05 jun 2013

Templos recónditos de Japón

Por: L. Pejenaute / J. Galán

Jardín de musgo en el templo de Saihoji, en Kyoto (Japón).
Cuando Japón quiere cerrarse a los visitantes, se crean los trámites. Si no, cómo explicar que para entrar en Saihōji, comúnmente conocido como Kokedera o templo del musgo, sea necesario avisar con hasta dos semanas de antelación para recibir una invitación. El plazo se debe, más que nada, al servicio de correos nipón. Porque para solicitar una de las limitadas plazas diarias hay que enviar una postal al templo informando del nombre, edad, profesión, y fecha de quien desee visitarles. Y no en una postal cualquiera, sino en una doble que, de cumplir los requisitos, será devuelta a una dirección postal japonesa con una invitación pegada que se debe entregar el día de la visita. Por si la antelación y la necesidad de que el alojamiento guarde y entregue la postal no son suficientes, hay que pagar 3.000 yenes (24 euros) por entrar.

IMG_1349Los trámites y el dinero tampoco bastan para entrar en este recinto patrimonio de la humanidad. Sus habitantes exigen, además, que se copie una oración, un sutra interminable de tamaño A3 que espera a los  visitantes enmarcado en la pared. Cientos y cientos de caracteres japoneses dispuestos a ser transcritos con pincel y tinta. Aunque incluso para los visitantes nacionales resulta tedioso, el significado se encuentra al completar esta tarea. Porque, además de la oración, se debe escribir un deseo. Un solo deseo, remarcan los monjes. Tú, papel, tinta y un pincel que caracolea en tu cabeza durante una hora larga hasta atrapar lo que más anhelas, lo que realmente quieres; una reflexión a fondo convertida en un ejercicio de meditación sentada en el suelo. Y después de la prueba, el musgo. Un paseo a través del templo en el que te acabas preguntando si, a pesar de la trascendente reflexión del principio, Kokedera no se ha rodeado de misterio para subir su caché en Kyoto, una ciudad tan plagada de templos como de visitantes.

Porque las dificultades para acceder al templo del musgo son culpa de sus moradores, ya que llegar no deja de ser fácil en un autobús IMG_1359urbano desde el centro de Kyoto. En cambio, lo arduo de alcanzar el monte Kōyasan (monte Kōya) no se le puede recriminar – aún – a nadie. Porque quien comenzó a levantar edificios en esta llanura elevada sobre una montaña lleva muerto desde el año 835. Kōbō-Daishi, el santo budista que al parecer será el único que sepa traducir para los humanos el mensaje del Buda Miroku cuando este regrese a la Tierra, sigue meditando allí –y decimos “meditando”, no enterrado-. Y para no perderse el sermón, todo budista japonés que se precie se ha reservado un trozo de subsuelo guardando una parte de sí, por lo menos un mechón de pelo. ¿El resultado? Un cementerio, el de Oku-no-in, que se alarga más de dos kilómetros cruzado por la mitad por caminos en los que es imposible no desviarse atraído por las tumbas que se internan en el bosque.

IMG_1455Pero las peripecias para llegar a este paseo, tan inquietante como placentero, son en sí mismas un descubrimiento. Desde Nara, la hermana pequeña de Kyoto, y sin coche propio, el acceso se las trae. Hay que coger dos líneas de tren, la última de las cuales comienza a arañar las montañas bordeando vertiginosos precipicios. Cuando la pendiente es demasiada para un vagón, hay que cambiarlo por un funicular que culebrea por la falda de una de las ocho montañas que rodean la planicie de Kōyasan. Y al llegar a la estación, montarse en un autobús por una carretera que, de no conocerse el conductor, te llevaría rápidamente al inicio… pendiente abajo. Más de cuatro horas de viaje para llegar a retroceder a un tiempo que cuelga de tumbas tan antiguas que han llegado a ver cómo cedros centenarios les caían encima y las derruían.

Como en otros lugares sagrados japoneses, la variedad atesora el encanto. Aquí predomina el color gris-piedra-lápida y el verde-liquen-impregnado. No faltan, claro, las ofrendas en forma de latas de cerveza abiertas ni los montones de cantos, solo que en este lugar se trata también de diferenciarse incluso en algo tan ecuánime como la muerte. No se puede hablar del cementerio sin mencionar lo más estrambótico: la tumba-cohete espacial o los IMG_1392sepulcros patrocinados por marcas de electrodomésticos de mármol reluciente. Pero el Kōyasan con el que te quedas es el de los infinitos detalles: miles de lápidas que solo se diferencian por lo picada que está la piedra, de pedestales en los que meter velas, de pequeños recintos cerrados que ocupan linajes, de nichos donde la maleza borró los nombres de sus ocupantes hace mucho, mucho tiempo. Todo esto en las faldas de una montaña, en el lugar y la orientación que el terreno permitía, sin importar que al lado haya una montaña de figurillas de varios metros o un tronco hueco cuyas raíces destrozan en su avance todo lo que encuentren. Un zapping ilimitado en versión tan lúgubre como armoniosa.

Para quien es ajeno a las creencias budistas cobra más fuerza la masa de gente anónima indistinguible que el propio lugar donde reposa el santo budista. Al final del cementerio varios edificios majestuosos dejan claro que estás penetrando en uno de los lugares más sagrados de Japón. Una vez sopesado IMG_1388 el peso de una piedra que, se dice, es más ligera cuanto más pura es el alma de quien la eleva (tenemos que reconocer que el pedrusco pesaba lo suyo) se llega a Gobyo. Aquí es donde Kōbō-Daishi entró en un estado de eterna meditación hace 1.200 años, y se supone que aquí sigue. Los concienzudos monjes enceran el suelo hasta ir resbalándose ellos mismos cuando pasan en pos de su ruidosa aspiradora. Ni una mota de polvo se les escapa, y es difícil, teniendo en cuenta que en el mausoleo subterráneo donde reposa el santo hay miles y miles de figurillas alineadas en las paredes.

IMG_1400El complejo monástico de Kōyasan es mucho más que este cementerio. Más de un centenar de templos se ocupan, desde lo alto de estas montañas, de ser dignos cuarteles de la Escuela Shingon de Budismo Esotérico. De entre ellos, el más fotografiado es Dai-tō, en la imagen de la izquierda, con su gigantesco Buda dorado rodeado de cuatro guardianes. Se dice que esta gigantesca pagoda es el centro de la flor de loto formada por los ocho picos que rodean Koya-san.

Aunque para nosotros, Oku-no-in por sí solo compensaría las dificultades de acceso. Como ir y volver en el día es una paliza, es normal que la pereza de retornar al ciclo de autobús, funicular y trenes lleve a alojarse en alguna de la multitud de opciones tradicionales que ofrecen los monjes. De esta manera se puede incluso volver de noche al cementerio, cuando la niebla lo envuelve, si uno se atreve. Hay dos kilómetros nocturnos en los que aterrarse. 

 

Hay 6 Comentarios

Hola, Carlos:
Yo también os recomendaría que paséis una noche en Koyasan. En primer lugar ir y volver en un día sería una paliza y de verdad vale la pena quedarse una noche ahí y disfrutar del pueblo, del cementerio y de los templos sin prisas; por otro lado hacer la experiencia de dormir en uno de los templos es de verdad una experiencia muy bonita. Sí, es relativamente caro, pero merece la pena y el precio, teniendo en cuenta la calidad del servicio que uno recibe, es justo. Nosotros nos alojamos el año pasado en Henjoko-in a un precio especial que encontramos en asiarooms, nos costó unos 100€. Teníamos una habitación muy grande al estilo japonés y el precio incluía la cena y el desayuno (ambas comidas muy elaboradas y muy bien presentadas; era comida vegetariana muy rica, servida en otra habitación-comedor privado). La habitación donde dormíamos tenía aseo privado pero los baños eran compartidos (uno para hombres y otro para mujeres) - eran baños típicos japoneses (con duchas individuales de enanos - ¡te lavas sentado encima de un taburete! y una bañera gigante con agua caliente... - ¡otra experiencia!). Por la mañana, pudimos asistir a una ceremonia de oración. La mayoría de los huéspedes del templo eran turistas japoneses (los que asistimos a la ceremonia matutina eramos unas 20 personas y de ellas solo 4 occidentales).
Buen viaje, Japón os encantará.

Hola Carlos.
Como decimos, ir y volver en el día, ya sea desde Osaka o desde Nara, es bastante precipitado y un poco paliza... Es posible, pero debes dejar de lado algunos templos porque cierran pronto.
Sin embargo, los precios de los alojamientos en el monte Koya son caros incluso para un país como Japón. La mayoría de los hospedajes allí son similares, con cena y desayuno vegetarianos y rezo matutino incluido, y con precios, por lo que vimos, que no bajan de los 9.000 yenes por persona (unos 70 euros), llegando incluso a los 13.000. También hay un hostal más barato.
Desde luego, no lo llamaríamos timo, pues el precio no está tan inflado si piensas en que te ahorras dos comidas (y una litera en el hostal más barato que encontrarás costará 20 euros).
Es una experiencia curiosa a la que de otra manera no accederías, aunque tampoco esperes encontrar el Nirvana entre ellos. Para ser honestos, nuestro presupuesto limitado nos dijo que buscásemos algo menos místico, pero más barato.
Saludos, seguro que disfrutarás Japón, y sobre todo una peregrinación tan interesante como la Kumano Kodo.

El próximo septiembre pensamos visitar el Koyasan y hacer parte del Kumano Kodo. Nos recomendáis algún alojamiento en Koyosan? En algunos otros blog hemos leído que son un poco "timo" y que están sobrevalorados. Que opináis? Gracias!

Va de TEMPLOS.
Justo ayer pensaba en eso.
En los TEMPLOS.
En lo importante de tener un TEMPLO en estos tiempos de escepticismo.
os dejo el enlace

Interesante post. Sin ser tan remotos yo recomiendo los templos de Nara que estan a las afueras de la ciudad: Yakushiji, Horyuji (con su maravillosa estatua del Mirokubosatsu sonriente), Toshodaiji o Hokiji. Son PdH de la UNESCO pero mucho menos visitados por los turistas extranjeros que los templos que estan en Nara Koen. Si quereis is a Japon con un bebe aqui teneis un post con ideas y que llevar

Que pasada de artículo. No los conocía. Gracias por la información.

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El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Del frío siberiano al calor tropical, devorando meridianos rumbo a las Antípodas. Porque se puede viajar de Europa a Australia sin coger un avión. Este blog pretende relatar lo vivido en una ruta en la que se cruzan personas, curiosidades, tradiciones y consejos. Cabe de todo, menos los atajos.

Sobre los autores

Leyre Pejenaute y Javier Galán

"Si te pusieses a cavar un agujero en el suelo, y cavases sin parar, acabarías llegando a Australia". La pequeña Leyre Pejenaute lo intentó con su pala de plástico, pero solo llegó a meter un pie. Sin embargo, la fascinación por esa idea nunca le abandonó. Quizás por eso se le quedó pequeña la carrera de Derecho, los periplos de ida y vuelta por Europa y América, las temporadas en Italia y Reino Unido y los diversos trabajos rutinarios frente a un ordenador. De lo que nunca se cansó fue de contar historias. Ahora se ha dado cuenta de que es más práctica una mochila que una pala. Y aunque tenga que dar un buen rodeo en lugar de ponerse a cavar, va a volver a intentarlo.

Si se acepta que los continentes son cinco, a Javier Galán solo le queda por respirar el aire de Oceanía. Ha dejado de planear los viajes en casa, porque sabe que un vistazo a una guía o una conversación en un hostal pueden darle un giro de miles de kilómetros a la ruta inicial. Le ha pasado en Europa, al sur de Sudamérica, en India y Estados Unidos. Estudió Derecho y Periodismo pensando que las hojas de papel se parecen tanto que se olvidan, mientras que lo que ocurre en tránsito se queda marcado. Ahora actualiza y alarga un viejo proyecto porque ha encontrado a una compañera; si lo llega a hacer solo se habría olvidado de hablar.

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