17 jun 2013

La Gran Muralla sin maquillaje

Por: L. Pejenaute / J. Galán

Sección de la Gran Muralla conocida como Jiankou, cerca de Pekín. / GETTY

Rondan los 30 grados en Xizhazi. Brilla el sol en un nítido cielo azul que ha dejado a algo más de 100 kilómetros la boina de contaminación y polvo del Gobi que Pekín no logra sacudirse. Esa que cubre con una pátina marrón los recovecos de sus hutongs (barriadas) y disipa las azoteas de los edificios. En este pueblo todo está más limpio; se nota incluso en la luz, en el aire. Un anciano fibroso y tostado por el sol deambula por las cuatro calles de Xizhazi  trasladando leña en una carretilla; otra anciana, encorvada por la revancha de una vida en los arrozales, ara un campo pedregoso; de un gallinero salta un chaval tocado con un gorro vaquero y armado con una vara, sus ocho años desafiando a los visitantes que apenas ven a nadie, pero se sienten observados por decenas de ojos. No en vano son la atracción de este poblado cristalizado en el tiempo, formado por una veintena de casas de adobe, chapa y piedra, enormes bloques de piedra. Si uno alza la vista a las montañas que rodean Xizhazi descubre de dónde se ha sacado. La Gran Muralla vigila desde lo alto, en la sección conocida como Jiankou, que rodea este valle por los cuatro costados desde hace miles de años.

IMG_1845Esta sección de la Gran Muralla presume de su grandeza pese a no haber sido restaurada nunca. O precisamente por eso. Se mantiene sin maquillaje, al contrario que las partes restauradas que suelen visitar los turistas en una excursión de un día desde Pekín: la saturada Badaling o la zona de la caminata de Jinshanling. En Jiankou, salvo para hurtar algunas piedras con las que construir, nadie ha vuelto a tocar este portento de ingeniería medio en ruinas y con el encanto de una cara lavada, sin adulterar. Visitar el remoto pueblo de Xizhazi no es factible sin pasar allí una noche: desde Pekín es necesario tomar un autobús hasta Huairou (12 yuanes, un euro y medio), desde donde se pelearán por llevarte a Mutianyu nada más poner un pie en la estación. Cuando escuchen que no quieres ir a esa zona de la Gran Muralla, convertida en un parque recreativo con toboganes incluidos, muchos se lo pensarán mejor.

Nosotros conseguimos que nos llevase una señora que hacía algo inédito en China: usar los intermitentes. Pensábamos que pagarle 200 yuanes (unos 25 euros) por llevarnos a los dos era un precio muy inflado, pero tras más de una hora cauta en coche por montañas escarpadas, y sabiendo que ella aún tenía que volver, nos pareció justo.

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En el camino se van vislumbrando pequeños trazos de muralla semiderruidos, coronando las cimas o serpenteando por las laderas.  Hipnotizados con la emoción de divisar tan cerca algo que siempre has querido conocer nos sobresalta una mujercilla enjuta sentada en un taburete, que aborda el coche salida de ninguna parte para exigirnos 20 yuanes por entrar a los dominios de Jiankou. Lo hace junto a un enorme y azul cartel que avisa en chino y en inglés de que esa sección de la Muralla está clausurada y que no se puede visitar porque desean protegerla.

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Nosotros, pobres domingueros aventureros, llegamos al mediodía sin una gota de agua. Menos mal que entre los lugareños curiosos enseguida nos aborda Chung, que se ofrece a darnos cobijo y cena en su casa esa noche, además de botellas de agua helada, por 3 euros al cambio.

IMG_1856Solucionado esto gracias al universal lenguaje de señas, hay que caminar montaña arriba. Varios senderos conducen a distintas secciones de la Gran Muralla entre campos de maíz y frondosa vegetación primaveral. Tres cuartos de hora después, ya en la cima y solos, nos quedamos boquiabiertos ante las vistas. Y piensas que fueron humanos quienes hace dos mil años comenzaron a construir piedra a piedra esta majestuosa espina dorsal de roca que remarca milimétricamente la cima de los montes. A las órdenes de humanos que creyeron que un muro los defendería para siempre de las amenazas bárbaras, que no intuyeron que llegaría Gengis Kan, la artillería pesada o el aeroplano, que confiaron en que el hombre puede controlar el terreno.

Estamos solos. Solos para explorar, deambular con tiento sobre rocas que parecen a punto de derrumbarse por el viento, levantar a pulso las almenas sueltas, rozar con veneración las piedras perforadas por raíces y árboles que se mofan en su crecimiento imparable del orgullo del hombre. Los puestos de guardia, diseminados en las cumbres, refugian restos de hogueras errantes. Dan ganas de pasar la noche aquí. Caminamos siguiendo el curso de la Gran Muralla, parando a cada trecho para hincharnos el pecho con las vistas panorámicas, llenos los ojos de naturaleza quebrada por la mano del hombre y no por eso carente de armonía.

Trepamos hasta que el sentido común aconseja parar ante el presentimiento de un colapso IMG_1892 inminente. La muralla mide apenas un metro de ancho en las mayores pendientes, de repente se interrumpe devorada por la vegetación y aparece poco más allá, en esa que llaman la torre de los nueve ojos, como queriendo expresar sigo aquí, y aquí seguiré, testigo mudo del devenir del mundo, de la ambición imparable, del afán del hombre por protegerse de amenazas intangibles aunque sea a costa de sus esclavos.

Con la quietud de esta zona nos sentimos conocedores de la Muralla auténtica, la no explotada. Aunque las decenas de botellas de plástico que apuntalan el camino de vuelta nos extrañan. Más y más botellas sin origen conocido. Es viernes y volvemos al pueblo a cenar en casa de Chung. Una cena sencilla para terminar la semana laboral y recibir al fin de semana. Y con él, a los visitantes chinos que llegan a Xizhazi. Los primeros de los cientos que visitarán la sección de Jiankou durante los próximos dos días se alojan al lado; dos docenas llegados de Shenyang, casi en la frontera con Rusia, que nunca antes habían hablado con un español. Las patas de pollo, los huevos verdes, los picos de pato, las cervezas y los chupitos de licor de arroz a los que nos invitan tienen una contrapartida; las cientos de fotografías que nos harían esa noche. Hasta que se van a dormir unas pocas horas para madrugar para trepar por la Gran Muralla que construyeron sus antepasados. Con resaca y a las cinco de la mañana.

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Hay 14 Comentarios

Hace un par de años realicé el transmongoliano y visité la Gran Muralla, concretamente el trozo de Mutianyu que es el que yo recomendaría.

Según la RAE, barriada es un barrio o una parte del mismo. Derivado del árabe "barri": cada una de las partes en que se dividen los pueblos grandes o sus distritos. En algunas zonas de habla hispana, connota precariedad o marginalidad de la misma.
Hutong, palabra derivada del mongol en referencia al "pozo de agua" que servía de origen al asentamiento de una comunidad en torno al mismo, es el nombre que indica el tipo más común de calle estrecha en Pekín y algunas otras ciudades del norte de China.
Una anciana encorvada como consecuencia de la dureza del trabajo en los arrozales ha debido tener que viajar miles de kilómetros para encontrarse en el secarral que es el norte de Pekín.
Xizhazi se encuentra a 30km de Huairou, en las afueras de Pekín, y se puede acceder con transporte público en menos de hora y media desde el centro de la ciudad. Si dista mucho de ser remoto, dista aún más la carretera de ser escarpada, siendo que el pueblo se encuentra a poco más de 500m sobre el nivel del mar.
Disfrutar de lugares desconocidos para uno es siempre un placer, y leer los relatos de otros, lo mismo; pero la precisión nunca está de más.

"salvo para hurtar algunas piedras con las que construir"? La Gran Muralla está hecha de ladrillos, que es con lo que construyen los campesinos sus casas, detalle en que los autores habrían caído de haberse molestado algo de haberse fijado en esas pequeñeces.

Hace pocos días publique el relato de nuestra visita a la gran muralla china, podeis leerlo en el enlace de abajo. En el hablamos del tramo de Badaling, el mas facil para los turistas.
Los viajes de Paco, Vero y helia

No estoy seguro de si es más sugerente la muralla o el relato que se hace de ella, que es precioso. Me quedo con lo segundo, porque sabe plasmar todavía más belleza de la que tiene la muralla. Felicitaciones

Yo recomiendo el tramo entre Jinshanling y Simatai. Os dejo el relato de la visita con fotos y hasta un video de un aventurero cruzando la peligrosa Escalera del Cielo de Simatai

Un precioso relato de la Gran Muralla, testigo imperturbable del paso de generaciones....y a veces nos seguimos empeñando en construir nuevas murallas...

Muy lindo el post, muy interesando, me ha sido un placer leerlo. Me quedo a la espera de mas de vuestras historias. Un cordial saludo!

De haber leído este post tres semanas antes, lo hubiera intentado hacer, pero no tenía mucha idea de las diferentes secciones, pero tenía claro que Badaling no sería la seleccionada en mi viaje. Estuvé en Mutianyu, que esta mucho menos masificado y sí aunque hay un tobogán (sólo había uno...) no lo ví tan orientado al turista y también existe una zona en la que la sección de la muralla no está reconstruida. En fin, no tuvé opción de poder visitar un tramo más alejado, pero para mi futura visita a China, tendré en cuenta esta sección.

Interesante relato, os dejo unas imágenes de la segunda muralla más larga del mundo, porque detrás de la primera siempre hay una segunda, está en Diyarbakir, en Turquía

A mi tambien me gustó mucho el tramo de Gubeikow

Ese gran portento de la ingeniería que es la Gran Muralla parece que permanecerá incólume para el disfrute de muchas generaciones más.

Esta es una sección preciosa, hay muchas otras secciones de la muralla que también son "salvajes" a mi especialmente me gusta Gubeikow a 120km de Beijing. Pero si no se quiere ir tan lejosen Huanghua hay una sección restaurada solo un pedacito a orillas de un lago, ofrece también unas vistas impresionantes.

Qué maravilla.

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El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Del frío siberiano al calor tropical, devorando meridianos rumbo a las Antípodas. Porque se puede viajar de Europa a Australia sin coger un avión. Este blog pretende relatar lo vivido en una ruta en la que se cruzan personas, curiosidades, tradiciones y consejos. Cabe de todo, menos los atajos.

Sobre los autores

Leyre Pejenaute y Javier Galán

"Si te pusieses a cavar un agujero en el suelo, y cavases sin parar, acabarías llegando a Australia". La pequeña Leyre Pejenaute lo intentó con su pala de plástico, pero solo llegó a meter un pie. Sin embargo, la fascinación por esa idea nunca le abandonó. Quizás por eso se le quedó pequeña la carrera de Derecho, los periplos de ida y vuelta por Europa y América, las temporadas en Italia y Reino Unido y los diversos trabajos rutinarios frente a un ordenador. De lo que nunca se cansó fue de contar historias. Ahora se ha dado cuenta de que es más práctica una mochila que una pala. Y aunque tenga que dar un buen rodeo en lugar de ponerse a cavar, va a volver a intentarlo.

Si se acepta que los continentes son cinco, a Javier Galán solo le queda por respirar el aire de Oceanía. Ha dejado de planear los viajes en casa, porque sabe que un vistazo a una guía o una conversación en un hostal pueden darle un giro de miles de kilómetros a la ruta inicial. Le ha pasado en Europa, al sur de Sudamérica, en India y Estados Unidos. Estudió Derecho y Periodismo pensando que las hojas de papel se parecen tanto que se olvidan, mientras que lo que ocurre en tránsito se queda marcado. Ahora actualiza y alarga un viejo proyecto porque ha encontrado a una compañera; si lo llega a hacer solo se habría olvidado de hablar.

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