La
lectura de la composición de un gobierno muchas veces semeja la de las páginas
amarillas: nombres y apellidos y funciones que se leen como quien oye llover.
Otras, las más, la formación obedece a un simple cálculo político: peones que
gestionan intereses o amigos que reciben como recompensa la poltrona de un
ministerio. Pero a veces, como esta que nos ocupa, la remodelación de un
Gabinete la carga el diablo y acaba siendo un memorial de agravios.
El bipartito salido de la crisis de la coalición de gobierno de la semana pasada –que se saldó con la retirada de todos los ministros de Izquierda Democrática (Dimar)- no pasará a la historia por lo inspirado, sino por su deriva extremista y por la constancia de que el sistema político vigente en Grecia hasta las elecciones de 2012 hace mucho que está muerto: ni Nueva Democracia ni el Pasok representan ya a nadie, salvo a la troika. Tal vez por eso, a las dos horas de ser designada, ya había dimitido la nueva viceministra de Sanidad, Sofía Vultetsi. Lástima, porque de la veintena de carteras, sólo una la ocupa una mujer.
Lo peor del nuevo Gabinete no es el protagonismo de un partido moribundo –o directamente zombi- como el Pasok, con unas expectativas de voto del 5-6% y una deuda de más de 200 millones de euros de la época de Papandreu que impide a la organización pagar incluso los gastos de viaje; tampoco la sarta de casos de corrupción que le incumben, como el del exministro de Defensa Akis Tsojatzópulos por citar sólo el último, o el empecinamiento en figurar de Evánguelos Venizelos, avezado superviviente, que retorna por la puerta grande de la vicepresidencia y el Ministerio de Exteriores convertido en número dos de Samarás. Tampoco la vuelta al redil de cartuchos gastados como Mijalis Jrisojoidis, un socialista de aparato con modales de sheriff responsable de la publicación de fotografías de prostitutas infectadas con el VIH en la web de la policía en mayo de 2012, un escándalo tal que las imágenes fueron retiradas de inmediato. Jrisojoidis, que en su día confesó sin rubor no haberse leído el memorándum del rescate, ocupará el Ministerio de Obras Públicas y Transportes.
Aparte de los cuatro ministros que logra el Pasok (11 en total contando las secretarías de Estado), en el nuevo Ejecutivo hay datos muy preocupantes pero no menos esperados. El primero de ellos, el viraje hacia la derecha de la derecha de Andonis Samarás. Es decir, hacia un segmento extremo para teóricamente arañar votos al partido neonazi Aurora Dorada (AD, 18 diputados), que aparece en tercer lugar en las encuestas de intención de voto, con más del 10% de apoyos. No de otra manera se entiende el nombramiento al frente de Sanidad de un personaje resbaladizo e inquietante, ultraderechista, confeso antisemita y defensor notorio de la superioridad de la raza griega, sea eso lo que fuere: Adonis Georgiadis, tránsfuga del partido de extrema derecha nacionalista Laos, formación que se quedó sin escaños en 2012 en favor de AD. Según se rumoreaba estos días en los mentideros atenienses, Georgiadis tuiteó recientemente “Grecia necesita un Erdogan” –en alusión a la mano dura del premier turco frente a las protestas de la plaza de Taksim-, aunque lo borró poco después.
Sobre
el cierre de la televisión pública (ERT), que fue el detonante directo de
la crisis gubernamental, Georgiadis comentó en su página web: “Hemos limpiado los
establos de Augias”, lugar mitológico lleno de mierda hasta la intervención de
Heracles (Ηρακλής) en
su quinto trabajo. La reforma de la ERT adquiere ahora rango de
secretaría de Estado, en manos del periodista Pantelís Kapsís, de clara
filiación protroika y que en su día fuera portavoz del Gobierno socialista.
Georgiadis también se opuso al proyecto
de ley antirracista elaborado por el dimisionario ministro de Justicia Andonis
Rupakiotis (Dimar), sobre la que dijo: “Hace falta que la ley esté muy
controlada para que no tengamos miedo de hablar en nuestro país”. La corrección
política nunca ha calado en Grecia.
De la remodelación ministerial, cabe extraer dos conclusiones: la primera, que Samarás se ha quitado de encima dos lastres –ambos de Dimar- en las carteras de Justicia y Reforma Administrativa (esta última, responsable de jibarizar la función pública a instancias de la troika). La segunda, y no menos importante, es que estamos ante un Ejecutivo hilvanado con alfileres, con una mayoría precaria en el Parlamento (153 escaños de un total de 300), si bien varios diputados independientes procedentes de las filas de ND y Pasok –como Andreas Loverdos- se han mostrado dispuestos a apoyarlo. Con todo, lo peor es la galopante desafección de la ciudadanía de una política astrosa, encarnada en profesionales sin crédito: seis periodistas voceros, siete retoños de la aristocracia política (entre ellos un Mitsotakis); varios compañeros de viaje del disparatado bandazo partidista de Samarás, y algún que otro nombre salpicado por asuntos dudosos. Nadie da un duro por este Gobierno, en el que “la democracia ha sido sustituida por una oligarquía heredada”.
Créditos fotos:
1. Cambio de guardia ante el Parlamento, el lunes 24 de junio en Atenas. / John Kolesidis (Reuters)
2. Andonis Samarás (izquierda) y Evánguelos Venizelos, el martes 25 de junio. / Thanassis Stavrakis (AP)
3. Un grafiti en un edificio de Atenas muestra la señal que emite la televisión pública desde su cierre, el pasado 11 de junio. / John Kolesidis (Reuters)