La Ruta Norteamericana

Sobre el blog

Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.

Sobre el autor

Fernando Navarro

. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

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Martha. Música para el recuerdo

“Un accidente de tráfico y sus consecuencias despiertan en Javi, un periodista inmerso en la crisis del sector, un torrente de recuerdos y sensaciones que le conducen a su juventud, a esos veranos en el pueblo con sus amigos, al descubrimiento del amor y de esas canciones que te marcan de por vida. Un canto al rock, a la amistad, a la integridad ética y al amor puro”


Fernando Navarro

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana.

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana repasa el siglo XX estadounidense a través de las historias de más de treinta artistas, claves en el nacimiento y desarrollo de los estilos básicos de la música popular. Un documento que tiene en cuenta a músicos esenciales, que dejaron un legado inmortal sin importar el éxito ni el aplauso fácil.

Light of Day y Willie Nile: fuego en el cuerpo

Por: | 30 de noviembre de 2008

La gira Light of Day, una serie de conciertos benéficos para recaudar fondos para la lucha contra la enfermedad de Parkison, llega de nuevo a España, por tercer año consecutivo. Tras su paso por Mataró y Barcelona, este año el festival solidario llega a Madrid.
El concierto será el viernes 5 de diciembre en la sala Moby Dick de Madrid, con la presentación de Manuel Fuentes. Los artistas participantes serán Joe D'Urso, Los Madison, Willie Nile, Jesse Malin y Marah (Dave & Christine), en lo que promete ser una gran noche de rock. Las últimas entradas que quedan están a la venta a través de TickTackTicket. Todos los beneficios generados por este concierto están destinados a la fundación americana Light of Day y a la Federación Española de Parkinson.
Bruce Springsteen es uno de los artistas que ha apoyado desde el principio la fundación Light of Day, creada por Bob Benjamin (manager de Joe Grushecky y amigo personal de Springsteen). Springsteen ha participado casi anualmente en los conciertos Light of Day celebrados en Nueva Jersey desde el año 2000 y el festival lleva el nombre de una de sus canciones.
Creo que es una oportunidad única para buena causa, pero también para escuchar rock norteamericano del bueno. Cada uno de los artistas participantes es parada a tener en cuenta para esta ruta. Pero quiero quedarme con uno y aprovechar para reivindicarle. Es el pequeño gran Willie Nile, quien suele girar por España y es lo que se dice un verdadero artista de culto.
Entrevisté a Willie Nile para la revista Ruta 66, pero he tenido oportunidad de charlar con él en varias ocasiones tanto España como EE UU. Dice que pasear por Nueva York todavía le causa una sensación de eternidad, como si estuviese en el París de 1850 o en el Londres de Dickens. Es cierto. Escondido en sus gafas de sol, este hombrecillo, residente de Bleecker Street, testifica estas palabra que siente en Streets of New York (Good Sounds, 2006). En este negocio, muy pocos nacen para convertirse en un Springsteen o un Dylan, pero no son más los que nacen para ser auténticos trovadores, incapaces de alcanzar la luz cegadora de la fama pero sobreviviendo como creyentes irredentos del rock’n’roll.
Por suerte, la fe ciega en este noble arte es una de las cualidades de Willie Nile. También su talento, pese a ser un gran desconocido, que en los últimos años ha facturado discos magistrales como su homenaje neoyorquino o el anterior Beautiful Wreck of The World. Desde finales de los setenta, ha dado siempre escasas pero imprescindibles muestras de su rock de tintes clásicos, emotivo en el uso de las guitarras, inocente y honesto en su planteamiento. ¿Para qué sirve la gloria si se pierde la capacidad de soñar? ¿Para qué sirve la música si no se ama con el corazón?
Willie Nile no tiene las respuestas, pero sí la ilusión intacta por acercarse a ellas, siempre al margen de los números. Como este festival de Light of Day, una gira que trae buenas razones para encender una guitarra y ponerse a tocar buen rock.
Willie Nile: <<Game of Fools>>


Remitirse a las pruebas con Howard Tate

Por: | 29 de noviembre de 2008

Acaba noviembre y vuelve la sección de recomendaciones de la tienda de discos Radio City. En este mes, un clásico del soul, aunque muy poco conocido, que en esta ruta norteamericana tiene su hueco y reivindicación más que nunca tras su fantástico nuevo disco de este año.
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La recomendación de NOVIEMBRE de Radio City. (Texto: Jesús)

En un arranque absurdo de enfrentarme a este disco sin lastre alguno, intenté en vano abstraerme de todo y cuanto Howard Tate (Macon, 1943) ha conseguido provocarme desde el bendito día en que lo descubrí. Pero “es claro” (que hubiera esgrimido el sin par Leo Beenhakker) que a la testa se la puede someter a un sin fin de tretas y regates (lo hacemos a diario) pero el corazón se resiste, y por tanto Tate tenía una batalla ganada antes de empezar.
Howard Tate forma parte del santoral de la música popular por aquel Get In While You Can (1967), un excelso trabajo al que el gran Jerry Ragovoy dio forma y el de Georgia fondo. Una obra maestra indiscutible que mostraba un intérprete único. Tate fogueado con un preceptor de la talla de Bill Doggett, no recordaba a Bobby Bland, ni a Clyde McPhater, ni a Otis, era sencillamente otra cosa. Alguien con una distinción y profundidad nada común. Una de esas voces que tendrían que haber sido incluidas en la sonda Voyagerla para mostrar la mejor cara del ser humano.
Aunque como demuestran más casos de los recomendables, no sólo de talento vive el artista, y Tate fue engullido por el fantasma del ostracismo a una velocidad de vértigo. Un caso de manual. Un fugaz éxito no pudo con el manido cóctel mala suerte-mala vida. Aún así y antes de desaparecer, Tate dio coletazos de su clase en discos como el muy recomendable Reaction (1969), esta vez bajo la tutela del enorme Lloyd Price, otro de sus ilustres admiradores, que no quería resignarse a ver desperdiciado semejante transmisor de sensaciones.
Pero se hizo el silencio, y de la garganta de Tate no asomó nota alguna durante tres décadas. Esta vez fue Elvis Costello (un tipo al que admiro casi mas por su impecable gusto que por su obra) el que permitió de alguna manera que el milagro se obrase. Su aparición en Rediscovered (2003) hizo que los focos apuntaran de nuevo en la dirección correcta. Ragovoy y Tate juntos de nuevo. Costello que suele elegir fantásticos compañeros de viaje, sabía que tenía que estar allí. El disco demostró que aquello que grabaron muchos años atrás no fue casual, que los aficionados nos perdimos durante demasiado tiempo a un tándem productor-interprete absolutamente magistral
Y aquí estamos en el 2008 con Blue Day entre las manos. Después de un vibrante directo (Live 2006) y un sedoso disco de versiones (A Portrait Of 2006), Tate vuelve a agrandar la leyenda. Ahora es el talentoso Jon Tiven (los aficionados al mejor Power Pop lo recordaran junto a Tommy Hoehn en Prix), el que pone a disposición del maestro un material de primera. Un catálogo de incendiario soul-blues que hubiera hecho las delicias de ZZ Hill. Y es precisamente Malaco lo que me viene a la mente cada vez que disfruto de las nuevas grabaciones de Tate, Solomon Burke o Candi Staton. Ahora sin que haya un catalizador como lo fue el sello de Couch y Malouf, son aquellos “jóvenes” que tomaron buena nota (Joe Henry, Mike Farris, Burnett) los que ven cumplido el sueño de grabar con mimo a sus héroes. Ensalzando donde fueron (son) grandes, nada de intentar adaptarlos a los “nuevos tiempos”. Ellos nos han hecho ver que sería estúpido no seguir disfrutando de tanta clase. Y a las pruebas me remito.

RADIO CITY DISCOS - Plaza Guardias de Corps nº1 bajo - Madrid

El mejor vocalista por los propios cantantes

Por: | 24 de noviembre de 2008

Volvemos a la carga con las listas. Ya estamos, pero son todo un recurso. Rolling Stone, edición estadounidense, ha dado una vuelta de tuerca más al tema de las dichosas listas y ha creado otra más, la enésima de la enésima. Esta vez el turno es para los 100 mejores vocalistas de todos los tiempos.
La lista de 100 vocalistas ya está cerrada y ha sido elaborada a raíz de la opinión de músicos en activo, entre los cuales se encuentran gente como Alice Cooper, Springsteen, Iggy Pop, Jackson Browne, etc. Éstos son los 10 primeros puestos:
1 | Aretha Franklin
2 | Ray Charles
3 | Elvis Presley
4 | Sam Cooke
5 | John Lennon
6 | Marvin Gaye
7 | Bob Dylan
8 | Otis Redding
9 | Stevie Wonder
10 | James Brown
Pero lo que me ha llamado más la atención y entretiene más es la lista hecha a mano que distintos músicos han hecho, y que se puede consultar a modo de galería.
Por ejemplo, el amigo Keith Richards se incluye entre los mejores 20 vocalistas, aunque eso sí se pone en el último puesto. Bruce Springsteen vota en el primer puesto a Ray Charles y deja a su querido Roy Orbison en el puesto 10 entre Van Morrison y Johnny Rotten. Sin embargo, la lista más de vieja escuela es la de BB. King. La de Courtney Love muestra sin duda su alterada personalidad. Iggy Pop mete a Lennon y McCartney en el podio aunque reserva el primero a Elvis Presley. Y bastante estúpida es la lista de Maynard James Keenan de TOOL. Tal vez esté de broma, quién sabe. Y me gustado mucho la de Alice Cooper que incluye a Levon Helm de The Band y Frank Valli de The Four Seasons, de los que hablaremos por esta ruta.
En fin, esto de las listas sigue funcionando para los medios y sigue sin convencer a nadie. Cambian, cambian, pero sí es cierto que ese primer puesto es difícil que se lo arrebaten a la señora Aretha Franklin, que suele estar ahí arriba en casi todas.


Neil Young, columnista y huracán

Por: | 20 de noviembre de 2008

Me pasa un compañero de la redacción este enlace donde Neil Young escribe una columna sobre la importancia de concienciarse sobre el cambio climático y el uso de los coches con motores eléctricos. Es curioso ver al tío Young en esta tesitura, la verdad.
En la columna, el músico canadiense habla de su Linc-Volt, su última cruzada al más estilo Young. A través de lo que ha bautizado como Linc-Volt, el caballo loco ha conseguido lo que hasta ahora era impensable: hacer convivir en una misma frase los conceptos de coche antiguo y medio ambiente.
Linc-Volt es en realidad un Lincoln Continental de 1959, de la colección personal del músico, pero con un motor eléctrico. Lo de Linc viene por el nombre de este modelo que, aparte de su belleza clásica, se caracteriza por su enorme tamaño, su sangrante consumo y su gran capacidad para degradar el medio ambiente.

Mientras que la parte de Volt llega en referencia al nuevo voltaje que usa el automóvil, un motor eléctrico que sustituye al viejo de gasolina. Tan curiosa combinación sólo tiene un objetivo: concienciar a EE UU y el resto del mundo sobre el cambio climático.
Lin-Volt es además el protagonista de un documental grabado por Young. Desde su rancho, situado a las afueras de San Francisco, el músico atravesó el año pasado antes de su gira y durante días buena parte de la geografía estadounidense al volante de su Lincoln de 1959. Con las cámaras grabando, condujo dirección a Kansas, hasta un laboratorio donde cambió el motor de gasolina por uno eléctrico. Por el camino, se paró en gasolineras y recogió a varias personas a las que entrevistó y preguntó sobre el cambio climático y la viabilidad de los coches eléctricos. Y ahora se encuentra grabando la segunda parte del documental para demostrar la necesidad de tomar medidas contra el cambio climático.
Neil Young ha sido siempre un ferviente coleccionista de vehículos de época. Una afición que durante años le ha llevado a adquirir modelos clásicos, como un Chrysler de 1951 o un Cadillac de 1956, con los que recorrer las interminables carreteras norteamericanas. En una ocasión aseguró que hizo de su viejo Pontiac su propia casa.
El comienzo de su propia historia nace en un coche. Neil Young ha contado alguna vez que a la edad de 20 años condujo su Pontiac familiar más de 3.000 kilómetros busca de la gloria musical desde su pueblo de Canadá hasta Los Ángeles. Corría el año 1966 y ahora los tiempos han cambiado. Aquel chaval es hoy uno de los músicos más fascinantes y combatientes que recorren la ruta norteamericana y en el mundo se hacen necesarias soluciones para hacer frente a los problemas medioambientales. Young, siempre como un huracán.


Folk desgarrador con Two Gallants

Por: | 17 de noviembre de 2008

El año pasado por estas fechas pude entrevistar para la revista Ruta 66 a uno de los componentes de Two Gallants, el serio y escueto Adam Stephens. Un chico de apenas 26 años que parece astrofísico, ratón de biblioteca, con su gesto imperturbable, como conocedor de una fórmula del universo inexplicable y que apenas suelta más de cinco palabras seguidas. Sin embargo, recuerdo que disfruté bastante de la entrevista antes de una prueba de sonido. Me contó cómo empezaron tocando en esquinas de San Francisco y del rechazo visceral que tiene al movimiento hippy y todo lo que se relacione a eso. Me pareció, por encima de todo, un tipo descreído por naturaleza y muy suyo por defecto.
Estos días he vuelto a sus discos, y bastante de esa sensación que desprendía Stephens se esconde en sus composiciones. Inquietante desarrollo, absorbente personalidad y un ritmo interno roto pero único. El último largo que lleva el título de la banda es un ejemplo de esto. Stephens aseguró que tal título era una sencilla y buscada vuelta a los orígenes, pero se puede interpretar ese deseo como una reivindicación, aún más, del desgarrador folk eléctrico que ha dado a conocer a este tremendo dúo californiano. Folk pero remojado de rock, blues, country, punk y hasta garage. Es una mezcla variada y casi siempre sugestiva. Más que nada porque hay algo näif en estos dos chicos que les hace especiales.
Sólo basta escuchar <<Ribbons round my tongue>>, una balada bastarda donde la armónica a la vieja escuela da paso a los versos trágicos salidos de la voz vagabunda de Stephens y acompañados por la de su compañero, Tyson Vogel. O, si se prefiere, <<The hand that held me>>, un blues con golpes de batería contundentes que en el mismo paquete pone los pelos de punta. Es como si hubiesen salido de una vieja cassette recién descubierta en manos de un adolescente con ganas de comerse la vida a bocados.
Las otras siete composiciones tienen la misma fuerza para noquear, con su crueldad folkie de dientes afilados en <<Trembling of the rose>>, su country punk a lo Violent Femmes en <<The Dealer>> o esos campanazos de batería llamando a la desesperada en <<Reflections of the Marionette>>. Una potencia que les puede situar definitivamente un peldaño por encima de otras tantas bandas estadounidenses.

<<Reflections of the Marionette>>


Fleshtones, embajadores del super rock

Por: | 12 de noviembre de 2008

Hay veces que lo que uno necesita es sólo rock'n'roll, como cantan The Rolling Stones. Si vienen mal dadas, buscas tu dosis de rock, a secas. Bruce Springsteen dijo una vez que, cuando era joven y parecía que le iba a estallar la cabeza por los problemas, se subía al coche y ponía la radio a tope mientras el rock se abría paso ante sus pensamientos. Le ayudaba a relajarse.
Un veterano crítico musical, buen amigo, que sigue siendo embajador, pese a cómo están los tiempos, del sexo, drogas y rock’n’roll, me ofreció una de mis primeras enseñanzas musicales cuando todavía este escribiente era imberbe. Para hacer buen rock, del de toda la vida, basta sólo con tres tíos en un sótano. Que no se te olvide. Y me regaló mi primer disco de The Fleshtones, que por otro lado no son tres pero representan como nadie, a pesar de los cambios de formación en más de tres décadas, el espíritu más gamberro del Rock, en mayúsculas y articulado con músculos, huesos, sudor y descaro.
Perfecta muestra de lo que The Fleshtones llaman Super Rock es, de nuevo, su último trabajo, Take A Good Look, con el que meten una patada en los mismísimos a la moda del revival por bandas que se quedan a medio camino o se pierden sin más. El grupo neoyorquino son leyenda viva. Tocaban en el legendario CBGB’s cuando Kurt Cobain calzaba pañales (debutaron en 1976 junto a The Ramones, Blondie y Johnny Thunders entre otros) y, desde entonces, sus pequeños himnos festivos de garage primigenio, surf o rockabilly pasado de tuerca no han hecho más que reivindicarse en el ostracismo. Encima, desde la entrada del siglo XXI, viven una segunda juventud.
Los riffs trepidantes de <<Shiney Hiney>> o <<Never Grew Up>> la batería nerviosa de <<Back To School>>; o el órgano incendiario de <<Jet Set Fleshtones>> corren por todo el cuerpo con el empujón definitivo de las armónicas, las palmas y las letras efectivas en la distancia corta. Además, los títulos de las composiciones hablan por sí solos. Al final, poco más de media hora, un trayecto cualquiera en metro, o la mitad de un atasco en la carretera, para 12 temas de rock sin miramientos. Por el que merece la pena brindar o utilizar analgésico, según se necesite.
04 - back to school

Creedence, el gran sueño americano

Por: | 11 de noviembre de 2008

Este año se conmemora el 40 aniversario de la publicación del primer álbum de Creedence Clearwater Revival y esta ruta musical ha decidido celebrarlo como se merece. Pocas bandas pueden llegar tan certeramente al corazón con su sonido pantanoso y vivaz, sus composiciones mágicas como sacadas de una historia de Mark Twain. La industria, hábil como siempre en esto de sacar los cuartos, ha reeditado todos los discos (imprescindibles) de la banda de los hermanos Fogerty con remasterizaciones y bonus. Buena oportunidad para coleccionistas y, más aún, para todos aquéllos que no tengan sus álbumes y quieran adentrarse en la fantástica obra de la Creedence.
La Ruta Norteamericana ha hecho un parón en el camino. La sección "Parada para repostar" está de enhorabuena y cuenta con la colaboración de un maestro de este escribiente, uno de los mejores periodistas musicales que conoce en este país. Sin pedir nada a cambio y con una prontitud pasmosa, Alberto Bravo pone su sabiduría y su criterio al servicio de este recorrido sonoro para hablarnos de la Creedence Clearwater Revival. Nos recuerda de dónde venían y qué hicieron. Un orgullo contar con su firma. Y un placer disfrutar de su texto.
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Eran un grupo de rednecks, chicos que crecieron en un ajado pueblo californiano llamado El Cerrito, tipos que vestían con camisas de franela a cuadros y cuyos rostros distaban mucho del ideal que manejaban las compañías para firmar contratos. Formaron una banda llamada Creedence Clearwater Revival y conquistaron el mundo con seis discos antológicos y un buen puñado de clásicos que todavía hoy siguen sonando irresistibles. Porque nadie puede llorar escuchando una canción de la Creedence en el coche.
La historia comienza cuando John Fogerty, Doug Clifford y Stu Cook, todos ellos de la promoción del 45, coinciden en la escuela de secundaria y comienzan a hablar de viejos discos de blues y country. Es el año 1965 y la radio escupe el <<Like a rolling Stone>> de Dylan, el <<Mr. Tambourine man>> de los Byrds, el <<Nowhere man>> de los Beatles, el <<Off the hook>> de los Stones… Son días dorados para la música, que acaba de perder la inocencia, y la juventud estadounidense se siente con el poder suficiente como para cambiar el mundo.
Los chicos de la Creedence, que por entonces se hacen llamar The Blue Velvets, tienen unos ideales más “terrenales”: sólo quieren tocar cosas pegadas a la tradición americana, un estilo rural, aunque algo sofisticado. Más ecléctico, si se quiere, puesto que John Fogerty es un enamorado del soul. Así que comienzan tocando en la escuela, en fiestas privadas y demás. Hasta aquí todo es muy normal.
Pero es que John tiene algo especial. No se sabe qué es. Quizá sea su voz chirriante, su capacidad melódica, esa forma de tocar la guitarra… Tom Fogerty, su hermano y guitarra rítmica, sabía muy bien qué convertía a la banda en algo singular: “John tenía el sonido”. Así que el grupo consigue meterse en el estudio para grabar algunas cosas, bajo el ridículo nombre de The Golliwogs. Nada importante. Y todo se interrumpe cuando John y Stu son reclamados por el ejército.
En 1967, John persevera en mantener unida a la banda y consigue un contrato para grabar un disco, ya como la Creedence Clearwater Revival, que coincide con el título de su primer disco. Los dos mejores temas del álbum son sendas versiones de dos oscuros clásicos del blues. El primero es <<Suzie Q>>, gloriosa, donde ya se definen los preceptos básicos del “sonido Fogerty”, con esos registros agudos, ese pellizco doloroso de guitarra y una sección rítmica que impone la marcha de un tren de mercancías. La otra versión corresponde a <<I put a spell on you>>, de Screamin’ Jay Hawkins, una oscurísima historia de vudú y una melodía tocada en acordes menores que ponen los pelos punta.
La Creedence comienza a hacerse muy popular en toda la Bahía de San Francisco –son tiempos en los que la radio tenía jerarquía- y John impone un duro calendario a sus compañeros, con conciertos y ensayos constantes. Comienza el viaje hacia algo importante y la segunda parada es Bayou Country, de 1968. El álbum se abre con <<Proud Mary>>, una de las canciones más brutales de la historia del rock and roll. John alcanza la inmortalidad con este tema, mil veces versioneado en la historia de la música. Aquí está el blues de Chess, el soul de Motown, el “riff” de Keith Richards, el “folk-rock” cadencioso de Dylan… Pero es puro Fogerty. El álbum también incluye <<Born in the bayou>>, otro clásico temprano de la Creedence.
Aquellos dos éxitos le dieron a Fogerty la suficiente confianza como para ponerse a escribir sin parar. Al tiempo, ya comenzaba a dominar los secretos del trabajo en estudio y no dudaba en experimentar. Porque uno de los secretos de la Creedence –pocas veces reconocido- es su perfecto dominio en el manejo de las pistas. John doblaba voces y guitarras como nadie. Conseguía que las canciones sonaran directas, pero detrás de unos simples acordes solían estar hasta cuatro guitarras diferentes.
En marzo de 1969 apareció Green river, que incluía <<Bad moon rising>>, la lisérgica canción que se publicó como single de adelanto. La cara B de este single incluía otra obra maestra, <<Lodi>>, que habla de las dificultades que tienen las bandas locales para sobrevivir en una noche de perros, con ese ritmo de “country-rock” a la manera de Fogerty. Green river era un álbum sensacional, más completo que los anteriores. Y también más variado. Por ejemplo, esa deconstrucción del “rock-a-billy” que era <<Commotion>>. O esa preciosa balada soul que es <<Wrote a song for everyone>>. O el “bluesazo” de <<Tombstone Shadow>>, con Fogerty arrastrando una sola cuerda de su guitarra para provocar mil sentimientos emotivos.
Poco después, aterrizan en Woodstock con mil ilusiones que se frustran por “cortesía” de los Grateful Dead. La banda de Jerry Garcia comienza una jam que se prolonga hasta las tres de la madrugada. Para entonces, la concurrencia estaba dormida, colocada o ambas cosas. Y la Creedence actúa ante la indiferencia general. John pide a los productores que supriman su actuación de la película. Una medida juiciosa, pues para una banda que está despegando no es una buena publicidad actuar ante nadie.
Tras aquella decepción, Fogerty añade una marcha más al viaje de la Creedence con la publicación de Willy and the poor boys, otro clásico. Fogerty sigue acertando con cada tecla que pulsa. Ya sea la juguetona <<Down in the corner>> o en la campestre <<Cotton fields>>, con saludos a Brian Wilson. Pero la canción que te parte el alma de verdad es <<Fortunate son>>, un descarnado alegato pacifista que se convierte en una obra de arte en la garganta de Fogerty, quien canta como si la vida le fuera en ello. Una de las mejores canciones de la historia de la música, una de las razones que explican por qué nos gusta tanto esto del rock and roll.
La máquina de éxitos sigue funcionando y la banda publica en 1970 otro fantástico single, que se abre con <<Travelin’ Band>>, otra canción mil veces versioneada. Tres acordes clásicos de rock and roll, un ritmo trepidante y el chorro de voz de Fogerty, mientras el saxo va acentuando cada nota. Y la cara B pertenece a otra canción mayor, <<Who’ll stop the rain>>, con esos redobles a mitad de canción que te dejan helado.
Tras una exitosa gira europea, la banda vuelve al estudio para registrar otra obra cumbre de aquellos tiempos, de estos tiempos, que se llama Cosmos Factory. Allí está ese baladón que es <<Lookin’ out my back door>>, donde Fogerty se pone el disfraz de James Brown y el sombrero de Van Morrison para cantar otra pieza fundamental de la banda. Se añaden la gran jam de <<Run through the jungle>>, con esa batería tan tribal, y <<Up around the bend>>, entre otras grandes canciones. La Creedence acaba de firmar un álbum histórico, otro más.

Pero aunque la música era luminosa, la realidad es que aquellas sesiones estuvieron marcadas por las tensiones entre los miembros de la banda. John había capitalizado toda la marcha del grupo, desde el aspecto puramente musical hasta el calendario de promociones y compromisos. Parecía John Fogerty & The Creedence Clearwater Revival. Y es que así era, para qué engañarnos: John era un genio y sus acompañantes eran grandes instrumentistas, nada más y nada menos que eso.

<<Proud Mary>>

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Texto: Alberto Bravo, redactor del diario La Razón.

El personaje de Lou Reed

Por: | 09 de noviembre de 2008

A raíz del nuevo libro sobre The Velvet Underground que se comentó la semana pasada, recomiendo la lectura de la entrevista-reflexiones que Diego A. Manrique tiene con el siempre impredecible Lou Reed en el suplemento dominical El País Semanal. (En serio, si tenéis tiempo, leeros tranquilamente la entrevista completa).
Del músico neoyorquino y su vida de máscaras se ha escrito mucho, y creo que no hay mejor biografía que Las transformaciones de Lou Reed, escrita por Victor Bockris. Dulzura y crueldad de un hombre que sufrió tratamientos de electrochoque cuando era un adolescente y fue fiel agitador artístico y prototipo de figura del escándalo desde entonces.
Una biografía que, como toda su obra, no deja indiferente, al igual que sus declaraciones. Así que reproduzco algunas de las citas que más he disfrutado, y que creo que ilustran perfectamente al personaje. Y la pregunta es: ¿realmente es Lou Reed así o juega a ser Lou Reed?
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"Siempre dije que intentaba aportar una sensibilidad literaria al rock and roll, pero nadie me entendía. Todavía no estoy seguro de que me entiendan".
Seamos fantasiosos. ¿Se imagina como candidato al Premio Nobel de Literatura? [Mirada de incredulidad]. ¿La pregunta es si lo veo posible? No, Bob Dylan ya cubre la cuota de candidatos en el apartado de cantantes-compositores judíos. ¿Si me lo merezco? Creo que tengo obra suficiente.
"No quiero reforzar ese tópico de que soy un tipo antipático que se pelea con los periodistas"
¿No le gustaban The Doors? Eran basura de Los Ángeles, basura pretenciosa. Y Morrison, un gilipollas.
¿No cree que, al igual que usted con The Velvet Underground, Morrison rompió los esquemas de lo que se podía cantar en el rock? No hacía más que reciclar letras del blues. Iba de dios sexual y no habría resistido una noche en la Factory.
¿Cree que la industria discográfica estadounidense ha entendido quién era realmente Lou Reed? [Sarcástico] No me gusta hablar mal de los muertos. La industria del disco está muerta.
<<Rock'n'Roll>> Lou Reed - 1974


El `feed back´ de Velvet Underground

Por: | 06 de noviembre de 2008

Una de las mayores conmociones musicales de mi vida fue escuchar <<Heroin>>. Apenas adentrándome en los senderos del rock, compré el primer disco de la Velvet Underground (el del famoso plátano de Andy Warhol) porque había leído ya un par de veces cosas grandilocuentes de él y muy concretamente de este tema. Cuando lo tuve en mis manos, el cuerpo me pidió pinchar directamente <<Heroin>>. Me quedé petrificado en la silla. La segunda escucha fue igual de impactante. El disco, en sí, se ha convertido en un clásico tan excelente que, si se quemará mi casa mañana mismo y tuviese que salvar cinco álbumes en el último momento, me lo llevaría sin pensarlo.
Desde aquella escucha, The Velvet Underground es una de mis grandes bandas de cabecera. No puedo por menos que recomendar, por tanto, el libro que Ignacio Julià, uno de los grandes críticos musicales de este país y fundador de la revista Ruta 66, ha escrito sobre la historia de la banda.
Feed-Back/The Velvet Underground: legend, truth, que está escrito en inglés, es una selección de entrevistas y artículos que traza una cronología de la banda y sus componentes desde su fundación en 1965 hasta el presente. Incluye la versión original, revisada y ampliada, del libro de 1986 Feed Back—basado en la más extensa entrevista concedida por el desaparecido guitarrista Sterling Morrison— y triplica su extensión en una edición de lujo que abunda en fotografías raras y memoralia, además de entrevistas exclusivas realizadas a lo largo de los años con Lou Reed, John Cale, Maureen Tucker, Doug Yule y Nico.
Si el inglés no es una barrera, este libro es un interesante documento para valorar el legado de esta formación incomprendida en el Nueva York de finales de los sesenta y en el Estados Unidos del flower power, capaz de ofrecer una propuesta sonora absorbente, paradigma de la contracultura pop, underground por excelencia que acaba con cualquier atisbo de inocencia. También arroja luz sobre la lucha de egos entre Lou Reed y John Cale. Y espero que algún día hablemos en esta ruta de Nico, a mi juicio denostada injustamente por el ogro que lleva Lou Reed dentro. Sin embargo, juntos parieron un espectro de composiciones irrepetible, bello y radical.
<<Heroin>>, un brillante golpe en el estómago. Cierra los ojos y retuércete de gusto.


PD. La revista Ruta 66 estrena portal web con posibilidad de recuperar artículos de números pasados.

Yes, he can

Por: | 04 de noviembre de 2008

Después de ocho años nefastos de George W. Bush y sus neocons desde Cheney a Rumsfeld, Estados Unidos suena diferente. El país por el que viaja esta ruta sonora ha cruzado una frontera histórica. El cambio se ha producido.


El País

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