La Ruta Norteamericana

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Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.

Sobre el autor

Fernando Navarro

. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

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Martha. Música para el recuerdo

“Un accidente de tráfico y sus consecuencias despiertan en Javi, un periodista inmerso en la crisis del sector, un torrente de recuerdos y sensaciones que le conducen a su juventud, a esos veranos en el pueblo con sus amigos, al descubrimiento del amor y de esas canciones que te marcan de por vida. Un canto al rock, a la amistad, a la integridad ética y al amor puro”


Fernando Navarro

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana.

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana repasa el siglo XX estadounidense a través de las historias de más de treinta artistas, claves en el nacimiento y desarrollo de los estilos básicos de la música popular. Un documento que tiene en cuenta a músicos esenciales, que dejaron un legado inmortal sin importar el éxito ni el aplauso fácil.

Las sorpresas de Ry Cooder

Por: | 31 de julio de 2009

"Parada para repostar" echa la vista atrás para traer a este viaje un concierto al que le hubiera gustado asistir. Dos grandes entre los grandes como Ry Cooder y Nick Lowe pasaron no hace mucho por aquí. Alberto, protagonista del siguiente texto, me preguntó cómo es que no había nada de esta actuación en esta ruta. Seré sincero. No pude asistir a este concierto y me refugié en mi absoluta soledad y pena. Alberto lo comparte con nosotros y nos da su visión.

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Han pasado muchos días y sigo igual de perplejo, la sensación de irrealidad me acompaña estos días y me sigo preguntando: ¿He visto un concierto de Ry Cooder?
Pero comencemos por la primera sorpresa, allá por el mes de mayo. Recibo una llamada de mi amigo Manuel Fernández…”Cómo?? Ry Cooder!! Con Flaco Jiménez, uauuuu solo falta Jim Keltner, que te pasan unas entradas???, Coño, estoy alucinando…”. Uno de esos conciertos soñados.
Claro, hay más. Tom Waits, Leadbelly, Fela Kuti, Louis Armstrong, Boris Vian, Benny More….Teniendo en cuenta que la mayoría de ellos solo están para conciertos celestiales, Tom y Ry son las únicas bazas que podía jugar. Increíble, iba a hacer realidad uno de mis sueños!!
Get Rhythm, el primer disco de Ry Cooder que me enganchó y con el que comenzaba, sin saberlo, un largo viaje por musicas de todo el mundo
La segunda sorpresa llego poco antes del concierto, la semana anterior. Nadie hablaba de Ry Cooder, ni radio 3, ni en LA RUTA NORTEAMERICANA donde Fernando Navarro se había confesado enganchado a su último disco, ni Diego Manrique, ni el EP3, ni siquiera en los zoom de las 6 de la mañana, nada de nada. Ostias! Me habré equivocado y el concierto era el 1 de junio en vez del 1 de julio??? Manuel me mata, que me llamó para que lo mirara en Internet…
Pues no, 1 de julio en el Palacio de Congresos Municipal. Mas sorpresas, en el municipal?? En Parque de las Naciones, un concierto? Hay buena acústica ??
Yo pensaba que era en el de la Castellana…en fin, sólo quedan unas horas.

Y allí nos plantamos, con una gran expectación, con ganas de ver algo que llevábamos toda la vida, al menos toda una vida de música, esperando oír, la increíble guitarra de Ry, considerado por Rolling Stone el octavo guitarrista del mundo.
Sentados en un banco, contemplábamos la gente, poca y variopinta que llegaba al Palacio de Congresos. Hablábamos de sus discos, desde Hawai hasta África, de Carlos Núñez a John Lee Hooker, músico inquieto, asombroso y siempre abierto. Hambriento.
Pero la entrada que puso en mi mano, llevaba una advertencia:
Nick Lowe con foto y en letras grandes, Flaco Jiménez en letras pequeñitas como invitado, muy raro.
Para continuar con las rarezas y las sorpresas, la actuación en la planta -2, cambio de sala por las pocas entradas vendidas. Nunca había visto un concierto así, sin escenario, los músicos en pleno suelo, como en un plató de televisión. Un set de batería impresionante enmarcado por detrás con un enorme gong, prometía sensaciones intensas y para ellas nos preparamos.
Después de aburrirnos un rato con la nuera de Ry haciendo pinitos de cantante indie, un pipa sacó un soporte lleno de guitarras y se puso a afinarlas con parsimonia. En ese mismo momento saltó la primera de las grandes sorpresas y no llegó del escenario-plató sino de dos filas de butacas mas arriba: Flaco estaba enfermo. Ni una nota, ni un cartel o una advertencia por el micro, un fan de Flaco se había enterado por su página web y nos lo contaba desconsolado. La mitad del sueño se caía, pero nos quedaba Ry y su guitarra.
Mejor dicho, sus guitarras, seis a cada cual mas curiosa, que el pipa definitivamente terminó de afinar con gesto cansino.
Y entonces comenzó la gran sorpresa, lo inesperado, lo que nunca hubiera imaginado de este artista: 3 músicos en escena, ninguna emoción. Según iban pasando los minutos y las canciones, iban rompiéndose las justificaciones, “Bueno, es la primera canción, ya entraran en calor”, “ Es un mini-dobro?? Que sonido mas curioso”; “Un solo con un dedo y una cuerda??, será una extravagancia…”, “Tanto le ha afectado que no este Flaco?” “ESTA MIRANDO EL MASTIL PARA PONER LOS ACORDES!!!”
Nick Lowe trataba de ser simpático y lo conseguía, con su folk-rock para jubilados, Joachim Cooder y su fastuoso set de batería parecía contenido, adaptando el paso a la poca intensidad del concierto y Ry…donde estaba Ry??
En el colmo del desconcierto, aparecieron las coristas y nos vimos trasladados a cualquier fiesta de pueblo, “Chinito, chinito”, esto es la música latina para Ry Cooder. Increíble, después de lo que ha compartido con la gente del Buena Vista. Y el colofón, “Half a Boy & Half a Men,”, un buen rock setentero de Nick Lowe, cantado con entusiamo , en su apoteósico final es rubricado por Ry…con un tímido rasgueo.
El guitarrista que se enfrentó a Steve Vai de forma magistral en el duelo final de Cross Roads. Asombroso. Un rasgueo.
A partir de la mitad del concierto es evidente nuestra decepción, ¿Esta muy mayor?, ¿Enfermo? ¿Pasa de tocar? ¿Es vox populi que ya no es el que era y por eso nadie hablaba de este concierto? ¿Ese tipo con camisa hawaiana y sombrero es un mal clon y el verdadero Ry esta perdido por un desierto en Argentina, tocando sonatas de Mozart con gauchos mal encarados y salvajes? Dios, se me va la olla…
Al publico le gustó, complaciente se dejó llevar por las rancheras y los temas Tex Mex, pidió un bis y le regalaron “Little Sister” y “Poor Man Shangri-La”, ovacionó a los músicos y hasta alguna cuarentona quiso tirarse al cuello del guapo Nick, ( unos gorilas Tipo-Los -Soprano se lo impidieron, claro está. Muy decorativos uno a cada lado de la escena toodo el concierto, sentados en una silla como enormes jarrones chinos)
Manuel y yo nos mirábamos con el mismo pensamiento bailando en nuestros cerebros: aquello no era ni el 5 % de lo que podía ser. Si, no sonaba mal, pero conociendo el talento y la música de Ry Cooder, es como ir comer al Bulli y que te pongan en un plato una lata de sardinas abierta y un trozo de pan. Estas en el Bulli, pero su exquisita y emocionante gastronomía no está. Estábamos en las canciones de Ry, pero apenas un pellizco de su genio asomaba por el extremo de la lata.
Ni la cervecita de rigor para comentar la jugada, directos a la M-40, camino de casa con un pensamiento instalado ya en mi cabeza: ¿He visto un concierto de Ry Cooder?


Texto: Alberto Lozano, editor y locutor del programa El Callejón del hambre de Onda Pacheli Radio en 107.6 FM Madrid.

B. B. King vuelve a la carretera

Por: | 28 de julio de 2009

Recupero para este viaje que transita la música norteamericana de raíces parte del texto que ayer publicaba El País bajo la firma de Diego A. Manrique, que hablaba de la sorprendente y memorable energía de un viejo del blues, B. B. King. Así lo escribía Manrique y así se puede constatar al ver el deseo personal de esta leyenda de la música popular. Uno de los grandes entre los más grandes.
"... Efectivamente, el octogenario puede haber bajado el ritmo, pero nunca ha aparcado a Lucille, la guitarra Gibson que en sus manos adquiere extraordinaria locuacidad. En este mes de julio ha tocado por la Europa continental. Su explicación es un puro desafío a la razón: 'Le pregunté al médico si podía volver a la carretera. Me dijo que no. ¡Y aquí estoy!'.
En realidad, la retirada sería antinatural. Aunque ha conseguido éxitos puntuales, como Rock me baby o The thrill is gone, el Blues Boy no ha sido gran vendedor de discos, lo que le ha obligado a tocar ininterrumpidamente. Entiéndase en sentido literal: contabiliza más de 15.000 conciertos en su trayectoria profesional. Las famosas "giras interminables" de Bob Dylan o Willie Nelson empequeñecen frente al calendario de este laborioso músico de blues: en 1956, ansioso de establecerse en el mercado negro, tocó 346 noches, tanto en su sur natal como en el norte de Estados Unidos; en años posteriores no bajaba de los 250 bolos. Seguía el modelo de Ray Charles y ansiaba triunfar en términos convencionales: la contraportada de His best, un elepé de 1969, se preguntaba si B. B. llegaría a hacerse rico con su música.
Su descubrimiento por el público blanco, a finales de los sesenta, no supuso un alivio de la carga de trabajo. Todo lo contrario: B. B. King estaba encantado de ser reclamado por el circuito del rock, con sus lucrativos contratos, pero sin olvidar a sus oyentes primigenios, que han ido envejeciendo con él y entienden todos los matices de sus historias del corazón. Y que intuyen, han oído rumores, saben de la turbulenta biografía sentimental de B. B. King. Casado en dos ocasiones, ningún matrimonio soportó su oficio de músico itinerante. B. B. tampoco resistía las tentaciones de la carne: se le atribuyen un total de quince hijos, que le han dado unos cincuenta nietos. Reconoce que no ha sido un buen padre: varios de sus descendientes han terminado en la cárcel; alguno ha tenido el ambiguo placer de escucharle tocando en la cárcel donde cumplía condena.
En otros tiempos, susurra gente próxima a su organización, las giras de B. B. King no obedecían primariamente a la necesidad de proveer a su extensa familia; necesitaba pagar una deuda con la Hacienda federal y alimentar su ludopatía. B. B. King reside en la capital mundial del juego, Las Vegas; asegura, y hemos de creerle, que vivir rodeado de casinos le ha ayudado a moderar su afición. Además, explica que no suele pasar más de dos semanas seguidas en su casa.
Lo que le motiva especialmente es su papel de embajador del blues clásico. Aunque su formación musical es sofisticada -ha estudiado desde Andrés Segovia a Django Reinhardt- se siente responsable de mantener la visibilidad del blues, con los locales que llevan su nombre y varias iniciativas institucionales. Está abierto a patrocinios y campañas publicitarias, que le proporcionan suculentos ingresos y más compromisos públicos.
B. B. lleva con filosofía el hecho de que el blues no sea muy popular entre las nuevas generaciones de afroamericanos -"les trae recuerdos de malas épocas"- y acepta feliz que su música tenga alcance internacional. En muchos países tiene discípulos preferidos con los que graba y actúa: en Argentina era Norberto Napolitano, más conocido como Pappo; en España cultivó una relación con Raimundo Amador.
Así que B. B. King no se ha retirado nunca. Debe, eso sí, acomodarse a su deterioro físico, que le obliga a tocar sentado: aparte de problemas con la vista, está aquejado de diabetes. No importa: en esta visita a Europa ha cobrado 200.000 euros por actuación. Aunque parezca improbable, sigue haciendo planes a medio plazo: en 2010, con 84 años, espera volver a España”.
En esta ruta norteamericana, lo esperamos con los brazos abiertos. Dejo una de las canciones que más me emocionan de B. B. King. Su trascendental <<The Thrill Is Gone>>.


El concierto más extraño de Dave Edmunds

Por: | 24 de julio de 2009

Al final, como ya he comentado, no pude asistir al concierto del gran Jerry Lee Lewis en Madrid. Una causa mayor de última hora me lo impidió y las ganas eran muchas. Como bien escribía Iñigo López Palacios en su crónica para El País, titulada El invierno del León, había incluso "un punto casi necrófilo, como los que visitan Cuba antes de que muera Fidel".
Para resarcirme, y hacerlo en esta ruta norteamericana, comparto con todos vosotros la experiencia de Dave Edmunds, magnífico músico y testigo directo de un disparatado show de The Killer. El texto me lo han hecho llegar y me parece muy divertido.
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Si alguien me preguntara “cual es el concierto más extraño que has tocado en tu vida”, no habría muchas dudas en mi respuesta. El mismo productor de Hollywood que había instigado “la extravaganza Romana” había tenido una nueva idea: me debería involucrar en un plan para realizar un concierto televisado de Jerry Lee Lewis desde el Hammersmith Odeon de Londres. Todo ello suponía un proyecto bastante extraño en tanto en cuanto que nadie parecía estar a cargo o saber exactamente lo que estaba pasando.
Jerry Lee llevaba su propio trío de guitarra, bajo y batería además del mítico guitarrista James Burton que había sido contratado solo para ese concierto. Yo debía tocar la guitarra adicionalmente a mi función de “director musical” aunque encontraría poco que dirigir. La BBC se suponia que tenia que aparecer para filmar el concierto. Jerry Lee haría su set y una horda de celebres músicos invitados participaría durante el show. Por el generoso salario que se me pagaría no encontraba ni una sola función que realizar como “director musical” , pero en fin era una oportunidad que no podía ser rechazada.
Sufrí con algunos otros músicos el interminable viaje de L.A. a Londres y el consabido Jet Lag. Esperamos en un hotel de Londres durante 3 días ( que irónicamente estaba situado justo en frente del flamante apartamento que había vendido solo unas semanas antes y que quedaba a la vista, desde la ventana de mi habitación) . Finalmente recibí una llamada informándome de que Jerry Lee no llegaría y el show había sido cancelado. El rumor que circuló entre los músicos es que Jerry Lee no había sido capaz de deshacerse de la “medicación” que estaba tomando y se negó a embarcar sin ella. No había nada que hacer salvo retornar a mi nuevo hogar de L.A. y renegociar el trato. Finalmente se acordó volver a intentar el show una vez más, con la firme promesa de Jerry Lee de que esta vez aparecería.
Finalmente apareció y todos nos encaminamos hacia el teatro londinense Hammersmith Odeon. Sin ningún tipo de ensayo previo se suponía que tomaríamos el escenario a las 20h en punto. No habría ni presentadores ni teloneros. Los invitados especiales habían sido reorganizados e incluían a Brian May (Queen), Van Morrison y otros grandes músicos. El productor explicó a Jerry Lee que solo existía una regla: debía decidir el repertorio de su cancionero y limitarse a aquel que escogiera. Alguien escribió una lista de canciones lo suficientemente grande como para que un helicóptero aterrizara encima y lo colocó entre el piano y la batería, un espacio lo suficientemente grande para que nadie no pudiera no darse cuenta, incluido el público. La razón de ceñirse a un set list era para que cámaras, sonido , luces… pudieran preparar la aparición de las otras estrellas. Por ejemplo se había decidido que Van Morrison apareciera después de “the Wild one” para cantar “Godnight Irene” hacia el final del show con otros invitados.
Estaba en los camerinos de la tercera planta con el resto de músicos 20 minutos antes del inicio del concierto disfrutando de una cerveza. Cuando mi mujer Cecilia entró gritando que acababa de ver a Jerry Lee en el escenario. Nos quedamos helados, cuando llegó a nuestro oídos el inimitable estilo de Jerry Lee aporreando su piano. Lo que continuó fue una escena totalmente surrealista. Nos abalanzamos cayendo unos encima de otros mientras recorríamos los tres pisos que nos separaban de la música.Por fin llegamos a la altura del escenario donde nos colocamos como pudimos en un pequeño alto.
Y allí estaba él, solo en el centro del escenario. Bajo un foco Jerry Lee, cantando un verso por aquí, otro por allá, hablándo consigo mismo, tocando riffs sobre sus teclas…en definitiva pasándoselo en grande él solo. Seguro que fue una escena de lo más cómica vernos entrar y tratar de ocupar los espacios que se nos había asignado en frente de una silenciosa audiencia de tres mil personas. Nos colocamos los instrumentos como pudimos sobreponiéndonos a la vergüenza y esperando que es lo siguiente que haría Jerry Lee.
Él me miró y dijo arrastrando las palabras “Queesloquequieresquehaga el asssesssino?”. “Seguir el set list” le respondí. “Que set list?, No tengo ningún set list.” Y empezó a tocar una serie de versos improvisados al piano con estrofas de diferentes canciones, mientras reía y hablaba con los apurados miembros de la banda.
La audiencia en el más absoluto de los silencios era testigo de todo lo que estaba ocurriendo, lo que hizo que se me cruzara una horrible suposición por la cabeza. Se me ocurrió pensar que Jerry Lee creia que estaba realizando un show de estudio deTV y que se encontraba realizando las pruebas de sonido. Supuse que pensaría que cualquier sonido que venía de la platea respondía al equipo del programa de TV que estaba preparando la grabación de estudio y que en todo caso estaba disfrutando de las pruebas. El hecho que debido a los potentes focos la audiencia no fuera visible desde el escenario me confirmó mis peores temores.
Pronto lo mismo pasó con Jerry Lee. Después de muchos intentos casualmente Jerry Lee terminó una canción entera justo cuando un estruendoso aplauso surgió desde la audiencia., dejando a Jerry Lee paralizado y en estado de shock. Se levantó, se dio media vuelta y mirándome dijo en su marcado acento sureño “ Nadie me dijo que habría jodido público esta noche!!!!”. Mis suposiciones se confirmaron. No había sido consciente de estar tocando ante público durante los 20 minutos que llevaba en el escenario.
Después de recuperarse del shock con energía renovadas, el entusiasmo le llevó a atacar “the Wild one” en clara oposición al set list preparado. Evidentemente una vez finalizada la canción Van Morrison entró en el escenario ante una gran ovación y se colocó en frente del micrófono. Jerry Lee totalmente ajeno a ese hecho comenzó una de sus canciones dejando a Van sin otra opción que darse la media vuelta e iniciar la retirada del escenario. Como si el público necesitara más confusión.
En ese momento entre diferentes canciones, una chica del público - claramente una fanática de la cultura de los 50 - irrumpió en el escenario y se aproximó a Jerry Lee sentado ante su piano. Se arrodilló frente a él y comenzó a adularle íntimamente mientras le hablaba y gesticulaba. Él parecía aprobar su comportamiento y empezó a acariciarle el cabello y hablarle. Ella le regaló una rosa y comenzó a besarle. Parecía que estaban disfrutando mientras tres mil personas les observaban perplejas en respetuoso silencio.
En situaciones normales el equipo de seguridad del backstage habría intervenido para echar a patadas a aquella chica. Pero en este concierto no había equipo de seguridad de backstage, de hecho no había nadie en el backstage !!! Excepto dos roadies y el encargado de abrir la puerta del escenario. Así que la chica una vez realizada su fantasía, milagrosamente se levantó y volvió a su asiento entre el público.
Jerry Lee continuo con el espectáculo ignorando el set list de forma que todo quedó en manos del destino y…….Jerry Lee Lewis. En algún momento Van encontró un hueco sobre el que lanzarse a cantar seguido animadamente por el resto de invitados. Brian May también encontró su momento para realizar un acercamiento al frente del escenario con unos movimientos al estilo de Queen, en la entrada de un solo con el que asombrar a todo el público. Un problema con el cable dejó muda su guitarra en mitad del solo mientras Jerry Lee le miraba con una mueca en la cara preguntándose quienes eran todos aquellos tipos que de repente habian invadido su escenario.
Tengo que admitir que creo que tengo una ligera idea de cómo Jerry Lee consiguió tener a todo el auditorio rendido y en la palma de su mano para el final del show. No hay duda de que Jerry Lee entiende de forma instintiva que el pensamiento lógico tiene poca relevancia en un concierto de rocknroll.


Sabrosa toxicidad con Cut in the Hill Gang

Por: | 23 de julio de 2009

Ahora que la batería de las pilas empieza a escasear, a la espera de vacaciones, llega la recomendación energética de la ruta norteamericana, sobredosis de rock al margen de los círculos comerciales y promocionales.
No podía estarse quieto y nos propone rompernos los huesos con su brutal black power. Johnny Walker regresa. Y es como si el hombre del saco volviese para enseñar a los niños buenos de la mercadotecnia discográfica (pongase aquí Keane, los insufribles Coldplay o cualquiera de ese pelaje) lo poco que valen sus cotizadas vidas.
Miembro de honor de los Detroit Cobras, azote aún más bestia de los extintos y recordados Soledad Brothers y ahora hombre que se esconde tras Cut In the Hill Gang, Walker vuelve a la primera línea de batalla con su proyecto en solitario y su nuevo disco, Cut Down (Stag O-Lee / Locomotive). Blues distorsionado de auténtica pegada que se desprende por los poros en 12 pistas. De los Soledad Brothers queda todavía el toque jam sureño y ácidamente undreground, que da una presentación contundente en un rollo más Yardbirds.
Walker reside en Toledo, Ohio, pero con conexión directa con la ciudad del motor. Sí, Detroit siempre tuvo más gente en el siglo XXI que los archiconocidos White Stripes. Y Johnny Walker puede seguir recitando el abecedario del blues psicodélico mientras te devora el alma. Bendición.


Eagles, antinostálgicos

Por: | 21 de julio de 2009

Hoy el diario EL PAÍS publica en su Revista de Verano una entrevista que hice a Don Henley, líder de los Eagles, con motivo del concierto que esta noche dan en Madrid dentro de su gira europea. A continuación incluyo esta entrevista ampliada de mi conversación con Henley. Yo soy de los que ha estado siempre del lado del grupo de Gram Parsons más que de los Eagles, de los que aún así me interesan cosas. Pero el vértigo de Parsons siempre me ha puesto mucho más que la candidez de los águilas.
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Ahora que está de moda la vuelta de grupos legendarios de la historia del rock, Don Henley (Gilmer, Texas, 1947), líder, cantante y batería de los Eagles, avisa: “No somos una banda de viejos éxitos. No queremos ser parte de la nostalgia de la gente”. Difícil tarea para un grupo que hace año y medio publicó un nuevo disco, Long Road Out of Eden (Universal), pero que en las ondas apenas ha dejado rastro mientras sigue sonando su <<Hotel California>> con la misma insistencia que hace tres décadas.
Dentro de su gira europea, los Eagles visitan España con una única fecha, mañana, en el Palacio de los Deportes de Madrid. Henley no parece preocupado ante un posible brote melancólico en actuaciones que se alargan hasta las tres horas. Desde California asegura por teléfono que a los Eagles del siglo XXI lo que les gusta es tocar el nuevo material, y paradójicamente lo ilustra con un clásico: “¿Recuerdas a un artista llamado Ricky Nelson? Escribió una canción sobre una experiencia real. Una vez en el Madison Square Garden tocó nuevos temas pero la gente no los quería oír, le abucheaban. Esa canción se llama Garden Party y tiene un verso que dice: ‘Si los recuerdos fueron todo lo que canté, entonces preferiría conducir un camión”, afirma irónico.
Tal vez esta gira dirá si hace falta que Henley cambie las baquetas de la batería por el volante, aunque hasta ahora ha sabido conducir con acierto su carrera. Más allá de la añoranza, la banda de Los Ángeles siempre ha sido una empresa muy rentable. Su primer recopilatorio, Their Greatest Hits (1971-1975) – que no incluía <<Hotel California>> porque se publicó en un trabajo posterior-, se convirtió en el disco más vendido de la historia en EE UU y hasta la fecha el único capaz de competir con Thriller en la cima de ventas mundiales.
Hoy en día, en época de crisis, incluida la del sector discográfico, siguen dando jugosas cifras. Desde 1979 no entraban en estudio -tiempo suficiente para que la discográfica hiciera caja con otros siete recopilatorios-, pero tras ese parón que parecía definitivo Long Road Out of Eden ha vendido más de dos millones de copias en su país y una cifra similar en Europa. Magníficos números aunque sin faltar polémicas maniobras comerciales. En EE UU, el doble compacto se ofreció a un precio inferior al sencillo en la cadena de supermercados Wal-Mart, que se come a bocados a los pequeños comercios y que está en el punto de mira por su pésima política laboral. El propio Springsteen pidió perdón por vender un Grandes Éxitos en esta compañía. “Bruce tiene sus opiniones y nosotros las nuestras. No tenemos nada de que arrepentirnos. La gente tiene 21 canciones en un disco por 12 dólares”, se justifica el músico, al que no se le puede achacar al menos falta de sinceridad cuando se le pregunta si el álbum es tan bueno como esperaba. Larga pausa y contesta: “Estoy feliz con el resultado pero hemos incluido tantas canciones y hemos hecho tantos estilos que algunas se han sobreproducido. Teníamos que haber sido más objetivos en su tratamiento”.

Está algo más comedido cuando habla de las siempre tormentosas relaciones del grupo, que se disolvió a comienzos de los ochenta. Entonces, Henley juró que nunca habría un reencuentro, antes, dijo, “se congelaría el infierno”. Y el infierno se congeló. En 1994, regresaron con una gira de reconciliación y un disco en directo titulado, cómo no, Hell Freezes Over. ¿Cómo está la temperatura en el infierno ahora mismo? “Está bien. Las personas cambian. Puedes estar un día enfadado y al otro día ya no. Es como en las familias. Somos parte de algo más grande de lo que somos por separado. Eso nos lleva a resolver las diferencias”. Algunas de esas diferencias se resolvieron por la vía rápida. En 2001, Don Felder, miembro de la formación original, fue despedido por cuestionar el liderazgo de Henley y Glenn Frey, el otro totem de la formación. “Tenía una mala relación con todos. No puedo decir mucho más. Ahora estamos más felices sin él”, sentencia Henley, que pone como ejemplo de banda perfecta a U2 porque todos saben “usar su popularidad para mejorar el mundo”.
El mundo de los Eagles ha estado marcado por un éxito arrollador y por un cuestionamiento constante por parte de sus propios colegas de profesión. A pesar de que Billy Joel les calificó como los Beatles norteamericanos – “los Beatles fueron mejor que nosotros, fueron los mejores en cualquier parte”, reconoce Henley -, otros músicos ponían en duda la calidad del grupo. Gram Parsons, padre del country rock e influencia directa de la banda, consideraba su música bastante empalagosa, Tom Waits, del que versionaron el tema <<Ol’55>>, llegó a afirmar que sus álbumes sólo eran buenos para quitar el polvo al tocadiscos, y la generación punk al completo los consideraba fósiles en vida. Pero Henley, aún en la cima, pasa de todo eso y se defiende: “El único camino para conseguir el éxito ha sido nuestro trabajo. Y es nuestro motivo de orgullo”.


Fogerty, un asunto serio, de otra dimensión

Por: | 20 de julio de 2009

Fogerty ya pasó por España. El País recogía una entrevista a cargo de Ramón Fernández Escobar donde el músico reconocía que el "verano del amor le pilló en la mili". Luego, Fernando Neira escribía una buena crónica para la edición de Madrid titulada Sortilegio mágico en tres minutos. Nunca mejor dicho.
La semana pasada Efe Eme publicaba la crónica que escribí sobre el concierto de John Fogerty en Madrid hace justo una semana. Llega tarde a esta ruta, pero más vale tarde que nunca. La comparto en este viaje sonoro. Todavía resuenan los ecos de la música de Fogerty y la Creedence Clearwater Revival. Uno de los mejores conciertos en años.
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Cuando un tipo como John Fogerty pisa un escenario y se arranca pidiendo paso con "Hey, Tonight" y a los 15 minutos ya está interpretando "Who’ll Stop The Rain" piensas que el rock’n’roll, por encima del resto de cuestiones, es un asunto serio. Puede que esto del rock sirva de pasatiempo para una tarde soleada o lluviosa, puede que sea la excusa perfecta para hacer amigos o ligarse a alguien en la barra de un bar, puede que también sea un negocio que mueve millones de euros y, por qué no, puede que sea una estafa, algo con lo que algunos fuimos engañados sin saberlo, al creer que un acorde es la expresión máxima de la utopía, una isla a la deriva que esperamos algún día pisar con nuestros pies. Incluso siendo todas esas opciones a la vez, el rock’n’roll si lo lleva a cabo un músico como Fogerty será antes que nada un asunto serio, un auténtico argumento para saber que el arte es una expresión de la vida, y como tal, debe defenderse de elementos tóxicos como la especulación y la banalidad.
John Fogerty se toma muy en serio el rock'n'roll y además tiene la inmensa cualidad de hacérnoslo llegar como algo especial. Que sea un asunto serio no quiere decir que no sea divertido y apasionante. Fogerty descifra lo abstracto y lo convierte en tres minutos de sonoridad pantanosa, compacta, capaz de sumergirte en ti mismo hasta verte absorbido por el flujo de acordes y un estribillo que parece llevar toda la vida contigo. En ese caudal sónico, las sensaciones cobran otra dimensión.
El arranque en el escenario de la Casa de Campo de Madrid con la citada "Hey Tonight" y seguida de "Bad Moon Rising", "Green River", "Susie Q" hasta llegar a la famosa "Who’ll Stop The Rain" dan buena cuenta de su aplastante rock de raíces. También de otra cosa: ha merecido la pena esperar 40 años para verle en directo en la península. Demasiado tiempo, sin duda, que por él no pasa ni pesa. Como conservado en alcohol, parece el colaborador sonriente y habitual de un programa matinal de la televisión estadounidense, de esos que te hablan de sucesos, carpintería y luego te venden un producto para el hogar. Sin embargo, es un magnífico alfil del rock, la presencia misma del buen hacer sobre un escenario. Lo que Fogerty ofrece en dos horas de concierto es en todo momento música de muchos kilates y estilo. Clava los solos de guitarra, que cambia con cada tema, justifica el precio de la entrada con su interpretación vocal y se dirige al público para animar la actuación, sin abusar de los numeritos y las parrafadas. Y él al frente de todo, capitalizando cada canción.
ODA AL PRIMITIVISMO
Blues machacón, sugerentes riffs, martillazos al bajo, golpes de tambores y telones swamp concisos, sin concesiones a la galería, se desarrollan con rapidez. Un sonido vivo y contundente que se inmiscuye por las venas de la tradición musical norteamericana. Alguna vez ha contado el músico que el primer tema que le impactó en su vida, siendo un niño, fue el célebre "Oh, Susana" de Stephen Foster, posiblemente la pieza más popular del legado folk y bluegrass estadounidense. Y ese espíritu de jarana espectacular se guarda en la música de Fogerty como un tesoro a descubrir. Caminos polvorientos, paisajes pantanosos, tórridas tardes de verano y pueblos con esquinas repletas de jolgorio se revuelven con gracia en la imaginación. Es una oda a la euforia y al primitivismo, que insufla de watios a Screamin’ Jay Hawkins, Robert Johnson y Howlin’ Wolf. Por eso, la Creedence Clearwater Revival se convirtió en una banda para la historia. Con el pequeño de los Fogerty liderando el combo de El Cerrito, su rock sureño rompía barreras, abrazaba apasionadamente la condición humana, lo real y lo vibrante.
A diferencia de los tiempos de la Creedence Clearwater Revival, con los que John salió a leches, ahora sobre el escenario se juntan los Fireworks con cuatro guitarras que dan más empaque a todos los pasajes rítmicos. Por momentos, da la sensación que el cruce de guitarras va a acabar en un camino de jam session, pero Fogerty, por suerte a la vista de los resultados, tampoco es amigo de las interpretaciones largas. "Ramble Tamble" y "Midnight Special" se recrean en los punteos, en la belleza rítmica. Mientras tanto, "Big Train From Memphis" ofrece la entrada del violín como si fuera un tren en movimiento. Es uno de los temas country de la noche, como "Joy of my Life", dedicado a su mujer y el más flojo de todo el repertorio.
De las sonoridades negras de la Creedence Clearwater Revival, Fogerty ha pasado con altibajos por el country en las últimas tres décadas, intentando encontrar su propio camino tras dejar el grupo. En varias ocasiones ha reconocido sus enormes crisis creativas desde que se lanzó en solitario a principios de lo setenta, sin llegar a publicar discos durante años, componiendo a cuentagotas, incapaz de luchar contra su inmensa figura. Demuestra que es humano cuando de joven dio la sensación de lo contrario. En apenas dos años, del 68 al 70, había hecho un hito en la historia de la música popular al publicar seis álbumes ya legendarios con la Creedence Clearwater Revival. Nada podía superar eso, tal vez ni acercarse. El chorreo creativo y artístico de aquella época le ha perseguido toda la vida. ¡Pero que chorreo! Ya en su último disco, publicado a finales de 2007, hacía una declaración de intenciones en el título: Revival. Si no podía con ello, se unía a ello. "Don’t You Wish It Was True", que se publicó en ese álbum y fue interpretada en Madrid, rememora el sonido de la CCR. Aunque es una historia parecida, no es la misma.
En el concierto, también incluye sorpresas como el "Workin’ On A Building" o "Blue Ridge Range Blues", ambas piezas tradicionales, del interesante disco The Blue Ridge Rangers. Pero es en los temas de la Creedence Clearwater Revival donde hay una comunión auténtica entre el artista y el oyente. Se nota en "Have You Ever Seen The Rain" (suena a balada nocturna), "Keep On Chooglin’" (con una intensa incursión armónica) o con la fiesta final de "Down On The Corner" y "Fortunate Son". Minutos finales delirantes. Todo el mundo de pie y bailando. Los bises aumentan la adrenalina. Un derroche con "Rockin’ around the World" y "Proud Mary". Cómo no emocionarse con ese material tan arrollador. Cómo no pensar que esto es el rock’n’roll que justifica lo demás, y por el que merece la pena sentir, creer, que hay algo trascendental en él, nada insignificante, bastante utópico, pero por completo humano.
<<Fortunate Son>>. Grabado en Los Ángeles en 2005.


Fotografía: Santi Burgos, vía El País.

Jerry Lee Lewis, the killer

Por: | 15 de julio de 2009

El rock’n’roll no se puede entender tal como ya se conoce sin Jerry Lee Lewis, una de sus piedras angulares, uno de los pioneros que expandieron el sonido salvaje y sus excesos en una sociedad conservadora que no daba crédito a lo que veía y escuchaba.
Dentro del festival de conciertos de los Veranos de la Villa, que se celebra cada mes de julio en Madrid, Jerry Lee Lewis, apodado The Killer (el asesino) por su manera bestial de atacar el piano, actúa mañana jueves en el escenario de la Casa de Campo.
Sureño hasta la médula, nacido en el corazón de Lousiana, al asesino de la primera gran ola del rock hay que reconocerle formar parte de ese grupo de precursores del género junto con Little Richard, Chuck Berry, Elvis Presley, Gene Vicent y Bo Diddley, entre otros. Con permiso de Richard y Vicent, se puede decir que fue el primer gran niño malo de la clase rockera, capaz de prender fuego a su piano, tocar con los tacones las teclas, sugerir todo tipo de fantasías húmedas a los teenagers (adolescentes con edades comprendidas entre 13 y 19 años) y romper botellas sobre el escenario. También fue el primero en ofrecer un gran escándalo: en su época de mayor éxito se casó con la hija de 13 años de edad de su primo.
Era juerguista, bebedor e incontrolable. Pasó por el mítico Sun Records, sello de Memphis en el que Elvis Presley saltó a todo el mundo, donde facturó un magnífico álbum con su nombre y en un par de años grabó clásicos eternos como <<Shake it baby>>, <<Great balls of fire>>, <<Whole lotta shakin’ going on>> o <<High School Confidential>>. Es impepinable, obligatorio, tener algún disco en directo de este hombre.
Es cierto que esos tiempos de prenderse fuego a base de buen rock’n’roll en su fiel y malherido piano han pasado ya a mejor vida, pues el músico se ha reciclado en el country. Ahora, el hombre ya cargado en años está más comedido y es imprevisible en sus actuaciones, porque un tal Van Morrison, puede dar el mejor concierto de su vida o simplemente joderte la noche porque decide ir fastidiar la actuación. Veremos. No hay nostalgia entonces. Pero es el señor Jerry Lee Lewis y eso es mucho. Todos lo saben. En 2006, se publicó un disco de homenaje Last Man Standing que contaba con la colaboración de los más grandes, todos querían rendirle tributo: Mick Jagger, Jimmy Page, Springsteen, Rod Stewart, Van Morrison, Fogerty...
Y no es para menos.


BUM: El Eterno Ideal

Por: | 11 de julio de 2009

Hoy "Parada para repostar" se detiene en un magnífico texto de una banda poco conocida pero que ofreció una obra imperecedera. Power punk que revive a un muerto. Gracias a la genial labor de Álvaro Fierro, recuperamos para esta ruta sonora a BUM, y lo hacemos con declaraciones propias de sus miembros. Un repaso por el que merece la pena detenerse y leer con atención.
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Banda típicamente 90´s, los canadienses solamente registraron un álbum- I Wanna Smash Sensation (Pop Llama/Munster, 1993)- y dos Mini LP de escasa distribución- I´m Superwoman (Munster/ Au Go Go, 1994) y Make It Or Break It (Impossible Records, 1995)-. Pero consiguieron abarcar, quizás inconscientemente, mucho más: manufacturar tonadas imperecederas en una coyuntura propicia, como fue el Seattle de principios de los noventa o la California de Green Day, Mr T Experience y el sello Lookout. Sonará a tópico, y lo es, pero desempolvar un viejo vinilo y probar que la fecha de caducidad aún no le ha llegado, resulta de una satisfacción pocas veces comparable.
Bum se formaron a finales de los ochenta en la pequeña ciudad de Victoria, una coqueta isla situada al suroeste del país, a escasas millas de Vancouver. Capital de la provincia de British Columbia, y heredera directa de las peculiaridades británicas, no era extraño conocerse a todos los vecinos, más aún entre los que vivían en el mismo meridiano musical. Andrew Molloy y Rob Nesbitt trabajaban en una tienda de discos mientras se despachaban con bandas de medio pelo.
El primero nos resume hoy en día cómo eran aquellos inicios: “El grupo empezó como una banda de versiones que tocaba, obviamente, por diversión. Una vez abrimos para The Mono Men e hicimos temas de Undertones, Kiss, Eastern Dark (filial aussie de Celibate Riffles) etc. Por entonces éramos Kevin Lee al bajo, Eric Lowe a la batería y Rob Nesbitt y yo a las guitarras y voces. Tras ese show provisional nos decidimos tomarnos a nosotros un poco más en serio, y después de buscar un baterista más comprometido durante un tiempo, dimos con Jamie Fulton, que aceptó de inmediato pese haber aprendido hacía poco a tocar. Corría el año 1990, ya componíamos temas propios y la cosa empezaba a cuajar. Básicamente queríamos hacer canciones pegadizas como las que hacían nuestros héroes: Ramones, Cheap Trick, Buzzcocks o Descendents. Por supuesto nos interesaba más música que ésa, pero era a la que más apego sentíamos”.
Su compadre por entonces Rob Nesbitt se esfuerza por detallarlo: “Hay que remontarse al año 1988, cuando Andrew y yo, que trabajábamos en una tienda de discos local en Victoria, estábamos obsesionados con Descendents. También nos gustaban cosas como The Smiths, Duran Duran o Black Flag. Yo sabía que él era músico y había estado en un grupo llamado The Bedspins. Así que me armé de valor y una mañana le propuse montar algo. “Deberíamos crear un grupo tipo Descendents”, le comenté. Yo no tenía ni idea de tocar, y sus influencias estaban más orientadas al rock 70´s pero allá fui de todos modos. La formación primaria, como comenta Rob, la formábamos Kevin Lee a las cuatro cuerdas, Jamie Fulton cantando, Scott Henderson (Shovelhead, Show Bussines Giants) a la batería y Andrew y yo a las guitarras. Tras un pequeño receso de unos meses nos unimos para un par de shows. La formación varió, y en ese momento la ocupábamos Kevin al bajo, Andrew y yo a las guitarras y voces y Eric Lowe de 64 Funnycars a los parches. Un día, mientras nos dirigíamos a nuestro habitual bar nocturno, sus parroquianos nos preguntaron- lo hacían repetidamente- acerca del nombre que íbamos a poner al grupo, y Kevin lo soltó para espantarles. “Bum”, exclamó, y de una manera tan estúpida quedamos bautizados”.
En mayo del 93 salió a la venta el trabajo I Wanna Smash Sensation. Un proceso de gestación sin ínfulas de grandeza y de pretensiones vacuas, confeccionado en honor de, y solamente, de la melodía. Llegaron para ubicarse en la retina del aficionado curtido en el power- pop, y además cuando la sobrecarga en la elección era profusa. Hablamos de la época del Third Eye de Redd Kross, del Kerplunk de Green Day, del Frosting On The Beater de The Posies o del Flippin´Out de Gigolo Aunts. Andrew rememora: “Sí, en efecto. Fue la edad de oro del género, cuando todo este tipo de música se empezó a tornar en una máquina de hacer dinero. Rob remata: “Lo mejor para nosotros de todo aquello fue la amistad que trabamos con grupos como The Posies, Mr T Experience, Fastbacks etc., los cuales nos sirvieron de gran ayuda”.
En España cosecharon una buena acogida. Bien por la edición del primer disco por parte de Pop Llama, aquí vía Munster, de la grabación en vivo de su disco Shaketown en la madrileña sala Revolver registrado por Imposible Records o de la última grabación Make It Or Break It por parte del mismo sello, fueron más seguidores de los que en principio se podían sospechar si nos atenemos a las directrices del estilo. Andrew responde: “En España fuimos más populares que en cualquier otro lugar. La primera vez que estuvimos fue en la primavera del 94, luego ya en el 95 con Graham y Rob fuera de la banda. En su lugar fuimos con Nick Thomas de The Smugglers a la guitarra y Terry Russell, de Slow y Tankhog, a la batería. Fueron aquellos los mejores shows de mi vida; además hice grandes amigos, los cuales no he vuelto a ver desde hace diez o doce años”. Rob: “Impossible grabó ese directo en la primera gira que hicimos en España. Luego hizo lo propio con el mini LP Make It Or Break It y Pop Llama licenció el primero vía Munster en España. Los chavales de tu país sabían de sobra lo que era la buena música. Seattle es nuestro segundo hogar, pero nunca olvidaremos el cariño y la cercanía con que nos acogieron en España”.
¿Y cómo creéis que Bum encajarían hoy en día entre la caterva de adolescentes que potencialmente gusten de vuestro estilo?: Andrew: “No lo sé. Mucha gente joven de Victoria no conoce la existencia de BUM, y eso está bien. El indie rock abarca una gran parte de esta ciudad, y nosotros tampoco encajamos del todo en esa etiqueta. Para el resto del mundo ¿quién sabe? Y ya que lo mencionas, te comento: Grant Lawrence, de The Smugglers, coordina un programa de radio en la CBC, la cadena nacional de rock canadiense, y suele pinchar BUM en su sección de lo mejor de la música de los noventa, y debo decir que la respuesta del oyente suele ser muy positiva”. Rob: “Oigo BUM en muchas de las bandas que actualmente copan los charts musicales. Pastiches odiosos como Sum 41, Blink 182, The Academy Is etc. se han comido la tostada. Siempre dije que la música tipo Green Day acabaría entre las más comerciales, y ha sido así. Imagino que sí, conectaríamos con la gente hoy en día. Aunque las bandas de nuestro estilo lo hacen ahora mejor que nosotros lo hacíamos, en mi opinión”.
Reconocidos estuvieron cuando se les rindió álbum tributo I Said Sometimes (Magic Teeth, 2002). Andrew: “En su momento pensé: el mundo no necesita un disco tributo de Bum. Pero como iban a hacerlo de todos modos, no opuse resistencia. Fue un gran honor, además de la calidad con que algunas bandas hicieron su versión. Me avergüenza pensar que otros grupos mucho mejores que el nuestro se quedaron sin álbum tributo, lo que supone, como decía antes, un enorme honor. Rob: “Fue todo obra de Gareth Gaudin, aquí conocido por ser un artista del cómic y un magnate de los discos. El álbum fue increíble, y amamos, sinceramente, todas y cada una de las versiones del disco. La que hicieron The Lisa Marr de <<A Promise Is A Promise>> me rompió el corazón”.
A modo de corolario, hago mías las palabras que una firma rutera antaño escribió acerca del valor intrínseco de la música y de su objetivo fundamental. Venía a decir, algo así como que, a pesar de canciones de catorce minutos, feedbacks interminables, solos de batería, retruécanos, lírica intrincada y experimentos imposibles, a pesar de todo decía- y afirmo-, todos somos unos mataos, y la música está, únicamente, para pasarlo bien. Bum supieron captar ese mensaje.


Texto: Álvaro Fierro es redactor de Ruta 66.

Un blues auténtico llamado Reverend Gary Davis

Por: | 09 de julio de 2009

Era una entrevista para la revista Ruta 66. Salía a la palestra el tema de las influencias sonaras y Adam Stephens, cantante y guitarra de Two Gallants, un interesante dúo del que se ha hablado en esta ruta, me citaba varios nombres. Como banda del folk rock californiano, con cierto primitivismo y pose punk, me llamó la atención varios de los nombres que me citaba, la mayoría viejos cantantes de blues. Me quedé con uno que desconocía y que desde entonces se ha puesto en mi cabecera musical.
Reverend Gary Davis, un bluesman ciego de Carolina del Sur. Su nombre me sonaba de muy lejos, tal vez confundido incluso con algún otro reverendo dedicado a la música, pero nunca había reparado en quién era. Luego me dí cuenta que había, tal vez, llegado a mis oídos por otros. Sí, leí a los muchos músicos que había influido, y prestando atención, ahí, en canciones de Ry Cooder y Dave Van Ronk, por ejemplo, estaba el reverendo Davis. También en el Dylan, quien le versionaba, más crudo de los primeros años.
No tardé muchos días hasta que me hice con uno de sus discos. Escucharlo fue un gran descubrimiento. Es de esas veces que chocas de lleno con sonidos reales como el corte de un cuchillo. Su guitarra sangraba y su voz raspaba las paredes de la habitación.
Comenzó a tocar la guitarra a los seis años, como cantante callejero, y luego gastó varios lustros en las calles de Harlem con sus ragtime, blues y gospel. Era un hombre profundamente religioso. Adquirió cierta repercusión en la purista escena folk de Greenwich Village de Nueva York. Y de ahí, tal vez, ha pasado mejor su legado a nuestros días. No extraña verle, por tanto, en el show televisivo de Peter Seeger.
El Reverendo Gary Davis es de esas personas hechas de otro molde. Observándole ahí sentado, da mucha pereza en pararse a pensar por un segundo en la piel de esos músicos que a la primera de cambio te sueltan el rollo de lo muy auténticos que son y lo que odian y aman y dejan de odiar y amar y como viven incomprendidos. Incomprensión es otra cosa, digo yo.


Neko Case, una cantante sin tirón político

Por: | 07 de julio de 2009

Ha empezado a hacer ruido el reportaje de portada de Rolling Stone, edición española, en el que mi buen compañero Josu Lapresa con información de Jesús Cintora habla del rock en el Congreso de los Diputados. Dice Rodríguez Zapatero que es fan de Supertramp y Manu Chao mientras que Mariano Rajoy habla de The Beatles, Bravos y Los Brincos. Manuel Serrat es el músico preferido de los socialistas, U2 de los populares, Sabina de los catalanes y Springsteen de los vascos.
En fin, curiosa y completa radiografía de Cámara Baja de las Cortes Generales que, si se me permite, uno ve con cierta distancia. Casi todo lo que viene de un político me lo produce. Patología política, cierto. Y en esto de la música no va a ser menos. Casi diría que es más que si me hablan estos señores sobre sus preferencias futbolísticas o turísticas. Siempre tan predispuestos a solucionar cuando su verdadero cometido vocacional es enredar. Con ellos, todo lo veo y lo escucho a tres pasos de distancia, por si las moscas.
Mucha más cercana se me hace la crítica de disco y la entrevista de Manu Piñón a Wilco. Y ya puestos recomiendo la entrevista a toda una cantante como Neko Case, que volvió hace meses con su disco posiblemente más pop, Middle Cyclone. Es un interesante misterio el que desprende esta mujer, con una música que viajó del punk de los The New Porngraphers al country alternativo en solitario. Belleza intacta, casi divina según el momento en su obra a solas.
Cuando uno se ha referido en esta ruta norteamericana a gente como Lucinda Williams, tiene que pararse un rato, a descansar, a disfrutar, con una chica como Case.
Por cierto, ninguna de sus señorías cita a esta mujer. Tal vez sea estúpido, pero me deja mucho más tranquilo.


El País

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