A ojo de buen cubero, el resultado de las elecciones del próximo 17 de junio puede rozar el empate, según el tobogán de encuestas de intención de voto que, un día tras otro, se suceden en una sopa de siglas y porcentajes muy inquietante, demoscópicamente hablando. A las seis del pasado fin de semana, que para alivio de los acreedores internacionales apuntaban la victoria del centro-derecha (obediente con los términos de los rescates), han sucedido tres simultáneas que prevén: una, la victoria de la conservadora Nueva Democracia (ND); dos, la de la izquierdista Syriza, y tres, la de ninguna de las dos.
Tal vez sea ese el título de la crónica del día después, el 18 de junio: en Grecia no ha ganado nadie. Ni Alexis Tsipras, líder de Syriza, que defiende renegociar las condiciones de la troika y es el político favorito de los griegos según los sondeos; ni Andonis Samarás, dirigente de ND, ni mucho menos el socialista Evánguelos Venizelos, a quien todos identifican con los recortes que traen por la calle de la amargura al país. Claro que tampoco ganaría el euro, si se cumplen los agoreros pronósticos (¿o son amenazas?) de Berlín, Bruselas y Washington en caso de que a los griegos les dé por votar mal.
Conviene recordar que Nueva Democracia no apoyó en mayo de 2010 el primer rescate por llevar la contraria política (entonces estaba la oposición); pero sí el último, como integrante de un Gobierno con el socialista Pasok. No es esta la única paradoja de la política griega, que abunda en vaivenes. Dora Bakoyanis fue expulsada de ND en 2010 por apoyar el plan de ajuste que Bruselas y el FMI impusieron para el primer rescate. Hoy, Bakoyanis vuelve como una hija pródiga a la casa del padre, y con ella la parroquia de Alianza Democrática (Disy, en griego), el partidito que fundó al salir de ND. El 2,6% de las papeletas que logró Disy el 6 de mayo puede ser el 17 de junio un margen vital para ND. O no, según las encuestas. Samarás y Bakoyanis se tienen mucha tirria, pero a la hora de repartirse ministerios eso seguro que no importa.
En una nota de prensa de las que a diario bombardea la oficina de prensa de ND, aparecen datos muy reveladores sobre la capacidad de organizarse de la derecha y su apelación al voto útil: el partido de Samarás ha integrado en sus listas a 14 candidatos procedentes de Disy (peaje obvio); tres de Laos; cinco de Griegos Independientes (33 diputados en mayo), y uno de Drasi (Acción), un pequeño grupo liberal, sea lo que fuere eso (más recortes, seguro).
Mientras, en la izquierda, un circo romano de peleas, dogmas y egos, dicho sea con todo el respeto a sus votantes -y con todo el pesar, porque la mayoría sociológica del país es de izquierdas-, casi no hay indicios de corrimientos de filas. Solo la exministra socialista Luka Katselli, expulsada del Pasok por votar contra los ajustes, ha manifestado su apoyo a Tsipras en caso de victoria de Syriza el 17 de junio. Katselli, una dura apparatchik, creó también en abril su propio partido, Acuerdo Social (Koisy, en griego).
Aunque ya lo dice el adagio (hay verdades, mentiras… y estadísticas), si es por porcentajes puede valer también el sondeo virtual del portal de noticias in.gr: a la pregunta de si en junio votarán igual que en mayo, el 60,4% de las respuestas se muestra fiel a unas siglas, pero casi el 36% afirma que cambiará de partido.
Ah, y el 50,6% de los griegos entre 25 y 34 años vivía con sus padres en 2010, según datos de Eurostat. Pero eso ahora puede parecer una nimiedad, cuando el euro (y los mercados, y la eurozona, y los capitales, y…) se la juega. Como muestreo de porcentajes, este post no puede ir más allá. De lo que se deducen dos cosas: que o bien los institutos de sondeos griegos afinan menos que las cuentas públicas (aquellas que descubrieron todo el pastel de la deuda, el déficit, etcétera: el origen de todos los males) o que, cuando cierren las urnas, todos podrán decir que han acertado. ¿Les suena, verdad? Igual que los partidos políticos la noche electoral: todos aseguran haber ganado.