La Ruta Norteamericana

Sobre el blog

Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.

Sobre el autor

Fernando Navarro

. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

La canción del Jukebox

Participa en "La canción del Jukebox" 'pinchando' una canción. Manda tu selección de música norteamericana con el enlace de Youtube o Vimeo a la dirección @gmail.com e indica tu nombre. Tu canción sonará durante una semana en este Jukebox digital.

Spotify

Spotify de 'La Ruta Norteamericana'

Listas de reproducción temáticas de La Ruta Norteamericana. Música para mover las caderas, engancharse al soul, desmelenarse con guitarras o soñar despierto. ¡Escucha nuestra lista!

PERFIL DE FACEBOOK

Perfil facebook 'La Ruta Norteamericana'

Recomendaciones, noticias y reflexiones musicales en primera persona, un espacio distinto al blog donde conversar y escuchar música.

FACEBOOK: AMIGOS DE LA RUTA NORTEAMERICANA

Grupo facebook 'La Ruta Norteamericana'

Lugar de encuentro sobre actualidad musical y sonidos raíces de la música norteamericana. Otro punto de reunión y recomendaciones del blog de Fernando Navarro pero hecho con la colaboración de todos sus miembros. ¡Pásate por nuestro grupo!

Libros

Martha

Martha. Música para el recuerdo

“Un accidente de tráfico y sus consecuencias despiertan en Javi, un periodista inmerso en la crisis del sector, un torrente de recuerdos y sensaciones que le conducen a su juventud, a esos veranos en el pueblo con sus amigos, al descubrimiento del amor y de esas canciones que te marcan de por vida. Un canto al rock, a la amistad, a la integridad ética y al amor puro”


Fernando Navarro

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana.

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana repasa el siglo XX estadounidense a través de las historias de más de treinta artistas, claves en el nacimiento y desarrollo de los estilos básicos de la música popular. Un documento que tiene en cuenta a músicos esenciales, que dejaron un legado inmortal sin importar el éxito ni el aplauso fácil.

En una entrevista para El País en 1984, Oscar Peterson aseguraba que el estilo es, en realidad, la personalidad. Según las palabras del maestro: “Es lo que hace que un músico siga siendo él mismo a través de su evolución. No se puede definir el estilo como hacer siempre la misma cosa, eso es estancamiento”. No es de extrañar, por tanto, que durante algunos de sus mejores años, Peterson, pianista portentoso del jazz, se hiciese acompañar de la guitarra de Mitchell Herbert Herb Ellis para hacer de su jazz una cuestión de estilo.
Herb Ellis, reputado y elegante guitarrista de jazz y auténtico superviviente del género, murió el domingo a la edad de los 88 años en su casa de Los Ángeles. Según informa su hijo en el diario The New York Times, Ellis, nacido en un pueblo de Tejas, padecía desde hace años Alzheimer.
El nombre del guitarrista empezó a sonar por su pertenencia al trío de Oscar Peterson, también fallecido en diciembre de 2007. Ellis compartía grupo con Peterson, pianista, y con el bajista Ray Brown. Su estilo mezclaba el sofisticado bebop con sonidos del blues e incluso del country. Una jugosa combinación que adquiría toques absolutamente brillantes. Conviene bucear en su música, ideal para una tarde de domingo. Sin embargo, nunca fue famoso ni solicitado por los medios de comunicación pero era uno de los guitarristas preferidos por los músicos y los críticos más especializados del género.
Mi contacto con Ellis llegó gracias a la incursión en la fantástica música de Peterson. Pero el guitarrista tenía un amplio curriculum. Su reputación creció cuando giró y grabó con Ella Fitzgerald entre 1958 y 1962, o cuando Billie Holliday grabó el tema Detour Ahead, original de su banda Soft Winds, que formó con dos miembros de la banda de Jimmy Dorsey.
Trabajó además con Glen Gray y se fue de gira con el famoso espectáculo itinerante Jazz at the Philharmonic, bajo el paraguas del productor Norman Granz. En este grupo, se supervisaron sesiones para Louis Armstrong, Dizzy Gillespie o Stan Getz.
En la misma entrevista, Peterson decía lo siguiente: “El verdadero problema no es tocar bien o mal, sino saber expresar lo justo en el momento justo. Esa es la diferencia entre un creador y un tipo que aprieta teclas”. Teniendo en cuenta las palabras del genio de Peterson, Herb Ellis se situaba lejos de los aprieta teclas, era un creador en la sombra.



Fountains of Wayne, power-pop de buenos presagios

Por: | 30 de marzo de 2010

En los últimos días, es como si la muerte de Alex Chilton me hubiese hecho refugiarme en el pop. De un tiempo a esta parte, no escucho otra cosa. Tal vez, por eso, recientemente he recuperado uno de los discos que más disfruté en su momento y está barnizado con el mejor power-pop. Hablo de Welcome Interstate Managers, de los Fountains of Wayne.
Como toda gran banda de power pop, Fountains of Wayne tienen la clave para conseguir que la escucha de sus mejores canciones cause una repentina y asombrosa alteración de adrenalina, llena de buenos presagios. Si rompen tus defensas, te hacen abrazar sus melodías, rebosantes de riffs y armonías vocales, con la misma pasión desnuda con la que se siente que determinado día que brilla el sol es lo mejor que te ha pasado en semanas.
Welcome Interstate Managers (2003), el álbum a reivindicar en esta ruta sonora, ha sido su verdadero éxito, la piedra de toque de su discografía. Un álbum con un cancionero redondo y dinámico. Imposible resistirse a los Fountains.
Puede que este grupo, de los más aplaudidos hoy en EE UU, sea lo mejor que les ha ocurrido a los dos compañeros de escuela que decidieron formarlo, Adam Schlesinger (guitarra) y Chris Collingwood (guitarra y voz), para dar su propia versión de la imaginería pop de grandes vuelos. Acompañados por el ex Posies, Brian Young (batería), y el inclasificable ex miembro de los londinenses Belltower, Jody Porter (guitarra), la formación afincada en Nueva York ha forjado relucientes gemas de power pop, aunque su cancionero también se adentra en senderos acústicos propios del folk americano.
Dicen sus detractores que les pierde la exquisita limpieza de sus composiciones, la falta de garra de sus letras, pero en esas píldoras melódicas se dibujan las personas corrientes, entre oficinistas y adolescentes, que abundan por las calles de cualquier ciudad del siglo XXI. Además, si se piensa, el pop, a fin de cuentas, sólo suele ser un buen chiste. Disfrutemos con él. <<Mexican Wine>>


Muere Jim Marshall, el fotógrafo esencial del rock

Por: | 25 de marzo de 2010

"Echando la vista atrás, me doy cuenta que estuve ahí, en el comienzo de algo especial, era como un historiador. Había honestidad en mi trabajo, del que me siento orgulloso. Me siento bien cuando pienso que realmente he capturado algo alucinante”. El fotógrafo Jim Marshall, fallecido ayer a los 74 años en un hotel de Nueva York, confesó estas palabras al editor de la revista Rolling Stone, Jason Fine. Ciertamente, Marshall, con su inseparable cámara, estuvo en mitad de todo el estallido. El rock tiene que agradecerle su brillante capacidad para captar la esencia, el sabor de la eclosión de la música que rompió las barreras convencionales y raciales de la sociedad occidental y dio forma a la cultura juvenil.
Durante medio siglo, la mirada de Marshall, nacido en Chicago en 1936, fue la mirada más apasionante del rock, cuando la imagen en todo su esplendor ayudó a definir el sonido de la calle. Comenzó en 1959 cuando la primera ola del rock había pasado por encima de la sociedad bienpensante de Estados Unidos. Pronto, se subió a esa cresta. Fue fotógrafo oficial del legendario festival de Woodstock en 1969 y tuvo acceso a todo tipo de artistas como los Beatles, Rolling Stones, Bob Dylan, los Who, Miles Davis, Ray Charles o Led Zeppelin, entre otros muchos. Además, era el fotógrafo preferido de Janis Joplin. Se le atribuyen más de 500 carátulas de álbumes.
Con las puertas del rock abiertas de par en par, Marshall retrató sus días de gloria. De él son imágenes inolvidables, como aquella fechada en 1969 en la que Johnny Cash muestra en la prisión de San Quintin su dedo corazón bien alto, repleto de rabia, definiendo en una fotografía la actitud desafiante, forajida e independiente del hombre de negro. ¿Se podría entender a Johnny Cash sin esa imagen? Seguramente, no sería lo mismo. Y así con tantas.
Otra instantánea inmortal mostraba a Jimi Hendrix quemando su guitarra en el Festival de Monterrey en 1967. Aquel fuego, con Hendrix de rodillas, daba el significado místico al mejor guitarrista de la historia. Otros momentos gloriosos sirvieron para impulsar la imagen näif del jovencísimo Bob Dylan en el Festival de Newport o junto a Joan Baez, o estar en la famosa gira de Greatful Dead con sus experimentos con LSD.
Son imágenes de vital importancia en el imaginario colectivo, como lo puedan ser las canciones de Elvis Presley o los Rolling Stones. Porque en el amplio espectro de la música popular la fotografía rock es una categoría en sí misma. Y, sin lugar a dudas, Marshall era una de las grandes estrellas del género, capaz de transmitir, e incluso superar, la fuerza innata del fenómeno cultural. Sus fotografías eran retratos de un mundo cambiante, instantáneas cargadas de movimiento, repletas de vitalidad. Dice el jefe de Rolling Stone, revista para la que el fotógrafo trabajó, que Marshall era “un tío intenso, volátil, impredecible, divertidísimo, algo exasperante, pero siempre encantador y increíblemente generoso”. Vamos, como sus grandiosas fotografías.


Una historia con los Doughboys

Por: | 24 de marzo de 2010

Como prometí, quiero haceros llegar la historia de Alberto Lozano y El Callejón del Hambre sobre el impacto de Richard X Heyman que tuvo en el programa. Es curioso. Lozano me pasó la historia escrita en su día y me dijo que la publicase, si quería, cuando hablase de Heyman. El caso es que Lozano ha puesto en marcha una iniciativa en su programa para traer de gira por España a Doughboys, la primera banda de Heyman. Una iniciativa, por supuesto, que apoya la Ruta Norteamericana.
Me encuentro como protagonista accidental de esta historia, pero me alegra saber que ha servido para sacar adelante esta iniciativa y para que Lozano pueda contar esto que, bueno, comparto con todos vosotros a petición del verdadero protagonista: Alberto Lozano y su El Callejón del Hambre. Nuestra "Parada para repostar".
-------------------------------
La culpa es de Fernando, incluso sin que el lo supiera.
En Octubre de 2007, El Callejón del Hambre, un programa de radio inventado por dos locos unos meses antes, locutaba y radiaba, un magnífico blog de Fernando Navarro, que por entonces vivía en Nueva York: The Sounds of NewYork City.
Habíamos intentado ponernos en contacto con él para contarle lo que hacíamos y ver si le gustaba pero por alguna razón que se nos escapaba, no lo conseguíamos.
Hambrientos como somos, no podíamos dejar pasar unas reseñas tan vivas de músicos y lugares a veces desconocidos y brillantes, otras grandes figuras pero a la vez íntimas, siempre sorprendentes de esa ciudad fascinante y …nos lanzamos. Sin que Fernando lo supiera.
En Octubre de 2007, llegamos a la Felicidad Pop, un artículo sobre un músico absolutamente desconocido, Richard X Heyman, y la presentación, en un pequeño teatro, de su 2º disco “Actual Sights”. Para escucharlo en el programa de radio

Al preparar el programa, buscamos por todos los medios posibles un tema para añadir como final a la locución. Revolvimos medios legales y alegales con un único resultado: un video de youtube, con una preciosa canción llamada <<Cornershop>>.
Por alguna extraña razón, (y ya van unas cuantas) aquel video no había maldita manera de descargarlo. Así que, desesperado, envié un correo al desconocido que lo había puesto en la página, como ultimo recurso.
La gran sorpresa fue encontrar en mi correo una respuesta de Nancy X Heyman, la esposa de Richard, asombrada que le llegara una petición como la mía… desde España!!.
Asombrados los dos, nos enviamos un par de correos y en unos días tenía en mis manos “Actual Sights” . El CD era tan bueno como Fernando nos contaba y empecé a emailearme ( se dice así?) con Nancy.
A través de ella supe que Richard había formado parte de un grupo en los 60 llamado The Doughboys, que actuaron mucho por New Jersey y Nueva York, grabaron algunos singles y poco mas, desapareciendo a finales de la década, no sin antes acompañar en una gira a los mismísimos Beach Boys.
Y aquí salto la anécdota, Nancy, en uno de sus emails, me contó entre divertida y asombrada la trampa-regalo que le había preparado a su marido por su cumpleaños:
"Le puse una venda en los ojos y le hice bajar las escaleras de un club en Nueva York. Al quitársela, en vez de los gritos de sorpresa típicos, se encontró con sus compañeros de grupo, 30 años después. La fiesta fue tremenda y el concierto tan mágico que algo surgió de nuevo entre ellos y hasta hoy”
"Is it Now??”, su primer disco, era un arreglo de cuentas con la vida, con esos 35 años en los que cada uno de ellos había seguido en la música a pesar de todo. Richard con sus deliciosos y recónditos discos como “songwriter”, Mike Scavone saboreando un fugaz éxito como cantante con Ram Jam y su “Black Betty”, Gar Francis convirtiéndose en un Bluesman guitar llegando a tocar con Billy Idol y Mike Scavone currándose el bajo en infinidad de estudios, incluso poniendo sus cuerdas a disposición de un tal Jimmy Hendrix surgió una llama que se ha extendido desde el Stone Pony en New Jersey hasta el programa de Little Steven Underground Garage( Si, si, el programa de Steve Van Zandt) que les ha nombrado dos años consecutivos en su muy selecta lista.
Ahora llega a mis manos, Act your rage, lleno de composiciones propias, como un latigazo de rabia, directo a tu mandíbula en “Break Out”, deliciosamente sesentero en “ Turn your love on me”, ondulante y rolingstoniano en “Carmelina”, indecente y chulo en “I’m not your Man”… estos veteranos sueltan 16 trallazos de todo su recorrido vital, sin miedo.
Si Fernando nos contaba que la música de Richard X Heyman “resume la felicidad al estilo Woody Allen: disfrutar de una buena canción un buen día de diario.”,The Doughboys son la fuerza de una noche de fin de semana, con un buen trago en la mano y la cadera dispuesta a romperse.

(((Texto: Alberto Lozano)))


La felicidad pop de Richard X Heyman

Por: | 22 de marzo de 2010

La sección Underground de este blog está pensada para dar a descubrir o reconocer carreras de músicos que se mueven en este negociado de forma subterránea, sin apenas repercusión. El pasado jueves, mientras escribía el obituario de Alex Chilton para el diario El País, me vino a la memoria Richard X Heyman, un músico de segunda fila, influenciado por Big Star y los cuidados sonidos de Chilton, al que este escribiente tiene un cariño especial.
Dedicada esta sección hoy a Richard X Heyman, tengo que decir que Alberto Lozano, que conduce el programa de radio El Callejón del Hambre, lleva desde hace tiempo detrás de la pista de este cantante y guitarrista residente en Nueva York. Lo próximo que tengo que hacer es publicar un texto que me ha pasado explicando su última aventura al respecto y la iniciativa que ha puesto en marcha en torno a la figura de Heyman.
De varias maneras, una de ellas a través de un programa radio, Lozano me ha agradecido que le descubriese a este músico en un lejano blog musical para la revista Efe Eme. Y, si la memoria no me falla, en mi caso, yo tengo que agradecer a Ruta 66 descubrir a Heyman, también en otro lejano número de la revista.
Aprovecho para recuperar el texto que ayudó a Lozano a entrar en contacto con la música de Richard X Heyman. Sinceramente, creo que pocas cosas hay en la música más gratificantes que compartirla e influir para bien en alguien. Recomendar un disco o músico que a ti te ha emocionado y trasladar ese efecto con ese mismo artista o músico a otra persona genera sensaciones difíciles de explicar. Creo que a eso se le llama comunión, o algo así, y es la releche, más si el músico recomendado lo sientes como algo tuyo, personal, como me sucede con Richard X Heyman.
--------------------------------
Leí una entrevista a Woody Allen en la que el excéntrico hombrecillo de las gafas de pasta decía que para él la felicidad se resumiría, a fin de cuentas, en la posibilidad de disfrutar de un café recién hecho una buena mañana de diario. Aseguraba esto uno de los iconos neoyorquinos por excelencia, famoso por sus dudas existenciales, pero también por poseer la fórmula de sacar arte de lo meramente cotidiano. Partiendo de la afirmación del señor Allen, me permitiré el lujo de decir que Richard X Heyman es una excusa para ser felices, musicalmente hablando.
Puede que sean menos los que conozcan a este neoyorquino, amante del pop sesentero, que los que se sepan de carrerilla la lista de los reyes visigodos que habitaron la Península Ibérica. Richard X Heyman reúne todo para ser considerado artista de culto, en tanto que a cualquiera de sus actuaciones puede ir menos gente que a la de un músico primerizo y que sus discos apenas se venden a pesar de ser pequeñas joyas que alumbran la colección más pintada. La última de estas gemas lleva por nombre Actual Sighs (Turn-Up Records).
Richard X Heyman presentó su nuevo álbum en el Mazer Theather, perdido en las profundidades del Lower East Village. Y, como no podía ser de otra forma en este negocio musical que se alimenta de campañas, la presentación del disco de Heyman se puede decir que fue en audiencia privada, a tenor de las no más de 60 personas que nos reunimos allí. Ciertamente, Richard X Heyman nunca ha estado en la cresta de la ola informativa.
Heyman ofreció dos horas de concierto acompañado de su banda, donde destaca la presencia como segunda voz de su mujer Nancy, y el grupo de violines que sirvió para enriquecer los detalles de sus canciones. Repasó todos sus discos y dio buena cuenta de algunos de los mejores temas que forman Actual Sighs, como <<A Fine Line>>, <<Stockpile>>, <<Special Love>> o <<Kenyon Walls>>, delicias de power-pop a la altura de la mejor tradición neoyorquina.
Pero el alma de Heyman está empapada de las radiantes armonías de folk y pop de los Byrds o Big Star mientras su corazón palpita en la gloriosa invasión británica, que más allá de los Beatles estuvo protagonizada por los Kinks, Who o Zombies. La mezcla es explosiva cuando su ritmo cardíaco se entrega a guitarras limpias, contundentes golpes de batería, inteligentes juegos de voces con violines y órganos dándose la mano.
Heyman es un multiinstrumentista que igual toca la guitarra, el órgano o la batería, aunque responde a su función de guitarrista y vocalista. Con todo, hablamos de un tipo corriente, un oficinista que nunca ha vivido de la música. Actual Sighs se gestó en su mayoría en los ochenta, pero hasta ahora no ha podido ser publicado. Su primer álbum, Living room (1988), como él mismo contó, tiene ese nombre porque fue grabado en el salón de su casa del Upper Side de Manhattan.
Pero también hablamos de un amante de Nueva York, que en muchas de sus canciones esconde homenajes a corazón abierto a cosas tan sencillas como determinadas calles, librerías, periódicos, cafeterías o películas que pueblan su ciudad. Mucho de esto nos resume la felicidad al estilo Woody Allen: disfrutar de una buena canción un buen día de diario. Richard X Heyman lo ofrece.


Muere Alex Chilton, pionero del power pop norteamericano

Por: | 18 de marzo de 2010

La muerte de Alex Chilton significa el adiós a uno de los grandes músicos de culto de las últimas cuatro décadas en la escena del rock. Chilton, que ha fallecido a los 59 años a causa de un problema cardíaco según informó la CNN, representaba al artista independiente y calavera, tan capaz de lo mejor como de cosas más intranscendentales, pero la memoria colectiva del mundo del rock le recordará siempre por su dosis perfecta de power-pop, tanto en solitario como en The Box Tops y, sobre todo, en los grandiosos Big Star. Sin alcanzar apenas repercusión mediática en los medios generalistas, Chilton tenía una más que considerable acogida entre los músicos y la prensa especializada.
Nacido en Memphis en 1950, pronto tuvo inquietudes musicales pero no se le puede considerar un músico original de la ciudad del country y rockabilly de Sun Records. Sus influencias llegaron del entorno del soul sureño y de más lejos: en plena adolescencia se entusiasmó por los sonidos de la Invasión Británica, encabezada por los Beatles, los Rolling Stones, los Zombies o los Who. De ahí nace su pletórica visión musical.
Con una banda de instituto llamada The DeVilles, da sus primeros y tímidos pasos musicales pero gracias a un manager hábil y a sus buenas maneras deciden tomárselo más en serio y forman The Box Tops. Tuvieron un importante éxito con el tema The Letter. Pop adolescente pero con un buen espíritu de soul. Lo que en Estados Unidos se conoció como Blue Eyed Soul, una etiqueta que englobaba a artistas blancos influenciados por el R&B, al estilo del primer Van Morrison, y en la que entraban Joe Cocker o Eric Burdon, entre otros.
Sin embargo, el salto de calidad llegó con Big Star, una banda esplendorosa, una estrella musical tan radiante como fugaz. Formada en 1971, Big Star fue por encima de todo la conjunción de Chilton y Chris Bell, que apenas duró un par de años. Ambos dieron forma a un estilo melódico de grandes vuelos que sembraba las semillas del power-pop. Guitarrazos directos, voces sugerentes y magnífica capacidad para absorber al oyente entre reminiscencias psicodélicas. En un tiempo en el que se extendía las atmósferas progresivas de Yes, las composiciones conceptuales de Pink Floyd o la rudeza de Led Zeppelin, los acordes efusivos de Big Star insuflaban un rayo de esperanza al siempre delicado y excitante mundo de la orfebrería pop.
El problema fue que Bell dejó la formación por continuas disputas con Chilton, que tenía, según varios conocidos, una personalidad muy complicada. Bell murió repentinamente en 1978 pero Big Star seguirían adelante con Chilton al frente y más de una reunificación, la última prevista para este año en el prestigioso festival de South By Southwest.
Pese a todo, #1 Record o Radio City son dos álbumes que, de alguna manera, se sellaron en los corazones de muchos amantes del pop melódico. Las imperecederas píldoras de Big Star serían utilizadas por varias generaciones como verdaderos elementos de estímulo creativo. Sin ellas, tal vez, no se entenderían los trabajos de REM, Teenage Fanclub, The Posies, Replacements, Long Ryders o Weezer.
El espíritu errante y complicado de Chilton fue símbolo de una carrera en solitario de bastantes tumbos. Se dejó ver en la escena del punk de Nueva York o dedicó algunas de sus energías a nuevas labores en los mandos de la producción, como cuando trabajó con The Cramps. Varios de sus últimos trabajos estaban repletos de versiones que dieron perspectiva de su altibajo compositivo aunque auténtico sentido ecléctico. En España, no fueron pocas las bandas que le tenían como una referencia, entre ellas, Surfin’ Bichos. Porque Alex Chilton era un músico de culto, mitad maldito, mitad pura bendición, como los mejores temas de Big Star.


Bo Diddley, antes que la palabra fue el ritmo

Por: | 16 de marzo de 2010

Recupero para la ruta norteamericana la tercera entrega de Forajidos, una sección que tengo con la revista Efe Eme.
-----------------------------------
-James Stewart: “¿Por qué no se fía de los hombres?”
-Ruth Roman: “Porque una vez me fié de uno”.
"Tierras lejanas” (“Far Country”, 1954), dirigida por Anthony Mann.
Es sencillo: el rock’n’roll nunca sería lo mismo sin Bo Diddley, un músico que, según sus propias palabras, hizo algo valioso por América pero la tierra del tío Sam le condenó a la sombra. Lo dijo en decenas de ocasiones, en diversas entrevistas, entre ellas, en una con la revista “Rolling Stone” en 1987 en la que además, al ser preguntado por el entrevistador, definió el rock’n’roll como “música alegre, tío”. Y, seguramente, sea la definición más acertada que se puede dar a un género que, a través de las incursiones sonoras y compositivas de un tipo como Diddley, dio alas a los jóvenes, la incipiente cultura juvenil de los cincuenta, toda una generación que se conectó como por arte de magia con la música, salió a bailar, se reivindicó a sí misma y hizo del rock’n’roll su idioma universal. Pero, claro, el discurso siempre fue una cosa y la realidad otra bien distinta. La labor de Bo, nunca reconocida con la magnitud suficiente, ni siquiera cuando se fue al otro barrio en junio de 2008, fue encender el fuego para que otros recogieran la antorcha.
Nacido en 1928 en un pequeño pueblo de Mississippi, Ellas Bates no lo tuvo fácil. A los ocho meses fue adoptado por la prima de su madre y de allí se trasladó con su nueva familia a Chicago, donde vivió más de una penuria. Adquirió el apellido de su tía, pero Ellas Mac Daniels decidió con los años ponerse el nombre artístico de Bo Diddley, prestado de una guitarra de origen africano. En el período de entreguerras, Chicago era una de las ciudades que más población negra acogía en Estados Unidos.
La Gran Depresión, surgida a partir del crash de 1929, causó enormes desigualdades, un aumento radical de la pobreza y unos largos años de gran segregación racial en el sur estadounidense. De tierras de Mississippi emigraron al norte miles de familias negras con el sueño de la libertad y la salvación económica. En los años cuarenta, con el desarrollo de la industria armamentística que atrajo a más población inmigrante del sur, Chicago se había convertido en la capital de la América negra, como apunta Philip Jenkins en su “Breve historia de Estados Unidos”. La ciudad contaba con el más prominente político negro del país, el congresista demócrata William L. Dawson, el campeón de boxeo, Joe Louis, y el periódico más importante de Estados Unidos destinado a lectores afroamericanos, “The Chicago Defender”. No fue casualidad, por tanto, que el R&B, un sonido genuinamente negro, fuese el auténtico bullicio urbano de la metrópoli.
A mitad de siglo, Chicago era la meca del blues eléctrico. Un joven Diddley se colaba en todo tipo de salas, como el Club 708, para ver actuar a Muddy Waters o Little Walter. Cuando no estaba ahí, tocaba en esquinas y garitos de poca monta. Un día, tras ver cómo un hombre tiraba discos por la trasera de un edificio, se topó con la puerta de Chess Records, el sello de los hermanos Leonard y Philip Chess que dio difusión a los sonidos de la ciudad. Fue Philip quien atendió aquel chaval negro. Tras oírle, llamó a su hermano y ambos decidieron grabar sus composiciones. Chess publicó en marzo 1955 el single “Bo Diddley/I’m a man”. Ese trepidante ritmo causaba un incendio. Era gozosa llamarada de reverberación primaria, anclada en la herencia africana, que se agarraba a un riff tan intenso como insólito.
Junto con Chuck Berry, Diddley se convirtió desde ese momento en la figura más relevante de lo que se conoció en esa época como Rocking Chicago blues. Antes que ellos, gente como Muddy Waters, Elmore James o James Cotton habían desarrollado el blues de bar de Chicago, que consistía en una paleta más amplia del Delta Blues o el blues rural del Mississippi. Tanto Berry como Diddley tomaron buena nota de ese desarrollo más visceral e intenso en las calles de Chicago, marcado por un ritmo machacón y fuerte de guitarra eléctrica con una armónica amplificada. Ambos grababan con músicos de blues, pero daban su propia perspectiva: dirigían sus letras y ritmos de baile hacia un público más juvenil. Esto hizo que Chess se convirtiese en la independiente de R&B más importante en irrumpir en el mercado del pop. El trabajo de Berry y Diddley, por tanto, ayudó como pocos a romper la cáscara: lo suyo era puro rock’n’roll instantáneo. Algo nuevo. Sin precedentes. Auténtico éxtasis.
Sin embargo, como señala Charlie Gillet en su libro “Historia del rock. El sonido de la ciudad", la música de Diddley, pese a la intensidad y el ritmo saltarín de su primer single, no se difundió en muchas emisoras populares, a diferencia de la de Berry. Diddley declararía después que encima los hermanos Chess se aprovecharían de él y apenas vería un duro de todo lo que facturó para la gloriosa compañía. Asimismo, por su peculiar estilo, tampoco gozó de un amplio número de imitadores blancos, que ayudasen a propagar su rock a las grandes audiencias, un paso vital para dar el gran salto.
Sin lugar a dudas, la discriminación formaba parte del ADN de una nación como la estadounidense, que necesitaba que los músicos blancos diesen a conocer muchas de las composiciones de los negros, que no pasaban de las cerradas listas de R&B. La jugosa lista del pop era la verdadera lanzadera económica y mediática del país. En EE UU, estas diferencias de trato no eran nuevas, más bien eran naturales. Conviene recordar que los colonos blancos, que se emanciparon del Imperio británico, se las ingeniaron para que la celebrada Declaración de Independencia de 1776 así como la Constitución de 1787, ambos textos piedras angulares de la libertad y orgullo norteamericanos, excluyeran a negros y mujeres, que tuvieron que esperar muchos años, tras numerosas reivindicaciones, para entrar en el proceso político y social del país. Con esta base, el músico de Mississippi, como tantos pioneros negros, tuvo que morder el polvo mientras veía cómo otros andaban con paso más rápido su camino. Sin ir más lejos, el mismo Elvis Presley, pero también otros con menos repercusión y talento como Jimmy Rodgers o Cliff Richard.
A mediados del siglo XX, los negros, cierto, no habían entrado en el naciente negocio del rock pero representaban por completo la savia misma del género. En el novedoso mundo del rock’n’roll, carente aún de palabras, Diddley con su denominado jungle sound (sonido de la jungla) señaló con el dedo las emociones, y otros sencillamente siguieron esa dirección. Su ritmo selvático marcó un antes y un después para el desarrollo musical del rock. Ese fraseo eléctrico, su beat marca de la casa que ponía de relieve su sexual y atrevida actitud, fueron recuperados por los Rolling Stones, The Who, The Pretty Things, The Yardbirds, Eric Clapton, Bruce Springsteen o Long Ryders, entre otros muchos.
Pero, excéntrico e independiente, el músico de las gafas de pasta tampoco se quedó en eso. Con su Big B al hombro (su famosa guitarra rectangular que él mismo se hizo fabricar), Diddley se adentró en años posteriores en el doo-wop, el pop e influencias africanas para dar forma a un cancionero diverso y vivo. Más adelante, especialmente a partir de los años ochenta, estaría fuera de onda sin apenas música destacable, acabando casi en el ostracismo, dejándose ver en algún que otro homenaje y tocando regularmente en salas como la neoyorquina Tramps, verdadero templo de viejas glorias de la música popular.
En el fanfarrón mundo que habitaba Diddley, ese del rock’n’roll, el autor de ‘Mona’ era un proscrito. No se fiaba ni de su madre y se sabía más grande e irresistible que nadie. Su palabra sólo era una: ritmo, jodido ritmo recorriendo las venas. En definitiva, música alegre, tío, algo valioso por América, algo valioso para combatir el duro día a día.



Texto de una sección original para la revista Efe Eme.

Tom Russell, el gran contador de historias

Por: | 10 de marzo de 2010

Albertoco es un compañero de la redacción de El País. Es un tipo de pocas palabras, pero un gran tipo, no me cabe duda. Dice mucho en pocas palabras, como los viejos vaqueros, y eso le da siempre un aire de estar a otra cosa. Pero, según yo lo veo, alguien que te pasa discos de Doug Sahm y Miles Davis, seguramente, tiene mucho que ofrecer. Su amor por el jazz le llevó a escribir una estupenda historia (Una pequeña Rayuela en dibujos) que combinaba literatura, cómic y música sobre Córtazar y su relato El Perseguidor basado en los últimos días de Charlie Parker.
El otro día me sentí tremendamente feliz y orgulloso cuando atiné a recomendarle un disco y, en pocas y emocionantes palabras, me dijo a los pocos días que aquello le llenaba el espíritu. El disco era el último álbum de Tom Russell, Blood & Candle Smoke. Comparto la emoción de Albertoco. Blood & Candle Smoke pasa por ser uno de los discos más elegantes y profundos de la música americana de los últimos años, con la inestimable labor de algunos miembros de Calexico, entre ellos John Convertino, Joey Burns, Jacob Valenzuela. Una obra maestra de un tipo de la mejor pasta. Tom Russell es un grande, un músico que está codo con codo en la línea compositiva contemporánea de música de raíces de los Dylan, Petty, Springsteen, Fogerty y otros pocos.
Como suena: posiblemente, Russell es el músico que más ha hecho por retratar a la sociedad de EE UU en los últimos 25 años. Su visión narrativa engloba, bajo sonidos del folk, el country y el tex-mex, un amplio abanico de personajes anónimos y célebres, que se revuelven con sentimientos encontrados, citas literarias, hechos históricos e imágenes concisas. Se ha erigido como uno de los últimos songwriters, un majestuoso contador de historias. Por su música planea el soul blanco y elegante de Nick Lowe, la crudeza del Springsteen de The Ghost of Tom Joad, el toque áspero y brillante de John Hiatt o la narrativa del Dylan más sentimental.
Os dejo con el corte que abre el disco, <<East of Woodstock, West of Vietnam>>. Un tema a tumba abierta, de carretera y horizonte, como <<Santa Ana Wind>>, como todos en el disco. Una canción excelente, de una literatura gráfica que compara la experiencia personal Russell cuando enseñaba en Nigeria con los sucesos históricos de la guerra de Vietnam de los 60. Dibuja con talento y sin clichés un sentimiento de confusión y desconcierto, cambio y desesperación. Una historia, como todas las que se recogen en el álbum, que crean remolinos en el cuerpo.


Oscar para la música de Crazy Heart

Por: | 08 de marzo de 2010

Como imagino casi todo el mundo sabe, la película En tierra hostil (The Hurt Locker) ha sido la gran protagonista en la gala de los Oscar del pasado domingo. La película sobre la guerra de Irak de Kathryn Bigelow con seis estatuillas. Bigelow es la primera mujer en ganar el Oscar a la mejor dirección y se ha impuesto con solvencia a la mega producción Avatar, de James Cameron, que sólo ha conseguido tres de los nueve a los que aspiraba.
Como no puede ser de otra manera dado que esto es un blog esencialmente musical, la Ruta Norteamericana se detiene en celebrar el Oscar a la mejor canción, una categoría por ahí escondida que no suele ser citada en los telediarios y las tertulias radiofónicas pero, para los que consumimos música de manera habitual, guarda un sabor especial.
Este año el grandísimo Randy Newman, veterano en bandas sonoras para películas de animación, competía con dos candidaturas por Tiania y el Sapo (The Princess and the Frog). También andaban por ahí Reinhardt Wagner y Frank Thomas o Maury Yeston con su tema para Nine. Sin embargo, el Oscar ha ido a parar a Ryan Bingham y T Bone Burnett por su tema original para Corazón Salvaje (Crazy Heart), la película protagonizada por Jeff Bridges. Magnífica elección.
No podía salir nada malo de una colaboración de este calibre. Ray Bingham tal vez es desconocido en España pero es un auténtico songwriter tejano. Dentro del reputado e imprescindible sello Lost Highway, Bingham, natural de Nuevo México, es una de las grandes sensaciones de música americana de raíces de los últimos cinco años. Se ha dejado ver con los Drive By Truckers por Estados Unidos y ha contado con la producción del bueno de Marc Ford para sus discos.
De T Bone Burnett ya hablamos de un grande, mucho más conocido en España. Además de su faceta de músico, destaca por su trabajo a los mandos de la producción con artistas como k.d. lang, Counting Crows, Elvis Costello o Alison Krauss y Robert Plant. También tiene una larga carrera en el cine y ha colaborado entre otros con los hermanos Coen y en la música para la película biopic sobre Johnny Cash, En la cuerda floja (Walk the line).

<<The Weary Wind>>, la canción que se ha llevado el Oscar en Corazón Salvaje, también ganó el Globo de Oro. Desde este viaje sonoro por la música estadounidense, se celebra una elección de estas características. Disfruten con el tema original de Crazy Heart.


Creo realmente que el nuevo número de la revista Ruta 66 es uno de esos ejemplares para degustar con calma, dedicarle una buena tarde, porque viene muy completo, cargado de buenas entrevistas como las de Iggy Pop, Drivin’g Cryin’ o Chuck Prophet e informes tremendos como el de southern rock, el del compositor de Alabama Dann Penn o el dedicado a la portada de la revista, el de los niños prodigio, con el interesante repaso a voces infantiles con furor como las de Brenda Lee, Michael Jackson, Aretha Franklin o Stevie Wonder, entre otros.
Recuerdo estar en la redacción de Rolling Stone hace ya bastante tiempo y tener conocimiento de Kitty, Daisy & Lewis. El disco acababa de llegar a la redacción y Dario Vico, redactor jefe, lo pinchó y todos nos quedamos más que sorprendidos con el revival de esos críos. Poco después, algunos medios se empezaron a hacer eco de los sonidos retros de esos chavales de Londres, que parecían haberse trasladado medio siglo atrás en el tiempo.
Por tanto, seguro que este trío de hermanos no es una novedad para muchos oyentes españoles. Ya pasaron por los festivales de Primavera Sound y Monkey Week. Ahora, la novedad está en que ponen en marcha a finales de marzo una gira por locales y pequeñas salas del país donde quieren encandilar con su rollo vintage de rockabilly y rock’n’roll al público adulto que acostumbra escuchar esta música. Y parece que lo tienen claro, tal y como asegura en Ruta 66 el mayor de los hermanos Durham: “La gente piensa que si te gusta la música de hace sesenta años tienes un abanico limitado, pero yo creo que puedo encontrar mejor música que la que voy a encontrar en las listas actuales”.
Puestos a comparar el panorama de la chavalería actual, para esta ruta sonora, donde estén Kitty, Daisy & Lewis que se quiten los Jonas Brothers. Eso sí, esto de los niños prodigio hay que tomarlo con reservas. Habrá que ver qué pasa con ellos, mientras tanto a disfrutar de su música.


El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal