Cembrero

Funcionarios

Por: | 07 de mayo de 2013

Grafitischulos

A ver si nos aclaramos. El ministro de Economía griego, Yanis Sturnaras, acaba de declarar que lo peor de la crisis ha pasado, pero a la vez los europeos creen que lo peor de la crisis está por llegar. El FMI alaba los progresos hechos por Grecia “en medio de una crisis económica voraz”, y Atenas se felicita por hollar la senda correcta. El mismo día, en España, un leve descenso del paro (46.000 personas) mueve al optimismo más “esperanzador” a algún que otro dirigente del Partido Popular. ¿De verdad hay motivos para alegrarse?

Portugal despedirá a 30.000 funcionarios. Chipre prescindirá de 4.500 –como poco- hasta 2016. En España están a pan y agua, sin paga de Navidad, con menos moscosos y el sueldo congelado, y en Irlanda por el estilo. Pero el tijeretazo que Grecia va a darle a su Administración no tiene parangón, como tampoco el tamaño del Estado (y de la deuda pública, que el FMI subraya “sigue siendo muy alta”). La primera condición de la troika para aflojar el dinero de los dos rescates no ha variado un milímetro: hasta 2015 hay que adelgazar el sector en 150.000 contratos –un 30% del total.

Atenas aspira a matrícula, y asegura que su objetivo es reducir 180.000 puestos. Gracias a una ley de 1911 que aseguraba los puestos de trabajo público frente a los cambios de gobierno, los funcionarios griegos –incluso los mangantes o los corruptos, hasta que se demostrara que lo eran, lo cual llevaba años- han estado protegidos. Por eso la cosa pública se ha convertido en un ente elefantiásico sobre el que reposan los peores vicios del sistema político: el clientelismo, el nepotismo y toda esa serie de pecados ligados a la urdimbre de privilegios y relaciones. Y estrechamente relacionados con la servidumbre que se depara al poder, sea este celestial o prosaico. Quien haya presenciado el ocasional besamanos de ciudadanos de a pie –campesinos, jubilados, mujerucas isleñas- al gobernante de turno, idéntico al que se reserva para las dignidades de la Iglesia, sabrá de qué estamos hablando.

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Nadie se pone de acuerdo sobre el número exacto de trabajadores del sector público. Hace ahora tres años, cuando arrancó el viacrucis de ajustes, los sindicatos recurrían a la cuenta de la vieja para calcularlo. Adedy, el sindicato público mayoritario, cifraba su número en unos “setecientos y pico mil” y su porcentaje sobre la fuerza de trabajo,
“entre un 10% y un 20%”. El actual viceministro de Economía, Jristos Staikuras, que en 2010 era portavoz parlamentario de la opositora Nueva Democracia (hoy en el poder, al frente del Gobierno tripartito), lanzaba imprecisiones (y confusión): “Ni siquiera el Gobierno [del socialista Pasok] lo sabe. ¿Quizá unos 670.000?”.

Tirando de hemeroteca, he aquí el bosquejo de la maraña de la Administración que hacía en 2010 el actual ministro de Economía, Yanis Sturnaras (entonces, profesor universitario y director del think tank Iobe): “[Sólo] Entre 2004 y 2009, se han creado en Grecia 75.000 puestos en la Administración y 300 organismos públicos nuevos”. Ese periodo incumbía a un Gobierno conservador (y al reflujo entusiasta, económicamente hablando, de los Juegos Olímpicos de 2004). En 2010, 1.700 empleados daban servicio a los 300 diputados en el Parlamento griego, es decir, casi seis trabajadores (y seis sueldos) por escaño.

DespidoEn Boomerang. Viajes al nuevo Tercer Mundo europeo (Ediciones Deusto), un entretenido libro publicado en  2011, el periodista Michael Lewis dibuja un demoledor escenario del descontrol público. Tras años de barra libre crediticia, y una deuda contraída sin supervisión alguna –ni propia ni ajena-, “al final, lo que los griegos quisieron hacer, una vez que se apagaron las luces y se quedaron solos y a oscuras con un montón de dinero prestado, fue convertir su gobierno en una piñata repleta de dinero y dejar que sacara tajada de ella el mayor número posible de ciudadanos” (pag. 62). En una docena de años, el gasto de personal público se duplicó, recuerda Lewis; organismos como los Ferrocarriles, que funcionaban como una tortuga renqueante y deficitaria, tenían entonces unos gastos de personal de 400 millones (un promedio de 65.000 euros al año por trabajador) frente a unos ingresos de 100, y unos cuantos cientos más en gastos. En esa época había tres empresas de Defensa propiedad del Gobierno, mientras en Atenas el transporte ferroviario dependía de tres compañías (públicas, of course) distintas.

Pero el principal problema del sector público griego es su disfuncionalidad, más que su dimensión mostrenca: su tamaño está por debajo de la media europea, según estadísticas de 2011 del Banco Central Europeo: frente al 38% que supone en Bélgica o el 31% en Francia, en Grecia el sector público representa sólo el 29% de la fuerza laboral del país (algo más de cinco millones). Así las cosas, y mientras la crisis siga acuciando, aquel mensaje del trabajo para toda la vida que los padres inoculaban en los hijos resulta inapropiado (y falso), aquí y en Salónica. Ya no hay trabajos para toda la vida; porque ahora la vida, y los trabajos, se conforman con ser remiendos de ratos.

 

Hay 4 Comentarios

Los trabajadores no públicos mantenemos los salarios de los trabajadores públicos. Al igual que el sector privado le ha tocado reducirse salarios (yo he tenido que renunciar a mis dos pagas extras) y reducir muchísimo personal, al sector público le va a tocar lo mismo. Si en una familia hay un funcionario hay algo de oxígeno. Si en una familia no hay ningún funcionario el desasiego de cómo va tu empresa, renqueando, aguantando, cada vez peor y con una falta de rumbo. La admón. Publica también le tiene que tocar redimensionar, no puede gastar más de lo que tiene, por dios, es de sentido común, todos lo hacemos en nuestras casas y economías. Los pobres trabajadores del sector privado estamos pagando unos SUELDAZOS en técnicos medios o superiores. Mi media de salario es de 1200 mientras que en el público es de 2000. Tengo conocidos que huelen la crisis, así de larguero, y son funcionarios. Tengo otro montón de conocidos que no duermen por las noches, tienen una ansiedad gigantesca. Los autónomos y trabajadores estamos pagando lo público y hay un agravio comparativo enorme. Todos, todos, vamos a tener que aprender a vivir con menos.

Si eliminaran todos los puestos de trabajo públicos nombrados "a dedo" y los cargos de confianza, no solo sería innecesario echar funcionarios, si no que la administración no sería deficitaria. Y no nos olvidemos de las empresas públicas. Siempre hay malos trabajadores (no solo en el sector público) pero los jefes han de ser justos y honestos para tener capacidad de decisión al respecto y, actualmente quien tiene esa capacidad de decisión la usa de forma partidaria por ser un apesebrado.

por fin llego la hora de los funcionarios. los inutiles a la calle y el resto que trabajen mas que antes. el sector privado ya ha pagado DEMASIADO en parados una crisis que no le concernia. desde el principio de la "crisis (=estafa de la ue)" el problema es el sector publico. hace tres anios de "rescate (sic)" que han intentado todos los trucos posibles para evitar hacer lo que habia que hacer - poner orden. ya no pueden evitarlo y YA ERA HORA. tempeloskyla.

Cuando hablamos de los funcionarios siempre se sugiere que la estabilidad en el puesto de trabajo es un privilegio inexplicable. Conviene decir que la estabilidad laboral de los funcionarios a ellos les viene muy bien, pero es una garantía para todos los ciudadanos. Si los gobiernos pudiesen echar o cambiar a los funcionarios a voluntad, ¿alguien imagina las barbaridades que podrían hacer para “caer” bien al gobierno de turno? ¿alguien imagina las “pruebas de fidelidad” que cada político pondría a sus funcionarios para ascenderlos o beneficiarlos de cualquier otra manera? En Hacienda, en la policía, en materia de subvenciones, enseñanza, autorizaciones de cualquier tipo, etc, ¿no preferimos funcionarios profesionales y ajenos a la obediencia de los políticos? ¿Qué estaría dispuesto a hacer cada uno de nosotros (y por lo tanto, cada uno de los funcionarios) para no perder su puesto de trabajo?

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Sobre la autora

María Antonia Sánchez-Vallejo. Periodista con experiencia en Oriente Próximo y en la cobertura de las guerras de Irak y Líbano, llevo un cuarto de siglo viajando a Grecia. He pasado temporadas en Salónica, donde amplié mis estudios de griego, y he cubierto las elecciones de 2009 y buena parte de la crisis de la deuda. También disfruto del país en vacaciones.

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