Mucho antes de que empezara a correr por ahí este vídeo de Monty Phyton (un Alemania-Grecia cuyas alineaciones están formadas por filósofos), Karl Marx, un líbero de lo más dialéctico, ya chupaba banquillo por incurrir en demasiadas contradicciones en el centro del campo. Siglo y medio después, y contra todo pronóstico, Grecia ganaba la Eurocopa de 2004 con un juego pobretón y rácano, empecinadamente atrás todo el rato, mientras Alemania disfrutaba de cierta gloria balompédica en el mundo antes de constatar que donde más resuelve es en el área del euro, o sea, en la eurozona.
Si como dice un buen colega griego el fútbol es la continuación de la política -o de la guerra- por otros medios, hoy puede arder Troya de nuevo. Porque ni la rueda, ni el fuego, ni siquiera la pólvora: la invención del fútbol, ese sí que fue un paso decisivo en la historia de la humanidad: el instante en que Arquímedes, uno de los jugadores de la selección griega del vídeo, grita ¡eureka! (en griego: lo encontré) al arrear el primer patadón al esférico. A partir de ahí, todo ha venido rodado (con algo de juego aéreo de vez en cuando).
El vídeo es desternillante: dos alineaciones formadas por filósofos; Confucio de árbitro; Tomás de Aquino y San Agustín, los jueces de línea (y sin pinganillo); Martín Lutero como míster germano, y el esforzado Marx, en chándal, calentando por la banda (y quejándose de fuera de juego), mientras Kant sopesa si lanzar un imperativo categórico directo y Hegel arguye aprioris, o sea, mala colocación de la barrera.
Así que ya ven: ni Messi y sus hat tricks, ni la ayudita con que Maradona goleó en el decisivo partido de Argentina contra Inglaterra del Mundial del 86 (el primer encuentro de las dos selecciones tras la guerra de las Malvinas). El Alemania-Grecia de hoy amenaza con convertirse en una gesta que puede dejar en mantillas la famosa guerra del fútbol entre El Salvador y Honduras, la de Kapuscinski. Así que Zeus, macho, echa una mano, o dos, frente a los panzer y ayuda a recuperar la honrilla griega. Aunque solo sea por justicia poética.