Hoy hace cuatro años un policía mató a Alexis Grigorópulos, de 15 años, en una calle del céntrico barrio de Exarjia, en Atenas. Acabó con él porque sí: gratuitamente, sin mediar palabra o provocación, pese a la especie, tan extendida en su día, de que el chaval se disponía a arrojar una bomba incendiaria contra los agentes. La muerte de Alex, como le llamaban todos, provocó la mayor movilización estudiantil en el país desde los sucesos del Politécnico, en 1973. Pero nada comparado con lo que vendría después, cuatro años de crisis, deriva y agitación social que han dejado a Grecia asolada como un paisaje de posguerra. Hoy es día de duelo nacional, con la ciudadanía encogida por las primeras nieves del invierno, pero también paralizada por el recuerdo de hechos incomprensibles. Como la muerte de Alex.
La respuesta al brutal asesinato, vista en su día como un espontáneo brote de furia en un país amable y plácido, anticipaba la expresión de un malestar que no ha hecho sino crecer. Y cómo no hacerlo: los jóvenes, pero también los mayores, empezaron a regurgitar en 2008 su desaliento: la frustración por una educación que no conducía a ningún sitio sin pasar por el negocio de academias o universidades privadas; el hartazgo ante un Estado elefantiásico, clientelista y disfuncional, hipercorrupto -el más corrupto de Europa, según Transparencia Internacional; el cansancio, en fin, de un sistema político cuya implosión presenciamos en las elecciones de mayo y junio, con el final de la alternancia Nueva Democracia-Pasok y la entrada en el Parlamento de unos cuantos dinamiteros (ver infra). Decenas de miles de chavales salieron en 2008 a las calles espoleados por el porvenir del desempleo. Cuitados: entonces el paro no llegaba al 7%; cuatro años después, supone el 26% por obra y gracia de las recetas de ajuste y los rescates.
En la moviola de los recuerdos también hacen acto de presencia aquel frío y luminoso diciembre los encapuchados, especialistas en reventar cualquier intento pacífico de manifestación y en sembrar el desconcierto (y acallar todo intento de diálogo). En estos cuatro años han hecho fortuna al calor de la crisis -hoy mismo protagonizarán más de un disturbio-, pero siempre habían estado ahí: de un lado, una sensibilidad anticapitalista y anarquista de amplio espectro, confundida a veces en un nihilismo rampante; de otro, elementos espurios más ligados a la violencia hooligan de los estadios o a entornos paramilitares (a propósito, ¿cómo ha sido la transición de las fuerzas armadas desde la dictadura de los coroneles?). Seres estos últimos de hechuras gigantescas, ropa negra y cascos de motorista: el retrato robot de las huestes de Aurora Dorada.
¿Qué ha pasado entre la muerte de Alex y la consecución de 18 escaños en el Parlamento por un partido de inspiración neonazi? La víspera del #6DGR, el hashtag que junto con #remember6thd enciende estos días las redes sociales, Aurora Dorada (AD) lanzó su última afrenta: un programa social denominado "Médicos con Fronteras". Es decir, asistencia sanitaria gratuita sólo para griegos. Lo contaban así en su página web, sin despeinarse: "Tras los repartos de comida, el Banco de Sangre [sólo para griegos] y el [programa] Trabajo para Griegos, sigue la obra social de AD en el ámbito de la salud y la atención médica, dirigida exclusivamente a griegos". Desde hace unos días, AD tiene incluso su propio sindicato de taxistas.
Suponiendo que la muerte de Alex haya servido para algo -que es mucho suponer-, no ha sido en absoluto para esto. Tampoco para el sinfín de suplicios que, como Tántalo, los griegos enfrentan a diario. Y menos aún para que en pleno duelo dos partidos se enzarcen en la gresca política habitual en el Parlamento y la palestra mediática: Nueva Democracia y Syriza, de la manera más indelicada posible, echándose en cara los peores propósitos, el cuanto peor mejor (ND acusa a Syriza de querer más muertos). Resulta duro de decir, pero puede que la muerte de Alex no sirviera para mucho, si acaso para marcar indeleblemente a una generación a la que el hecho condicionó su adolescencia, como refleja este documental de Al Yazira.
PD: Las fotografías que ilustran este post fueron hechas en el lugar donde Alex murió dos días después, con las flores aún frescas y cientos de mensajes de despedida colgando de los muros.
Hay 2 Comentarios
Escribo, especialmente, después de ver desolado el comentario que ha dejado un boot (hay que poner filtros). Uso el caso de Alex en mis clases para explicar por qué es imprescindible que los policías riendan cuentas de sus actos, porque si ellos no lo hacen, nadie lo hace. Eso significa corrupción y una sociedad enferma que se cae por el precipicio. Luchar contra la brutalidad policial, es luchar contra la crisis económica.
Publicado por: Carles Sirera | 08/12/2012 0:08:32
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Publicado por: ★★BLOG LAS MEJORES FORMAS DE ADELGAZAR★★ | 06/12/2012 17:39:55