La Ruta Norteamericana

Sobre el blog

Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.

Sobre el autor

Fernando Navarro

. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

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Martha. Música para el recuerdo

“Un accidente de tráfico y sus consecuencias despiertan en Javi, un periodista inmerso en la crisis del sector, un torrente de recuerdos y sensaciones que le conducen a su juventud, a esos veranos en el pueblo con sus amigos, al descubrimiento del amor y de esas canciones que te marcan de por vida. Un canto al rock, a la amistad, a la integridad ética y al amor puro”


Fernando Navarro

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana.

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana repasa el siglo XX estadounidense a través de las historias de más de treinta artistas, claves en el nacimiento y desarrollo de los estilos básicos de la música popular. Un documento que tiene en cuenta a músicos esenciales, que dejaron un legado inmortal sin importar el éxito ni el aplauso fácil.

Cajón de saldo

Por: | 30 de julio de 2008

Volvemos a repostar apurando la llegada de las vacaciones y gracias a la colaboración desinteresada de compañeros y amigos. Esta vez Alberto Lozano, un profesional hambriento como pocos, ilustra un trocito de su adolescencia para hablarnos de las raíces del blues. "Parada para repostar" cuenta con un regalo que suena de maravilla, tanto como su programa de radio al que es fácil engancharse.
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En mi insaciable curiosidad adolescente, atacaba todos los cajones, repletos de vinilos, a precios inaccesibles para mi maltrecha economía. Coleccionaba aquellos nombres como si de comida de hámster se tratara, guardándolos en alguna bolsa de mi memoria para degustarlos mas tarde, cuando (algún día) pudiera conseguir algunos de esos discos metidos en fundas de plástico semitransparente.
Pero un día, al entrar en aquel Simago, me encontré un gran cartel mal pintado con rotulador rojo: CAJON DE SALDO. Una caja de madera repleta de discos a la décima parte de su valor normal (ni recuerdo cuanto era eso, 500 pesetas??) y que no había visto nunca!!!
Los nombres eran nuevos, ya no eran The Cars, Janis Joplin, Grateful Dead o Rolling Stones. No me sonaban de nada, pero lo mejor eran las notas que había detrás. Empecé a devorarlas entre las miradas cómplices de la dependienta y el segurata, en aquella época camuflado de cliente.
Azorado por la posibilidad de llevarme a casa por fin alguno de aquellos discos, comía literalmente las palabras dedicadas a músicos que no conocía de nada, buscando algún resquicio de luz que me diera una señal, una pista y por fin:
"…importante hombre del blues, del que la propia Janis Joplin dijo, en una entrevista el día 21 de abril de 1968: “Leadbelly fue el primero, yo supe todo lo que hacia desde muy cerca, se puede decir que por él yo estoy en el blues"
Dios mío!! Lo decía Janis!! Pagué el disco ante la mirada atónita de la dependienta y la cara de asombro del policía trajeado y enfilé hacia mi casa, con las mismas mariposas en el estómago que se me alborotaban cuando me miraba ( poco, mas bien poco) una morena que me traía loquito. Cuando comenzó Gallows Pole no me lo podía creer, yo había oído ese tema a Led Zepelin. Y aquí, un negrazo lo cantaba el solo sin guitarra, ni armónica, ni nada… y de que manera!!
En los siguientes meses empezaron a desfilar por mi tocadiscos Brownie Mac Ghee, Muddy Waters, Sony Terry y muchos otros bluesman. También Duke Ellington, Benny Goodman, Milt Jackson… yo creo que prácticamente vacié aquel cajón de saldo.
La importancia de Leadbelly, delincuente, mujeriego, maestro de la 12 cuerdas y del walkin bass la entendí muchos años después, pero ese mismo año descubrí que todos los discos de aquel cajón tenían algo en común: estaban seleccionados por un tal José Luís Álvarez y editados por DIAL discos. Pasado un tiempo se abriría una “Puerta Verde”, pero esa es otra historia de radio.
Creo que ese fue mi verdadero comienzo en la ruta norteamericana, cuando desde las raíces comprendí muchas de las cosas que se habían hecho, se estaban haciendo y se harían después en la música, esa que a veces llamamos rock. Este es uno de los poquísimos documentos audiovisuales que quedan de Leadbelly, coordinado por el gran Pete Seeger.


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Texto: Alberto Lozano, editor y locutor del magazine radiofónico El Callejón del Hambre de la emisora Onda Pacheli 107.6 FM. También en su myspace.
boomp3.com

Steve Miller Band, el refresco habitual del verano

Por: | 29 de julio de 2008

De siempre me pasa que llegan determinadas épocas o momentos del año y necesito escuchar determinados discos. Sucede que cuando llega la navidad el cuerpo me pide escuchar a los Beatles, o cuando caen las primeras hojas del otoño lo que necesito es una buena ración de Van Morrison (aunque su A Night in San Francisco sea posiblemente el mejor álbum de verano que uno puede tener en su discoteca). En época de piscinas, el espíritu siempre me pide refrescarme con el pop rock de Steve Miller Band.
Alguna vez he oído que lo que ofrece Steve Miller Band es demasiado comercial, en tono peyorativo. Es curioso, tal vez lo dijeran porque su música empezó a usarse en anuncios publicitarios, aunque es cierto que muchas de las canciones de este grupo capitaneado por Steve Miller alcanzaron lo más alto de las listas de éxitos. Sin embargo, eso no quiere decir nada, ya que no dejaron de estar exentas de calidad. El bueno de Steve fue un auténtico hacedor de piezas radiantes, con esa luminosidad propia del sonido California.
Habría que situar por un momento a este hombre. Miller fue uno de los primeros y más jóvenes músicos de blues de la Costa Oeste. Su padre, un verdadero musicólogo, a menudo llevaba artistas a casa. Por el salón de la familia Miller pasaban músicos como Charles Mingus o T-Bone Burnett. Ahí es nada. El joven Miller estudió en Dinamarca pero sintió poca motivación en la universidad y no fue hasta que vivió en Chicago y entró en contacto con el blues cuando encontró su camino. La generación de nuevos talentos de músicos blues blancos como Mike Bloomfield y Paul Butterfield le influyeron.
Cuando llegó a San Francisco montó su Steve Miller Blues Band, pero terminaría por suprimir lo de “blues”. Sencillamente porque había una evolución real en su música, de difícil ubicación, pero muy interesante. Eran pistas más redondas, sin la expresividad propia del blues, que se tornaban mucho más pop. Y, a medida que componía, Miller convertía sus canciones en hits. Era el autor de The Joker, pero antes lo había sido de Children of the Future, Brave New World o Number 5. Luego, seguiría sacando más discos y, cuando nadie daba un duro por la banda, a principios de los ochenta, Steve Miller volvió a dar otra vuelta de tuerca con Abracadabra.
Me jugaría una caja de cervezas a que Steve Miller Band han sido más radiados en las FM estadounidenses que los propios Beatles. Cosa que tampoco hay que tener muy en cuenta. En serio, conviene hacerse con un grandes éxitos de esta banda y luego con calma rastrear en sus discos. Se pincha la música de Steve Miller Band y se abre un refresco o una cervecita fresquita en mitad de la piscina. El verano, como la buena música, está para disfrutarlo al sol.


El Berlín de Lou Reed

Por: | 28 de julio de 2008

"Siempre intenté actuar, ser un actor en escena, he escrito monólogos para mí mismo, ya sabes, en los que puedo interpretar un papel. Obviamente no rompí el brazo a nadie, no estoy en la cárcel. Es escritura, no ocurrió realmente, es un Berlín de la mente, lo que no significa que no sea real”.
Son las palabras que utiliza el protagonista del disco de Berlin para hablar de su obra, que fue publicada hace 35 años y que ahora recupera íntegramente para mostrar su espectáculo en directo. Son las palabras de Lou Reed, el animal del rock, en la entrevista que concede a Ignacio Julia en el último número de Ruta 66.
Había varias fechas elegidas para este verano para que Reed presentase Berlin en directo por España, pero finalmente sólo se fijó el pasado 21 de julio en Málaga. Me hubiese gustado ir. Desde allí lo contó Borja Hermoso para El País. Hablaba de la salvajada lírica de Berlin bajo la presencia de Steve Hunter, recuperado para esta gira especial.
Reconozco que no es Berlin mi disco preferido de ese gran artista que es Lou Reed, estando por medio New York, Coney Island Baby o Transformer. Puede que también por lo que dijo el irrepetible crítico musical Lester Bangs, uno de los mayores admiradores del señor Reed: “Se trata del álbum más deprimente que se ha hecho nunca”. Y reconozco que intento no ser un consumidor de prozac, siempre que puedo. Pero el aniversario y la pertinente gira sirven de buenas excusas para recordar ese álbum sombrío pero con un poder conceptual que coloca a Reed como un autor tremendamente especial.
Una pareja que se va a pique, el drama de las drogas acechando en todo momento, la violencia e incluso el suicidio final son algunas de los ejes en los que gira el Berlín de Lou Reed. Al fin y al cabo, son los puntos cardinales de la propia biografía de un músico que cuenta con una turbia y excéntrica vida en sus años dorados al frente del rock neoyorquino. Berlin es como que como tantas composiciones de Reed una obra de teatro, operetas en clave oscura, cínica y con diálogos cortantes. Y cuyo protagonista es Lou Reed, que ejerce de director, guionista y actor, capaz de conseguir que un día de verano como el de hoy pueda teñirse en una jornada de invierno cruda con tan sólo agarrar este disco y escucharlo en la habitación.
Un viaje más que recomendable, y desde el que esta ruta ya te aviso que nos introducimos hoy pero afrontando el resto de la semana con música mucho más refrescante acorde al sol de verano.


Despertares

Por: | 24 de julio de 2008

"Parada para repostar" se detiene en la escena indie de los ochenta con Sonic Youth. El texto lo trae la estupenda Ángeles Castellano G., compañera de ELPAÍS.com y que abandona sus bulerías por el rock. Un placer.
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Aficionada a la música como soy y siempre he sido, he tenido varios ‘despertares musicales’. Momentos en la vida que te impulsan, te acompañan en un mal momento, o simplemente, te descubren otra forma de hacer y sentir las cosas, y que a partir de ahí, te suelen acompañar para siempre. Uno de ellos, de los más importantes, tuvo que ver con el descubrimiento de una emisora, Radio 3.
Cuando eres adolescente en un lugar pequeño como fui yo y sin la ventana al mundo que hoy ofrece Internet, la manera de acceder a la música que no conocía se reducía, en aquellos tiempos no tan lejanos pero que hoy parecen dignos del trabajo de los historiadores, a lo que radiaban y te recomendaban amigos.
Gracias a la extensa programación diaria de Radio 3 descubrí a bandas como Pavement, Pixies y algunas otras. Una de ellas se convirtió en fundamental para mí, Sonic Youth.
La banda surgió en 1981 en Nueva York. El tándem Thurston Moore y Kim Gordon era el alma del grupo, del que también formaron parte Lee Ranaldo y Richard Erson, que luego sería sustituido. En los 80 publicaron discos fundamentales como ‘Confusion is sex’ o ‘Evol’. La mezcla de sonido punk, garage y rock les distinguía. Era rock, pero un rock experimental, que mostraba una angustia y ganas de rebelarse contra todo que siempre ha conectado bien con el sentir adolescente, por aquello de tanto cambio hormonal y despertar al mundo. A Sonic Youth, en cualquier caso, la fama mundial les vino en los 90 gracias, entre otras cosas, a su fichaje con un sello discográfico que fue fundamental en el rock alternativo de aquel momento, Geffen, en el que militaron otras bandas como Nirvana, sin la que no se puede entender la década en esto del rock alternativo.
Yo les conocí en ese tiempo. Dirty, publicado en 1992, fue la explosión del grupo con Geffen. Entre otras cosas porque contaron con un videoclip (para la canción ‘100%’), dirigido por el entonces desconocido Spike Jonze, que pasó de ser el rey del vídeo del monopatín al rey de los vídeos ‘indies’ a rey del cine independiente, con trabajos como Being John Malkovich y Adaptation y que también cuenta en su currículum con un breve matrimonio con la también directora Soffia Coppola.
Pero para mí, el punto de inflexión vino con Washing machine (1995). Los discos anteriores me gustaban, pero este se convirtió en referencia. En este trabajo, que algunos seguidores de aquella época denostaron por tener una mayor difusión (los indies pueden llegar a ser recalcitrantes con estas cosas), elevaron el nivel de experimentación al cambio de instrumentos.
En lugar de usar la formación clásica de rock de guitarra-bajo-batería-voz, en este disco decidieron usar tres guitarras, alternando así melodías y base rítmica y jugando con eso. Además, algunas de las canciones abandonaban el esquema de tres minutos de duración para convertirse en fragmentos sonoros deliciosos. La última canción del disco, The Diamond Sea, es un experimento de distorsión que dura casi 20 minutos.
Lo mejor de Sonic Youth son sus directos. Como siempre, en estos casos, lo mejor es disfrutarlos en persona, claro está, pero cuando uno vive en un lugar alejado tiene que conformarse de nuevo con lo que radian y lo que algunos afortunados o buscadores de negocio ponían en circulación. Es en los directos donde la banda de Moore y Gordon dejan salir todo ese ímpetu experimental y pueden alargar las canciones durante minutos y minutos improvisando y deleitando a sus fans, o aburriéndolos, que también los hay que se quejan por esos momentos tan íntimos a veces que sólo los comprenden los propios músicos en el escenario. Algunas grabaciones de estos conciertos, bien en sus propias giras o en todos los festivales de renombre de la década pasada, son perseguidas como auténticas joyas por sus fans más fanáticos.
Después del Washing Machina, Sonic Youth siguieron tocando y editando discos, pero para mí con aquel trabajo el tiempo se detuvo para la banda. Muchos despertares musicales después, que nunca eliminaron los anteriores, llegué al flamenco que siempre estuvo ahí, pero que en algún momento explotó con toda la fuerza que este arte exhibe. Ahora, imbricando caminos, Sonic Youth se unen a otro ídolo musical: Enrique Morente .
El granadino, que en los 90 creó esa obra maestra que es el Omega, (junto a la banda de rock Lagartija Nick), ahora lo reedita en edición digital e incluye una colaboración con Sonic Youth grabada en 2005 en Valencia, ‘Oriente y occidente’.


Texto: Ángeles Castellano G., redactora de ELPAÍS.com y autora del blog de flamenco para este medio Por Bloguerías.

¿El adiós de la E Street Band?

Por: | 23 de julio de 2008

Visto que Springsteen todavía está muy presente tras sus cuatro conciertos en España, me animo a lanzar esta pregunta. En parte, lo confieso, me la he formulado en mi interior antes incluso del comienzo de esta gira. Y al mismo tiempo es una cuestión que he oído comentar por algunos fans de Springsteen.
Para algunos parece impensable tras el excelente estado de forma que presenta ese binomio formado por Bruce y la E Street Band, y para otros, en cambio, este tour es el homenaje de Bruce a su banda de toda la vida, más cuando ya no está entre ellos uno de sus miembros originales, el teclista Danny Fedirici, que murió a causa de un melanoma. Seguro que es coger todo con pinzas pero hay algunas señales, que más bien son presuposiciones, que he hablado estos pasados días con diversos seguidores de Springsteen.
El fallecimiento de Federici, sin duda, marca un antes y un después en la banda, por mucho que Charles Giordano, su sustituto, cumpla con honor. Sin Federici, la E Street Band ya no es lo mismo, como tampoco lo sería sin Clarence Clemons o Steve Van Zandt. Llevaba con Bruce desde sus primeros años en los prehistóricos setenta y, pese a su manera de pasar desapercibido, era una pieza clave del sonido más reconocible del rock’n’roll de Springsteen. Ese colchón de teclados era 100% sonido E Street Band. Tal vez, por eso, he oído decir a seguidores, y no es tontería pensarlo, que el músico de Nueva Jersey podría poner punto y final a contar con la E Street Band al completo, como siempre, como banda de acompañamiento. Bruce, como ha demostrado, puede seguir en solitario su carrera, o rodearse de otros músicos y horizontes, como con las Seeger Sessions y su correspondiente gira, o incluso tirar de manera individual y según las necesidades de los miembros de la Calle E.
Otros detalles que hablarían de un posible adiós serían, por ejemplo, los gestos que en esta gira ha tenido Springsteen con su banda. Las pantallas que con luces y sonido terminaban anunciando a la E Street Band al final del concierto y con Springsteen reivindicando a la banda. Más que en otras giras. Diversos momentos en los que Bruce cedía el protagonismo a las guitarras de Little Steven o Nils Lofgren, pero de una manera mucho más señalada que en anteriores giras. O <<Bobby Jean>> de nuevo en los set list, en los bises. La canción que Bruce compuso a Stevie Van Zandt cuando éste abandonó el grupo. Siempre ha sonado esta composición a despedida. O la vuelta al sonido casi original de la formación con el rock y las versiones de los setenta primando al resto del repertorio.
También me decía algún fan que Bruce ha salido de gira por estadios para hacer caja definitiva para la E Street Band. Se habrían embarcado en este tour mundial como el último gran viaje a compartir, y había que montarlo por todo lo grande. Bien es cierto que también los promotores han sabido vender esa idea para llamar aún más a la asistencia a los conciertos. Y luego están los recursos clásicos de los últimos años: que si Clemons está muy mayor, que si Patti Scialfa cada vez sale menos de gira y prefiere quedarse en casa…
En fin, habrá que esperar. Posiblemente toda esta rumorología se acabe con un nuevo disco con la banda en unos meses. O posiblemente será verdad que la formación clásica de Springsteen está a punto de cerrar el círculo. De cualquier manera, el fin de la E Street Band siempre sería una muy mala noticia para el mundo del rock, y por consiguiente para el propio Bruce Springsteen.


Springsteen, siempre Bruce y la E Street Band

Por: | 21 de julio de 2008

Si el magnífico rock de Bruce Springsteen y la E Street Band es capaz de hacer olvidar una de las mayores aberraciones que se dan en el mundo de la música, como es la de celebrar conciertos en un estadio, entonces se constata que lo que ofrece esta pandilla de músicos que rondan los 60 años tiene tintes de un poder sobrenatural.
Ciertamente, los tiene, o al menos, para los menos creyentes, se le acerca mucho, pero conviene siempre recordar una realidad incontestable, so pena de promotores, diseñadores de campañas de publicidad e incluso protagonistas musicales del asunto: los estadios de fútbol no son ni serán nunca escenarios para conciertos. Hay que decirlo si se aprecia el arte de la música en vivo en todas sus variantes y, en este caso, el impresionante cancionero de un músico como Springsteen.
Los tópicos de futbolistas, galácticos y demás sandeces que se los dejen para los partidos de fútbol y su parafernalia, pero que no confundan una cosa con la otra. Pongan más noches en pabellones, al estilo de Madison Square Garden en Nueva York, o mejoren las prestaciones, búsquense la vida, en definitiva, para ofrecer el producto en perfectas condiciones, que para eso lo cobran al precio que lo cobran, pero no nos engañen. Este periodista lo vivió en el Estadio Santiago Bernabéu, pero pasó también en San Sebastián y Barcelona. Sonido lamentable en muchos momentos, músicos que parecían a lo lejos figuritas de futbolín, accesos penosos y la esencia musical por los suelos.
Bien es cierto que una actuación de Springteen pasó a ser hace mucho tiempo más un acontecimiento social que un concierto, y eso lleva a la catástasis colectiva antes que al raciocinio individual. Pero más cierto es que Springsteen y su banda se empeñan noche tras noche en dejar este asunto en segundo plano de la única manera que saben hacerlo: ofreciendo rock del mejor a raudales. Y al final, pese a todo, es lo que queda.
Sucede que Bruce Springsteen y la E Street Band, como las mejores películas, libros o experiencias que se cruzan por el camino, forman parte de la vida de muchas personas. Sucede que su música transforma el ánimo con la misma intensidad que un beso, una lágrima o un arrebato. Y sucede que más de tres décadas después de haberse conocido conservan el espíritu intacto y eso marca a la mayoría de oyentes que se reconocen en esa vitalidad. Pueden gustar más o menos, pueden sufrir odiosas comparaciones con su glorioso pasado, pueden estar sobredimensionados por la locura fan y mediática que les rodea, y pueden ser diana perfecta de descalificativos para puristas o posmodernos, pero hay un compromiso real en su música, todavía relevante en el panorama actual.
Empezó el concierto en Madrid treinta minutos más tarde de la hora prevista y con el oscarizado Javier Bardem presentándolo ante más de 50.000 personas. Y lo hizo con un sonido pésimo, lejano y enlatado, que desfiguró esa gran canción que es <<Night>>. No es tan buena <<Radio Nowhere>> que fue la siguiente del set list, y tampoco sonó mejor. Sin respiro, empalmando los temas como una banda de garage, llegó <<Lonesome Day>>, un tema que en su escucha ofrece siempre buenos presagios, pero que careció de intensidad suficiente.
Sin embargo, todo cambió con <<Promise Land>>. El sonido se transformó y la armónica ponía el cuerpo patas arriba. Base de órgano, guitarras haciendo horizonte y saxo acompañando el viaje con un Bruce entregado al público. Es difícil no tomarse esta canción como la primera vez. Hay promesas que no desaparecen, aún pasen los años por ellas. También hay composiciones que guardan el ingenio como en una cajita de joyas, esto es, <<Spirit in the Night>> el gran regalo del concierto. Springsteen con voz aguda y tonteando con el soul mientras escenifica, hasta resbalarse en el escenario, una letra que canta a la amistad y al desmadre juvenil. Eran tiempos de rock’n’roll y ahora se defienden con orgullo. No es casualidad que se enlace con <<Summertime Blues>>, himno que inspiró a aquellos días y firmado por el imprescindible Eddie Cochran.
Tras el ímpetu festivo, llega la parte emotiva. Una buenísima <<Brillant Disguise>> pasto de radiofórmulas que en el fondo es una composición que palpita sentimiento. Más aún lo hace <<The River>> interpretada al estilo clásico que gana enteros con respecto a otras giras. De nuevo, la armónica es la protagonista. El músico de Nueva Jersey siempre ha formado parte de esa tirada de músicos norteamericanos que dignifican este instrumento, que ayuda a fabular historias repletas de personajes de carne y hueso. En la misma línea de corte clásico, como fueron concebidas las canciones, se toca <<Cover me>> composición que sólo parece pensada para sacar guitarras imponentes. Al contrario sucede con <<Trapped>>, recuperado tras un tiempo, pieza más tranquila y que muestra una enorme capacidad envolvente.
Regresa un sentimiento desmesurado de liberación con la tanda formada por <<No Surrender>>, <<Out The Street>>, <<Because The Night>> y <<Cadillac Ranch>>. Ahí está el músico y su banda en estado puro. En ese conjunto está una muy buena representación del poder de Springsteen. Fe en uno mismo y en los demás, el sueño vital de las calles, la magia de la noche y la inocencia en clave cadillac. Todo tejido con pasión desenfrenada, adornos de rock’n’roll verdadero y bordado con entrega. Pasajes que cuentan con un Charles Giordano haciendo las veces del desaparecido fantasma Danny Fedirici en <<Out The Street>>, con Nils Lofgren dando vueltas en sus zarpazos eléctricos en <<Because The Night>>, o con Steve Van Zandt rasgando vestiduras, a su manera, con su toque irrepetible a la guitarra, en <<Cadillac Ranch>>. Dos buenos homenajes para dos grandes guitarristas.
Se acaba la mejor parte del concierto, que cae bastante en picado con lo siguiente. Lo que puede entenderse como una segunda fase de la actuación, con el cancionero más reciente, queda en paños menores con respecto a lo anterior escuchado. Si las grandes composiciones de Springsteen son tocadas como en los mejores tiempos, poco puede hacer lo demás, por bueno que sea. Una pena escuchar un <<Living In The Future>> tan flojo, aún con el mensaje: “En Estados Unidos hemos tenido recortes de derechos civiles, tenemos que luchar”. <<Mary’s Place>> se hace pesada y soporífera. <<Tunnel Of Love>> y <<The Rising>> pasan bastante desapercibidas. En cambio, <<Long Walk Home>> y <<Last To Die>> sugieren el estupendo disco que es Magic.
Después de la aún motivadora <<Badlands>> llega la mejor canción de la noche, <<Jungleland>>. Interpretación sublime. Se puede adjetivar tanto esta composición cuando encima está tocada de manera maravillosa que es preferible no desgastar nada. Simplemente, <<Jungleland>> tal y como sonó en Madrid, es la puerta de entrada al gran teatro del rock, donde el escenario es la vida urbana y los personajes se visten de héroes cuando son nada más que mortales sin sitio adonde ir. El piano de Roy Bittan sube el telón y el saxo de Clarence Clemons añade la cálida iluminación.
Todo cambia de nuevo con otra dosis de vitaminas: <<Seven Nights Rock>>, <<Born To Run>>, <<Bobby Jean>> y <<Dancing In The Dark>>. Aún más que otras veces, se ve a un Springsteen insaciable a sus 59 años. Los que le vean por primera vez pensarán que este hombre se chuta, los que ya le conocen podrán pensarlo, sin hacerles falta, pero al menos no les sorprenderá. Si sorprende escuchar el tema folk tradicional de <<American Land>> único con las letras de fondo sobre la pantalla, tan bien ejecutado en su estilo por la E Street Band. El cierre, el imperecedero <<Twist And Shout>> convierte eso que se llama estadio de fútbol en una pista de baile en la madrugada madrileña.
Bruce y los chicos de la Calle E vuelven a hacerlo. Entre ceja y ceja lo tienen metido: somos la E Street Band y lo hacemos porque queremos, porque nos gusta, porque nos encanta, grita Bruce en mitad de ese derroche. Mientras tanto, puedes desear que la próxima vez el recinto sea otro, pero sobre todo deseas por encima de todas las cosas que la noche no se acabe. A fin de cuentas, el deseo es no renunciar a esa parte de ti mismo que este tipo llamado Bruce y su E Street Band, siempre ellos, mejor saben sacar. Es la parte musical, la que suena en lo más profundo de cada uno.


Vídeo de retazos del concierto en San Sebastián.

Tom Waits y el parto de la mariposa

Por: | 16 de julio de 2008

Si Tom Waits tuviese que hablar sobre el concierto que ofreció ayer en el Auditori del Fòrum de Barcelona, el último de los tres que le han traído a España por primera vez en sus más de treinta años de carrera, es posible que, tirando de su habitual repertorio de metáforas, dijera que la actuación de Tom Waits pudo ser algo así como el parto de la mariposa. En buena parte, ya se sabe porque lo dijo antes El Principito de Saint-Exupéry, tal vez el primer espíritu beatnik de la historia conocida: Hay que soportar a la oruga para ver salir a la mariposa.
Es cierto que hubo que rascar bastante. Fueron varias las cosas que estuvieron en contra del espectáculo, empezando por un descerebrado que tuvo que abandonar la sala en mitad de la actuación obligado por agentes de la seguridad privada. Tampoco es el Audotori un sitio idóneo para conciertos como el ofrecido anoche con ese edificio frío y distante. Hubo problemas de sonido, en guitarras y micrófonos, que llegaron a desesperar al músico. Y la expectación flotaba tanto en el ambiente que pareció hasta ser perjudicial para el propio Waits, que arrancó decidido, como por arte de magia en mitad de un escenario oscuro, pero al que le faltó enganche, como si aquello al principio fuera más una conferencia musical que la noche para disfrutar del artista más indescifrable que ha dado la historia del rock.
También es cierto que lo que ofrece el músico de California hoy por hoy no se sirve en bandeja. Temas como Way Down In the Hole un blues aullado que parece de geriatría, ilustra los pasos que sigue Waits sobre el escenario. Es una propuesta bastarda en la expresión y genuina en su naturaleza, que hace falta experimentar porque choca con lo preconcebido. Tal vez Waits lo llamaría el paso de la oruga. Realmente, se trata de una virtud, que ha hecho arma de doble filo. Tiene una capacidad de desconstruir géneros y composiciones al alcance de muy pocos, pero al rechazar lo convencional a veces puede resultar estridente. Es el camino tomado desde que publicó el álbum Swordfishtrombones.
En las tablas, el músico gesticula, hace juego de manos y se contornea como un mimo que se adentra en su propio cuento, pero deja la puerta abierta para el resto. Al otro lado hay una bandada de sonidos e historias que trascienden, pero que no siempre se llega. Ese ímpetu se va alcanzando a mitad de la actuación, gracias también al buen hacer de Vicent Henry a los vientos, tanto a la armónica como al saxo o a lo que fuera que Waits necesitase para ornamentar sus sonidos de vodevil, polka o folk. Mientras tanto, el cantante representa sus mil personajes, una esquizofrenia artística exquisita. “Soy pedazos de cosas”, se definió una vez él mismo. Puede llegar a hablar en español para responder a un público cada vez más entregado, o para contar una historia a retazos, o llegar a decir que es “cojonudo estar en Barcelona”.
Pero al paso de la oruga le sigue el de la mariposa. Al piano, y lo que viene después, el funambulista despliega sus dotes intactas de bohemio, marcado por el don del hechizo. Innocent When You Dream esperada por buena parte de los asistentes que la aplauden al comienzo más que otras, es la mejor representante de las baladas infinitas de Waits, que parecen pensadas para una cantina y con un alma folk que ciega. Alejadas de lo cursi o lo anecdótico, son baladas de luna llena, de noche de hombre lobo, que despiertan los instintos primarios y levantan pasiones, al ritmo de las teclas y la voz absoluta de su autor.
Luego llegarán, entre otras, Lie To Me, Make It Rain o Hold On que muestran al Waits más indomable, entregado al máximo al feedback de su propia obra y encabezando un tren de mercancías que recorre de arriba abajo los sonidos tradicionales de Estados Unidos, que también tienen su parte de herencia de Europa. El músico californiano lo ha comentado alguna vez: se trata de tocar según el estado de ánimo, bien como los ojos del enano subido en los hombros de un gigante ciego, o como la mujer con cara de mula que baila con el chico cocodrilo, hasta que se le pone más púrpura, se le quita marrón y se le añade amarillo. Y, como demostró ayer, se termina pariendo la mariposa.


Días de gloria con Springsteen

Por: | 14 de julio de 2008

"Parada para repostar" cuenta con la colaboración de mi buen compañero y mejor persona Antonio Fraguas Garrido. Nos cuenta el disco que le cambió la vida, que viene que ni pintado en estas fechas. Qué suerte comprar tu primer vinilo de esa forma.
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Me van a perdonar la primera persona, pero Fernando (con el que trabajo en ELPAÍS.com) me pide que hable del disco que me cambió la vida. Así que la cosa se pone personal y mucho. Born in the U.S.A, de Bruce Springsteen cambió mi vida por muchos motivos. Primero, porque yo entonces tenía 10 años y fue el primer disco que me compré con mi propio dinero y de forma voluntaria: una tarde bajé a la tienda de discos de mi pueblo (regentada por una chica ‘glam’ con el pelo oxigenado y cardado), me fui a un mostrador y empecé a pasar los vinilos uno tras otro: plaf, plaf, plaf.
Recuerdo la emoción de llegar a casa e ir directo a ponerlo en el plato de la minicadena Thomson. El efecto de la música se mezcló con el de la ‘proeza’ de haberme comprado un disco ‘de mayores’ yo sólo. Además era un disco de ‘rock’, un poco de malote. La experiencia fue algo así como lo que los pedantes llaman “rito iniciático” o “de paso”: había empezado a forjar mi gusto musical con independencia del de mis hermanas.
Todavía recuerdo sus críticas a <<Glory Days>>, uno de mis temas favoritos en aquel entonces: “la batería es muy repetitiva y suena a lata”, decía una de mis hermanas. Y a lo mejor tenía razón.


Texto: Antonio Fraguas Garrido (redactor de ELPAíS.com y colaborador de El País Semanal)

Tom Waits entrevista a Tom Waits

Por: | 11 de julio de 2008

El hombre que tiene entre su colección de discos uno con 40 minutos de silencio seguidos de aplausos o una grabación de grillos que parece el Coro de los Niños Cantaores de Viena. El hombre que adora la última escena de la película de Chinatown o a Robert de Niro en el cuadrilátero en Toro Salvaje. El hombre que teme que gane McCain o que el hielo del río se rompa bajo sus pies. El mismo hombre que tiene una carrera monumental en el rock y que pierde maravillosamente el sentido con cualquier música que llegue a sus oídos. Ese hombre, Tom Waits, el bufón y el hechicero al mismo tiempo, está de gira por España a partir de mañana.
Gran excusa para recomendar a un músico que tiene una trayectoria cautivadora y una personalidad surrealista. En la web de su discográfica ha colgado una autoentrevista que no tiene desperdicio. Os pongo a continuación algunas de sus preguntas y sus respuestas que sugieren el molde del personaje, que tan bien retrata Carlos Boyero en El País.
¿Qué es lo que va mal en el mundo?
Estamos sepultados bajo el peso de la información, que se confunde con el conocimiento; la cantidad se confunde con la abundancia y la riqueza con la felicidad. El perro de Leona Helmsley heredó 12 millones de dólares el año pasado… y Dean McLaine, un granjero de Ohio, ganó 30.000 dólares. Estamos inmersos en una versión gigantesca de la locura que se desarrolla en cada cerebro humano. Somos monos con dinero y armas.
¿Qué es un caballero?
Un hombre que sabe tocar el acordeón pero no lo hace.
¿Qué le pasa en los oídos?
Padezco un astigmatismo auditivo, por lo que oigo algunas cosas mal, tengo ilusiones auditivas. Tengo un emisor de interferencias en el cerebro que recoge lo que oigo, lo convierte en puñetero latín y me lo revierte.
¿Tienes algunas palabras para vivir?
Jim Jarmusch me dijo: “Rápido, barato y bueno, escoge dos. Si es rápido y barato no será bueno. Si es barato y bueno no será rápido. Si es rápido y bueno no será barato. Rápido, barato y bueno… escoge dos palabras para vivir.
Algunas cosas singulares que haya encontrado en lugares inesperados
Auténtica belleza: manchas de aceite dejadas por los coches en un parking. Gran acústica: en una cárcel.
Un chino con acento tejano en Escocia.
Más pobreza: Washington D. C.
El pene más largo (en proporción a su cuerpo): el percebe.
¿Qué suele preguntarse?
¿Saben las balas cuál es su destino?
¿Hay un tapón en el fondo del océano?
¿Qué siente un árbol plantado junto a una autopista?
¿Es verdad que Ella Fitzgerald rompió un vaso de vino con su voz?
¿Podría decirme algunos sonidos que le gusten?
Caballos y trenes aproximándose.
Los niños cuando salen de la escuela.
Los pianos de las cantinas de los westerns antiguos.
Una montaña rusa.
Las prensas de una imprenta.
Los coches norteamericanos de los 60.
Las estampidas de elefantes.
El beicon friéndose.
Un mechero Zippo.
Las lechuzas.
Una caja registradora antigua.
La vida está llena de música.
A usted le fascina la ironía. ¿Qué es?
Los fabricantes de Chevrolet estaban desconcertados porque habían advertido que las ventas del Chevy Nova se disparaban en todas partes excepto en Latinoamérica. Al final se dieron cuenta de que “No va” en español significa que “no funciona”. “No va” no es el mejor nombre para un coche en ninguna parte.


Ry Cooder, sin planes preconcebidos

Por: | 08 de julio de 2008

"No puedo hacer un disco con un plan preconcebido, ni tratar de sonar de una manera determinada. Simplemente escribo y grabo lo mejor que puedo, y es esto lo que me sale”.
Lo que le sale últimamente a Ry Cooder puede considerarse fantástico. Y así su último testimonio sonoro no desmerece su grandeza. Pocos discos han sonado tanto en las últimas semanas en mi reproductor como el reciente I, Flathead (Nosesuch/Warner Music), el tercero de esa trilogía de aúpa formada por Chávez Ravine y My Name is Buddy.
Ry Cooder es un músico mayúsculo. Inquieto y dotado como ninguno, es un extraño caso de tener un pie en el rock y otro en sonidos dispares, mientras en su cabeza fluye el pasado y el futuro. Al músico de Los Ángeles le ha invadido esta vez el espíritu de una California de ficción que hiere como si fuera de carne y hueso, con su aspecto derrotado, el músculo de su sencillez anónima y las promesas por cumplir.
Sin embargo, Cooder se aleja de los pasajes musicales sobrios, de la rigidez sonora propia de los cantautores de película de domingo. En I Flathead, no pierde sus dotes instrumentales y vuelve a exponer su capacidad para adentrase en la canción mestiza, donde insufla con igual riqueza los acentos del boogie, el swing, el tex-mex o la pachanga. Una sola escucha sirve para reconocer un disco que está destinado a crecer en las siguientes reproducciones, como un trayecto con diferentes caminos. Perfecto para un verano sin planes preconcebidos.
El siguiente corte, <<Drive Like I Never Been Hurt>>, abre el álbum.
boomp3.com

El País

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