El cartel de Veranos de la Villa de Madrid se antoja más que interesante para esta ruta con la presencia de John Fogerty, Lou Reed, Jerry Lee Lewis y, sí, Burt Bacharach, el hombre en la sombra ya convertido desde hace algún lustro en estrella reconocida, homenajeada y cara bonita de la televisión. Cuántos tributos tendrá este hombre, tantos o más que el desaparecido Sinatra. Ya nos detendremos, como merece, en el redneck de Jerry Lee Lewis, pero antes paremos en ese hombre de los créditos de las canciones. Bacharach es el prototipo de compositor total. Qué tan bonitas han sido sus composiciones. Llevo días inmerso con absoluta entrega en su fascinante mundo musical, por donde pasaron todo tipo de voces de la edad dorada del pop norteamericano con The Drifters, Dionne Warwick, Tommy Hunt, Jackie DeShannon o Jimmy Radcliffe.
Algunos ya le conoceréis, en parte y tal vez, por ese tributo que le rindió todo un Elvis Costello, siempre hábil a la hora de arrimarse a los maestros. Pero Bacharach, junto con su letrista Hal David, tejió ya a finales de los cincuenta perlas de pop sofisticado y abundante en detalles, a veces expresivo hasta la derretir al oyente, a veces delicado hasta el cosquilleo permanente. Es esa época la que nos quedamos. Un compositor que nunca quiso saber nada del rock. No. Lo suyo era otra cosa, pero sin quererlo permitió al rock’n’roll genuino estadounidense abrir más el abanico sonoro con sensibilidad y todo tipo de toques latinos y herencias del jazz.
Nacido en Kansas City en 1928, fue su madre quien se empeñó en que Burt estudiase formación musical, pese a que el chaval prefería estar en la calle practicando algún deporte como sus amigos. En la música, de todas formas, halló la compañía, sin distracciones, con fidelidad, hasta sentir la llamada artística en un cruce de afluyentes: escuchando el cromatismo de Ravel y descubriendo los sonidos que volaban en Nueva York a través de Miles Davis, Charlie Parker y Dizzy Gillespie. A partir de ahí se dedicó a buscar melodías al piano mientras aprendía de maestros como Henry Cowell, uno de los profesores que tuvo el genial Gershwin, y que adentró a Bacharach en el interés de la música popular norteamericana y, como él mismo ha confesado, “a dejar que la melodía brillase por sí misma”.
Y ese brillo es la idea del Pop, con mayúsculas. La búsqueda de un cielo a través de una historia. Nuestro protagonista se debe al Pop, se entrega a la causa y se deja el alma en alcanzar el clímax y el ritmo que tiene que llevar cada relato. Tres minutos abundantes en pinceladas para ilustrar la escena, para que pasen los segundos como páginas de un libro, con su trama que se va enriqueciendo, que se desarrolla y revive con el soplido de algún pormenor sonoro. Melodías que cruzaron los cinco continentes y terminaban por llevarse como un torrente tus sentimientos. Cierra los ojos y disfruta.
Hay 3 Comentarios
Excelente post Fernando sobre un genio de la melodía popular. En sus incursiones en el cine, por ejemplo, una película bastante insulsa (a pesar de su injustificada fama), como "Dos hombres y un destino", si la recuerdo con menos acritud de la debida es gracias a esa canción "Raindrops keep falling on my head", interpretada por B. J. Thomas, y que compuso el gran Bacharach junto a Hal David en 1969 y que rebosa de alegría de vivir.Un abrazo
Publicado por: Anónimo | 04/06/2009 11:06:24
Buenísimo Fernando, qué grandes.Un video fantástico.
Publicado por: Mar | 04/06/2009 10:50:32
Otra muy buena leccion Fernando, gracias, y si es un disfrute oir y ver ese video
Publicado por: Chema | 03/06/2009 20:07:09