Dentistas, médicos, periodistas, abogados, notarios y farmacéuticos hacen huelga hoy en Grecia. Mañana el paro será general, con su correspondiente dosis de ruido y de furia, mientras el desacuerdo sobre los enésimos ajustes exigidos por la troika amenaza con fracturar la coalición de gobierno y algunos medios de comunicación locales especulan con una inminente remodelación ministerial, que afectaría hasta a nueve carteras, en noviembre. Nada nuevo bajo el sol de Grecia: la inhumana condena que supone socializar las pérdidas, repartir por abajo la miseria.
Izquierda Democrática, el pequeño partido de centroizquierda que junto con los socialistas del Pasok prometió su apoyo parlamentario al Gobierno tecnocrático de Andonis Samarás, ha anunciado que votará en contra de nuevas leyes que retuercen la reforma laboral emprendida en febrero (semana laboral de seis días; posibilidad de despedir sin aviso y recorte de las indemnizaciones, entre otras propuestas). "Las exigencias de la troika sobrepasan la capacidad de resistencia de la economía y la sociedad [griegas]", ha dicho Fotis Kuvelis, líder de Dimar y uno de los socios de la coalición tripartita.
Si un Gobierno que se sustenta en un pacto de legislatura -el apoyo parlamentario de Pasok y Dimar al Ejecutivo- se ve claramente privado de respaldo en la Cámara, ¿qué legitimidad le queda? Aunque las cifras tranquilicen -Dimar sólo contribuye con 17 escaños al pretendido consenso, mientras que el partido conservador de Samarás y el socialista suman 162, 11 por encima de la mayoría absoluta-, la auctoritas del Gabinete queda en entredicho aunque nunca fuera soberana del todo, sólo un forzado hilván de circunstancias adversas.
Grecia lleva semanas casi ausente de los titulares de los medios de comunicación extranjeros, pero mientras la insania política se reproduce a borbotones. Un solo dato de la ruptura social que la crisis ha provocado en Grecia: Samarás se mostró recientemente a favor de que las guarderías públicas limiten el acceso a niños inmigrantes, por falta de fondos. El guante lo recogió enseguida el partido filonazi Aurora Dorada (AD), que ha exigido la lista de establecimientos y casos implicados, con nombres y apellidos. Numerosas embajadas en Atenas vienen denunciando que los camisas negras de AD solicitan por la calle los papeles a sus nacionales, erigiéndose cada vez más en fuerzas del orden sin control alguno. Pero lo único que preocupa a la prensa extranjera, al parecer, es la negociación con la troika...
De la enésima huelga general del año nos quedaremos con una imagen, aunque no sea representativa al cien por cien de lo contado, y menos aún de lo vivido. Igual pasó con los disturbios originados por la visita de la canciller Angela Merkel a Atenas, que numerosos medios internacionales ilustraron con la imagen de un hombre desnudo corriendo ante los policías. Una instantánea poderosa, reivindicativa, casi calcada de la espléndida fotografía de Cristóbal Manuel de un hombre en cueros caminando entre los escombros en Puerto Príncipe, días después del terremoto que en enero de 2010 devastó Haití. La letra pequeña demostró que el hombre desnudo de Atenas no era un griego airado, sino un estadounidense de 56 años, enfermo mental que, al ver a una multitud enardecida, fue rapto de la masa, es decir, de la histeria colectiva: se desnudó, explicó al juez de instrucción, ante la tumba del Soldado Desconocido, y se sumó a las protestas sin saber lo que hacía. "Estoy loco. No sabía que Merkel estaba en Atenas... La gente se echó a reír al verme desnudo; luego vino la policía y me prendió", balbuceó.
El protagonista de la foto de Cristóbal Manuel, que mereció justamente uno de los premios Ortega y Gasset en su convocatoria de 2011, también era un enfermo mental de un manicomio arrasado por el seísmo. La verdad desnuda siempre acaba por salir a la superficie. De las cosas, de las imágenes, de los argumentos.
PD: Pese a todo, en las redes sociales la etiqueta #Grexit se codea cada vez más con la bienintencionada #Grestay. ¿A qué precio?