22 may 2013

Las ciudades de Tokio

Por: L. Pejenaute / J. Galán

Chicas comparten bici por una gran avenida de Tokyo.
Dos chicas se mueven en bici por el barrio de Akihabara.

Produce escalofríos moverse por Tokio y pensar que podrías ser uno más de los trece millones de personas que viven solo en el centro urbano, en una batidora de gente y luces induce-consumo que resulta en un caos tan organizado como indefinible. La capital nipona (ellos dicen Toookyooo) se asimila a una diva del pop comercial que, aun habiendo alcanzado el éxito, sigue obsesionada por reinventarse. Quienes la habitan no la consideran un solo ente, sino varias ciudades conectadas por el metro. Cada barrio es fácilmente diferenciable, ya que se concentra en una actividad, como si mimase su propio hobby hasta rozar lo obsesivo (algo muy japonés, por cierto). Aquí va una radiografía superficial de la distribución de las almas en esta ciudad sin alma que satura los sentidos.

Limpiando pescado en TsukijiMercado de pescado de Tsukiji

Para ir al mercado de pescado más grande del mundo hay que madrugar a lo bestia o solo un poco. A lo bestia implica plantarse allí antes de las cinco de la mañana, cuando se subastan los sublimes atunes rojos y otras capturas de la jornada; madrugar un poco menos significa estar allí a las nueve de la mañana, cuando se abre a los visitantes la zona de los intermediarios. Puedes ir antes e intentar colarte, pero es probable que un amable hombrecillo con gorra aparezca de entre los pescados para enseñarte un cartel con un reloj e indicarte que no deberías estar ahí. Lo hace por tu bien: corres el riesgo de ser atropellado por los carros y carretillas que cruzan endiablados por entre la gente, intentando hacerse con las mejores piezas para vendérselas después a los distintos restaurantes.

La competencia es voraz, tanto como insaciable es el hambre que Tokio tiene por el sashimi. Los aficionados a la cocina japonesa sabrán que la variedad más apreciada para comer en crudo es el atún rojo, del que en Tsukiji hay más de 10 clases. Es un espectáculo ver cortar los atunes, algunos tan altos como un niño de 12 años. También son codiciados los peces de temporada, como el yellow tail. Después de deambular por entre los frenéticos puestos que se afanan en vender todo el género antes de las 11 de la mañana, cuando lo empiezan a congelar puedes probar allí mismo el sashimi más fresco que puedes comer sin hacerlo en la cubierta de un barco. Eso sí, prepara decenas de euros, no es nada barato.

 

Shinjuku, un barrio rojo japonés

La regla de oro que guía la conducta japonesa en público y que se advierte en los avisos de las estaciones de tren (literalmente: “lo más doloroso de hacer algo mal es la mirada del prójimo”) se difumina en la zona este de Shinjuku, en Kabuki-chõ, el particular barrio rojo de Tokio. Aquí las miradas no juzgan; se quedan en los billetes de 10.000 yenes. Porque en esta zona cabe cualquier tipo de lascivia que estés dispuesto a pagar. Si puedes imaginarlo, está aquí. 

Todos caben y ninguno encaja. Como los tres viejos despedidos a la salida de un local con cortesía monetaria por cuatro escotadas jovenzuelas; los turistas atolondrados que desean tanto ser llevados de la mano por los relaciones públicas que les acaban persiguiendo a los sótanos más turbios; los porteros de estética yakuza, que miran entre el desafío y la indiferencia con cara de pocos amigos; los negros, prácticamente invisibles en el resto de la ciudad pero que aquí se concentran; la gente que te dice que beber y ver ropa interior contoneándose sobre pieles complacientes es gratis si pagas la desorbitada entrada.

Unir los puntos
Unir los puntos del skyline de Tokyo.

En este distrito está el mítico New York Bar (piso 54 del hotel Park Hyatt Tokyo), inconfundible escenario de la película Lost in Translation. Callejeando entre love motels es fácil desorientarse y entrar a la zona de Ni-chõme, el barrio gay, donde fotos de muchachitos tan maquillados como enigmáticos cuelgan de las fachadas de los edificios en grandes murales publicitarios. Los japoneses tendrán muchos tabúes, pero desde luego el sexo no es uno de ellos.

La densidad del tráfico humano en Shibuya.

Puede que una tercera parte de la gente que atraviesa el famoso cruce diagonal de Shibuya sean turistas que, además, llevan unas cuantas tandas. Y es que crea adicción esperar al verde que durante un minuto te permite pertenecer a una bandada de pájaros ciegos desbocados o ser un samurai al que nadie roza. Aguantar en una de las aceras es como esperar el sonido del cuerno que lleva a la batalla o el disparo que marca el comienzo de la carrera. Y como no tienes muy claro a dónde vas, no importa demasiado a dónde llegues.

Cruce avispero.
El avispero humano del cruce de Shibuya.

Quedarse a observar el rumor de las 100.000 personas que cada hora se estima que pasan por aquí da vértigo. Miles de escenas se desarrollan en estos metros cuadrados simultáneamente. Pero Shibuya es mucho más que su cruce, aunque este es un aperitivo de lo que aguarda al que se interna en sus calles. El vecindario es el epicentro de adolescentes y veinteañeros en Tokio y, como tal, está plagado de tiendas y más tiendas que inducen a comprar el último grito. Da igual que se trate de ropa, complementos o electrónica; la variedad es apabullante, hecha a medida de la demanda de individualismo, siempre al alza en Japón. Abundan los restaurantes y bares cuidados hasta el último detalle, con happy hours muy recomendables, y un poco más allá, varias manzanas repletas de love motels más ajustados al bolsillo adolescente que los de Shinjuku.

Quién lo tiene más grandeLujo por bloques en Ginza

Darse un paseo por Ginza te hace sentir un pobretón. El equivalente japonés de la Quinta Avenida de Nueva York o de la londinense Oxford Street es un cántico a las marcas de lujo, que se alinean en bloques dedicados a una sola, con entre cinco y hasta 10 plantas. Cada edificio está diseñado a su libre albedrío, en armonía con el estilo de la marca que contiene y con total indiferencia hacia los que tiene al lado. El resultado es una saneada avenida surcada por mareas de personas ávidas de compras que se dejan la mirada en los minimalistas escaparates.

Akihabara; Ciudad del manga y la electrónica

En los bajos abiertos de los enormes edificios de la zona de Akihabara se encuentran las tiendas de aparatos eléctricos. La conocida como Ciudad Electrónica se gestó en los años que siguieron a la II Guerra Mundial y ahora aquí cada uno se dedica a lo que sabe. ¿Que eres un enamorado de las luces? Tienda con infinidad de linternas. ¿Que sabes más que nadie de cámaras de seguridad? Puesto desde el que apuntar al cliente con un centenar de ellas. ¿Que en un estudio de mercado descubriste que tenía futuro vender objetivos de cámaras desfasadas? Un nuevo experto mundial. ¿Que lo tuyo es el fetichismo de esas lentejitas que van dentro de los mandos a distancia? Dedícate a vender solo esas, pero de todos los colores.

Calles de Akiba
Una jovencita en el universo anime de las calles de Akiba.

Este es también el lugar al que venir si lo que buscas es sumergirte en el mundo del anime y el manga japonés, aunque entonces tendrás que preguntar por Akiba. Entre enormes rascacielos de Sega pululan las muchachitas de estética cosplay (juego de disfraces) y los aficionados al universo otaku (seguidores del manga y el anime) en general. Aquí las tiendas dedicadas al hentai, ese vicio del cómic erótico en el que los japoneses son los amos, tienen cuatro, cinco y seis pisos. Aunque para hojear una de estas revistas (en este país el papel  no ha muerto; al contrario, le auguramos un próspero futuro) basta con ir a cualquier tienda 24 horas y sumarse a los cuatro o cinco señores de traje que gorronean tranquilamente en la sección de revistas.

Isla de Odaiba.

Por aquí tuvo que pasar uno de Bilbao; de lo contrario no se entiende que en esta isla gigantesca al sur de Tokio les diera por plantar réplicas de la Estatua de la Libertad de Nueva York, el Golden Gate de San Francisco o los canales de Venecia. Solo nos mosqueó no ver un Guggenheim. Porque además la isla es completamente artificial. Si Legolandia y Segalandia no te dan suficientes pistas, las innumerables marcas de ropa y calzado y la saturación de centros comerciales te dejan claro de qué va la cosa: esta es una isla levantada por y para el consumo con vistas al skyline tokiota. Además, las opciones para llegar merecen la pena: o ir caminando por el puente del arcoíris, o montarse en el monorraíl que va al aeropuerto de Haneda por entre los edificios a lo Futurama, gratis para usuarios del Japan Rail Pass, y de ahí subirse al metro (una parada).

No, no es San Francisco
El Golden Gate desde la isla de Odaiba

Concentración de arte en el parque de Ueno.

En la Edad Media, los mercaderes y artesanos de las clases trabajadoras se concentraban en los callejones de Ueno, entonces conocido como Shitamachi. Una parte de este barrio todavía mantiene esa Parque ueno atmósfera, que choca cuando llegas de otras partes de Tokio. Pero lo que realmente atrae de esta zona, por la que el viajero pasará tarde o temprano (tiene una de las dos principales estaciones de tren de la capital y conecta con los destinos norteños), es su concentración de museos y galerías de arte.

Nada más salir de la estación hay un enorme parque de césped inmaculado, el primero que se hizo público en Japón, que alberga cinco centros artísticos: el Museo Nacional de Tokio, el de Arte Metropolitano de Tokio, el de Historia Natural, el de Ciencia y el de Arte Occidental. El único imprescindible es el primero, al que llaman pomposamente el Louvre japonés. Si no se está de humor para museos, el parque de Ueno sigue siendo un buen sitio para desconectar del barullo de la gran ciudad.

Estos son solo algunos de los barrios que nos hemos encontrado dando vueltas en la línea circular Yamanote, que envuelve el cogollo urbano. Nunca sobra aquí el tiempo, pero desde luego no se puede considerar perderlo el sentarse en un vagón y no apearse. Simplemente dar vueltas al centro de la ciudad, viendo la fauna que entra y sale de los vagones y los paisajes urbanos futuristas que desfilan por las ventanillas.

Hay 14 Comentarios

Acabamos de volver de Japon tras 4 semanas con nuestra hija de 10 meses.

Una guía muy interesante. Japón es mi destino para el año que viene y mi lectura siempre enfocada a este maravilloso país.

Y q fue d los ciervos!!

Tokio

Una buena descripción de una ciudad llena de contrastes o como la definís: "una ciudad sin alma que satura los sentidos".

Hermoso país que siempre lo tengo en mi corazón y se que volveré.

De acuerdo con Ya ves y 保瀬 . Yo ni siquiera vivo en Tokyo, vivo en la monta;a de Saitama pero conozco Tokyo bastante bien. El articulo es una guia turística para gente que llega y se marcha....lamentable. Miles de cosas que ver y aprender en una ciudad con una poblacion activa diaria de 35 millones, no tengo ni idea de donde sacan las cifras esta gente pero que no tienen ni idea esta mas que claro.
Por favor, que ya no somos unos poquitos los que estamos por aquí, que ya viene mucha gente y hay mucho estudiante, no vendamos cosas que no son de un pais que sigue siendo fascinante, a cada paso que das.....

Que buen artículo, la verdad es que esa la sensación que te queda de Tokio, muchas ciudades que conviven a dos calles de distancia.
Tenemos algunas entradas de la ciudad y alrededores por si queréis verlas (Shibuya, Takeshita, Yoyogi..)

El artículo no podía tener más estereotipos. Topicazo tras topicazo y nada, absolutamente nada, que represente al Japón real y mayoritario (no el de Shinjuku, que no sólo es ese "barrio rojo" sino también un Manhattan ni el friki de Akihabara/Shibuya/Harajuku).
Tokyo es inmensamente más Shitamachi (todo el viejo Tokyo de la era Edo, exactamente lo contrario a Odaiba, donde no reside nadie porque ni siquiera está permitido). Los barrios más castizos y auténticos... Ueno, Okachimachi, Asakusa, Mukojima, etc etc etc... los barrios Meiji como Jimbocho, Kanda, Ochanomizu... nada de esto parece interesar porque: 1) no hay tantas chavalas en minifalda, 2) es Japón, no el Japón que quieren imaginarse los occidentales.

A todos los interesados en el país nipón os dejo aquí mi blog www.creativoenjapon.com incluye un montón de videos, curiosidades, anécdotas e incluso ¡recetas japonesas!

Por cierto, vivo en Osaka. Tokyo está muy bien, pero Osaka mola mucho...

Tan tópico y superficial como la mayoría de reportajes dobre Tokyo (ellos dicen Tôkyô, alargando las dos o). Lugares como Shinjuku en que cabe toda una capital del tamaño (y actividad) de Barcelona reducido a un "barrio rojo" es de pena. Incluso sólo en Kabukichô hay un montón de cosas interesantes como los bares bohemios en que, sin prostitución, se fraguó la cultura nipona de la postguerra. Y en Odaiba, no negaré el parecido del puente con el de Frisco, pero la estatua de la libertad no es una cópia sino un regalo de Francia (igual que a otros paises y del mismo tamaño que la que hay junto al Sena) y si todos los lugares con islas y canales van a ser cópias de Venecia... Pero ¿seguro que han estado allí? ¡En Odaiba no hay ningún monorrail! El Yurikamome es elevado pero tiene dos raíles y desde luego no lleva a Haneda. El monorail de Haneda está al otro lado del agua, queridos. Parece que ver cuatro fotos y tres blogs es suficiente para publicar algo en EP

Gracias El Pais por ser tan serio.Gracias por censurar toda opinión contraria a lo que se publica en ciertos casos.Razón más para no creer en la libertad de prensa occidental y aclararselo a los incuatos paisanos que cada día creen menos que esta libertad existe.

No hay que olvidar el barrio de Harajuku lleno de lolitas y la calle Takeshitadori repleta de tiendas. Justo al lado está el parque Yoyogi con sus músicos callejeros y muchísimo espacio para pasear, sentarse a leer un libro, tumbarse bajo un cerezo a dormir la siesta o comerse un bocadillo al borde del lago.
Y diametralmente opuesto se encuentra el pintoresco barrio de Asakusa, junto al río Sumida, donde se levanta el Sky Tree, la torre más alta de Tokio, que contrasta con las miles de casitas tradicionales y puestecillos de comida y mil cosas situados en la calle que conduce al emblemático templo de Senso-ji.
Sobre otras ciudades y curiosidades de Japón, os invito a mirar el blog que escribí durante mis 3 años en Tokio.

Tokyo ofrece mil cosas para hacer y descubrir. Lo mejor de ir a Odaiba es coger el monorrail (yurikamome) y cruzar andando el Rainbow Bridge, que tiene vistas espectaculares sobre la bahia. Tsukiji es una experiencia y si vas durante el sakura merece la pena ir al barrio de Nakameguro. Os dejo entradas con muchas cosas sobre Japon: todo sobre la cerveza, love hotels, curiosidades aleatorias, el sakura en Tokyo...

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El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Del frío siberiano al calor tropical, devorando meridianos rumbo a las Antípodas. Porque se puede viajar de Europa a Australia sin coger un avión. Este blog pretende relatar lo vivido en una ruta en la que se cruzan personas, curiosidades, tradiciones y consejos. Cabe de todo, menos los atajos.

Sobre los autores

Leyre Pejenaute y Javier Galán

"Si te pusieses a cavar un agujero en el suelo, y cavases sin parar, acabarías llegando a Australia". La pequeña Leyre Pejenaute lo intentó con su pala de plástico, pero solo llegó a meter un pie. Sin embargo, la fascinación por esa idea nunca le abandonó. Quizás por eso se le quedó pequeña la carrera de Derecho, los periplos de ida y vuelta por Europa y América, las temporadas en Italia y Reino Unido y los diversos trabajos rutinarios frente a un ordenador. De lo que nunca se cansó fue de contar historias. Ahora se ha dado cuenta de que es más práctica una mochila que una pala. Y aunque tenga que dar un buen rodeo en lugar de ponerse a cavar, va a volver a intentarlo.

Si se acepta que los continentes son cinco, a Javier Galán solo le queda por respirar el aire de Oceanía. Ha dejado de planear los viajes en casa, porque sabe que un vistazo a una guía o una conversación en un hostal pueden darle un giro de miles de kilómetros a la ruta inicial. Le ha pasado en Europa, al sur de Sudamérica, en India y Estados Unidos. Estudió Derecho y Periodismo pensando que las hojas de papel se parecen tanto que se olvidan, mientras que lo que ocurre en tránsito se queda marcado. Ahora actualiza y alarga un viejo proyecto porque ha encontrado a una compañera; si lo llega a hacer solo se habría olvidado de hablar.

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