Cosas que suceden cuando (aparentemente) no sucede nada (a juzgar por el tiempo que lleva muda la prensa internacional sobre Grecia, podría aplicarse el clásico no news, good news, pero no es el caso). He aquí unas pocas pinceladas gráficas de lo ocurrido esta semana en Atenas.
La manifestación más pintoresca de todas las celebradas este año: una comitiva de coches fúnebres ocupó el jueves el centro de la capital griega, en protesta por la modificación (fiscal) de su estatus. Hasta ahora eran vehículos profesionales, pero el Gobierno quiere aplicarles impuestos de coches de lujo, como si fueran un deportivo. Morirse va a salir más caro (o más rápido, según se mire), y eso que este rito de paso goza de amplio protagonismo en el país: resulta inimaginable una despedida laica y menos aún una incineración, que la ley simplemente no contempla.
La medida, en todo caso, parece tan poco eficaz como el intento, el pasado año, de demostrar mediante fotografías aéreas la riqueza real de contribuyentes remisos a cumplir del todo con el fisco: según anunció en su día el Ministerio del ramo, las imágenes pondrían de manifiesto la existencia de piscinas y otros bienes suntuarios (helipuertos; embarcaderos con veleros o yates; garajes con varios coches, no se sabe si fúnebres…), poco compatibles con la modesta declaración de hacienda oficial del titular de la finca. La cosa quedó en agua de borrajas. O de piscinas.
La Iglesia ortodoxa griega ha anunciado que ampliará su campaña de suministro de comida gratis a los pobres y los sin techo mientras dure la crisis. Las colas ante el reparto de alimentos reunieron el jueves en Atenas a centenares de personas, sin distinción de origen ni clase: inmigrantes, ancianos y niños eran todos ellos un par de manos tendidas. La iniciativa eclesiástica se suma a otra en curso, la de la sección local de Médicos del Mundo, que desde octubre recoge medicinas y alimentos -donaciones de ciudadanos aún solventes- para paliar los efectos de lo que la ONG denomina "una crisis humanitaria sin precedentes en tiempos de paz".
Comedores de caridad al margen, la Iglesia es accionista principal del Banco Nacional de Grecia (7,7 millones de acciones en 2008, alrededor de 150 millones de euros) y una de las mayores propietarias de bienes inmuebles del país (ese año, ingresó 13 millones de euros de intereses). Que siga sin tributar por ellos no se cuestiona: cualquiera le mete mano a los todopoderosos popes. La Iglesia en Grecia es un dogma de fe nacional.
Por 54º día consecutivo, los trabajadores de Aceros de Grecia mantienen una huelga contra el recorte de plantilla y de salarios. El miércoles, salieron a la calle en Atenas convocados por Pame, el sindicato del KKE, el partido comunista griego (de orientación marxista y prosoviética, si pudiera). Prietas las filas -como todas las marchas convocadas por las secciones sindicales del KKE-, la protesta discurrió sin incidentes demostrando varias cosas: que en Grecia todavía hay algo parecido a la clase obrera; que ese segmento de la población tiene el corazón mayoritariamente a la izquierda, y que, vaya por Dios -o por Marx-, la izquierda helénica tiene el suyo hecho jirones: la división es intestina, histórica. El KKE, tercera fuerza parlamentaria y con una capacidad de movilización que ya querrían para sí el resto de partidos, y Syriza (el equivalente de Izquierda Unida), quinto grupo, nunca, jamás, se pondrán de acuerdo.
Estas minucias, reveladoras de las dentelladas de la crisis, sucedían mientras Lukas Papademos, primer ministro de transición, prepara los deberes para afrontar la próxima evaluación de la troika, a mediados de enero. Será determinante para los futuros pagos del rescate, pero también para la prevista celebración de elecciones (en principio, el 19 de febrero, deadline con que echó a andar el Gobierno que preside). Pero una cosa es gobernar para la troika... y otra para los griegos.