Cembrero

Esperando a los bárbaros

Por: | 02 de diciembre de 2013

Rejas
El título del poema de Konstantino Kavafis podría aplicarse hoy, 2 de diciembre de 2013, a la entrada en vigor de un nuevo sistema de vigilancia de fronteras en la Unión Europea, Eurosur, un operativo común y coordinado en 18 países de la Unión, todos pertenecientes al Espacio Schengen, con un único objetivo: “Coordinar la respuesta de las fuerzas de seguridad continentales ante la inmigración irregular y la criminalidad organizada” (sic, equiparando un fenómeno humano global, el de la migración, y el gran negocio del narcotráfico y el tráfico de personas). El nuevo sistema, dice Bruselas, permitirá detectar pateras en riesgo de zozobrar y asistir a los pasajeros según los requerimientos internacionales de derechos humanos.

A la mención puede que cansina y repetitiva del título del poema de Kavafis podría añadírsele un refrán, para explicar en castellano viejo las vanas pretensiones de blindaje continental (y a la vez la palabrería eurócrata): es imposible poner puertas al campo. También a Europa. Cualquiera que haya divisado África desde Tarifa; Turquía desde cualquiera de las islas griegas del noreste del Egeo (tan a tiro de piedra que se ven destellar los faros de los coches turcos); o el propio Oriente como insondable dimensión geográfica desde la frontera del río Evros, en Grecia, es consciente de la porosidad de las fronteras y del avance imparable de la humanidad desde que el mundo es mundo, desde que la Lucy africana echó a andar hace millones de años, hasta llegar a cada uno de nosotros.

La humanidad es una historia, y un cruce, de migraciones, pero se convierte en drama cuanto más altas son las verjas y más duros los controles: ahí están las concertinas de Melilla para demostrarlo, o la expulsión ilegal de inmigrantes desde allí a Marruecos como quien barre la basura debajo de otra alfombra. Cada año, dos millares de africanos llegan a la pequeña Malta –mucho más cercana geográficamente al continente negro que a Bruselas- sin intención de volver atrás; sólo un naufragio o una deportación pueden hacerles desistir en su camino a una vida mejor, sin hambre o persecuciones. Cada día, decenas de asiáticos, incluidos no pocos refugiados sirios, cruzan la frontera del río Evros entre Turquía y Grecia, que se ha convertido en un agujero negro por culpa de la acción policial: hace unos días la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur, denunció la desaparición de 150 sirios detenidos e introducidos en vehículos policiales con destino desconocido. Ítem más, la organización ECRE ha denunciado la devolución sistemática en la frontera greco-turca de los sirios que huyendo de la guerra en su país trata de ganar Europa por esa vía.

Barco
Un mortífero naufragio ocurrido el 15 de noviembre frente a la isla griega de Lefkada
, en el mar Jónico, alimenta desde entonces los titulares del drama. No sólo pereció una familia siria ya menguada por la guerra civil: un padre y sus cuatro hijos, de entre tres y siete años, huérfanos de madre por un bombardeo. Los cinco se habían embarcado hacia Europa por segunda vez, tras haber sido rescatados de las aguas una semana antes frente a Kefaloniá, otra de las islas del Jónico. Junto a la desventurada familia, otras siete personas, presumiblemente también de Siria, murieron en el naufragio de la balsa de plástico que llevaba rumbo a Italia. El padre, “un maestro, cultivado, muy sensible y con valores”, según un sacerdote que les trató tras el primer naufragio, había pagado 8.000 euros para llegar a Europa. Ocho mil euros por una muerte, más que probable, segura.

Los supervivientes del naufragio de Lefkada copan estos días los titulares de algunos medios de comunicación griegos, que, como este reportaje en To Vima, empiezan a reflejar el drama de los refugiados sirios que llegan al país: nuevos métodos de cruce, nuevas rutas, peligros multiplicados. En declaraciones a Eleutherotypía, los compañeros de travesía de la familia ahogada, todos ellos procedentes de Alepo, relatan cómo, tras ser rescatados, la policía y los guardacostas les despojaron de la última moneda que llevaban encima y cuánto miedo pasan en Grecia, para cuyas autoridades la φιλοξενία (hospitalidad; literalmente, "amor al extranjero") no cuenta mucho cuando se trata de inmigrantes de tez oscura.

DracmaUno de ellos está ingresado en la cárcel de Korydalós, cerca de Atenas, como presunto responsable del tráfico humano. Sus desventurados compañeros de travesía lo niegan, y reclaman que sea puesto en libertad. También piden la devolución a Siria de los restos del padre y sus cuatro hijos, para ser enterrados allí. El relato de sus penalidades pone los pelos de punta, pero hay una frase -“esto es peor que Siria”- que debería hacer reflexionar a autoridades griegas y europeas. Hay límites, debe haberlos, a la ignominia que supone el trato muchas veces dispensado a los inmigrantes en Europa.

“(…) Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.

Algunos han venido de las fronteras

y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?

Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.”

 

 

Hay 5 Comentarios

GRECIA:EL PUEBLO ESTALLA CONTRA LOS RECORTES http://eskup.elpais.com/1330545070-d337f12e6d0397bd57260b9d9e301969

como siempre, antonia, mirando y comentando solo una cara de la moneda.

como siempre, antonia, mirando y comentando solo una cara de la moneda.

Sigo con asiduidad tu blog; de hecho lo recomiendo en el mio, que trata como este tuyo, de cosas de Grecia.
http://navegandoporgrecia.blogspot.gr/
Vivo en Grecia, en Lefkada concretamente, gran parte del año y si hay algo que nunca he percibido es; salvo las excepciones doradas; la infidelidad a la norma ancestral de la filoxenia. Por eso me he quedado de una piedra con tu afirmación: "cuánto miedo pasan en Grecia ( los inmigrantes) un país en el que la φιλοξενία (la hospitalidad; literalmente, "amor al extranjero") no cuenta mucho cuando se trata de inmigrantes de tez oscura". No dudo de tu buena información, pero me gustaría que nos diese más detalles; pues de lo que hablas es un país que no reconozco. Si solo se trata de una generalización sobre el trato policial que recibieron, me gustaría que lo puntualizaras, pues creo que este país no merece la opinión que un lector podría tener de la lectura de tu artículo sin más. Todas las cosas, como el poema de Kavafis, del que citas un pedazo, pueden tener múltiples lecturas.

De todos modos, recibe mi comentario como ferviente admiradora de tus articulos sobre ese país que tanto quiero.

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Sobre la autora

María Antonia Sánchez-Vallejo. Periodista con experiencia en Oriente Próximo y en la cobertura de las guerras de Irak y Líbano, llevo un cuarto de siglo viajando a Grecia. He pasado temporadas en Salónica, donde amplié mis estudios de griego, y he cubierto las elecciones de 2009 y buena parte de la crisis de la deuda. También disfruto del país en vacaciones.

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