Cuesta entender por qué el partido neonazi Aurora Dorada (18
diputados) no ha sido aún ilegalizado, proscrito incluso en el sentido
etimológico del término: desterrado, excluido de la escena política y la vida
cotidiana, cuyo fermento de descomposición –crisis, recesión, deuda, miseria-
utiliza para crecer como si fuera levadura. Los intentos del Parlamento de
redactar y aprobar una
ley contra la violencia racista han naufragado por culpa de componendas
políticas y torpes cálculos electoralistas, mientras los
actos de provocación de los ultras, muy al contrario, se multiplican
exponencialmente, y de mal en peor. El huevo de la serpiente hace tiempo que
rompió el cascarón en el seno de la UE.
Este miércoles, el mismo día que el país conmemoraba el 39º aniversario de la restauración de la democracia tras el colapso de la Junta de los Coroneles (1967-74), los ultras convocaban en Atenas a cientos de desheredados –nativos, con el carné de identidad bien visible- para un reparto de alimentos y ropa gratis (también dan atención médica, sólo a griegos). El hecho no tendría relevancia en sí, y aun sería desdeñable informativamente para no darles demasiado eco, si no hubiera introducido una inquietante novedad respecto de entregas anteriores.
El evento tuvo lugar ante la sede del partido, junto a la estación de Larissa, una vez que las autoridades de la ciudad prohibiesen la entrega en una plaza cercana. Para amenizar la espera, los mandos del partido difundieron por megafonía la versión griega (Ορθό το Λάβαρο) de Horst-Wessel-Lied, que sirvió como melodía oficial del partido de Adolf Hitler entre 1930 y 1945, así como de himno oficioso de la Alemania nazi entre 1933 y 1945, y que hoy, como el resto de símbolos nacionalsocialistas, sigue prohibido en ese país. Aurora Dorada colgó en su página web un vídeo del acto, banda sonora incluida.
No fue la única demostración de fuerza de los neonazis. El mismo día por la tarde, una manifestación antifascista en Patras, alrededor de cuyo puerto se amasa un inframundo poblado por cientos de inmigrantes que esperan saltar a otro país de la UE ocultos en un barco o un camión, terminó en disturbios y enfrentamientos con policía y miembros de Aurora Dorada, y con 25 detenidos. No es la primera vez que neonazis y antifascistas se enfrentan en esa ciudad, la tercera de Grecia, ni que los primeros protagonizan razzias contra extranjeros.
“El huevo ha salido de la serpiente”, ha dicho el alcalde de Atenas, Yorgos Kaminis, que desautorizó a Aurora Dorada explicando que tanto la Iglesia ortodoxa como el propio Ayuntamiento alimentan a diario a miles de personas (9.000, en el caso del Consistorio, además de apuntalar las necesidades básicas de 3.000 familias). “Y todo ello discretamente, sin publicidad y sin vil propaganda racista”. El ministro de Orden Público, Nikos Dendias, fue un poquito más allá en los calificativos y llamó “copia patética del totalitarismo nazi” a Aurora Dorada.
Pero un portavoz de Syriza puso el dedo en la llaga: el apoyo del que goza Aurora Dorada no disminuirá mientras no se resuelva la crisis humanitaria que vive el país. Por esa razón puede que todos los lamentos por la actitud rampante del fascismo lleguen tarde. Aunque los elementos más revisionistas del poder, aquellos con un claro pasado antisemita, como el nuevo ministro de Sanidad, Adonis Yeoryiadis, laven su imagen en declaraciones televisivas afirmando que Aurora Dorada puede “desestabilizar y dividir” a Grecia y que su existencia, alimentada por la inacción de muchos políticos en ejercicio, es muy peligrosa para el país.
Como todos aquellos que sostienen que con Franco se vivía mejor, el 30% de los griegos también opina lo mismo de la Junta, lo cual anima a no dar nada por sentado: ni la libertad, ni el Estado de derecho más o menos funcional –o fallido- que es Grecia, ni la democracia en sí. Sirva también de aviso de navegantes para otros países de la UE, como Hungría, como la Francia del Frente Nacional y los asesinatos racistas, que también coquetean con el mal absoluto.
Créditos pies de foto:
1. Nikos Mijaloliakos, líder de Aurora Dorada, en la sede del partido en Atenas el 24 de julio, antes de la entrega. John Kolesidis / Reuters
2. Reparto de comida de la Iglesia ortodoxa en Atenas, en diciembre de 2010. Reuters