La Ruta Norteamericana

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Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.

Sobre el autor

Fernando Navarro

. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

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Martha. Música para el recuerdo

“Un accidente de tráfico y sus consecuencias despiertan en Javi, un periodista inmerso en la crisis del sector, un torrente de recuerdos y sensaciones que le conducen a su juventud, a esos veranos en el pueblo con sus amigos, al descubrimiento del amor y de esas canciones que te marcan de por vida. Un canto al rock, a la amistad, a la integridad ética y al amor puro”


Fernando Navarro

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana.

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana repasa el siglo XX estadounidense a través de las historias de más de treinta artistas, claves en el nacimiento y desarrollo de los estilos básicos de la música popular. Un documento que tiene en cuenta a músicos esenciales, que dejaron un legado inmortal sin importar el éxito ni el aplauso fácil.

La apasionante historia de Chess Records

Por: | 24 de febrero de 2009


Ya se ha estrenado Cadillac records, una película que narra la historia del sello Chess, uno de los grandes pilares de la historia de la música popular estadounidense y una de las grandes influencia de la cultura pop afroamericana. La bibliografía en relación a esta discográfica y las andanzas y desventuras de Leonard Chess, fundador de la mítica discográfica, es rica y abundante. Por eso, ahora será interesante ver cómo afronta y resume la película este episodio tan trascendental y repleto de personajes como éste.
Me limito a recuperar parte del interesante texto que Diego A. Manrique escribió para El País Semanal, titulado El ritmo de Chicago.
“Muddy Waters, de nombre verdadero McKinley Morganfield, fue la sólida piedra sobre la que se construyó Chess Records. Campesino de Misisipi, el folclorista Alan Lomax le grabó en una plantación y, una vez que se escuchó en el fonógrafo, decidió que prefería ganarse la vida cantando. Instalado en Chicago, advirtió que las tabernas del South Side eran demasiado ruidosas. Se pasó a la guitarra eléctrica y formó un grupo contundente, por donde pasaron futuras estrellas como Jimmy Rodgers, Little Walter, Otis Spann, James Cotton. Cuando viajaron por vez primera a Inglaterra, aterraron al público con su imperiosa música lúbrica.
Y no habían visto nada. Detrás vino otro labrador de Misisipi, Chester Burnett, alias Howlin' Wolf, una montaña de hombre que parecía tener apetitos ilimitados y que traía ecos del Sur profundo. Lo de Lobo Aullador resultaba un apodo perfecto: cuando se oye al Tom Waits más intenso, ahí está la sombra de Chester. Intensamente competitivo, le robaba músicos a Muddy Waters y no le impresionó hallarse en 1971 grabando The London sessions con la aristocracia del rock británico, desde Eric Clapton hasta Ringo Starr.
A mediados de los cincuenta, Chess Records era un imán para los músicos negros más ambiciosos. Por recomendación de Muddy Waters, allí se presentó Chuck Berry. Pertenecía a otra generación: nacido en Saint Louis, había pasado por un reformatorio, tenía un oficio (peluquero), sabía leer y escribir. Estaba lo suficientemente integrado en el estilo de vida estadounidense para poder escribir irresistibles odas a las autopistas, al instituto, a los amores juveniles, al mismo país (Back in the USA). Sin pretenderlo, desarrolló la temática esencial del rock and roll y creó himnos al nuevo estilo, de <<Roll over Beethoven>> a <<Rock and roll music>>, sobre unas estructuras esbeltas e impetuosas.
Con Berry se poetizaba la existencia de los teenagers. En Chess, su única competencia por el mercado juvenil era la de Bo Diddley. Otro nativo de Misisipi, sus ritmos ofrecía un show llamativo: tocaba una guitarra rectangular y contaba con una dama llamada La Duquesa entre sus acompañantes. No tuvo grandes éxitos entre el público blanco, pero el ritmo que lleva su nombre -con resonancias tribales- se infiltró en el rock y allí se ha quedado”. (Leer más)
También es interesante lo que escribió Iñigo López Palacios en el suplemento EP3, donde recuerda al sello de Chicago y al mismo tiempo la relevancia de Motown. Ambos dieron forma e ímpetu a la cultura musical afroamericana a nivel mundial. Pero me quedo con un extracto del texto en relación a Chess Records y su influencia.
"En Chicago, un joven judío llamado Leonard Chess recorría los bares de blues firmando contratos en la trasera de su Cadillac. El gran salto se produce cuando conoce a Muddy Waters. Entre el ambicioso Leonard y el sibarita bluesman negro salta la chispa y juntos sientan las bases del blues eléctrico. Son los cimientos del rock’n’roll que cuajarían con Chuck Berry. Chess fue la pionera del crossover: la idea era crear música que pudiera interesar al público blanco. Pero no siempre funcionó. Los artistas del sello eran demasiado duros, demasiado crudos como para que el gran público no percibiera la carga sexual que su música conllevaba. Sin embargo, al otro lado del atlántico, en el Reino Unido, los discos de Chess causaban sensación entre los músicos jóvenes. Un ejemplo: The Rolling Stones sacaron su nombre del <<Rolling Stone’blues>> de Muddy Waters”. (Leer más)
Y para rematar insto a dedicar parte del tiempo a saborear la entrevista que se recoge en el imprescindible blog Música de raíces. Su autor, Salvi, nos brinda una entrevista con Mashall Chess donde se ofrecen anécdotas como la siguiente:
"Te contaré una anécdota divertida. La primera vez que me encontré con Muddy Waters –que es uno de mis preferidos–, yo estaba en el patio de mi casa –debería tener unos 11 años, en 1953–. Un gran Cadillac negro se paró en frente. Cuando ese tío se bajó del Cadillac me quedé de una pieza, vaya tío más loco! Llevaba un traje de color verde de lo más chillón que te puedas imaginar, como fosforescente; y unos zapatos hechos de piel de vaca, blancos y negros. Llevaba un tupé de palmo y medio, al estilo de Elvis, que más bien parecía un casco. Nunca había visto a nadie con un aspecto tan extravagante. Se acercó a mí y me dijo: "Soy Muddy Waters", incluso el nombre me dejó pasmado. Para mí fue como si un nave de otro mundo hubiese aterrizado delante mío. En realidad todos los primeros artistas de la Chess eran así de excéntricos". (Leer más)
Qué más se puede decir. Tan sólo ahora queda pinchar algo de música.

Nina Simone, musa y genio

Por: | 23 de febrero de 2009

Cinco años después de su muerte, Nina Simone todavía brilla con luz propia como una artista irrepetible que demostró que la genialidad era su único género. No es de extrañar, por tanto, que un músico del poder interpretativo como Antony no se canse de decir que esta artista ha sido su mayor influencia.
Desde hace unas semanas, está en las tiendas To Be Free: The Nina Simone story (Sony-BMG). Y es una gran noticia. Se trata de la última antología de la musa, que reúne en 51 cortes lo mejor de su cancionero desde que debutó en 1957 hasta su último trabajo en 1993, mezcla grandes clásicos (<<Mood Indigo>>, <<My Baby Just Cares For Me>>, <<Mississippi Goddam>>) con material nuevo descubierto en los archivos de RCA y Colpix.
De esto último, se encuentra una versión en vivo del tema de Leonard Cohen, <<Suzanne>>, y otra del de Richie Havens, <<No Opportunity Necessary, No Experience Needed>>, ambas pistas bajo una hipnótica percusión. También hay una grabación inédita, Tanywey, perteneciente a las sesiones de Here Comes The Sun, y una toma alternativa y maravillosa en su ritmo soul desenfadado de <<Ain’t Got No-I Got Life>>. Además esta edición está muy cuidada con fotografías familiares y comentarios de su biógrafo, David Nathan.
Para este escribiente, Nina Simone representa el arte en estado puro. Más de una lágrima se me ha escapado cuando esta mujer abre su alma al resto del mundo con su música. Simone siempre hablaba de arte, nunca de entretenimiento.


Viaje a Memphis

Por: | 21 de febrero de 2009

La Ruta Norteamericana tiene el gustazo de viajar al corazón de la música. Pocas veces uno puede disfrutar de un recorrido tan apasionante y generoso como el que nos trae uno de los mejores periodistas musicales de este país, J.F. León, que por nada a cambio nos invita a subirnos a su coche y transitar la meca del rock. Las imágenes y el texto son del propio J.F. León, que hace de corresponsal. Aprovecho para recomendar su magnífico programa de radio en Onda Cero, Rock'n'Roll Animal. Pero antes suban y disfruten del paisaje.
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Si los musulmanes tienen la obligación de peregrinar al menos una vez en la vida a La Meca, los amantes del rock deberíamos hacer lo propio con Memphis, cuna de una buena parte de esos sonidos que nos mantienen jóvenes y que todavía consiguen que se nos ponga la carne de gallina de vez en cuando. Elvis catapultó el rock and roll a la fama desde allí; también en Memphis nació Aretha Franklyn y, en los estudios del sello Stax, Otis Redding grabó algunas de las mejores canciones de la historia del soul.
No importa que los hosteleros hayan convertido a Beale Street en una especie de Disneylandia del rock and roll y del blues, es imposible no sentir un cosquilleo en el estómago cuando avanzas por esa calle y va llegando a tus orejas la música que en ese mismo instante están interpretando decenas de bandas en cada uno de los locales que te rodean. Era imposible resistirse a la tentación y acabé entrando en el Rum Boogie Café, que está en la misma esquina de Beale con la 3rd St.
Una banda de veteranos músicos afroamericanos se dejaba la piel sobre un minúsculo escenario, rodeados de guitarras de celebridades que colgaban del techo. Mezclaban blues con soul, versiones de clásicos con otros temas mucho menos conocidos, bromeaban y reían mientras turistas del más diverso pelaje apuraban sus cervezas y observaban la pared tras la barra, cubierta por billetes de un dólar que los visitantes dejaban con la misma ilusión que el que lanza unas monedas a la Fontana de Trevi. Desgraciadamente llegué cuando el pase estaba acabando y había que esperar un buen rato hasta que volvieran a rasgar sus instrumentos. Pero no habían pasado ni dos minutos cuando en el local de al lado comenzó a atronar una banda de blues poderoso.
No lo dudé ni un solo instante y crucé la puerta que separaba ambos locales, no hacía falta ni salir a la calle. Allí estaba una de las mejores bandas de blues que había visto en mi vida, liderada por un guitarrista armado de una Telecaster y un cantante rechoncho con una garganta prodigiosa. ¿De dónde habían salido esos cuatro blancos que parecían poseídos por Howlin’ Wolf y Muddy Waters? Estaban bien curtidos y tocaban de memoria, sabían como ganarse al público para que fueran generosos a la hora de la propina, porque aseguraban que eso era lo único que iban a cobrar por tocar en ese bar cuyas paredes parecía que fueran a derrumbarse en cualquier momento. Les compré el compacto autoeditado que vendían y entonces supe que se llamaban Delta Highway y que ese colosal cantante se llamaba Brandon Santini. No sólo era un gran intérprete, además era el autor de todos los temas de su álbum, que por cierto, suena demasiado limpio y no es más que la sombra de lo que había presenciado esa noche mágica. Buceando en su MySpace he descubierto que su agenda está repleta de bolos y que están nominados en 2009 como “mejor nueva banda”, no me extraña.
Pasear por las calles de Memphis ya es una experiencia en sí misma y un auténtico gozo ir topándote con rincones, placas y estatuas que van narrando la historia del blues, rock’n’roll y soul y algunos de sus protagonistas, como Rufus Thomas, Memphis Slim o W.C. Handy, pero la verdadera peregrinación arranca avanzando por Beale St. hacia el río Mississippi: un poco más allá del B.B. King, en la acera izquierda encontrarás, un parquecito con una estatua de Elvis, fotografía obligada para inmortalizar tu paso por la ciudad.
Si tienes diez minutos más y no te importa pasear sigue por Beale y tuerce a la derecha en Main St., una calle muy bonita, con comercios, elegantes edificios, parques y un coqueto tranvía que la recorre de norte a sur. En Jefferson gira de nuevo hacia el río y seguro que podrás ver alguno de esos magníficos barcos que llevan un par de siglos recorriendo el cauce del Mississippi. Justo debajo de ese puente (recorrido por una especie de funicular) que te lleva a la Mud Island hay una oficina turística con otras dos soberbias estatuas de B.B. King y Elvis. Y si tienes hambre remata la faena bien cerca, con una hamburguesa de Huey’s (77 South Second St.), que autoproclaman como la mejor de la ciudad y probablemente estén en lo cierto.
Evidentemente, en Memphis hay una serie de visitas obligadas para cualquier fan del rock que se precie: Sun Records, Stax y Graceland, eso como mínimo. Con respecto a otras ciudades, el problema de Memphis es que el coche es prácticamente imprescindible si quieres moverte más allá del downtown, y te aseguro que Graceland está muy muy lejos. En el número 3717 del Elvis Presley Boulevard (¡cómo no!) luce majestuosa la mansión que El Rey compró mientras todavía estaba ascendiendo a la cima. Está rodeada de hoteles temáticos, ciertamente horteras pero entrañables, y de un complejo comercial que incluye una decena de tiendas, restaurantes, salas anexas de exposiciones y el “oficial” Heartbreak Hotel.
Sé previsor, porque la Elvis experience necesita de una mañana completa. Lo ideal es entrar a primera hora y así evitar colas insufribles antes de entrar en la que fue su morada y de la que sólo te dejan recorrer los lugares comunes en una encorsetada, aunque imprescindible, visita. No compres el billete más barato, por sólo unos pocos dólares más podrás ver varias exposiciones adicionales con sus coches, trajes y hasta entrar en sus dos aviones. Además te aseguro que prolongarás la visita vaciando la billetera en la compra de cualquier objeto que puedas imaginar relacionado con él. Entenderás porqué es el cadáver más rentable.

También obligada es la visita a Sun Records, ubicado en un entrañable edificio mucho más céntrico (706 Union Ave.). Es un museo mucho más modesto (¡y barato!) y no se necesita más de un par de horas, porque apenas hay colas, la visita (guiada y muy didáctica para los no iniciados) al estudio es rápida y las fotos de los alrededores tampoco requieren demasiado tiempo. Pero te aseguro que la sensación que tienes al penetrar en la cuna del rock and roll es indescriptible y no puedes evitar imaginarte a Elvis cruzando el umbral de esa puerta o cantando junto a Jerry Lee Lewis, Carl Perkins y Johnny Cash en esa informal reunión que se llamó del “millón de dólares”.
Para muchos no menos importante fue el papel de Stax en el mundo de la música, un sello discográfico pionero que fue clave a la hora de derribar esas barreras raciales que todavía imponían autoridades y sociedad en los sesenta y que permitió que vieran la luz las canciones de artistas tan importantes como Isaac Hayes, Sam & Dave, Booker T. & The MGs, Carla & Rufus Thomas y, por supuesto, Otis Redding. El teatro en el que se ubicó el sello (926 E. McLemore Ave.) fue fielmente reconstruido y ahora alberga un museo que explica el nacimiento del soul y repasa a conciencia la carrera de la discográfica y todos sus artistas, así como de otros titanes del soul: Aretha Franklyn, Ike & Tina Turner, Sam Cooke, James Brown, Ray Charles… Además puedes encontrar un mapa que ubica donde nacieron y/o vivieron la mayoría de esos artistas. Imprescindible y emocionante, te lo aseguro.
Si se dispone de algo más de tiempo también es recomendable la visita al impresionante Museo de los Derechos Civiles, a cinco minutos del centro y levantado donde se ubicaba el Lorraine Hotel (450 Mulberry St.), habitual centro de reunión para los músicos de la Stax y lugar donde Martin Luther King fue trágicamente asesinado. Su visita es un escalofriante recorrido por la historia de la esclavitud y posterior liberación de la comunidad afroamericana. Incluye la reconstrucción al detalle del asesinato del reverendo y las pruebas de que en esa conspiración pudo haber mucha gente importante implicada.
Otros puntos de posible interés son el FedEx Forum (donde juegan los Memphis Grizzlies de Marc Gasol), la factoría de guitarras Gibson y el Rock’n’Soul Museum, situados todos en el cruce de la South 3rd St. y Linden Ave, en el mismo downtown.
¿Nos veremos pronto en Nashville?
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Texto: J.F. León, colaborador de Carlos Herrera en Herrera en la Onda (Onda Cero), el blog del mismo. Es el autor del programa de radio en la web de Onda Cero: Rock’n’Roll Animal. También colaborador habitual de Ruta 66.
Y la música del viaje podría ser perfectamente la siguiente:


Lucinda Williams, sinónimo de grandeza

Por: | 19 de febrero de 2009

Por diferentes cuestiones, he tardado más tiempo del que me hubiese gustado en detenerme en una parada que considero imprescindible en esta ruta. Pocos nombres me producen tanta emoción y respeto como el de Lucinda Williams, que desde finales de octubre tiene a la venta su último disco, Little Honey (Lost Highway/Universal).
Lucinda Williams pertenece a la vieja escuela. En Estados Unidos, se la conoce como la reina del rock de raíces tras más de veinte años de carrera. No es para menos cuando en su mochila guarda trabajos tan arrebatadores como Sweet Old World, Car Wheels On A Gravel Road o Essence, verdaderos cruces de caminos entre el country y blues de la herencia de Hank Williams y el folk-rock más descarado de Dylan.
Objeto de adoración por críticos y músicos, cantautora de carreteras sin destino y paisajes impresionistas, su perfume de California huele al de los clásicos. Tiene un tremendo talento, pero sobre todo tiene carisma, esa rara cualidad por la que matarían el 90% de los músicos de hoy en día. Su obra huye de la pomposidad debido a un temperamento rock que busca otros derroteros, los del arte de lo sencillo y lo humano. He tenido la suerte de ir a dos conciertos suyos en EE UU. Y han sido experiencias religiosas. No puede ser de otra forma con esta mujer y los escenarios donde se dieron. Uno de ellos fue en pleno Central Park, dentro de los festivales de verano. El otro en el Radio City Hall. De este último escribí crónica en la revista digital Efe Eme.
Su anterior disco, West, fue para este escribiente una de las grandes obras de los últimos años. Un álbum, que como los anteriores, ofrecía sentimiento a borbotones, donde el talento y la sensibilidad estaban a prueba de yugos comerciales y estilísticos. Ahora, con Little Honey, creo que esta mujer mantiene más que dignamente el tipo. Tal vez un peldaño por debajo de sus trabajos cumbres, en Little Honey aún se ve ese carisma en el nervio feroz de <<Honey Bee>> y <<Real Love>>, en el blues blanco de <<Tears Of Joy>> o en el bluegrass <<Well, Well, Well>>. Incluso se atreve a llevar a su terreno un tema de AC/DC, <<It’s A Long Way To The Top>>. Asimismo cuenta con cameos de Elvis Costello o Matthew Sweet y la maravillosa y fiel guitarra de Doug Pettibone, un grande en la sombra.
Su figura es la de una mujer frágil propia de un cuadro de Edward Hooper pero con una personalidad cegadora. Es viernes. Así que ración doble para el fin de semana, en el lado más salvaje de esta mujer. Suenan: <<Real Love>> y <<Honey Bee>>



El preciosismo de Susan Tedeschi

Por: | 16 de febrero de 2009

Ando este día metido de lleno en la escucha de dos discos delicados y maravillosos como son el de Susan Tedeschi, Back to the River, y la británica Laura Marling, Alas I Cannot Swim. Dos álbumes que son como las musas que los interpretan: preciosistas.
Recomiendo el interesantísimo blog de Roberto Condado, Roll Babe, donde las voces femeninas son las protagonistas. En este espacio, se habla tanto de Tedeschi y Marling, y a poco que bucees puedes encontrar nuevos nombres a apuntar en tu libreta.
Me detengo en el excelente álbum de Susan Tedeschi. Back to the River, publicado en 2008, pasó desapercibido para esta ruta norteamericana pero no se puede dejar escapar si se gusta de sonidos folk, bañados en gospel y soul blanco, abundantes de sentimiento y con cuidados y sencillos arreglos.
Esta chica, poco a poco, ha ido haciendose un nombre entre los propios músicos, que la respetan y no tienen problemas en grabar con ella. De hecho, en este álbum colaboran dos grandes como Tony Joe White y Gary Louris (Jayhawks), además de su marido, Derek Trucks (Allman Brothers). Antes, Tedeschi realizó giras por Estados Unidos y fue telonera, entre otros, de John Mellencamp, B. B. King, Buddy Guy, Taj Mahal o Bob Dylan.
Como dice el autor de Roll Babe: “Quien no se emocione con esa voz... debería hacérselo mirar”.


Adiós a Estelle, de las mágicas Ronettes

Por: | 14 de febrero de 2009

Siguen llegando las malas noticias de muertes y esta vez da en un grupo que adoro de manera especial. Es muy tarde y mañana toca madrugar cuando leo en Sonic Wave Magazine que la vocalista y fundadora del trío vocal The Ronettes, Estelle Bennett, ha sido encontrada muerta en su casa de Nueva Jersey. Aunque se desconocen las causas del fallecimiento, Estelle, de 67 años, padeció anorexia y esquizofrenia durante años.
Estelle era la hermana de Veronica Bennett, que luego tomó el nombre de Ronnie y más tarde y para siempre fue conocida artísticamente como Ronnie Spector tras casarse en 1968 con Phil Spector del que se terminó divorciando. La otra Ronette era prima de ambas y respondía al nombre de Nedra Talley.
Una triste perdida la de Estelle (la primera por la derecha en la fotografía). The Ronettes fueron tal vez el mejor grupo de chicas de la edad dorada de la música negra, tal vez fue el más apasionante girl group. Ellas fueron el laboratorio de ideas de Phil Spector donde su muro de sonido se enlazó con las dulces y absorbentes melodías y voces de las chicas del Harlem español. Inspiradas en la tradición doo wop del área negra neoyorkina, Spector supo sacar de ellas lo mejor y dar rienda suelta a sus voces en ese R&B emotivo y visceral.
<<Be My Baby>> (curiosamente sólo Ronnie canta en este tema en la versión en estudio que hizo que por primera vez Spector utilizase una orquesta al completo) sirvió para colocar a The Ronettes en lo más alto de las listas, pero nunca fueron tan famosas y perfectas como The Supremes. Tenían otro tipo de alas.


Es una tensión emocional más carnosa, menos reluciente, abrumadora por su exuberancia. Se puede disfrutar en este <<Baby, I love you>>, que les llevó de gira a Reino Unido con los Rolling Stones y sí contaba con la voz de Estelle. Adiós Ronette.

Regresa Allen Toussaint, el maestro de Nueva Orleans

Por: | 10 de febrero de 2009

Esta ruta celebra la noticia que recoge No Depression (ahora ya convertida en revista digital) en la que dice que Allen Toussaint va a sacar nuevo disco en solitario. El trabajo está ya titulado como The Bright Mississippi y Toussaint interpreta canciones de Sidney Bechet, Jelly Roll Morton, Django Reinhardt, Thelonious Monk, Duke Ellington, y Billy Strayhorn.
Cantante, pianista, arreglista y compositor, Toussaint es símbolo del sonido Nueva Orleans, uno de esos largos puentes entre la cultura blanca y negra estadounidenses, en ese intercambio de ideas y sentimientos mediante los sonidos embriagadores del funk, soul, gospel y R&B. Su inspiración viene de otros venerables como Professor Longhair, Huey Smith o Fats Domino. Con éste último tocó cuando dejó impresionado, siendo un adolescente, a Dave Bartholomew, compañero y amigo de Fat Man.
Muchas de sus canciones se conservan como joyas, pero para hacer justicia al talento de Toussaint hay que referirse además a la huella que se extiende en su trabajo en la sombra de la producción. Por sus manos han pasado los Rolling Stones, Otis Redding, Sam & Dave, Bonnie Raitt, Irma Thomas o Johnny Winter. Asimismo, es responsable de la fundación de la compañía más importante de Nueva Orleans, Minit Records, que ha sido una máquina de éxitos bajo su atenta supervisión.
Este nuevo disco vuelve a tener a los mandos de la producción al siempre destacable Joe Henry, que tendrá algún día su espacio en esta ruta. Además de una reivindicable carrera en solitario, sus trabajos como productor son garantía segura de buena música. Con Mary Gauthier, Teddy Thopsom, Ani Di Franco, Solomon Burke o Betty LaVette, el bueno de Henry siempre muestra su estilo sonoro elegante y sencillo.
Y qué mejor momento que recordar el fantástico disco que tiene a Joe Henry a la producción y a Allen Toussaint y Elvis Costello en los instrumentos y el micrófono. The River in Reverse (Universal) fue uno de los grandes discos de 2006, sino fue el más grande. Costello supo arrimarse al maestro Toussaint para interpretar clásicos del soul y el funk. Cómo no deleitarse con <<Who´s gonna help brother get further?>>, que hizo célebre la voz vacilante de Lee Dorsey. O no emocionarse con <<Tears, Tears and More Tears>>.

Ciertamente, todo lo que toca Toussaint es mayúsculo. Y River In Riverse es un álbum como sacado de otra época, intenso, bello y con tanta fibra que resiste un pulso con las mejores obras de antes. Costello tiene el tacto, pero sobre todo Toussaint tiene el magisterio.


North Mississippi AllStars, especie protegida

Por: | 10 de febrero de 2009

El pueblo Hernando, en el Estado de Mississippi, es la típica localidad sureña estadounidense con su plaza del juzgado, sus árboles a cada lado de las aceras de sus amplias calles, sus casas blancas con sus mujeres y hombres en los porches tomando la merienda, y su torre de agua. Ahora, su población ha votado por hacer de la torre de agua un paisaje protegido. Es decir, un monumento histórico. ¿Por qué? Sencillo. Muchos consideran que la torre tiene una especial resonancia para el entorno del pueblo, pero sobre todo, la raíz del asunto se encuentra en la portada de un disco.
La noticia que publicaba The New York Times sirve para reivindicar a toda una banda. La famosa torre de Hernando sale en la portada del último álbum de los North Mississippi AllStars. Y en Hernando ha terminado de convencer a todos del símbolo que representa. El álbum que se llama como el pueblo es el tributo que algunos miembros de esta banda quisieron hacer a su localidad natal y, por consiguiente, a los sonidos que allí se cuecen. Esto es: rebanadas de rock-blues crudo, envolvente, con riffs excelsos que pueden dejar tumbado durante horas.
No es algo nuevo lo que ofrecen North Mississippi AllStars. No. Es algo más. Es la cocina de cincuenta años de evolución de los sonidos del Mississippi. Llamo especialmente la atención para leer el informe que Manuel Beteta (junto con la entrevista de Andreu Cunill a Cody Dickinson) hizo sobre la banda en el número 250 de Ruta 66, en junio de 2008. En ese texto, se habla del Hill Country, (“boogie perezoso con pocos acordes”) y el North Mississippi blues (“lento y cadencioso, de sensación hipnótica, y menos rígido y cerrado que el del Delta”). La formación de los Dickinson es la máxima expresión de esos sonidos con el impulso revival encima y el sabor por lo jam.
Puestos a poner monumentos, señores, declaren la torre si quieren, pero protejan ya mismo a los North Mississippi AllStars, como patrimonio de la humanidad, o algo así.


Si escuchas esto:


Es posible que te pase como a esta Ruta Norteamericana, que no puede por menos que reproducir, letra por letra, el artículo que el pasado 3 de febrero publicó Fernando Neira en El País.
¿Bromean o qué?
Entraban ganas de buscar anoche por los rincones, esquinazos e intersticios de El Sol las cámaras ocultas que tal vez escrutaban las muecas del público. Ahora que pululan por Madrid tantos profesionales del espionaje, seguro que alguno quiso echarse unas risas con un concierto singular que se anunciaba como "los Crosby, Stills, Nash & Young del indie español". No queda claro si el padre de la ocurrencia se lo creía o pretendía sólo provocar. En cualquiera de los casos, alguno debió de quedarse con ganas de remedar a John McEnroe en aquel anuncio memorable y dirigirse hecho un basilisco al juez de silla para espetarle: "¿Bromea o qué?".
A ver, que nos aclaremos. CSN&Y pueden gustar más o menos (los inteligentes suelen arrimarse más a la primera opción), pero pocos negarán que representan, junto a los Beach Boys, las cotas más excepcionales de las armonías vocales en la historia de la música popular. Pasemos ahora a la alineación de los émulos y nos encontraremos, de izquierda a derecha en sus pantallas, al apocado Abel Hernández (Migala, El Hijo), el ubicuo Nacho Vegas y el hierático Juan Santaner (Jet Lag). Por no parecerse, no se parecían ni en el número.
Cierto, debía haber puesto la guinda al pastel el líder de Los Planetas y evangelista de los Nuevos Tiempos de la Música Patria, alias Jota, pero se apeó a última hora por culpa de la presunta gripe. O porque "es un poco hipocondriaco y maricón para estas cosas", según aclaró Vegas con verbo edificante. Lástima: habría sido curioso cómo canta acatarrado alguien a quien, en condiciones óptimas, ni se le escucha ni se le entiende.
La idea original de este invento se le atribuye al gijonés torturado, que le dio forma durante dos tardes, dos, de ensayos. Domingo y lunes. Escaso bagaje, pero el empeño seguiría sonando ridículo aunque hubieran invertido dos decenios. Frente al teórico ejemplo de los creadores de Déja vu, anoche comparecían, de izquierda a derecha, un vocalista mediocre, otro regular y un tercero que no abrió la boca porque bastante tenía con sostener el cigarro. En honor a la verdad, Santaner se marcó una versión de The needle and the damage done, pero seguramente nunca llegará a los oídos de Neil Young. Y mejor así.
Si alguien intuyó que escucharía algún juego de voces, nones. Vegas y Santaner silbaron un rato al unísono, Hernández y Vegas tararearon otro rato al unísono. Sólo fueron de agradecer dos detalles, el homenaje al desaparecido Mikel Laboa y la brevedad (una hora escasa) del experimento. Los presuntos CSN&Y peninsulares se anunciaban como la traca final en los fastos del trigésimo aniversario de El Sol. Nunca imaginamos que lo de traca fuera tan en serio.

Buddy Holly y el día que la música murió

Por: | 04 de febrero de 2009

El pasado 3 de febrero se cumplieron 50 años de la muerte de Buddy Holly. Fue la primera gran tragedia de la generación genuina del rock’n’roll. Sucedió además en el momento en el que el músico se había consolidado con tan sólo 22 años y había vendido 10 millones de discos. Y ocurrió de manera muy trágica: Holly alquiló un avión para ganar tiempo en su gira y con él murieron Richie Valens, autor de La Bamba, y el incipiente talento The Big Popper. Con el músico de las gafas de pasta, se iba un artista irremplazable.
La carrera prometedora del autor de <<Peggy Sue>>, <<That’ll be the day>> y <<Oh Boy!>> se vio cortada de tajo. Junto con The Crickets, Holly lideró una de esas formaciones extraordinarias que aportaron ternura y ritmo al rock y, aún más importante, avances musicales. El sonido de los Crickets marcado por la pureza de las guitarras eléctricas y los trabajos corales escapaba a todo convencionalismo. Holly y sus chicos fueron tan influyentes como sus coetáneos Elvis Presley, Little Richard o Bo Diddley.
El 3 de febrero se iba un músico único. En el Rolling Stone de este mes tuve la oportunidad de escribir un reportaje sobre Buddy Holly y la fatalidad que interrumpió su esplendida carrera. El título: El Fin de la Inocencia. En el texto también hablo de lo transcendente que fue para la primera generación del rock liderada por Presley y formada por Gene Vicent, Chuck Berry, Bo Diddley, Richard, Jerry Lee Lewis…
Siempre nos preguntaremos que podía haber sido si Buddy Holly no hubiera muerto. Al menos, su legado es fantástico.


Con retraso en esta ruta, éste es mi homenaje a Buddy Holly. Sin embargo, uno de los grandes homenajes llegó con el cantautor Don McLean que en su epopeya <<American Pie>> cantó que el día de la muerte de Holly fue el día que la música murió.

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