07 ene 2014

Come, reza, ama en Kuala Lumpur

Por: L. Pejenaute / J. Galán

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Al cruzar de un país a otro por tierra, la mirada se convierte en un radar que rastrea esos detalles que diferencian a dos naciones separadas por unos caóticos metros de tierra de nadie. Se escrutan los rasgos faciales, la vestimenta, la actitud de los funcionarios de aduanas, los vehículos, los puestos de comida callejera; todo es motivo de comparación. Y así, a veces encuentras fronteras donde las diferencias son muy sutiles, donde es evidente que solo una línea dibujada por el ser humano, a menudo siguiendo el curso de un río, ha decidido que existan dos nacionalidades distintas, y otras veces tienes que volver a resetearte al cruzar fronteras que dividen dos mundos diferentes, como el cerco insalvable que separa el agua del aceite.

IMG_3841Lo primero que notó nuestro radar en la frontera entre Tailandia y Malasia fue que éramos capaces de leer los letreros. Malasia es el primer país de este viaje con quien compartimos el mismo alfabeto. Otra cosa es comprenderlos, claro. Y el segundo aviso fue la obligación de cubrirse los hombros; la presencia musulmana es poderosa aquí, pero al día siguiente comprobamos que convive con las religiones taoísta e hindú con una fluidez natural.

Unas 10 horas después llegábamos a la capital, Kuala Lumpur, con esa emoción inigualable de distinguir en mitad de la noche una estampa que llevas viendo toda la vida en fotografías y películas: las torres Petronas. En su día fueron los edificios más altos del mundo, pero ahora solo luchan por mantenerse entre las diez primeras, aunque sin duda siguen marcando el skyline de Kuala Lumpur escoltadas por centenares de grúas que predicen más crecimiento. Y fue a sus pies donde una pareja nos recomendó hacer cierto tour turístico con nombre de mandamiento cinematográfico: Come, reza, ama.

Solo es necesario reservar medio día para hacerlo y algo más de 25 euros, lo cual no es barato, pero incluye cuatro comidas de degustación, cinco horas de explicaciones y entradas a tres monumentos. Lo recomendamos a cualquiera que viaje a Kuala Lumpur y no disponga de mucho tiempo.

Nosotros nos encontramos al apasionado guía Sean en una puerta del Mercado Central. “Lo importante no es tanto probar las especialidades locales, sino entender la cultura local a través de ellas”, cuenta Sean mientras saboreamos un plato de arroz con sabor a coco en un puesto callejero en el que, para ser honestos, jamás nos hubiésemos detenido por nuestra cuenta. Resulta que estos lugares de comida, tanto los callejeros como los albergados por edificios, mantienen la tradición de "si funciona, no lo cambies". Por eso las mejores comidas se sirven en los lugares más avejentados, en los que renovar una silla se convierte en mal augurio.    

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Una parada obligatoria es la Mezquita Nacional, cuyo diseño moderno encarna a la perfección el espíritu de la ciudad. “La sala de oración puede albergar hasta 10.000 fieles”, asegura Sean. Después entramos a un templo taoísta y a uno hindú, apenas separados por dos calles. Al mencionar la gran concentración de edificios religiosos solo en el centro, el guía replica muy solemne: “Son muy importantes. Sustentan la práctica individual de cada credo y sirven como consolidación constante de las distintas comunidades, y además, son un recordatorio de tradición y unidad para el mundo moderno”.

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Y más degustaciones que hacen desear no haber desayunado: esta vez de carne a la parrilla, antes de llegar a Little India, donde los sentidos se saturan de colores, olores y sabores. En pleno centro de Kuala Lumpur, las calles son tomadas por el ritmo de Bollywood y la atmósfera de un bullicioso bazar. Interminables hileras de saris multicolores dan paso a joyerías y puestos de curry que hacen las delicias de los adictos a lo picante y a chupar las bebidas de bolsas de plástico. Y al doblar una esquina te topas con la mezquita Masjid Jamek, una de las más antiguas de la capital y de un estilo mucho más clásico que la Mezquita Nacional.

IMG_3879La Plaza Merdeka, o Plaza de la Independencia, se tiñe de una luz muy especial al atardecer. En uno de sus extremos está uno de los palacetes del sultán, con un aire moderno gracias a la torre central del reloj. Entre la profusión de banderas malayas se encuentran algunos de los edificios más importantes, como el Museo Nacional o la Biblioteca Memorial. Y solo hace falta doblar otra esquina para encontrarse en la vibrante Chinatown.

Nuestro radar no encontró fronteras en Kuala Lumpur. Todo está mezclado y convive en armonía. Donde la torre de comunicaciones se eleva 421 metros sobre una reserva forestal, donde los hoteles de primera categoría conviven con caóticos barrios tradicionales y las tiendas de alta gama con mercados de artesanía.

¿Y por qué el “ama” que cierra vuestro lema? El guía sonríe con cierta picardía antes de responder: “Creemos en la fuerza que tienen los entresijos locales para ganarse el corazón del turista. De este modo, plantamos en él una semilla de amor hacia Kuala Lumpur”. Una ciudad llena de vida, que conforma un mosaico cultural, histórico y social inigualable. Lo conseguiste, Sean.

 

Hay 8 Comentarios

Gran crónica de esta parada en Kuala Lumpur. De verdad que invita a conocerla. Gracias.

Destino interesante,
a ver si se hace posible.
Saludos

Un sitio muy interesante y digno de ver es Putrayaya esta a mitad de camino al aeropuerto, esta es la nueva y modernista sede de gobierno. Para ver un poco mas del país recomiendo visitar Georgetown en Penang (no debéis perder la variada y abundante experiencia gastronomita de Hawker), al norte esta la zona de playa de Bathu Faringi, allí el hotel Sheraton puede ser una excelente base de operaciones. Recomiendo también Langkawi como sitio espectacular de playa y el fabuloso hotel Del Mar. Y si hay tiempo porque no ir a Borneo que en avión esta relativamente cerca.

Sorprendente experiencia la de los autores. La mía durante tres días en KL fue decepcionante, junto con una promesa hecha a mí mismo de no volver. Una ciudad sucia, no excesivamente amable, que intenta copiar la atmósfera de Singapur quedándose en un pobre remedo. Y en cuanto a esa coexistencia armónica de las religiones, estoy totalmente de acuerdo con Jago. Llegué en ferrocarril y, más allá del más que relativo impacto de las Petronas, no encontré muchas razones para incluir a KL en un circuito turístico. Eso sí, Malasia es otra cosa, afortunadamente.

Viviendo ahora en Asia, es uno de mis destinos pendientes. Caerá prontito.

Me parece extraño decir de las Torres Petronas que llevas toda la vida viéndolas cuando se acabaron de construir en 1998. Es decir, hace 16 años. ¿Sois tan jóvenes?

Vivo en KL desde hace más de 4 años. Habéis hecho el recorrido correcto. De todas formas, lo de q las culturas/religiones conviven en armonía, tendriais q haber hablado con gente externa además del guía local para comprender porqué es falso y porqué es mucho mas complicado que tener un templo chino al lado de uno indio...

Este verano estuve en esa maravillosa ciudad 3 dias y me cautivo...

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El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Del frío siberiano al calor tropical, devorando meridianos rumbo a las Antípodas. Porque se puede viajar de Europa a Australia sin coger un avión. Este blog pretende relatar lo vivido en una ruta en la que se cruzan personas, curiosidades, tradiciones y consejos. Cabe de todo, menos los atajos.

Sobre los autores

Leyre Pejenaute y Javier Galán

"Si te pusieses a cavar un agujero en el suelo, y cavases sin parar, acabarías llegando a Australia". La pequeña Leyre Pejenaute lo intentó con su pala de plástico, pero solo llegó a meter un pie. Sin embargo, la fascinación por esa idea nunca le abandonó. Quizás por eso se le quedó pequeña la carrera de Derecho, los periplos de ida y vuelta por Europa y América, las temporadas en Italia y Reino Unido y los diversos trabajos rutinarios frente a un ordenador. De lo que nunca se cansó fue de contar historias. Ahora se ha dado cuenta de que es más práctica una mochila que una pala. Y aunque tenga que dar un buen rodeo en lugar de ponerse a cavar, va a volver a intentarlo.

Si se acepta que los continentes son cinco, a Javier Galán solo le queda por respirar el aire de Oceanía. Ha dejado de planear los viajes en casa, porque sabe que un vistazo a una guía o una conversación en un hostal pueden darle un giro de miles de kilómetros a la ruta inicial. Le ha pasado en Europa, al sur de Sudamérica, en India y Estados Unidos. Estudió Derecho y Periodismo pensando que las hojas de papel se parecen tanto que se olvidan, mientras que lo que ocurre en tránsito se queda marcado. Ahora actualiza y alarga un viejo proyecto porque ha encontrado a una compañera; si lo llega a hacer solo se habría olvidado de hablar.

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