Cembrero

Sobre la autora

María Antonia Sánchez-Vallejo. Periodista con experiencia en Oriente Próximo y en la cobertura de las guerras de Irak y Líbano, llevo un cuarto de siglo viajando a Grecia. He pasado temporadas en Salónica, donde amplié mis estudios de griego, y he cubierto las elecciones de 2009 y buena parte de la crisis de la deuda. También disfruto del país en vacaciones.

Eskup

Una fiesta amarga

Por: | 25 de marzo de 2012

Neonazis25 de marzo. Primavera incipiente, bajo el signo de Aries. No es un día cualquiera para Grecia, que celebra su fiesta nacional demediada por las circunstancias: agónica –en el doble sentido de la palabra: muriéndose y luchando-, sin aliento. Porque hoy los griegos no conmemoran solo el arranque de la guerra de la independencia que les liberó de cuatro siglos de dominio turco -y del oscurantismo de Bizancio-, sino también, y sobre todo, una nueva esclavitud: la de los planes de ajuste y el futuro en suspenso durante al menos diez años, según las predicciones de la troika, ese nuevo invasor para gran parte de la ciudadanía griega.

Atenas, Salónica, Patras y otras muchas ciudades del país se han levantado hoy como aquel 25 de marzo de 1821: en contra del dominio extranjero. Y de los políticos y los usureros que, como afirman muchos, han conducido a la quiebra al país. Los desfiles militares habituales en numerosas ciudades, de Volos a Iraklio, han concluido con enfrentamientos entre grupos de manifestantes y policías. Muy gráficas las pancartas y las acciones: lemas como “Grecia no está en venta”, llamamientos contra “los neonazis” (sic; los otros, los del III Reich, ocuparon el país en 1941), simbólica toma del consulado alemán en Salónica…

SilbatosQuién iba a pronosticar tanto malestar en 2008, cuando Grecia era uno de los 25 países con mejor nota en el índice de desarrollo humano de la ONU. Sin ser un país rico, sí ofrecía una impagable calidad de vida, ese “hedonismo sencillo”, en feliz definición del helenista Pedro Olalla: un baño en el Egeo, la sombra de una higuera a media tarde del verano, una siesta arrullada por cigarras, el ronroneo interesado de los gatos.

Pero esos goces no cotizan en los mercados. Contradictorio, individualista, a veces desquiciado, o desquiciante, el país crecía a un ritmo del 4-5% hasta que en 2009 el sueño del progreso –la inyección de obras públicas e infraestructuras de los Juegos Olímpicos de 2004- pasó factura: pese a tener mucho que ofrecer (raíces, legado, naturaleza; una élite cosmopolita, educada en el extranjero y con vasta presencia en las mejores universidades de Occidente), la inseguridad, el pesimismo y la autoestima propia de un paria han acabado por imponerse en el inconsciente colectivo, como afirmaba recientemente en Atenas, durante un encuentro organizado por la Comisión Europea, el profesor Lukas Tsukalis, director del prestigioso think tank Eliamep.

El Estado ha fallado (si es que alguna vez obró). Nadie dice nada que convenza a alguien (a nadie), pero todos desean un nuevo marco con distintas reglas. ¿Una nueva revolución? ¿El inicio de otra lucha de liberación? Como aquel glorioso 25 de marzo de 1821… Lo que sea, pero algo. Y ya.

El País

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