Cembrero

Non Plus Ultras

Por: | 15 de octubre de 2013

PICTURES PHONE 993
De los miles de grafitis que tapizan las calles de Atenas –líricos, ingenuos o divertidos algunos; mensajes de denuncia como vómitos, la mayoría de ellos- hay uno que simboliza a la perfección la amenaza parda de la ultraderecha. Se trata de un mural (arriba) pintado en el cierre metálico de una tienda de la calle Ifestu, en pleno centro turístico de la ciudad, que muestra a una banda ataviada con fustas, correajes y botas militares bajo el cartel “ultras”. En la ficción podrían ser comparsas en una entrega del comisario Jaritos, pero en la vida real son protagonistas.

Ni pintado a propósito este panel describiría tan bien la carcoma griega, pero también la situación en Francia o en la Rusia de Putin, por citar sólo un par de ejemplos: la existencia de una extrema derecha rampante, siempre beligerante pero ahora, con el viento en popa de la crisis, desprovista definitivamente de complejos. Descubierto al azar en un paseo nocturno, pocas horas después de que los neonazis de Aurora Dorada sacasen pecho ante el tribunal donde fue juzgada la cúpula del partido, el dibujo es todo un símbolo de la intimidación social –y política, ahí es donde le duele al sistema-  de energúmenos disfrazados de alternativa.

La expectativa de voto del Frente Nacional de Marine Le Pen para las elecciones europeas (24%, por delante de los dos partidos tradicionales); la demostración de fuerza de los nacionalistas rusos en Moscú –y la posterior criminalización del inmigrante, nada mejor para hacerles el juego a los primeros- o el 8,2-8,5% de apoyos que los últimos sondeos de intención de voto dan a Aurora Dorada aun después de la detención de su cúpula son distintas manifestaciones del mismo cáncer: la ocupación de parte del espacio sociopolítico por fuerzas antidemocráticas que se aprovechan de la ausencia o inacción del Estado y/o de la esclerosis del sistema político (ese tradicional bipartidismo UPM-PS en Francia; Nueva Democracia-Pasok en Grecia…).

Como muy bien explicaba Soledad Gallego-Diaz en este periódico, no hay que echar la culpa a otro –al inmigrante, de oficio- de la crisis, sino hacer autocrítica, bendita palabra inusitada, y asumir que a Marine Le Pen la han hecho buena los guiños populistas de los partidos tradicionales y su rendición confesa a la hora de enfrentar el fenómeno global de  la inmigración. La respuesta del Gobierno socialista es desde luego poco imaginativa: deportar a una niña gitana escolarizada, expulsar a romaníes en masa, o convertirlos, como bien contaba hace un mes en estas páginas Miguel Mora, en “mercancía electoral”… Qué poco diferencia en este asunto a los socialistas de los conservadores de Sarkozy.

PICTURES PHONE 771
En Grecia, tras obviar el fenómeno de la inmigración durante lustros, azuzar el miedo –cuando no el odio- al extranjero fue una de las claves de la campaña electoral en la primavera de 2012. Se abrieron los primeros centros de internamiento de extranjeros; el actual primer ministro, el conservador Andonis Samarás, prometió a voz en grito que su partido iba a “recuperar las ciudades para los griegos” y los dos grandes, Nueva Democracia y Pasok, que a la sazón se repartían las carteras de un Gabinete técnico, convirtieron conscientemente la presencia de extranjeros en un problema de orden público (inseguridad ciudadana, deterioro urbano, etcétera); no tardaron en llegar las redadas masivas. Cuitados ambos, socialistas y conservadores, ni imaginaban que eso abriría la veda a los matones de Aurora Dorada, cuya verdadera personalidad ha quedado de relevancia tras la ofensiva judicial de finales de septiembre: una banda mafiosa, criminal; delincuentes de brazo en alto.

En Grecia las cosas no pintan precisamente bien, aunque Samarás fíe para 2019 la recuperación económica; se cierne la amenaza de un tercer rescate por valor de unos 10.000 millones de euros, mientras los acreedores internacionales solicitan un esfuerzo suplementario de ahorro de 2.000 millones en 2014; más sufrimiento, más madera para el descontento. Pero mientras el Parlamento no retire definitivamente la impunidad a los seis neonazis encausados –se vota este miércoles-, ni se les corte el grifo de la financiación pública, las huestes de Nikos Mijaloliakos seguirán teniendo una legitimidad impropia de criminales.

Nota para los jóvenes o los griegos que siguen este blog: El título de este post es un juego de palabras sobre el lema “non plus ultra” –no más allá, en latín- que aparece en el escudo de la bandera española. La fetén, no la enseña inconstitucional, franquista, que la policía griega encontró en el registro de la casa del número dos de Aurora Dorada.

Pies de foto:

1. Grafiti en la calle Ifestu, Atenas.

2. Grafiti en el barrio de Anafiótika (Atenas) que dice: "No esperamos nada, no tememos nada, ¿somos libres?". Versión libre -e interrogativa- del epitafio del escritor cretense Nikos Kazantzakis ("No espero nada, no temo nada, soy libre")

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Sobre la autora

María Antonia Sánchez-Vallejo. Periodista con experiencia en Oriente Próximo y en la cobertura de las guerras de Irak y Líbano, llevo un cuarto de siglo viajando a Grecia. He pasado temporadas en Salónica, donde amplié mis estudios de griego, y he cubierto las elecciones de 2009 y buena parte de la crisis de la deuda. También disfruto del país en vacaciones.

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