Nuevo Rock Americano: Long Ryders

Por: | 06 de febrero de 2011

Hoy, nuestra sección <<Parada para repostar>> se viste de lujo. El crítico musical Carlos Rego, redactor de la revista Ruta 66, acaba de publicar un libro que para esta ruta sonora se antoja uno de los mejores del año y, a decir verdad, uno de los mejores libros musicales escritos en España en los últimos años. Su título: Nuevo Rock Americano, años 80. Luces y sombras de un espejismo (Editorial Milenio).
El texto de Rego es una lectura imprescindible para entender una época esencial de la música norteamericana. Escrito con pasión y profundidad, Rego, uno de los críticos con mejor criterio y mejor redacción de este país, analiza un periodo convulso en lo musical en Estados Unidos, con los ecos del punk rock todavía resonando en la trastienda underground norteamericana.
Según sus protagonistas, el movimiento de Nuevo Rock Americano (NRA) nunca existió pero realmente algo se coció y se cocinó durante los ochenta en EE UU con bandas tan sobresalientes como Long Ryders, Green On Red, Dream Syndicate, REM, Del-Lords, Del-Fuegos, Violent Femmes, Los Lobos.... Un modo de vida, una actitud, una visión musical, unas raíces y una influencia latente en bandas posteriores como The Jayhawks, Uncle Tupelo, Wilco...
Tras haber leído el libro estas navidades, La Ruta Norteamericana tiene ahora el honor de contar en exclusiva con fragmentos del texto de Rego, al que no le sobra ni una coma. Después de mucho darle vueltas, he decidido quedarme con la parte que habla de The Long Ryders, una de mis bandas de cabecera de todos los tiempos. Espero que lo disfrutéis tanto como yo. El texto lo pone Carlos Rego, de su libro Nuevo Rock Americano, años 80. Luces y sombras de un espejismo (Editorial Milenio).
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Forajidos de leyenda
Relajémonos un poco. Los Long Ryders carecían del dramatismo que, cada uno a su manera, tanto lucía en Green on Red o Dream Syndicate. La música de Sid Griffin y sus compinches no tenía nada que ver con la oscuridad y no se le veían ínfulas de trascendencia. Lo suyo era auténtica feel good music, una amalgama de estilos decididamente inspirada en los mejores años sesenta americanos en la que cabía el ímpetu garajero, la claridad diáfana que emanaba el mejor country rock, antes de convertirse en el hilo musical de las FM de los años setenta, y leves detalles sicodélicos que con el tiempo irían a menos.
No engañaban a nadie, su nombre era el de un portentoso western contempo- ráneo dirigido por el por entonces más que prometedor Walter Hill, con el que no queda más remedio que establecer un curioso paralelismo. Si la película estrenada en España como Forajidos de Leyenda era una muy estimable puesta al día de las enseñanzas de clásicos como Sam Peckinpah pero a la vez extremadamente respetuosa con las leyes del género, The Long Ryders, con delatora “y” a lo Byrds, representaban lo mismo con respecto a sus influencias.
Puede parecer retrógado, pero no nos cansaremos de invitar al lector a te- letransportarse a los primeros años ochenta, a aquella época en que llevar un chaleco de cuero o una chaqueta de ante con flecos resultaba más marciano que el más indescriptible peinado post punk. Hoy tenemos a nuestro alcance las demos grabadas en el garaje del grupo más ignoto de los sesenta, pero como recuerda Gary Stewart en el libreto que acompaña Children of Nuggets: Original Artyfacts from The Second Psychedelic Era, la caja que recopila la explosión guitarrera de los ochenta, en aquellos días los discos de Byrds, Hollies, Left Banke, Yardbirds o Beau Brummels ocupaban los cajones más baratos de la sección de ofertas. La mirada atrás resultaba así una búsqueda de la pureza perdida tanto durante los años setenta como en la resaca del punk, una búsqueda en la que no estaban solos: “Los más veteranos de la escena estaban encantados de que alguien tocara otra vez aquella música influenciada por los sesenta. Era la primera vez que alguien tocaba música inspirada por Buffalo Springfield o Byrds con la energía y la actitud del punk. Así que teníamos aquel público tan extraño, fans de Black Flag y Circle Jerks a los que les gustaba que tocáramos alto y fuerte; y otros algo más mayores que no habían escuchado esa música en quince años y venían por las guitarras de doce cuerdas y los solos al estilo de Clarence White”.
La historia de Sid Griffin no es muy diferente de la del resto de protagonistas de este libro. Hacia 1977 llega a Los Angeles desde su Kentucky natal para enrolarse en una banda punk que atendía nada menos que por Death Wish (hay nombres malditos desde un principio), hasta que se aburre de los clichés y decide buscar nuevos compañeros como él enamorados de la parte más olvidada de los sesenta. A través de un anuncio conoce a Shelley Ganz, y con él forma uno de los combos más fundamentalistas del revival garajero, The Unclaimed. Como le pasaba con el punk, volvió a sentirse demasiado encorsetado por unos gustos inmovilistas que en este caso no transigen con nada hecho después de 1966, así que a pesar de que también disfrutaba del fuzz irredento, decidió ponerse manos a la obra para completar su grupo definitivo, una formación que le permitiese versionear a Everly Brothers y Velvet Underground en el mismo concierto, o demostrar su amor simultáneo por Yardbirds y Gram Parsons.
Durante parte de 1982 acaba ensayando con dos Unclaimed y el Steve Wynn todavía indeciso de los primeros meses de su Dream Syndicate. En realidad tuvo suerte de que finalmente éste decidiera abandonar el barco, porque eso le dio la oportunidad de conocer a Steve McCarthy. Auténtica arma secreta del grupo, McCarthy también venía del sur, de Richmond, Virginia, un amante del country y el rock & roll estilo Rockpile que demostraría en los Long Ryders su fantástico estilo a la guitarra y sus dotes para colorear los discos a base de mandolina, banjo, lap steel o incluso teclados. Por si fuera poco también componía, así que cuando dieron con un bajista y un batería que también ayudaban en la composición, Des Brewer y Greg Sowders respectivamente, Griffin podía decir que había encontrado lo que había estado buscando, una banda con la que recorrer los clubs de Los Angeles fuera cual fuera el ambiente, capaz de tocar country rock con Rank & File, rythm & blues en el Palomino o rock de los sesenta con Bangles y Dream Syndicate.
Cuando se les presenta la oportunidad de grabar, llegan al estudio de Earley Mankey a través de los chicos de The Three O’Clock, compañeros de sello que ya habían utilizado sus servicios (Sid siempre insistía en desligarse del Paisley Underground, pero las amistades lo delatan a cada paso). Mankey había sido ingeniero en los Brother Studios de los Beach Boys, así que no es de extrañar que coincidiera en gustos con esta pandilla de enamorados de la música de los sesenta, y que el equipo que utilizaba proviniera del estudio que Brian Wilson tenía en casa en la época de Smile eran palabras mayores. Por fin en 1983 ve la luz el debut de los Long Ryders, un mini LP de cinco canciones titulado 10-5-60 que rebosa referencias nada ocultas por sus autores.
Con toda la desfachatez del mundo, Griffin es capaz de explicar cada tema como si de un cóctel se tratara: si por un lado “And She Rides” es “mi interpretación de lo que puede hacerse si coges el ritmo de «I can’t hide» de los Flamin’ Groovies y lo combinas con la afinación de Keith Richards en Beggar’s Banquet”; por otro “Born to Believe in You” está escrita “como si fuera un encargo para Patsy Cline”, y “10-5-60” “toma el título de «CTA-102» de los Byrds”..., y el caso es que la mezcla acaba funcionando, porque el grupo resuelve con desparpajo, ganas y pericia instrumental lo que podría haber quedado en mero pastiche. Desde el trotón country rock que lo abre, sostenido con mano firme por McCarthy, hasta la ciertamente inspirada “And She Rides”, uno de los mejores momentos de toda su discografía, el artefacto no tiene desperdicio, y The Long Ryders se aprovechan de la brevedad para presentar todas sus cartas de forma concisa y brillante.


Hay 11 Comentarios

Bravo, mañana mismo me lo voy a comprar. Yo soy más jovenzuelo que vosotros y todo lo que conozco parte de R.E.M. sin duda, lo más grandes, y Dream Syndicate. ¡Qué ganas de indagar en otros grupos más pequeños y que encendieron la primera llama del rock alternativo (oscuro me gusta llamarlo a mí).Muchas gracias por el blog.

Los agradecimientos y el reconocimiento a Carlos Rego, autor del libro. La Ruta Norteamericana sólo hace de mensajero y disfruta de un texto tan bien escrito y documentado como Nuevo Rock Americano.

Waw! Me has hecho recordar a todos y cada uno de aquellos grupos que tanto nos entusiasmaron en los 80 y que ahora están muy olvidados. Gracias, volveremos a recupararlos.Roots

Gracias por el post, Navarro. Long Ryders eran muuuuy queridos en el Amor de la Calle, el bar imprescindible y ahora legendario de los ya nebulosos años ochenta del rock sevillano. A su son, junto con especialmente Jason y Smithereens (mi más preciada cassette), se urdieron en la barra de nuestro querido bar miles de sueños vitales y musicales. Bajo los acordes de Griffin y su pandilla más de uno incluso llegó a ligar con la guapa de turno.¿Se le puede pedir algo más a una banda?Como comentario extra, siempre relaciono a Long Ryders con los grandes Desperados de los queridos hermanos Martín. ¿Misma época, misma peluquería? Alzo mi copa, ¡salud!

Yo vi en directo a los Coal Porters como teloneros de The Barracudas hace más de 15 años y son la p...Os recomiendo una canción: I tell her all the time.

el anónimo zarpas de antes soy yo que cabeza

Bueno uno de mis grupos preferidos junto con Jason, el libro saldremos corriendo a por el y ahora hay una extension de los long ryders y son con sid grffin lider en ambos grupos.Y como no recordar su Looking for Lewis and Clark con esas guitarras yeahhhh... la extension son:The Coal Portershttp://www.youtube.com/watch?v=g1bPq0RlLxEque me decís ahora molan....

El libro es, sencillamente, fantástico. Para los que pasamos de los 40 el Nuevo Rock Americano fue una válvula de escape. Una vuelta a las guitarras, una vuelta a las canciones. Los mejores fueron, sin duda, The Dream Syndicate. Y los segundos, Long Ryders, a quien tuve la suerte de ver en el Palacio de Deportes compartiendo cartel con… ¡New Order!, por 400 pts. Sí, algo más de 2 €. Eran otros tiempos. Felicidades, Carlos, por el libro.

Si esto es solo un extracto del libro, joder que disfrute de libro!!! Este año tambien tendremos buena cosecha. Gracias Fernando por compartir con nosotros a Carlos Rego.Saludos muy Hambrienntos

¡¡Qué geniales!! Por ahí tengo el cd con Native sons y 10-5-60 juntos...¡y lo compre a precio de saldo!Me gusta mucho tu blog. Es un placer seguir tu ruta. Un saludo

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. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

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