Paso por primera vez por el frondoso mundo del blues y quiero hacerlo con el único bluesman auténtico que he tenido la oportunidad de ver en directo. Su nombre: Pinetop Perkins (al que la revista No Depression también dedica otro interesante reportaje en su último número).
Pinetop Perkins, que debe su nombre al maestro Pinetop Smith, es fiel representante del boogie-woogie, estilo preferentemente instrumental nacido en el sur de Estados Unidos y de ritmo bailable y melodías sencillas y repetitivas. Cuenta con una lista de colaboraciones impresionante. Sin ir más lejos, estuvo a las órdenes de Muddy Waters durante 11 años. Es por eso que muchos afirman que Perkins es, hoy por hoy, uno de los últimos grandes del delta del Mississippi que queda con vida. ¡Y qué vida! Nada más y nada que 95 años sobre sus espaldas.
Recuerdo el día que lo vi en vivo en el B. B. King Blues Bar de Manhattan. Entonces, estaba más chaval: sólo 93 años. Salió al escenario caminando muy despacio, apoyado en su bastón, con traje amarillo y sombrero blanco. Y se arrancó con una jam session ligera. Iba a su bola, ajeno a la banda que le acompañaba, y tenía manías de zorro viejo al cerrar casi todas las canciones a su manera. Eso sí, repetía mil veces la frase “I’m alone” y hacía saltar sus dedos por las teclas y, ahí, sentado, te lo creías en ese mueble bar que es el B. B. King.
Es cierto que el blues primigenio tiene una digestión complicada, pero Pinetop Perkins guarda un punto embriagador, favorecido por sus sonidos más suaves. Aquella noche, todo el mundo, literal, se levantó de sus mesas, dejó sus hamburguesas y terminó bailando en la pista. Pinetop Perkins siguió a lo suyo con su sonrisa torcida.