03 oct 2013

La Tailandia oculta en la 'Isla Elefante'

Por: L. Pejenaute / J. Galán

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Lo llaman paraíso mochilero, pero de día apenas se ve a ninguno. Las playas, tan paradisíacas como se espera de una imagen de catálogo, están desiertas. Hay tanto espacio en Koh Chang, la isla elefante de la costa este de Tailandia, que quien la visita tiende a alejarse de los demás para deleitarse con este tesoro marginado de la explotación turística, a diferencia de sus saturadas primas Koh, al sur de Bangkok. Aquí hay de todo: precios irrisorios, elefantes y monos que invaden la sinuosa carretera, cascadas, coloridos pueblos pesqueros, actividades de aventura y comida gourmet de primera clase. Al caer la noche y la lluvia, gente de todo el mundo se despereza, recargados para otra noche demencial y alucinógena.

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Tal es el plan de quien recae en Koh Chang en temporada baja: llegamos para un par de días y nos atrapó por varias semanas. Y conocimos a más de uno que se bajaba del mundo en uno de sus bungalows durante meses. Difiere tanto la noche del día que expondremos una jornada tipo, en la que, con un presupuesto no mayor de 15 euros, el sentimiento de paraíso terrenal cobra sentido.

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Día. Un despertar plácido envuelto en una mosquitera te recuerda que puedes encontrar bichos alrededor, pero también que el alojamiento en primera línea en Lonely Beach te ha costado dos euros. Un pequeño paseo por la playa que cumple las expectativas de su nombre te lleva a desayunar fruta recién exprimida, y no hace falta ir lejos para encontrarse solo tomando el sol.

Con una moto alquilada se llega a distintas cascadas del frondoso interior por carreteras que desafían la gravedad, o a las playas aún más desiertas del este de la isla. La isla es tan grande que, para no tener que ir a las únicas dos gasolineras que hay, en las tiendas se venden botellas de whisky rellenas de gasolina. Desde la moto juegas a buscar, como quien busca a Wally, a los monigotes de cierto grafitero que ha tomado todas las esquinas de la isla con un estilo muy característico. El arte urbano y los tatuajes también tienen su sitio en Koh Chang.

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Al sur, el pueblo pesquero de Bangbao merece un día entero y las baterías de la cámara bien cargadas. En un muelle larguísimo que se adentra en el mar se alternan restaurantes de marisco recién pescado y tiendas de artesanía sin público, para mirar joyas y maderas talladas a mano durante horas. Y al final, los coloridos barquitos de pesca escoltan el camino hasta un faro de postal.

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Al ponerse el sol, una cena de ibéricos y patés en un restaurante con asientos tan cómodos como singulares redondea un día de placeres turísticos y relajados.

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Noche. Las lluvias, más presentes en la oscuridad, crean al anochecer un horizonte iluminado por rayos que abaten el mar. Las gotas, que caen con furia propia del monzón, no hacen sino exaltar el desmadre fiestero. La población de la isla no cierra en temporada baja, y la música en directo no se detiene. En fin de semana, gente de Bangkok llena el ferry en busca de los excesos que ni siquiera una ciudad tan extrema como la capital puede satisfacer.

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Y los bares se llenan. El sistema está calculado para que cada día de la semana la fiesta se organice en un garito. Un desmadre en el que saciarse de alcohol, controlando hasta que uno decida, pero estimulado por todos los occidentales y asiáticos que sin pudor se permiten actitudes prohibidas en sus hogares. Los tailandeses lo favorecen, con sus barras en llamas al pedir chupitos, sus animadores juguetones y sus danzas de fuego. No hay límite horario; mientras haya quien baile y gaste, habrá música.

Sustancias alucinógenas, como los hongos licuados en batido, se sirven con naturalidad en lugares que todo el mundo conoce y recomienda. En un resort en medio de la selva, donde los colores se mezclan al romper las olas y nada es lo que parece, aparecen búfalos y monos de la nada. Los cocos tienen vida propia y las ranas, que montan conciertos en inmensas charcas creadas por el monzón, impiden escuchar a quien tienes al lado. Aquí se recibe al nuevo día escuchando los timbales en la playa, y los rezagados dan el relevo a quien se despierta a ver cómo los relámpagos se diluyen con los primeros rayos de sol. Amanece en Koh Chang, y uno se pregunta: con semejante paraíso, ¿quién necesita ir a Koh Samui, Koh Pha Ngan o Koh Phi Phi? 

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Hay 12 Comentarios

Tailandia es maravillosa. Nosotros la hemos descubierto este verano y me ha parecido cómoda y segura para viajar por libre y con muchísimo encanto. Además la comida es maravillosa!!!

Koh Chang, la isla de las mil caras.

Al ponerse el sol, una cena de ibéricos y patés ? En Tailandia? creo que el escritor tomo demasiados hongos alucinógenos! Ademas, estoy de acuerdo con Vacaziona..Tailandia esta quemándose rápidamente, y cada vez son menos los lugares idílicos..Quizas Koh Lipe y Koh Lanta todavia....

Yo estuve en Ko Chang hace 15 años y era el paraíso en la Tierra. No creo que siga siendo igual de paradisiaco que entonces. Luego en mis viajes por el SE de Asia busqué alguna isla donde relajarme un par de días antes de volver a casa, y por más que busqué, ya no era lo mismo: Pulau Pangkor, Gili Air, ...

Vaya, no puedo ocultar mi pequeña decepción decir que Kho Chang está a salvo de turistas... es que no se conoce mucho Tailandia. Alguna idea para ir a zonas un poco menos turísticas:

Tailandia es alucinante. He estado este verano y me sorprendió muchísimo para bien. Estuve una semana en Koh Tao, y aunque me gusto, casi prefiero la zona norte de Tailandia.
Todavía no hemos escrito todo, pero aqui os dejo unas pinceladas de este paraíso

Coincido con Toni, mis amigos fueron de viaje de novios y terminaron allí...lo que cuentan no es tan idílico como aquí se refleja...playas sucias y mal ambiente.

Pues tiene pinta de ser una pasada. Comer y beber bien, y encima en un sitio tan bonito.

Un viaje a Venecia

otro articulo distorsionante que pinta un lugar mucho más idílico de lo que es en realidad.
K.Chang NO es un paraíso, lo fue hace años.
Ahora está muy masificado, hay toneladas de turistas, y los precios se han multiplicado en los últimos años; hay rincones bonitos, pero no es barato para nada.
Los precios pueden ser similares a Europa, lo que es carísimo en un pais como Tailandia con un coste de la vida 10 veces más bajo, una estafa para turistas.
Muy difícil encontrar cama por menos de 10€ (hace 10 años había bastantes por 5€ y menos); mucho mas normal encontrar sitios que piden de 50€ para arriba, por habitaciones que incluso en España serían caras por ese precio. Cervezas mínimo a 2€, comidas sencillas por 8-10€ mínimo, comer como en España cuesta de 15€ para arriba,....Alquilar motos es relativamente barato, 5-6€/dia, pero sin ningún tipo de seguro, cualquier daño lo paga íntegramente el cliente, a precios naturalmente inflados...
El medioambiente esta deteriorado, se ha cuidado poco o nada; en el modelo de desarrollo típico Tailandia donde prima el negocio inmediato, no importa ni la conservación del entorno, ni siquiera la calidad de instalaciones y servicios.

Yo propongo una ruta más de artesanos que de fiesta... De la que se pueden aprender oficios muy delicados

Para mi lo mejor de Tailandia son, sin duda, sus mujeres:

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El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Del frío siberiano al calor tropical, devorando meridianos rumbo a las Antípodas. Porque se puede viajar de Europa a Australia sin coger un avión. Este blog pretende relatar lo vivido en una ruta en la que se cruzan personas, curiosidades, tradiciones y consejos. Cabe de todo, menos los atajos.

Sobre los autores

Leyre Pejenaute y Javier Galán

"Si te pusieses a cavar un agujero en el suelo, y cavases sin parar, acabarías llegando a Australia". La pequeña Leyre Pejenaute lo intentó con su pala de plástico, pero solo llegó a meter un pie. Sin embargo, la fascinación por esa idea nunca le abandonó. Quizás por eso se le quedó pequeña la carrera de Derecho, los periplos de ida y vuelta por Europa y América, las temporadas en Italia y Reino Unido y los diversos trabajos rutinarios frente a un ordenador. De lo que nunca se cansó fue de contar historias. Ahora se ha dado cuenta de que es más práctica una mochila que una pala. Y aunque tenga que dar un buen rodeo en lugar de ponerse a cavar, va a volver a intentarlo.

Si se acepta que los continentes son cinco, a Javier Galán solo le queda por respirar el aire de Oceanía. Ha dejado de planear los viajes en casa, porque sabe que un vistazo a una guía o una conversación en un hostal pueden darle un giro de miles de kilómetros a la ruta inicial. Le ha pasado en Europa, al sur de Sudamérica, en India y Estados Unidos. Estudió Derecho y Periodismo pensando que las hojas de papel se parecen tanto que se olvidan, mientras que lo que ocurre en tránsito se queda marcado. Ahora actualiza y alarga un viejo proyecto porque ha encontrado a una compañera; si lo llega a hacer solo se habría olvidado de hablar.

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