El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Del frío siberiano al calor tropical, devorando meridianos rumbo a las Antípodas. Porque se puede viajar de Europa a Australia sin coger un avión. Este blog pretende relatar lo vivido en una ruta en la que se cruzan personas, curiosidades, tradiciones y consejos. Cabe de todo, menos los atajos.

Sobre los autores

Leyre Pejenaute y Javier Galán

"Si te pusieses a cavar un agujero en el suelo, y cavases sin parar, acabarías llegando a Australia". La pequeña Leyre Pejenaute lo intentó con su pala de plástico, pero solo llegó a meter un pie. Sin embargo, la fascinación por esa idea nunca le abandonó. Quizás por eso se le quedó pequeña la carrera de Derecho, los periplos de ida y vuelta por Europa y América, las temporadas en Italia y Reino Unido y los diversos trabajos rutinarios frente a un ordenador. De lo que nunca se cansó fue de contar historias. Ahora se ha dado cuenta de que es más práctica una mochila que una pala. Y aunque tenga que dar un buen rodeo en lugar de ponerse a cavar, va a volver a intentarlo.

Si se acepta que los continentes son cinco, a Javier Galán solo le queda por respirar el aire de Oceanía. Ha dejado de planear los viajes en casa, porque sabe que un vistazo a una guía o una conversación en un hostal pueden darle un giro de miles de kilómetros a la ruta inicial. Le ha pasado en Europa, al sur de Sudamérica, en India y Estados Unidos. Estudió Derecho y Periodismo pensando que las hojas de papel se parecen tanto que se olvidan, mientras que lo que ocurre en tránsito se queda marcado. Ahora actualiza y alarga un viejo proyecto porque ha encontrado a una compañera; si lo llega a hacer solo se habría olvidado de hablar.

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25 nov 2013

¿Dónde queda Koh Tao?

Por: L. Pejenaute / J. Galán

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Plácido atardecer en la isla tortuga

Puede que Koh Tao ya no sea la reina indiscutible del buceo barato, pero el reclamo de lugar del mundo más asequible para sacarse el PADI Open Water sigue presente en esta minúscula isla tailandesa. Quien allí aparece sin título hace el curso, y quien ya sabe le da una oportunidad. Vayas donde vayas te encuentras decenas de empresas que sacan sus pizarras a la calle anunciando las próximas inmersiones y precios. El curso estándar de buceo, de tres días y medio, sale por menos de 200 euros. Con el certificado en la mano, la inmersión ronda los 35 euros. Remarcando que "hace unos años que no respiro bajo el agua y necesito un recordatorio", subimos a un barco.

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Barquitos de buceo estilo tailandés

A pesar del día soleado, el mar está picado en la superfície. Me lanzo al agua con un instructor para mí solo y noto que me hundo. ¿Chaleco inflado? Sí. El instructor me pregunta si todo va bien, si podemos bajar. Lo intento, pero noto la respiración acelerada porque debo aletear para no hundirme. El oleaje tampoco ayuda, desde luego. Entonces recuerdo una de las reglas básicas del buceo, sobre lo relajado que debe estar uno, y le pido a mi instructor que lo dejemos por ahora. De nuevo en el barco descubrimos que el chaleco pierde aire, aunque no recuerdo si antes o después de vomitar. Entonces por estribor pasa un barco con decenas y decenas de buceadores novatos. Nos cuentan que hay grupos de siete u ocho personas por cada instructor, y agradezco la elección. Hubiese sido más peligroso hundirme entre la multitud.

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Inicio de la inmersión

Cierto es que el barco nos lleva después a otra zona conocida como el jardín de coral, más cerca de la costa de ese explotado paraíso llamado Koh Nang Yuang, donde logro completar una inmersión sin percances, disfrutando del colorido submarino. Pero al subir a la superficie hay que esquivar a unas cincuenta parejas de coreanos de luna de miel haciendo snorkel. Como un coral de cabezas.

Así es Koh Tao hoy en día; pequeña y sobreexplotada. Ya no es el paraíso hippie de antaño, ese que describía Paco Nadal, a quien por esas jugarretas del destino nos encontramos alojado a 20 metros de nuestra cabaña. Para cuando compartimos unas cervezas al atardecer, como supervivientes del naufragio periodístico, ya habían pasado unos días desde la accidentada salida de buceo.

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Los integrantes de una excursión de buceo regresan a tierra firme.

Aún hoy, todavía no tenemos claro si nos gustó mucho Koh Tao. En su momento hicimos balance con los pros y contras. He aquí la conversación:

- Sus playas tienen todo lo que puedes imaginar: arena blanca, agua templada de insultante color turquesa, ninguna ola, atardeceres anaranjados, barquitos de proa larga que se mecen en la marea...

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- Sí, pero también encuentras todo tipo de basura en ellas. Normal, los bares llegan hasta el agua y se llenan cada noche de turistas y malabaristas que juegan con fuego y escupen gasolina en el agua.

- Vivimos en una cabaña empapelada con escenas navideñas, con vistas al mar por menos de 20 euros la noche. ¿Económico? Era temporada baja y fue lo más barato que encontramos... los resorts también han extendido sus redes hasta aquí.

- Las comidas no son baratas, con precios que podrías pagar en Madrid. Es decir, astronómicos para Tailandia. Y los camareros, por regla general, meten a todo viajero en el saco de turista petardo y arrogante, y su trato va acorde con esa visión.

- No hay día en que no puedas encontrar fiesta en algún sitio. Especialmente a pie de playa, aunque también hay macrodiscotecas en el corazón de la isla. Puedes intentar escapar del barullo internándote por sus carreteras con una moto. Pero seamos sinceros: a diferencia de Koh Chang, Koh Tao es tan pequeña que cuesta mucho encontrar margen para estar tranquilo. 

- Y para llegar a la isla desde la estación de tren de Chumpon nos montamos en un autobús con música house a las seis y media de la mañana; y para salir nos metimos en un barco con otras doscientas personas, durmiendo todos en el suelo, tan pegados que no todos cabíamos boca arriba.

Pros y contras que nos dejan indecisos pero queremos compartir. Porque debatimos mucho sobre ir o no: cuando llevas un tiempo viviendo con tu mochila a veces te dejas llevar por lo que lees en las guías de viaje o hacia donde la corriente te lleva. Lugares donde el turismo arrasa lo local pero a los que eres dirigido y a los que, con dinero, es sencillo llegar. Acompañado de otros tantos. Aunque muchos de ellos se fueron durante un fin de semana a la Full Moon Party a la vecina Koh Pha Ngan. Al menos, por dos días, nos quedamos solos.

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El País

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