Antonio Jiménez Barca

Grândola, en iPhone

Por: | 16 de septiembre de 2012

Protesta asamblea
Son las once de la noche. Unos cuantos centenares de jóvenes,  la mayoría menores de 25 años,  se congregan frente a la Asamblea Nacional portuguesa, en el corazón de Lisboa, al pie de las escalinatas que conducen a la entrada del Parlamento. Algunos se ven en esta foto de Francisco Seco. Está a punto de terminar un sábado caluroso e histórico: se ha celebrado, ese 15 de septiembre,  una de las manifestaciones más pobladas de la reciente historia democrática portuguesa en protesta contra la política de austeridad de Pedro Passos Coelho. Ha sido  una jornada organizada y convocada por gente exhausta e indignada que se puso en contacto por Facebook y que sin que mediara ningún partido político ha abarrotado las calles de la capital del país y de otras 40 ciudades. Pero eso ya lo he contado en otro lado.
                    Son las once de la noche, y un pelotón de policías antidisturbios armados con porras y con perros negros de pinta intimidadora custodian las gradas de las escaleras. Hay quien lanza botellines de cerveza y petardos. Pero la mayoría de los jóvenes se limita a estar ahí, a no querer irse. Hay quinceañeros con cacerolas que piden con una sonrisa a los policías que se unan a ellos y una chica de no más de 20 años pasea de aquí para allá enarbolando un cartel pintado con tinta negra en el que se lee “Sueño con un futuro en mi país”. Saben idiomas. Estudian  en la universidad. Muchos llevan banderas de Portugal. Las mismas que sacan cuando juega la selección. Hablo con ellos. Me cuentan que tienen la sensación de que les están robando su país, de que les están echando de sus ciudades, de que a base de cerrarles los caminos, ya no se reconocen en su tierra. Insultan a los policías. Les llaman fascistas si se aproximan, si acarician al perro, si mueven la porra.  Luego chillan mirando hacia arriba, hacia el edificio vacío del Parlamento, buscando un responsable, un enemigo. Hay un chico barbudo que lleva un cartón en el que ha escrito una frase en inglés que hace referencia a la preciosa tarde soleada de finales de verano que acaba de vivir Lisboa: “Nice day for a revolution”. Otro chico igualmente joven lleva otro cartel menos sutil: “Troika que o pariu
                 Todos han recorrido la ciudad acompañando a la manifestación, que empezó muchas horas atrás. Sus adres, sus hermanos mayores, sus tíos, las familias con niños, ya han regresado a casa, pero ellos siguen allí, sin querer irse,  insultando al policía que se baja el casco, algo harto ya, señalando al perro que ladra, llamando ladrón al primer ministro que, seguro, se encuentra en cualquier otra parte.  A mi lado, una pareja que ya ha pasado la treintena me explica con una tristeza intraducible que se sienten como si llevaran años dando vueltas en un laberinto.
             De repente, alguien comienza a cantar   Grândola, Villa Morena, la vieja canción de Zeca Alfonso que sirvió como catalizador para la Revolución de los Claveles, el himno del 25 de abril de 1974. Callan los otros gritos, los otros insultos. Se impone un extraño silencio impresionante que aprovecha el de la canción para cantar más alto.  Se le unen otros. Algunos se saben la letra. Otros no. Tres chicas delante de mí buscan rápidamente en la conexión de internet del iPhone y encuentran, entre risas, el texto que ya retumba en la plaza entera. Me doy cuenta de que la canción que sirvió para derrumbar de un día para otro la apolillada dictadura del heredero de Salazar, Marcelo Caetano, y colocó al país en el siglo XX, en la alegría y la modernidad vuelve a cobrar sentido para este ejército de aspirantes a menos de mileuristas que se huelen que les están estafando en todo. Oigo cómo se emocionan. Calculo por encima y concluyo que la mayoría ni siquiera había nacido el año en que esa canción se convirtió en una bandera y que conocen la historia de aquel día y aquella revolución (“Nice day for a revolution”) por lo que les han contado sus padres y sus abuelos y sus hermanos mayores, esos que a esas horas de la noche ya se han ido cansados a la cama, esos que aquella mañana de abril tampoco se sentían dueños de su país.

Hay 3 Comentarios

Este artículo de El País puede aclarar bastante de que va la crisis en España, y en toda Europa en realidad:

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/09/22/galicia/1348341335_821181.html

dar a compartir si estas de acuerdo, por fa..

Lástima que no escriba más a menudo en el blog. Me encanta leerle y creo que el artículo más bonito que he leido en mi vida era el referente al 25 de Abril.

obrigada, António - pela sua leitura e pelo retrato deste sentir português que é genuíno e espontâneo e atravessa gerações. queremos as nossa vidas.

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Sobre el autor

: nació en Madrid en 1966. Fue durante tres años corresponsal en París y actualmente es corresponsal en Lisboa. Antes trabajó como redactor y reportero en las secciones de Local y Domingo. Ha escrito dos novelas: Deudas pendientes (2006) y La botella del náufrago (2011). A este ritmo perezoso, hasta 2016, por lo menos, no terminará la tercera.

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