Las redes sociales echan humo estos días en Grecia. Para lo bueno, pero también para lo malo, como por ejemplo la noticia de la dimisión del ministro del Interior anunciada el domingo en su cuenta de Twitter por el corresponsal de uno de esos medios donde el resto de periodistas nos miramos con arrobo no exento de veneración. Nadie es perfecto, y menos con prisas, pero las redes sociales, con su potencial de ruido y muchas veces histeria, han venido a complicar bastante esto de informar. Es decir, a facilitarlo en exceso.
Gracias a las redes sociales, en contacto con un colega de Atenas, es posible abrirse paso entre los rumores para concluir que el socialista Jristos Paputsis, el citado ministro de Protección del Ciudadano (Interior), no sólo no ha dimitido por los disturbios, sino que se encuentra en el hemiciclo, donde el domingo a medianoche se vota el nuevo plan de recortes. Nikos me asegura que Paputsis no ha presentado la dimisión y que la noticia puede deberse a la acción saboteadora de activistas de Anonymous, que han hackeado la web del ministerio y las páginas de varios parlamentarios. Aunque a saber, porque cada vez más las fuentes parecen pozos sin fondo...
Cuando aún no se ha apagado el eco del rumor, otros comunicantes griegos alertan en Facebook de la presencia en hospitales de Atenas de fuerzas del MAT (antidisturbios), que estarían rematando a palos a decenas de heridos en los altercados que han requerido atención hospitalaria. "Los médicos lloraban como si fueran niños pequeños", dice alguno de los mensajes. "¿Qué quieren ahora, muertos?", añaden otros. Como en la dimisión de Paputsis, nada ha podido ser confirmado.
Lo que hoy se llama periodismo ciudadano, hace no mucho recibía a veces el calificativo de desinformación, o incluso de intoxicación. Puede que algún patólogo de la comunicación 2.0 diagnostique en un futuro no muy lejano manifestaciones de histeria colectiva en la red, sacudidas de bits que prenden con más facilidad que el virus del Ébola. Y aquello tan antiguo de que más vale que hablen de uno aunque sea bien es un precedente pernicioso para este foro sin barreras: parece que de lo que se trata ahora es sólo de hablar, sin más.
Un día después del caos -otra palabra griega-, las redes sociales vehiculan llamamientos a la resistencia o numerosas muestras de solidaridad con el pueblo griego, desde manifestaciones ante las embajadas a la promoción del consumo de productos locales; también jugosas invectivas "contra el IV Reich de la canciller Merkel". Pero pocos hablan de los indicios que alertan del hundimiento de Grecia, con o sin rescate, con Europa en la popa o en su contra. Que el país se desmorona es un hecho, y algunos venimos contándolo desde hace años: el estado de malestar social deviene en deriva colectiva a medida que pasan los días (y los planes de ajuste).
El principal sindicato de policía del país advirtió el viernes que no reprimirá más a la población (como en su día hicieron los policías egipcios ante los manifestantes de la plaza Tahrir, y ya se sabe qué pasó después) porque ellos también son ciudadanos víctimas de la penuria. Los niños, en los colegios, han comenzado a recibir cupones para canjear por alimentos básicos (un cuarto de litro de leche, unas galletas, un zumo), porque muchos llegan a la escuela en ayunas. Los partidos políticos están siendo desmantelados -el verbo que usaba ayer en un tuit el economista Yanis Varufakis- en componendas de cálculo electoral y supervivencia de su propio modus vivendi.
Grecia se hunde, con ajuste o sin él, pese a los que sostienen que esto es sólo una crisis económica. Y la fragilidad de un país de la UE, en claro riesgo de balcanización -no en balde pertenece a esa región-, debería pesar algo en la ecuación del rescate. El domingo por la noche, un periodista de la radio Real FM contaba desde Koraí, uno de los puntos habituales de la kale borroka ateniense, que ninguno de los veintitantos encapuchados presentes y listos para el combate hablaba griego. La presencia de provocadores extranjeros no es nueva, está documentada -puedo dar fe- desde 2009. Y los incendios tampoco parecen azarosos: han devastado valiosos edificios neoclásicos en el mismo centro de la ciudad, pronto solares reedificables.
Grecia es un Estado en vías de ser jibarizado y no se puede permitir ciertos lujos. Pero tampoco sus socios europeos, que aparentan no reparar en detalles tan significativos como la propia situación del país: en la bisectriz entre Europa y Oriente, en la misma puerta trasera de Schengen.