Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.
Sobre el autor
Fernando Navarro. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".
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Lugar de encuentro sobre actualidad musical y sonidos raíces de la música norteamericana. Otro punto de reunión y recomendaciones del blog de Fernando Navarro pero hecho con la colaboración de todos sus miembros.
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“Un accidente de tráfico y sus consecuencias despiertan en Javi, un periodista inmerso en la crisis del sector, un torrente de recuerdos y sensaciones que le conducen a su juventud, a esos veranos en el pueblo con sus amigos, al descubrimiento del amor y de esas canciones que te marcan de por vida. Un canto al rock, a la amistad, a la integridad ética y al amor puro”
Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana repasa el siglo XX estadounidense a través de las historias de más de treinta artistas, claves en el nacimiento y desarrollo de los estilos básicos de la música popular. Un documento que tiene en cuenta a músicos esenciales, que dejaron un legado inmortal sin importar el éxito ni el aplauso fácil.
Hace poco estábamos de celebración por el décimo aniversario de Rolling Stone. Este año también le toca al turno a la revista Rockdeluxque cumple 25 primaveras. Ciertamente, si ya dije que una década en la prensa musical es un logro, 25 años representan algo casi titánico, tal y como han pintado siempre las cosas en cuanto a periodismo musical se trata en este país. Por lo tanto, felicidades a la redacción de Rockdelux. ¡Que sean muchos más! Lo agradecerán los lectores y los propios profesionales porque la pluralidad de prensa y opinión siempre debe ser bienvenida.
El número especial de Rockdelux para su aniversario incluía una lista, entre otras muchas, de los cien mejores discos internacionales de la década 2000-2009, publicados por artistas como Animal Collective, Antony And The Johnsons, Arcade Fire, Arctic Monkeys, Erykah Badu, Devendra Banhart, Björk, Bon Iver, Johnny Cash, Cat Power, Nick Cave & The Bad Seeds, Ry Cooder, Common, Bob Dylan, The Flaming Lips, Micah P. Hinson, Lambchop, Primal Scream, Sonic Youth o Kanye West. Para este aniversario, decido pinchar a una de las bandas tal vez más adoradas por Rockdelux y que, a diferencia de otras que lo son igual o más pero para este escribiente la mayoría de las veces no le emocionan ni la mitad de las buenas palabras que se escriben en la publicación, también es de las más queridas por esta ruta sonora. Hablo de Arcade Fire, seguramente de uno de los mejores grupos de la última década. Además, parecen que ya están preparando el nuevo álbum tras el glorioso Neon Bible.
Hace unos días el suplemento cultural Babelia publicaba una entrevista que hice por teléfono a Simone Felice, hermano de los Felice Brothers y actualmente con proyecto por su cuenta con The Duke and The King. De esto último ya se habló en este blog, pero ahora quiero aprovechar para reivindicar de nuevo a The Felice Brothers, una banda que en la Ruta Norteamericana es muy querida. Los Felice han sacado este año otro disco más que notable: Yonder Is The Clock (Team Love / Freak Magnet). Recupero la parte de Babelia que hablaba de la banda. “Junto con sus hermanos Ian y James, Simone creó los Felice Brothers, un combo que empezó tocando en el metro de Nueva York y atendía a las raíces sonoras de su entorno rural dejando atrás la moda de las distorsiones y el ruidismo. El mayor de los hermanos Felice tiene una buena explicación al respecto: “Crecimos en las montañas de Casktill, en el mismo lugar en el que The Band grabaron Music from Big Pink”. De ese trascendental paisaje, que descansa en la cordillera de los Apalaches y por donde desciende el río Hudson por un verde valle, se puede afirmar que han conservado la misma fotografía. La legendaria imagen campestre de los miembros de The Band (Rick Danko, Robbie Robertson, Levon Helm, Richard Manuel y Garth Hudson) en el interior de ese álbum paradigmático del sonido tradicional estadounidense, con el que se presentó el que entonces era grupo de acompañamiento de Dylan, ha planeado en los primeros testimonios sonoros de los Felice. En Through These Reins and Gone (2006) y Tonight at the Arizona (2007), los Felice Brothers juegan con ese aspecto de asaltadores de trenes con sombrero. Pero lo más importante: desde sus orígenes hasta hoy, estos hermanos han profundizado en el fascinante legado de The Band hasta casi extender a nuestros días las Basement Tapes en composiciones como Frankie’s Gun, Take This Bread o Penn Station. Un jolgorio que tiene su última huella sonora en el reciente Yonder Is The Clock (2009) tras el excelente The Felice Brothers (2008). Simone, que a las baquetas y en labores compositivas en la formación familiar recuerda al mismo Helm, se siente a gusto con las conexiones con The Band: “Me considero afortunado de haber recogido la sagrada antorcha de sus canciones y su poesía. Es un honor. También una responsabilidad, pero me hace feliz”. Rock primitivo, inocente, fresco, de guitarras, órganos y acordeones que confluye con medios tiempos y profundas baladas de soul blanco. Es un sonido bastardo, imposible de etiquetar, aunque esencialmente americano, como un plano secuencia de John Ford. Según el músico, surge del hábitat que rodea al artista: “Casktill es un área con un ambiente especial, por el agua, el aire, los árboles… El entorno influye absolutamente. Cuando creces en las montañas, con inviernos largos, dos o tres pies de nieve, con arroyos congelados y sientes el contacto con la naturaleza, te das cuenta que estás ante un tiempo especial”.
PD. Aprovecho para recomendar la iniciativa de dos periodistas, María Sánchez y Álvaro Llorca, que han llevado a la práctica el sueño de esta ruta norteamericana y se han lanzando a la carretera para recorrer de costa a costa Estados Unidos y, lo mejor, contarlo vía blog. A través de la Comunidad de ELPAÍS.com y de Utuoi, encontrareis las peripecias e historias de ambos en La Gran Mixtape Americana.
Tiene tan sólo 19 años y es la nueva cara bonita de la música norteamericana. Rubia, radiante, con voz de caramelo, todos se rinden ante ella. Taylor Swift, natural de un pueblo del Estado de Pensilvania, acaba de hacer historia. Pese a su edad, en poco más de una semana se ha llevado todo un catálogo de premios musicales en Estados Unidos por su último disco, Fearless, el segundo de una carrera que apenas empezó cuando tenía 16 años. Anoche rompió con muchos pronósticos. En una ceremonia de pompa y jabón en Los Angeles, esta cantante se llevó el American Music Award a la mejor artista del año y se impuso al fallecido Michael Jackson. Es algo simbólico. La chica se ha ganado el corazón del público. Los American Music Award presumen de ser los premios que más se acercan a la opinión de los oyentes porque se basan en los gustos de los compradores (esos que cada año van a menos) y los fans con sus votos por Internet. Obtuvo además el premio en la categoría Mejor Artista Pop Rock Femenina, Mejor Artista Country, Mejor Artista Adulto Contemporáneo y Mejor Disco Country. Pero el primer pelotazo lo pegó la semana pasada. El establishment del country al completo reconoció a esta chica como la artista del año, concediéndola un lugar en la historia de los galardones al convertirse en la cantante más joven en obtener el título. También se llevó los premios en las categorías de vocalista femenina, vídeo musical y álbum del año. Swift se erigió como la nueva sensación de eso que el negocio de Nashville llama country, aunque poco se parezca hoy en día lo que venden como tal a los sonidos tradicionales de un género que lleva el sello de gente como Johnny Cash, Jimmie Rodgers, Gram Parsons o Waylon Jennings. ¿Vale tanto Taylor Swift? ¿Es la nueva voz del country? Si nos atenemos a lo que la industria quiere que consumamos, sí. Taylor Swift es el prototipo perfecto de estrella comercial. Si nos atenemos a cuestiones artísticas, a vértigo musical, a llegar hasta las entrañas con un género que ha sido la voz del pueblo americano, entonces, esta chica se cae al primer soplido. Pero ahí está, triunfando por todo lo alto, y pronto llegará a España su campaña promocional, pasto de radiofórmulas. Que la industria reconozca el arte musical es como pelear contra los molinos de viento. Comparar el último trabajo de Swift, por ejemplo, con lo último de otra voz femenina de la americana como Eilen Jewell pone en evidencia el estado de las cosas. Lo de la primera para este escribiente es un plástico, donde nada tiene peso, mera ligereza para consumo adolescente. Lo de la segunda palpita y desborda sentimientos con música de primer nivel. Los medios americanos aún así hablan de la artista americana de los últimos años. Todos tienen su espacio para Taylor Swift. Medios como CNN le han dedicado una gran cobertura. Algunos críticos ya hablan de la artista americana de la década, como ya hicieron en su día con Shania Twain. El patrón: cara bonita, voz de niña buena y sonidos cogidos con pinzas, sin mojarse las manos. ¿Artista americana de la década? Da pavor pensarlo. No hace mucho la revista No Depression dio este título a Buddy Miller. Y uno se pregunta: ¿dónde se queda el señor Miller ante la cegadora luz que desprende Swift? ¿Estos ejecutivos del countryside han escuchado acaso su último disco con su mujer Julie, titulado Written in Chalk? ¿En ese álbum no hay country? ¿No existe una voz reconocible de la americana music? Claro que sí, pero también es cierto: ¿desde cuando ha hecho falta un premio para saberlo? Aunque no estaría de más, que alguna vez, estos directivos y negociantes musicales reconociesen la música en estado puro. Así daría la sensación de que no somos tan pocos a los que nos parece que una sola canción del último trabajo de Emmylou Harris vale más que todos los premios conseguidos por Taylor Swift. Pero juzgad vosotros mismos.
A nadie se les escapa que las navidades ya han llegado. Las tiendas, grandes almacenes y anuncios ya han empezado su maquinaria para vender a toda costa. A pesar de que puedo llegar a entender perfectamente a aquel que odia las navidades, todavía soy de los que mantiene cierto espíritu ante estas fechas (a mediados de diciembre y no antes) y se me despierta un ánimo especial y distinto al resto del año. No es algo navideño, más bien es algo entre nostálgico e inocente. Creo que no hay mejor forma que dar la bienvenida a estas navidades siempre tan tempranas que anticipandonos en esta ruta con una historia como la que nos trae Juan Antonio Hidalgo, colaborador de Ruta 66. Una navidad como la de mi compañero Hidalgo cambia la vida y merece ser recordada para siempre, además de ser compartida. Disfrutad. ----------------------------------------------------------------- Me pide el responsable de este blog unas líneas hablando sobre algún disco del que pueda decirse que de alguna forma “cambió mi vida”. Difícil elección. Como le habrá sucedido a todas las personas para las que la música representa una parte fundamental de su vida en distintos momentos han sido muchos los artistas -y por tanto los discos- que, más que interesarme, han llegado a obsesionarme, en ocasiones durante períodos de tiempo bastante prolongados. Y partiendo de la base de que buena parte de mis referencias culturales se han conformado indagando sobre lo que había detrás de un disco, no resulta descabellado concluir que todos esos discos –y son muchos- han cambiado, de alguna forma, mi vida. Sin embargo, si de lo que se trata es de seleccionar un solo título, posiblemente la única elección posible sea remontarme al momento en que me fue inoculada esa enfermedad que muchos definen como “la fiebre del rock and roll”. Al fin y al cabo, ahí empezó todo. Sucedió durante la navidad de 1977. Un servidor tenía tan sólo 12 años y aquel día en concreto estaba aletargado delante de la pequeña pantalla, devorando los anuncios de juguetes, e intentando decidir las peticiones del año a las distintas ramas de la familia. Curiosamente –lo recuerdo como si fuese ayer- por primera vez, nada me resultaba suficientemente atractivo. Hasta que, de repente, un fragmento musical de tan sólo unos segundos atrapó mi atención como posiblemente nada lo había hecho hasta ese momento... Ante la falta de mejores alternativas y sin tenerlo demasiado claro, acabé pidiendo a unos tíos el disco del que formaba parte esa intrigante canción. Yo todavía no lo sabía, pero aquel tema se titulaba <<Heartbreak Hotel>>. Era uno de los que se escuchaban en el spot televisivo con el que aquel año se promocionaba Los 40 Éxitos de Elvis Presley, un doble LP editado por K-Tel con la clara intención de rentabilizar al máximo la todavía reciente muerte del cantante. El día de reyes de 1978 el disco llegó finalmente a mis manos. Yo todavía no podía ni sospechar el efecto que iba a causar sobre mí. Aquellas cuarenta canciones, así como las pocas fotografías e información biográfica que completaban el paquete, me abrieron las puertas a un universo nuevo. Durante los siguientes meses aquellos dos vinilos se convirtieron en una auténtica obsesión. Los escuché incontables veces hasta prácticamente desgastarlos, memorizándolos por completo. Durantes los meses siguientes, a medida que me iban llegando nuevos discos de Elvis por diversos conductos, la cosa fue a más. Me hice también con una escueta biografía titulada “Elvis Presley, la rebelión domesticada” y, poco más tarde, con una breve enciclopedia de dos volúmenes (escrita por un tal... Diego A. Manrique) sobre el rock and roll de los años cincuenta. Así supe de la existencia de unos tipos con nombres tan curiosos como Eddie Cochran, Buddy Holly, Gene Vincent o Chuck Berry, que hacían una música parecida a la de Elvis. Ellos fueron la siguiente etapa. Sin embargo, había un problema. Conseguir ese tipo de discos, en aquel momento y en nuestro país, no era tarea fácil. Dejando de lado algunas recopilaciones de éxitos –pocas- de gente como Chuck Berry, Little Richard o Bill Haley, era casi imposible encontrar en España material de músicos como Gene Vincent, Eddie Cochran o Wanda Jackson. Para hacerse con material de este tipo había que acudir a establecimientos muy especializados. Recuerdo, concretamente, una minúscula tienda en la desaparecida Avenida de la Luz de Barcelona en la que podías hacer tus encargos y cruzar los dedos esperando que, en uno de sus viajes mensuales a París en busca de material, el propietario encontrase algo parecido a lo que estabas buscando. Si así era, nos despachaba la mercancía aunque, invariablemente, a precio de oro. Sin embargo, valía la pena. La impaciencia con la que esperábamos la vuelta de cada uno de sus viajes y la emoción con que descubríamos los sonidos que contenían aquellos discos son recuerdos inolvidables.... Con el paso de los años, aquella pasión inicial por la música de los padres fundadores del “rock and roll” fue derivando hacia otros géneros y sonidos. Y cuando, finalmente, llegó el momento de elegir unos estudios, mi decisión se orientó persiguiendo el objetivo de dedicarme al periodismo musical. Un objetivo que, finalmente, no se cumplió, aunque sí se materializó el inicio de una trayectoria profesional en el mundo de la comunicación. En definitiva, tres décadas después de haber recibido como regalo aquella recopilación de éxitos de Elvis Presley, sigo experimentando las “ondas expansivas” de aquel momento. Y no tan sólo en el ámbito profesional. A la música le debo también muchas amistades, muchas actividades, más de un viaje y un volumen nada despreciable de lecturas e intereses de todo tipo, a los que -como antes he dicho- a menudo he llegado después de obsesionarme por los sonidos que surgían de un pedazo de vinilo. Me gustaría pensar que esta obsesión, que supongo que ya que me acompañará hasta el fin de mis días, me ayuda a retrasar, aunque sea un poco, los nada apetecibles efectos del paso del tiempo. Como dijo ese gran filósofo llamado Keith Richards, “Uno no deja de escuchar rock and roll cuando se hace mayor. Lo que en realidad sucede es que se hace mayor cuando deja de escuchar rock and roll”. Pues vale, Keith. Espero que tengas razón.
Hoy es una cosa breve pero directa en la que se detiene esta ruta norteamericana. Rolling Stone, edición española, cumple 10 años. La marca Rolling Stone desde sus gloriosos orígenes es esencial en la música norteamericana. Desde aquí un pequeño homenaje a mis compañeros de Rolling Stone (Darío, Pedro, Josu, Vero, Manu, Manrique, Amaya, Blanca, Óscar y cía...), a los que hace ya bastante tiempo que no veo pero que sé lo mucho que se lo trabajan. Tal y como están las cosas, una década en el periodismo musical es para celebrarlo. ¡Que sean muchos más!
De manera breve quiero comentar la visita esporádica de uno cantautor que es una de mis debilidades del género. Esta ruta norteamericana se detiene en destacar el trabajo poco conocido en este país pero no por ello de baja calidad de Tim Easton, un tipo humilde pese a su gran talento. Con un repertorio repleto de folk-rock, que adorna con atino de toques country, rockabilly o blues blanco, Tim Easton es un verdadero trabajador de la americana music. Siempre se le puede ver con su Gibson negra al hombro, así como con su armónica. Decir Tim Easton es hablar de un contador de historias, un hombre dedicado en cuerpo y alma a la música de carretera, en la misma línea de los grandes del género. Si vives en Madrid, hoy jueves tenéis la oportunidad de verle en directo. Es una visita puntual. Tim Easton toca esta noche en el Wurlitzer Ballroom, en pleno centro de Madrid. Gran oportunidad para disfrutar de música hecha con el corazón.
Me hago eco de la presentación, dentro de su entrevista para este periódico, que Iñigo López Palacios hizo de Imelda May, nueva sensación de los sonidos revival, en el suplemento EP3 el pasado viernes. "May, 35 años, lleva casi 20 recorriendo los clubes de las islas y media Europa. "Empecé con 16 años, ha sido un largo camino". En 2005 publicó su primer álbum (que acaba de ser reeditado) y en 2008, el segundo,Love tattoo.Su mezcla derockabilly, swingy jazz, su estéticacincuenteray el sincero amor que destila por la época de los pioneros llamaron la atención de Jools Holland. El músico y presentador de televisión británico la llevó a su programa y, después, de telonera en una gira que terminó con un concierto en el Royal Albert Hall londinense. Fue su despegue. "Todo se ha vuelto un poco loco en los últimos meses. Pero lo llevo bien. En parte, supongo que ha sido por haber tocado tanto. He hecho esto durante mucho tiempo dándome exactamente igual si tenía éxito o no. Y al final parece ser que gracias a hacerlo al viejo estilo funciona. Que seas capaz de agradecer que se aprecia lo que haces y al mismo tiempo sepas que seguirías en ello aunque no fuera así hace mucho más fácil lidiar con la atención". Y tanto. Hace poco que se cumplieron 10 años del momento en que se mudó a Londres y hasta 2005 no montó su propia banda. Casada con el guitarrista de su grupo y, según cuentan, lo más alejado a una diva que quepa imaginar, Imelda May es parte de esa oleada de músicos de las islas fascinados por la cultura popular estadounidense de los cincuenta, entre los que también destacan Kitty, Daisy & Lewis. Ella proviene de una familia obrera de Dublín, cinco hermanos creciendo en una casa de dos dormitorios. "Mi música es una mezcla de todo lo que amo. Está influenciada por lo que escuchaba de niña. Uno de mis hermanos oía muchorockabilly,Buddy Holly, Gene Vincent, es la banda sonora de mi infancia. En mi casa había mucho amor y la música era parte de eso. Mira, un día escuché a Billie Holiday en la radio y aquello me puso del revés. Y fue mi hermano el que me llevó de la mano a la tienda de discos y me compró ungrandes éxitos.Lo escuchamos juntos toda la tarde. Es un recuerdo maravilloso" De hecho, Imelda May se curtió en los clubes deburlesque,esa especie de cabaret erótico de los cincuenta que Dita Von Teese, la ex de Marilyn Manson, ha sacado de las catacumbas y ha convertido en un estilo de moda. "Yo cantaba mientras las chicas hacían su espectáculo. Era muy divertido. Me encanta esa estética. No es que intente disfrazarme como una mujer de los cincuenta, es sólo algo que me gusta. Me levanto por la mañana, me peino así y ya me siento bien para salir a la calle. Desde pequeña he pasado la vida intentando encontrar lugares donde hubiera ropa del estilo de los cincuenta. A los 15 me compré mi primer abrigo de imitación de piel de leopardo. Yo quería parecer mayor. Es un estilo muy femenino. Me encanta esa ropa, ahora miras los periódicos y parece que todas las chicas quieren aparentar que son niñas de ocho años, pero entonces locoolera ser muy mujer. Me encanta esa imagen". (Leer toda la entrevista en EP3). Una imagen que defiende con soltura y fuerza. Esta ruta sonora salta el charco hasta Dublín para recontrarse con el ritmo de esta poderosa mujer, que es una punta de lanza del rockabilly actual, tan característico de EE UU, pero que también se mueve con atributos cuando canta jazz o blues de tugurio. El mismísimo Van Morrison se ha quedado prendado a Imelda May.
Imelda May actúa el 19, en Madrid (Sala Caracol); el 20, en Cartagena, Murcia (29º Cartagena Jazz Festival), y el 21, en Barcelona (Festival Internacional de Jazz de Barcelona).
La dama ha recorrido 30 años de trayecto discográfico. Y conoce los riesgos de prestarse a mirar atrás. Lo hizo en 1996 para el documental de Ethan A. Russell Naked songs: The life and times of Rickie Lee Jones. Y salió escaldada: "Veté su estreno. En el montaje final no aparecía ninguna de las anécdotas divertidas que le había contado. Sólo era una sucesión de dramas. He vivido un montón de episodios descorazonadores, pero a su vez muchos maravillosos. ¡Debuté en el Carnegie Hall, por Dios, y eso ni se mencionaba!", brama desde el otro lado del teléfono la cantante y compositora estadounidense. Firme pero sin acritud. Así comienza la más que interesante entrevista que Ramón Fernández Escobar hace a Rickie Lee Jones en el último número del suplemento cultural Babelia. Titulada Rickie Lee Jones, la chica salvaje, una de las cantautoras norteamericanas más trascendentales repasa tres décadas de carrera y habla de su último disco Balm in Gilead (Universal). ELPAIS.com te ofrece la posibilidad de ver un vídeo de cómo se cocinó este álbum que vuelve a hacer que Jones esté de nuevo vigente. El estupendo perfil de Jones se completa con un análisis del siempre certero Diego A. Manrique sobre la relación que tuvieron Tom Waits y la cantante en términos artísticos y personales hasta que el músico conoció a la que ahora es su actual esposa, Kathleen Brennan, durante el rodaje de Corazonada, la preciosa película de Francis Ford Coppola. Como dijo Tom Waits, según el texto de Manrique: “Ella era mucho mayor que yo en términos de sabiduría callejera”. Todo esto me ha hecho recordar un magnífico reportaje que hace ya varios años (tal vez tres o cuatro) publicó Ruta 66 bajo la firma del gran Toni Castanardo. Un texto que se adentraba en las horas bajas de un ángel caído que siempre se ha movido en aguas de sufrimientos y penurias, pero sacando luz que cegaba a la primera de cambio gracias a esa voz de niña rebelde y ese aroma de viejo vinilo. Rickie Lee Jones, la beatnick por excelencia, sigue aportando elegancia y regala momentos sublimes al oyente. Esta ruta norteamericana se rinde a su estilo. Y hago mías unas palabras suyas en el citado reportaje de Ruta 66 al referirse a poetas como Anne Sexton y Edgar Allan Poe. “Ellos hacen que sintamos e imaginemos que somos algo más que nuestros cuerpos”. Lo mismo digo de ti, Rickie.
Rickie Lee Jones actuará hoy martes 17 en Madrid, el miércoles 18 en Bilbao, el viernes 20 en Cartagena y el sábado 21 en Barcelona.
Hace ya semanas que escuché por primera vez el disco de The Duke & The King, el proyecto por su cuenta de Simone Felice, el mayor de los Felice Brothers. El álbum, Nothing Gold Can Stay (Houston Party) me pareció bastante bueno de primeras, pero con la dedicación necesaria ha crecido hasta el punto de dejarme prendado a algunas composiciones que en ese plástico se recogen. Tuve la suerte de entrevistar a Simone Felice. Hablé con él hasta en dos ocasiones para distintas entrevistas para la revista Efe Eme y Babelia. Un tipo muy agradable y que transmite muy buenas vibraciones. Pego a continuación parte de la entrevista en Efe Eme, titulada Bienvenido a un mundo de poesía y naturaleza salvaje. Es la parte dedicada a hablar de The Duke and The King, un proyecto que si no lo tienes escuchado harías bien en buscarlo porque, ya te digo, que suena con cierto toque de hechizo y, recogiendo ideas del propio Simone, es una medicina fantástica para el alma.
----------------------------------------------------- Tal vez el idílico paisaje en el que se crió, rodeado de árboles, ríos y senderos sin fin, o tal vez el fascinante eco musical que dejaron Bob Dylan y The Band en las profundidades de las montañas del Estado de Nueva York, o seguramente ambas cosas, han debido influir para que Simone Felice dé la sensación de que sueña despierto. Habla con entusiasmo de sus deseos y recuerdos, de su pasión por los detalles de la vida y de las vibraciones sonoras y líricas que pueblan sus canciones, tanto en su nuevo proyecto The Duke & The King como en el anterior con sus hermanos, The Felice Brothers. Al escuchar su música y oír sus palabras, es como si se hubiese adentrado en el bosque del folk-rock de corte tradicionalista y no quisiera nunca más abandonarlo. El riesgo, siempre en estos casos, es perder el norte. Pero el mayor de los hermanos Felice pone cuerpo y alma en la vida que ha elegido cerca de las aventuras del rock y lejos del mundanal ruido. Y, a la vista de los resultados, ese camino tiene visos de ser más real que el de una buena mayoría. Después de varios años con tus hermanos en The Felice Brothers has dejado el grupo y has montado un proyecto por tu cuenta llamado The Duke & The King. ¿Por qué? Es algo que quería hacer desde hace tiempo, pero después de que mi hijo, que era un bebé, se murió el pasado invierno mientras grababa algunas canciones para “Nothing Gold Can Stay” [nombre del disco de The Duke & The King] vi muchas más cosas claras: el curso de mi vida o la poesía que necesitaba hacer con mi colega Robert. Robert “Chicken” Burke es tu compañero de viaje en The Duke & The King. ¿Cómo le conociste? Nos conocimos hace más de 10 años y nos hicimos rápidamente amigos. Nos ayudó a mi hermano y a mí en nuestras primeras grabaciones. Nos sentamos alrededor del fuego y escribimos canciones que nadie podía oír y nos reíamos y mirábamos a los pájaros (particularmente a un halcón) planeando sobre el agua. Soñamos con actuar y tocar todas nuestras extrañas ideas. Creo que estamos hechos el uno para el otro. Nos sentimos la misma clase de niños con esos ojos como platos que nos maravilla todo antes de que los jefes o la policía nos digan que tal cosa que nos fascina no es magia, pero suena como una extraña brujería. ¿Quién es el duque (The Duke) y quién es el rey (The King)? Yo soy el duque. El título de rey es demasiada responsabilidad para mí [risas]. ¿Y cómo llevas eso de ser el responsable máximo de este proyecto? Eres el cantante principal a diferencia de en The Felice Brothers. Tuve una banda de punk en la solía estar al frente cuando era un chaval. Nos escapábamos del colegio y nos íbamos directos a tocar por la noche entre semana a CBGB’s en un tiempo que ya andaban por ahí Nirvana y Fugazi eran dios. Luego, ocho o nueve años antes de que mis hermanos y yo formásemos la banda, yo era un poeta viajero, con algo de gitano y de perdedor, que leía todas las noches poesía delante de un micrófono. Al principio, me sentía nervioso e incómodo, pero al mismo tiempo era un entrenamiento y cada error me ayudaba a coger por las riendas mis miedos. Así que se me hace bastante natural este cambio. Pero antes tocabas la batería con tus hermanos y ahora cantas y tocas la guitarra. ¿No piensas que la situación como músico es muy diferente ahora de antes? Mis hermanos y yo somos músicos autodidactas. Siempre disfrutamos desafiándonos a nosotros mismos con nuevos papeles a interpretar. ¡Aun así todavía toco un poco la batería en The Duke & The King porque me encanta! ¡La música es mi avión! ¿Qué clase de música sueles escuchar ahora mismo? The Beatles, Sam Cooke, Neil Young, Stevie Wonder, The Rolling Stones, Otis Redding, Joni Mitchell… ¿Por qué elegiste el nombre de The Duke & The King, del libro de Mark Twain “Las aventuras de Huckleberry Finn”? Mark Twain es uno de mis héroes. Era un rebelde y a nosotros [a Burke y a él] nos encantan los rebeldes. Su arte viene de un lugar real y auténtico, que no teme decir la verdad. Este libro de Huckleberry fue una revelación para América cuando fue impreso. ¡Un joven chico blanco del sur que se hace como mejor amigo a un negro esclavo durante una huida! ¿Quién ha oído tal cosa antes? ¿La música te ha ayudado a sentirte como Huckleberry Finn? La música cuando era adolescente era nuestra válvula de escape de las gilipolleces del mundo. Era nuestra medicina para el alma, y siempre lo será (Más en la revista Efe Eme)
The Duke & The King estarán de gira el 17 de noviembre en Madrid, 18 en Valencia y 19 Bilbao.
"Los días de hambre me hicieron más fuerte”. Es el grito de guerra de la señora Dorothy Mae Whitsett, más conocida como Lady Dottie, que se hace acompañar por el grupo The Diamonds. Y te aseguro que no es un grito de guerra cualquiera. Nuestra ruta se detiene en Alabama, donde Lady Dottie creció marcada por una sociedad en la que el racismo era tan corriente como el aire sureño que llevaba cantos gospel a su corazón. La música se convirtió por tanto en un elemento de supervivencia, incluso más allá, era una razón para creer, y en los profundos sonidos negros encontró dignidad y fuerza. Mahalia Jackson, Aretha Franklin o Koko Taylor dieron poder a nuestra protagonista para buscar esperanza en la música. La dama negra, que ahora tiene 66 años, vivió superando penurias, pasando hambre, viéndoselas de todo tipo para tener dinero en los bolsillos pero grabando y cantando sin parar. Su curriculum es impresionante. Como corista ha colaborado con Rolling Stones, Muddy Waters, Buddy Holly, Ray Charles, Chuck Berry, Ike & Tina Turner, Otis Redding, Sam Cooke o AC/DC. Y aún así, Lady Dottie no es más que una superviviente innata, aunque eso signifique mucho. Es una luchadora y en su explosiva mezcla de garage-soul con bendiciones gospel reside las victorias de sus batallas diarias y su fe ciega por Dios y el rock’n’roll. Un rock viciado de diferentes ritmos negros del blues, gospel, garage, soul. Su disco de debut junto con los chavales blancos de The Diamonds muestra esa amplitud de onda. Lady Dottie y sus Diamonds están de gira por nuestro país desde ayer que pisaron tierras canarias y es un hecho que merece su espacio en esta carretera sonora norteamericana, que se acelera con temas tan incandescentes como el siguiente.
GIRA: 12 Nov – Barcelona, Rocksound 13 Nov – Madrid, Gruta 77 14 Nov – Vitoria, Helldorado 16 Nov – Valencia, Black Note 18 Nov – Santiago Compostela – Aniversario Discos Reixa – La Nasa 20 Nov – Gijón, Festival Cine 21 Nov – San Sebastián, Centro Cultural Altza w/Lord Bishop Rocks