Cembrero

Sobre la autora

María Antonia Sánchez-Vallejo. Periodista con experiencia en Oriente Próximo y en la cobertura de las guerras de Irak y Líbano, llevo un cuarto de siglo viajando a Grecia. He pasado temporadas en Salónica, donde amplié mis estudios de griego, y he cubierto las elecciones de 2009 y buena parte de la crisis de la deuda. También disfruto del país en vacaciones.

Eskup

Aquí no gana nadie

Por: | 31 de mayo de 2012

Parlamento OK
A ojo de buen cubero, el resultado de las elecciones del próximo 17 de junio puede rozar el empate, según el tobogán de encuestas de intención de voto que, un día tras otro, se suceden en una sopa de siglas y porcentajes muy inquietante, demoscópicamente hablando. A las seis del pasado fin de semana, que para alivio de los acreedores internacionales apuntaban la victoria del centro-derecha (obediente con los términos de los rescates), han sucedido tres simultáneas que prevén: una, la victoria de la conservadora Nueva Democracia (ND); dos, la de la izquierdista Syriza, y tres, la de ninguna de las dos.

Tal vez sea ese el título de la crónica del día después, el 18 de junio: en Grecia no ha ganado nadie. Ni Alexis Tsipras, líder de Syriza, que defiende renegociar las condiciones de la troika y es el político favorito de los griegos según los sondeos; ni Andonis Samarás, dirigente de ND, ni mucho menos el socialista Evánguelos Venizelos, a quien todos identifican con los recortes que traen por la calle de la amargura al país. Claro que tampoco ganaría el euro, si se cumplen los agoreros pronósticos (¿o son amenazas?) de Berlín, Bruselas y Washington en caso de que a los griegos les dé por votar mal.

Conviene recordar que Nueva Democracia no apoyó en mayo de 2010 el primer rescate por llevar la contraria política (entonces estaba la oposición); pero sí el último, como integrante de un Gobierno con el socialista Pasok. No es esta la única paradoja de la política griega, que abunda en vaivenes. Dora Bakoyanis fue expulsada de ND en 2010 por apoyar el plan de ajuste que Bruselas y el FMI impusieron para el primer rescate. Hoy, Bakoyanis vuelve como una hija pródiga a la casa del padre, y con ella la parroquia de Alianza Democrática (Disy, en griego), el partidito que fundó al salir de ND. El 2,6% de las papeletas que logró Disy el 6 de mayo puede ser el 17 de junio un margen vital para ND. O no, según las encuestas. Samarás y Bakoyanis se tienen mucha tirria, pero a la hora de repartirse ministerios eso seguro que no importa.

En una nota de prensa de las que a diario bombardea la oficina de prensa de ND, aparecen datos muy reveladores sobre la capacidad de organizarse de la derecha y su apelación al voto útil: el partido de Samarás ha integrado en sus listas a 14 candidatos procedentes de Disy (peaje obvio); tres de Laos; cinco de Griegos Independientes (33 diputados en mayo), y uno de Drasi (Acción), un pequeño grupo liberal, sea lo que fuere eso (más recortes, seguro).

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Mientras, en la izquierda, un circo romano de peleas, dogmas y egos, dicho sea con todo el respeto a sus votantes -y con todo el pesar, porque la mayoría sociológica del país es de izquierdas-, casi no hay indicios de corrimientos de filas. Solo la exministra socialista Luka Katselli, expulsada del Pasok por votar contra los ajustes, ha manifestado su apoyo a Tsipras en caso de victoria de Syriza el 17 de junio. Katselli, una dura apparatchik, creó también en abril su propio partido, Acuerdo Social (Koisy, en griego).

Aunque ya lo dice el adagio (hay verdades, mentiras… y estadísticas), si es por porcentajes puede valer también el sondeo virtual del portal de noticias in.gr: a la pregunta de si en junio votarán igual que en mayo, el 60,4% de las respuestas se muestra fiel a unas siglas, pero casi el 36% afirma que cambiará de partido.

Ah, y el 50,6% de los griegos entre 25 y 34 años vivía con sus padres en 2010, según datos de Eurostat. Pero eso ahora puede parecer una nimiedad, cuando el euro (y los mercados, y la eurozona, y los capitales, y…) se la juega. Como muestreo de porcentajes, este post no puede ir más allá. De lo que se deducen dos cosas: que o bien los institutos de sondeos griegos afinan menos que las cuentas públicas (aquellas que descubrieron todo el pastel de la deuda, el déficit, etcétera: el origen de todos los males) o que, cuando cierren las urnas, todos podrán decir que han acertado. ¿Les suena, verdad? Igual que los partidos políticos la noche electoral: todos aseguran haber ganado.

Santa Patria Iglesia

Por: | 23 de mayo de 2012

Juramento

Ignoro si los posts pueden dedicarse, pero si fuera el caso este debería ir dirigido a un amigo que reparó en la curiosa puesta en escena del juramento del Gobierno griego: el arzobispo Jerónimo de Atenas, primado de Grecia, rodeado de acólitos; enfrente, los miembros del Ejecutivo, como una pandilla de camaradas (o de borrachos) que se agarran por los hombros para no caerse. La escenografía no es más que una de tantas peculiaridades debidas a la impronta de la Iglesia en el país: si la Ortodoxia –dicho sea de paso, la única que aceptan los griegos- empapa los más nimios detalles de la vida cotidiana, qué decir de la constitución de un Ejecutivo.

En la ceremonia, en primer lugar jura -lo de prometer ni se contempla- el jefe del Gobierno, mano derecha sobre los Evangelios y salmodias a dúo con el arzobispo Jerónimo y sus ayudantes. Luego, los miembros de su equipo, con una particularidad: solo unos pocos ministros colocan su diestra sobre las Escrituras; el resto, apelotonado tras la primera fila, se conforma con agarrar a un compañero por el hombro derecho, en una jura como por delegación. Todos pronuncian a coro las debidas fórmulas.

Quien haya asistido como turista a un oficio religioso en Grecia, o se haya asomado un domingo por la mañana a la retransmisión de la misa por la televisión pública, habrá constatado la duración interminable de la liturgia ortodoxa. Así que plantearse el juramento de un Gabinete entero, ministro por ministro, colmaría con creces el periodo de tiempo disponible de que goza -es un decir- el actual Gobierno de transición: llegaría el 17 de junio, abrirían de nuevo las urnas, y seguirían salmodiando los viceministros.

Pikramenos

La Iglesia ortodoxa es la columna vertebral del país, así que hasta los comunistas prosoviéticos, ateos por la gracia de Dios, agachan la testuz ante los hisopos de Jerónimo. Los 300 parlamentarios de la Cámara más breve de la historia –apenas 48 horas- lo hicieron también colectivamente, salvo dos legisladores musulmanes de la Tracia, que pudieron jurar sobre un Corán (mientras los 21 energúmenos del partido neonazi Aurora Dorada se quedaban irrespetuosamente sentados).

Porque la confesión religiosa no es una cuestión baladí en Grecia, como bien puso de manifiesto la guerra del carné en 2000, cuando el Gobierno socialista de Kostas Simitis, a instancias de la Agencia Griega de Protección de Datos, decidió suprimir del documento de identidad el campo “religión”: hasta entonces era obligatorio (también para la minoría musulmana, en torno al 1% de la población, al noreste del país). La ortodoxa es la religión oficial del Estado, por si hasta ahora no había quedado suficientemente claro.

La herejía de Simitis le costó movilizaciones masivas orquestadas por el anterior primado de Grecia, un pieza llamado Jristódulos, popular y populista, que llegó a proponer un referéndum sobre el asunto (no, lo de los referendos en Grecia no es de ahora…). Jristódulos también apoyó públicamente a Serbia contra los bombardeos de la OTAN en 1999, lideró una campaña contra el programa Gran Hermano por su nociva influencia en la juventud, y puso el grito en el cielo –tiene vía libre- por la iniciativa del Gobierno conservador de Kostas Karamanlís, en 2006, de limitar el uso de las escuelas públicas como confesionarios por parte de los popes.

Pobres popes, a ellos también les afecta la crisis. Mientras la Iglesia busca nuevas vías de financiación, el Estado se ve obligado a pagar el salario mileurista pelado de los sacerdotes, así que los 10.000 existentes le cuestan unos 190 millones de euros al año. A partir de ahora, por cada diez que se jubilen o mueran, sólo se contratará a uno. Como los funcionarios, vaya, aunque en una proporción mucho más drástica.

Rica (es uno de los principales accionistas del Banco de Grecia), incontestable, la Iglesia se acomoda a los tiempos: este año, por ejemplo, acudió a la Feria de Turismo de Moscú para amasar parroquianos. Algunos, como Michael Lewis, el autor de 'Boomerang', la hacen responsable con mayúsculas de la crisis por el macroescándalo de Vatopedi (por el cual dio con sus huesos en la cárcel Efraím, el abad de ese monasterio del monte Atos); otros, simplemente, anhelan un cierto aggiornamento mientras con la diestra se santiguan cuando pasan ante una iglesita centenaria de frescos naifs o un pulquérrimo templo de nueva planta, de esos que, custodiados por la enseña blanquiazul y la amarilla con el águila bicéfala de Bizancio, crecen por doquier como hongos. Cuanto mayor es la crisis, más grande es el fervor.

Una panda de energúmenos

Por: | 18 de mayo de 2012

A la entrada del barrio más bonito de Atenas, Anafiótika –una isla varada a los pies de la Acrópolis-, hay una lápida que recuerda al primer soldado griego que cayó en la defensa del recinto arqueológico ante los nazis, en abril de 1941. El monumento conmemorativo, una estela de mármol, lucía hace un par de semanas emborronado por la maleza y unos cuantos grafitis de aprendiz, pero entero.

MijaloliakosA la vista del resultado de las elecciones del día 6, viene a la memoria el joven soldado que aquel día intentó frenar a los alemanes. Porque hoy quienes se plantan ante otros nazis, los ultras de Aurora Dorada, son los periodistas griegos, maltratados y amenazados por los matones de Nikos Mijaloliakos, un exmilitar que ni en sus mejores sueños habría tocado con la yema de los dedos esos 21 escaños en el Parlamento que hoy se constituyó (para disolverse 24 horas después).

La noche electoral, los hooligans dorados dieron un bochornoso espectáculo al ordenar a los periodistas que aguardaban en la sede la llegada del líder, se pusieran en pie “en señal de respeto” a este. Los que no lo hicieron, fueron conminados a abandonar la sala. Veinticuatro horas después, y a través de su web, el partido amenazó a una periodista por un artículo crítico con la formación. El servidor que la alojaba fue inmediatamente cerrado por violación de los términos del servicio (o sea, por matonismo).

No fue el único incidente. Justo siete días después de los comicios, cuando Mijaloliakos entró en el palacio presidencial para mantener la correspondiente ronda de contactos con Karolos Papulias -en su juventud, combatiente contra los nazis-, los informadores protagonizaron una sentada a su paso. Dado el formalismo casi envarado que preside las relaciones entre periodistas y líderes políticos en Grecia, la protesta de los colegas resultó más que una ofensa.

JrisafyitesYa no se trata solo de que Mijaloliakos se despache en una entrevista televisiva afirmando que las cámaras de gas y los hornos crematorios del Holocausto “no existieron, son una mentira”, es que a sus muchachos se les asocia con palizas a inmigrantes –la última, la semana pasada en Atenas, con tres víctimas-, amén de los servicios especiales de la policía y hasta con los paramilitares serbios que perpetraron la matanza de Srebrenica. Muchos ven en ellos a los perfectos reventadores de manifestaciones pacíficas.

Los sondeos para las nuevas elecciones del 17 de junio rebajan un poco –punto y medio, dos puntos- el porcentaje de votos que podrían cosechar. Me consta que algunos de sus votantes se han arrepentido al verlos crecerse (hoy por ejemplo, en el Parlamento, cuando tres diputados musulmanes de la Tracia juraron sobre un corán; o repartiendo octavillas por las calles contra los gais). Pero solo con rebasar el 3% ya se habrán colado otra vez en la Cámara, en la médula del sistema. Grecia tiene demasiados problemas como para añadir esta mueca cruel, una afrenta a su historia y una carga contra la libertad de expresión.

El País

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