le pide que le deje pasar porque ya llega tarde. Maia, tocado con su gorra de faena, responde: “Mire señora, hoy no se trabaja. Mañana, tal vez, pero hoy no”. A la empleada se le suman en la protesta varios obreros más que necesitan atravesar la plaza para coger el metro. Maia añade, entre enfadado y profético: “A ver, señores, hoy no van a ir a trabajar. Ni hoy, ni ningún otro 25 de Abril, porque a partir de hoy este día va a ser fiesta”.
Un periodista de Reuter le pregunta que por qué está ahí:
- Para derribar al Gobierno.
- ¿Puedo ir a la redacción, contarlo, y luego volver?
- Oiga, nosotros estamos haciendo esto para dar libertad a las personas. ¿Cree que le voy a privar a usted de la libertad de informar? Ande y vuelva cuando quiera.
No todas las visitas son así. Tras algunos encuentros con brigadas de la policía o de batallones fieles al Gobierno a los que Salgueiro Maia convence, sin disparar un tiro, para que se unan a la revuelta, a media mañana, al capitán le informan de que se aproxima a la plaza una columna con cinco blindados escoltada por miembros de la Policía Militar y soldados de infantería al mando del general de brigada Junquera dos Reis, fiel al Gobierno. Mientras, una fragata anclada en el estuario del Tajo apunta sus baterías hacia las fuerzas de Maia. Éste, con un pañuelo blanco bien visible en la mano y una granada oculta en el bolsillo, avanza hacia las tropas de Junquera dos Reis. Éste ni se digna a salir del carro de combate en un principio al darse cuenta de que quien tiene enfrente no pasa de capitán. Salgueiro Maia se planta en medio de la calle a unos 100 metros de los tanques del general de brigada, con la intención de dialogar, solo, jugándoselo todo a una carta, encarando una muerte cierta. En su novela Soldados de Salamina Javier Cercas define al héroe como aquel “que no se equivoca en el único momento en que importa no equivocarse”. Para Salgueiro Maia –y para la Revolución que se desarrolla en ese momento en todas las grandes ciudades de Portugal- ha llegado ese momento. El brigadier ordena a uno de los servidores de la ametralladora que abra fuego. El capitán lo oye pero no recula. El soldado observa a Maia y se niega a disparar. El brigadier ordena después a los fusileros que acaben con Maia. Éste, con el pañuelo en una mano y la granada en el bolsillo del pantalón, aguanta, firme, sin moverse, sin darse la vuelta, sin rendirse, sin retroceder. Los soldados de infantería también rechazan la orden del brigadier que, de pronto, se queda solo y de pura rabia pega varios disparos al aire mientras ve cómo o su columna se desintegra y se suma a las filas de los rebeldes.
En esto los lisboetas han comenzado a ganar la calle, olisqueando la libertad que se presiente. Maia, con la Praca do Comércio controlada, recibe al mediodía la orden proveniente del puesto de mando rebelde de cercar y rendir el cuartel general de la Guardia General Republicana (GNR), en el centro de Lisboa, donde se encuentra, protegido por 300 hombres armados y experimentados, el dictador Marcelo Caetano. Salgueiro Maia emprende la marcha seguido de su columna de carros de combate. Esta vez cumple escrupulosamente las señales de tráfico. Lisboa es un hervidero de gente que contempla maravillada el rodar estruendoso de los tanques en dirección de la madriguera del dictador. En Largo do Carmo, Maia desplega sus hombres entre el gentío y cerca el cuartel general de la GNR. Se dan episodios chuscos, muy portugueses, propios de esta revolución cercana, alérgica a la grandilocuencia, particular e incruenta: los soldados toman posiciones cuerpo a tierra mientras niños de seis años, a su lado, los observan con admiración, con la misma cara que pondrían viendo una película. Hay vecinas que prestan al capitán la terraza de su casa porque desde ahí, según cuentan, se ve el mejor el interior del cuartel; hay vecinos que le cuentan que Caetano puede utilizar una salida por la puerta de atrás que ellos conocen de toda la vida… Lisboa entera, en la calle, asiste asombrada, esperanzada y feliz al episodio histórico que va a cambiar su vida para siempre. Hay gente subida a los árboles, a los buzones, a los coches, la muchedumbre es tanta que los soldados, en vez de preocuparse en vigilar el cuartel que han de tomar por las armas se ocupan de acordonar la zona para no verse aún más desbordados. Comienzan a circular claveles rojos que unos dicen que provienen de un cargamento de flores que ha quedado bloqueado en el puerto y otros de una boda que se ha quedado sin celebrar por falta de notario…
El dictador ha comido salchichas con patatas fritas dentro del cuartel y oye cómo un capitán con un megáfono que acaba de convertirse para siempre en héroe le conmina a rendirse en diez minutos: “Diez minutos, señores, tienen diez minutos para salir con las manos en alto”.
Entonces, a las cinco de la tarde, con la multitud enardecida y el dictador Caetano cada vez más escondido y solo y convencido de que su vida acabará en Brasil, dos altos cargos del régimen agonizante llegan al Largo do Carmo con intenciones de negociar la rendición y la salida del dictador. Y preguntan al capitán Maia:
-¿Quién manda aquí?
El capitán de 29 años que se ha jugado la vida horas antes ante cinco carros blindados para salvar la Revolución, que mantiene el cuartel general de la GNR cercano rodeado de soldados rodeados a su vez de una muchedumbre pacífica y exultante, el tipo que no se ha equivocado en el momento en que no tenía que equivocarse, como un verdadero héroe de novela, el militar que se entrevistará poco después con Caetano personalmente para aclarar definitivamente la rendición y que morirá muchos años después, en 1992, de un cáncer, sin aceptar jamás ningún cargo político, ese hombre, Salgueiro Maia, se encogió de hombros ante estos dos gerifaltes y sin soltar el megáfono les respondió:
- Aquí mandamos todos
Hay 45 Comentarios
Tenho 72 anos. Estive «Lá», no Ultramar. Vivi «Cá» o Dia 25 de Abril. Hoje, 25 de Abril de 2014, a noite já caiu sobre Portugal - a alvorada de 1974 desvaneceu-se. Gostei de ler esta página. Mando, comovido e grato, um abraço fraterno para o Jornal «El Pais», para o autor do texto e comentadores. Por um Mundo Melhor! Luís Henrique Fernandes
Publicado por: Luís Henrique Fernandes | 25/04/2014 19:33:16
Es la primera vez que leo esta anécdota de la especial revolución portuguesa de 1974 y que triunfó sin derramamiento de sangre, gracias a su gran adalid Salgueiro Maia. Si esto es así, creo que este hombre deberá ser aclamado por el pueblo portugués como un gran libertador, y merecer, por tanto, la Medalla de Honor Nacional
Publicado por: RAMÓN | 03/06/2012 19:08:58
Salgueiro Maia es vecino mío, yo soy de Cáceres, el de Castelo de Vide, el pueblo de las castañas. el sábado pasado, después de cenar en Trindade, bajamos por el Largo do Carmo hasta Nicola, para tomar café y me acordé de él. Un tipo apasionante. Los ibéricos republicanos te lo agradecemos, emotivo recuerdo.
Publicado por: Rayano/raiano | 04/05/2012 12:50:18
La canción "Grandola Vila Morena" no sirvió de detonante, pero de confirmacion, en la mañana seguinte. "E depois do Adeus" si, que servió de detonante.
Publicado por: Nuno Costa | 26/04/2012 16:50:31
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Publicado por: designer handbags | 26/04/2012 11:40:16
Emocionante! Obrigado por homenagear Salgueiro Maia
Publicado por: maria dulce | 26/04/2012 10:42:58
Bien escrito. Lo suficiente para emocionarme otra vez , tantos años despues. Resultaria dificil de explicar esa emocion a los jovenes , preocupados hoy con problemas mas practicos
Pero en 1974 y con veintipocos , había que arrimar el hombro "para tumbar la estaca". Y el "modo portugues" , sin sangre , fue un verdadero ejemplo
Ibamos desde Madrid y desde Galicia a sentir por unos momentos lo que era quitarse la dichos estaca de encima. En una sociedad democratica , los militares en los cuarteles , pero aquella no lo era . La situacion provocada por la continuada guerra colonial y la falta de libertades era insostenible , y ellos le echaron valor para cambiarlo
Mi respeto y agradecimiento a quien lo arriesgó todo , sin prebendas posteriores . Eso me emociona
Cuaquier parecido con el chupeteo habitual que nos rodea , es pura coincidencia
Publicado por: mariño443 | 26/04/2012 6:31:08
Debo estar perdiendo facultades...porque alguna lágrima se me ha intentado escapar al ver que la dignidad, que es lo más valioso y lo único que nadie podrá recortar al ser humano, puede existir, si éste se empeña. Ironías de la vida, lo que no pudieron los tanques contra el capitán José Salgueiro, lo pudo el cáncer. Tal vez su sufrimiento último se viera aliviado por la satisfacción de haber llegado al escalafón más alto, como persona, al margen de las estrellas. Un minuto de silencio por el profesional “guerrillero” de la libertad. Y gracias por el relato, maestro.
Publicado por: Nomada Dig Y Tal | 26/04/2012 1:16:41
Os dejo este enlace relacionado con la vida de Fernando José Salgueiro Maia, creo que os gustará.
http://digitalextremadura.com/not/21810/el_museo_de_caceres_acoge_una_exposicion_sobre_el_heroe_de_la_revolucion_de_los_claveles__salgueiro_maia/
Publicado por: Juan Ignacio | 26/04/2012 0:32:01
Qué relato tan emocionante de una de las revoluciones más bonitas de la historia. La canción de Zé Afonso era la señal perfecta, me estremece cada vez que la escucho.
Muchas gracias, Antonio jiménez Barca, por contarlo tan bien
Publicado por: Isabel | 26/04/2012 0:09:24
Gracias!!! Bellísimo artículo de una historia para no olvidar!
Publicado por: Susana | 26/04/2012 0:05:03
Lloréi tambien....
Publicado por: Filipe | 25/04/2012 23:19:32
Gracias por este emotivo artículo que nos acerca a la historia de nuestros vecinos de una forma conmovedora.
Publicado por: alcachi | 25/04/2012 22:30:41
Gracias por este emotivo artículo que nos acerca a la historia de nuestros vecinos de una forma conmovedora.
Publicado por: alcachi | 25/04/2012 22:30:40
Portugal fue el único país de europa en liquidar sus antigüas colonias a sangre y fuego por capricho de un dictador, por lo que despues de haber cometido ese grave error que sumió a su ejercito en baja moral, cumplia realizar una Revolución así - Revoluçao dos Cravos- . Desde entonces las desigualdades sociales en Portugal son estremecedoras y la Iglesia, como en España, campa a sus anchas y sus privilegios feudales.
Portugal es un pais muy digno expoliado por sus capas dominantes.
Silêncio, canta o Fado!
Povo que lavas no rio
Que talhas com o teu machado
As tábuas do meu caixão.
Pode haver quem te defenda
Quem compre o teu chão sagrado
Mas a tua vida não.
Fui ter à mesa redonda
Bebi em malga que me esconde
Um beijo de mão em mão.
Era o vinho que me deste
Água pura, fruto agreste
Mas a tua vida não.
Aromas de urze e de lama
Dormi com eles na cama
Tive a mesma condição.
Povo, povo, eu te pertenço
Deste-me alturas de incenso,
Mas a tua vida não.
Povo que lavas no rio
Que talhas com o teu machado
As tábuas do meu caixão.
Pode haver quem te defenda
Quem compre o teu chão sagrado
Mas a tua vida não.
Povo Que Lavas No Rio
Amália Rodrigues
Publicado por: mario fernández bravo | 25/04/2012 18:41:22
La historia es estremecedora de lo bella que es. Os aconsejo ver lapelícula "Capitães de Abril" de Maria Medeiros del año 2000.
Publicado por: Antonio Pérez | 25/04/2012 18:36:23
Emotivo artículo. Tal y como lo recoge la película 'Capitanes de abril': http://europaeuropa.tv/films/ficha/capitanes_de_abril
Publicado por: dvdhrvsmtnz | 25/04/2012 18:34:45
Muy lindo.
También me he emocionado.
Gracias
Publicado por: emilio vergara | 25/04/2012 18:26:46
Grande...
Publicado por: chaves78 | 25/04/2012 18:06:00
Excelente artículo, la verdad que hoy en este mundo tan caotico, personajes de valor, integridad y honestidad si que ahcen falta, no hablaremosde patiotas ni nada por el estilo, pues es una palabra muy usada por todo tipod e satrapas al rededor del mundo, un relato muy real, muy emocinante, una rica historia en la que triunfa el espiritu humano y sin un solo disparo, muy muy bueno.
Publicado por: Moctezuma | 25/04/2012 17:58:51
Que linda y emotiva narración. Como escribió José Saramago en uno de sus Cuardernos de Lanzarote de los años noventa, Portugal necesita de otro 25 de abril. Y hoy con más motivos todavía. Un abrazo.
Publicado por: Norberto Luján | 25/04/2012 17:38:08
Una epopeya bellamente descrita.
Publicado por: Joaquin | 25/04/2012 17:26:00
Por mi edad y profesión vivi esta Revolución como si fuese nuestra. Hoy , al leer este artículo, he sentido casi tanta emoción como aquel día.
Paz y Gloria al Capitán Salgueiro Maia y aquellos militares portugueses que le acompañaron en esa hermosa aventura. Su hazaña devolvió la libertad y el honor a los portugueses y- aunque muchos no lo recuerden o no lo sepan- ayudó de forma decisiva a que la libertad llegase a España.
Publicado por: josé antonio carpintero | 25/04/2012 16:48:46
Muy emocionante.
¡Qué necesitados estamos de personas rectas y directas como Salgueiro Maia!
Publicado por: t | 25/04/2012 16:36:52
Las comparaciones son odiosas, pero el salazarismo fue más benigno que el franquismo. Salazar era catedrático de Derecho Administrativo en Coimbra, mientras que Franco era un militar cuartelero embrutecido en la guerra de África. Posiblemente, sin la enorme carga colonial y la sangría consiguiente, el régimen de Marcelo Caetano (otro catedrático) hubiera evolucionado de forma similar a lo que más tarde sería la Transición española. Había llegado la hora del fin de las dictaduras del sur de Europa (la Grecia de los coroneles, Portugal, España).
Publicado por: gramaticus | 25/04/2012 16:18:53