La Ruta Norteamericana

Sobre el blog

Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.

Sobre el autor

Fernando Navarro

. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

La canción del Jukebox

Participa en "La canción del Jukebox" 'pinchando' una canción. Manda tu selección de música norteamericana con el enlace de Youtube o Vimeo a la dirección @gmail.com e indica tu nombre. Tu canción sonará durante una semana en este Jukebox digital.

Spotify

Spotify de 'La Ruta Norteamericana'

Listas de reproducción temáticas de La Ruta Norteamericana. Música para mover las caderas, engancharse al soul, desmelenarse con guitarras o soñar despierto. ¡Escucha nuestra lista!

PERFIL DE FACEBOOK

Perfil facebook 'La Ruta Norteamericana'

Recomendaciones, noticias y reflexiones musicales en primera persona, un espacio distinto al blog donde conversar y escuchar música.

FACEBOOK: AMIGOS DE LA RUTA NORTEAMERICANA

Grupo facebook 'La Ruta Norteamericana'

Lugar de encuentro sobre actualidad musical y sonidos raíces de la música norteamericana. Otro punto de reunión y recomendaciones del blog de Fernando Navarro pero hecho con la colaboración de todos sus miembros. ¡Pásate por nuestro grupo!

Libros

Martha

Martha. Música para el recuerdo

“Un accidente de tráfico y sus consecuencias despiertan en Javi, un periodista inmerso en la crisis del sector, un torrente de recuerdos y sensaciones que le conducen a su juventud, a esos veranos en el pueblo con sus amigos, al descubrimiento del amor y de esas canciones que te marcan de por vida. Un canto al rock, a la amistad, a la integridad ética y al amor puro”


Fernando Navarro

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana.

Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana repasa el siglo XX estadounidense a través de las historias de más de treinta artistas, claves en el nacimiento y desarrollo de los estilos básicos de la música popular. Un documento que tiene en cuenta a músicos esenciales, que dejaron un legado inmortal sin importar el éxito ni el aplauso fácil.

Cuando el cantante y guitarrista Dan Peek fundó America junto a Dewey Bunnel y Gerry Beckley y sacaron su primer disco en 1971, muchos vieron en ellos a los nuevos Crosby, Stills & Nash, pero aquella banda estaba destinada a coronar su propia cumbre. Parte esencial de las armonías de America, antes de dejar la formación en 1977, Dan Peek ha fallecido el pasado domingo a los 60 años en las Islas Caimán. El músico protagonizó esa escalada y siempre pudo decir que estuvo en el mejor momento del grupo, cuando sus melodías accesibles de sabor tradicional se convirtieron en un destello triunfal del folk-rock.
Nacido en 1950 en Panama City, Florida, Peek fue hijo de un oficial de la aviación estadounidense. Se pasó la infancia viajando con su familia de un lugar a otro -llegó a vivir en Japón- hasta que en 1963 se mudó a Reino Unido. Allí, en un colegio para hijos de funcionarios y militares estadounidenses, conoció a sus futuros compañeros de banda. Peek conectó pronto con Bunnel y Beckley. Como tantos jóvenes de su generación, los tres tenían auténtica pasión por la música rock y empezaron a tocar juntos en 1967. En plena eclosión jipi, se movieron por el ambiente contracultural de Londres tocando en locales del barrio de Camden.

Seguir leyendo »

Hank Ballard, el auténtico padre del twist

Por: | 25 de julio de 2011

Dentro de nuestro repaso por las joyas que rescata el sello Hoodoo Records hoy nos detenemos en todo un prodigio del R&B: Hank Ballard. Apenas conocido en la actualidad, Ballard se encontraba en Detroit haciendo de las suyas en los cincuenta con su rock’n’roll primitivo, años antes de que soul se adueñase de la ciudad bajo la factoría de Motown, al mando de Berry Gordy Jr.
Pocos músicos han mostrado un talento innato para ese ritmo contagioso, ese espíritu liberador y brillante del más primigenio rock’n’roll, como este músico afroamericano de Alabama. La voz de Ballard es puro soul pero presentado con envoltorio rockero. Inunda el cuerpo al tiempo que te saca a bailar con ese acento canalla, esa presencia tan absoluta en toda la canción. Como si Harry Belafonte se desmelenase y se pusiese la chaqueta de cuero para caminar orgulloso con sus gafas de sol por la calle.
Provocativo y enérgico, Ballard se erige como un músico indispensable en La Ruta Norteamericana, un artista de los pies a la cabeza, un embajador maravilloso de los sonidos más auténticos e ilustrativos de la mejor época del rock’n’roll. Sin ir más lejos, Ballard es el auténtico padre del twist. El baile que popularizó Chubby Checker en 1960 viene de una composición suya. <<The Twist>> fue compuesto por Ballard en 1959. La versión de Checker, conocido como el Rey del Twist, llegó al número uno de las listas estadounidenses. Checker consiguió que la juventud bailase de forma trepidante, en ese movimiento incesante de caderas, mientras se subía y se baja el cuerpo, agitando los brazos, unos enfrente de otros, pero el origen reside en Ballard, el gran Hank Ballard. Sin él no podemos explicarnos el twist pero tampoco a artistas como el propio Checker, Gary US Bonds, Mitch Ryder o el mismísimo James Brown.
Hoodoo recupera dos discos esenciales en su discografía: Hank Ballard & The Midnighters (1957) y Singin’ & Swingin’ (1959). Toda una colección de canciones que definen una era de baile, hedonismo, liberación, mezcla de razas y ruptura con los convencionalismos. Ballard y los Midnighters eran esencia de esos tiempos. Porque Ballard no solo ponía ritmo a la vida, también provocaba con sus letras que invitaban al sexo con las chicas, al roce nocturno, al baile desenfrenado. Por eso, su música fue prohibida en algunas emisoras de radio al ser considerada obscena por los bienpensantes y conmocionar a las comunidades religiosas de Minnesota y otros Estados.
A decir verdad, con la perspectiva que da el tiempo y con la suerte de poder gozar de estos discos, nunca lo obsceno fue tan embriagador. El maravilloso Hank Ballard y sus Midnighters a pleno pulmón. Prepárate para bailar.




Colosal Mavis Staples

Por: | 21 de julio de 2011

Comparto con los lectores de esta ruta norteamericana mi crónica que el diario El País publicó ayer del gran concierto de Mavis Staples en Madrid. No me gustaría que la visita por España de esta mujer se quede sin cubrir en este blog.
++++++++++++++++++++++++++++++++++
Cuando una mujer como Mavis Staples se revuelve en sí misma, sobre el escenario, sumida en un éxtasis musical que nace del cruce de caminos del góspel y el R&B más genuinos, y gesticula sin parar con su poderosa garganta al mando, pasando del agudo al grave con pasmosa facilidad, pellizcando el alma con sus alaridos pletóricos, cuando sucede eso, simplemente, la vida durante ese instante se hace colosal. Bella, intensa, esplendorosa, la voz de esta cantante de Chicago consigue que la vida corriente se asocie con el arte primitivo del góspel y adquiera un punto místico, tan efímero como inolvidable.
Es muy difícil dar tanto con tan poco. Sin piruetas estéticas ni pirotecnia engañosa, Mavis Staples y su banda ofrecieron anoche un concierto de poco más de hora y media en el escenario Puerta de Ángel de la Casa de Campo de Madrid donde concentraron las esencias de la música de raíces norteamericana con nada más que una guitarra, un bajo, una batería y cuatro voces negras, presididas por Staples. Poco glamour, tal y como se entiende en estos días en el que la imagen es lo primero, pero muchísima calidad y elegancia.
Es la pureza de esta música lo que conmueve. Es la magnitud de la voz de Staples, magníficamente adornada con el coro formado por su hermana Yvonne Staples, Vicki Randle y un estupendo Donny Gerrard, lo que absorbe. Ninguno parecía una estrella y todos llevaron a los presentes a un fascinante universo sonoro. Mención especial para el guitarrista Rick Holmstrom, que demostró una talla sobresaliente y un feeling difícil de ver sobre un escenario.
Con una sonrisa abierta de par en par, la cantante se movía a paso lento mientras mostraba espectaculares dotes vocales en You are not alone y Only the Lord knows, dos poderosas composiciones que se bañaban a pulmón abierto en un febril R&B. Dos canciones compuestas por Jeff Tweddy, líder de Wilco, quien además produjo el año pasado su último y precioso disco, You are not alone. De ese álbum también interpretó una eufórica I belong to the band. Las palmas acompañaban cada recreo soul, como I'll take you there, mientras el público se rendía a la celebración sonora. Staples puso de manifiesto su excelente instinto sonoro propio del legado familiar. Así, uno de los momentos más emotivos fue cuando cantó The Weight, tema de The Band que se recoge en el documental The Last Waltz donde los Staple Singers acompañan a la famosa banda canadiense.
Su padre, Roebuck Staples, quien empezó en una plantación a finales de la década de 1920, podría haberse convertido en uno de los guitarristas de blues más grandes de no haber dedicado todo su talento a la música religiosa. Se trasladó a Chicago y formó la célebre banda familiar llamada The Staple Singers, a la que perteneció una joven Mavis. Góspel arraigado a los tiempos, que se solidarizó con la lucha por los derechos civiles de los afromericanos. Mavis ayer habló de su padre, de la autopista de la libertad y la verdad que esconde la música para ilustrarse a sí misma, para dar buena cuenta de que su fuerza vocal es una virtud que deja entrever un espíritu amable y generoso.
En los bises, después de pasar por el filtro góspel, en ese juego de voces delicioso, el clásico For What It's Worth, original de Buffalo Springfield, Staples atendió a la petición del público e interpretó Down in Mississippi. Canción ardiente y pantanosa a la vez, era una muy buena culminación para un gran concierto de una vocalista colosal.


Jimmy Roselli, el ‘crooner’ a la sombra de Sinatra

Por: | 19 de julio de 2011

El diario El País publica el obituario que he escrito sobre el cantante Jimmy Roselli. A continuación, dejo con un texto más extenso del publicado por el periódico.
----------------------------------------------------------
Bien pensado tampoco le fue tan mal: muchos estadounidenses le quisieron como algo propio mientras se pasó toda su vida a la sombra del mejor cantante de la historia del país. El italoamericano Jimmy Roselli, fallecido a los 85 años el pasado 30 de junio en Florida por problemas cardíacos, fue el otro crooner de Hoboken, el otro vocalista de impecable dicción, capaz de elevar el alma con su entonación operística, que vio cómo Frank Sinatra llegó a la cumbre más alta mientras él se conformaba con cantar con veneración clásicos populares ante audiencias igual de entregadas pero más pequeñas, lejos del aplauso mundial.
Sus paralelismos con La Voz fueron tal vez demasiados pero, con todo, supo llevarlo bastante bien. Nacido en 1925 en Hoboken, Nueva Jersey, localidad natal de Sinatra, Roselli se crió con sus tíos y su abuelo después de que su madre falleciese a los dos días de dar a luz y su padre huyese ante la situación. Fue su abuelo, incapaz de articular una palabra que no fuera en italiano, quien le despertó la pasión por la música al dejarle escuchar antiguas canciones melódicas de su tierra junto a él. Antes de cumplir los 18 años y enrolarse al Ejército para la Segunda Guerra Mundial, el joven Roselli ya había ganado varios premios como cantante gracias a su fina e intensa voz.
Al finalizar la guerra, EE UU aceleró su desarrollo económico como ninguna otra nación y la sociedad norteamericana vivió una época dorada de bienestar y ocio. La banda sonora de esos años, previos al estallido del rock y la contracultura, la protagonizó más que nadie Sinatra y toda una generación de cantantes italoamericanos de pop que seguían su estela como Dean Martin, Perry Como, Tony Bennett o el propio Roselli. Fue una extraordinaria era de intérpretes que competían entre sí al tiempo que facturaban canciones espléndidas de majestuosos arreglos, orquestales, espiritualmente bellas.
Con su acento napolitano y su revisión de clásicos de Italia, como <<Torna a Surriento>> o <<Malafemmena>>, Roselli, quien se hizo a sí mismo como limpiabotas o lavaplatos antes de poder dedicarse a la música, se ganó el cariño de las comunidades italoamericanas de la Costa Este. Según cuenta David Evanier en el libro Making The Wiseguys Weep: The Jimmy Roselli Story, el cantante fue el favorito en las bodas de muchas parejas. La belleza de su fraseo y su capacidad lacrimógena no tenían nada que envidiar a las de Sinatra quien, pese a la descendencia de sus padres, no cantaba en italiano. Estas grandes dotes le permitieron salir de los círculos locales y conquistar las listas de éxito con composiciones en inglés como <<There must be a way>> o <<When your old wedding>>. Como Sinatra, también interpretó <<My way>>. Su voz grave sonó en decenas de discos que avalaban su sentido de la balada y le llevaron a aparecer en tres ocasiones en el Ed Sullivan Show, pasar por los escenarios de Broadway, cantar en un abarrotado Carnegie Hall o ser un habitual en el mítico Copacabana de Nueva York.
Tal vez, su diferencia más sonada con respecto a Sinatra fue que rechazó la ayuda de la mafia. Esta valiente decisión enervó a los matones italoamericanos que adoraban sus canciones e intentaron boicotear la venta de sus discos. Pero no pudieron evitar que Martin Scorsese incluyese <<Malafemmena>> en su película Malas calles. En los últimos años de su vida, se le podía ver cantando en Atlantic City. No eran Las Vegas, cierto, ni él era Sinatra, pero nadie pudo cuestionar nunca su voz de crooner ni la resonancia que dejaba su acento genuinamente italoamericano.


El rock'n'roll dinámico de Ronnie Hawkins

Por: | 18 de julio de 2011

Es verano y muchos están ya de vacaciones. Otros, en cambio, todavía están a la espera de que lleguen. En cualquiera de los casos, La Ruta Norteamericana va a estar hasta septiembre con gasolina en su depósito para todo el verano. En la medida que permitan las posibilidades, intentará ofrecer varias propuestas musicales para el disfrute del lector/oyente.
Hoy arranco una especie de serie que viene a recomendar las reediciones que está llevando a cabo el sello Hoodoo Records, especializado en la recuperación de compositores genuinos de los sonidos raíces estadounidenses. Músicos que fueron piedra angular del primigenio rock’n’roll, con importantes vasos comunicantes con el R&B negro. Y son reediciones cuidadas, gloriosas en su bonita presentación del LP original, con abundante información del artista en buenos libretos con destacados textos y material fotográfico. Después de meses escuchando varios de los discos lanzados por Hoodoo Records, no puedo por menos que ponerme manos a la obra para recomendar estas perlas maravillosas de la música que apasiona a este blog.
Empezamos esta serie con Ronnie Hawkins, el músico al que respaldaban nada más y nada menos que The Band, que antes se llamaron The Hawks. Magnífico intérprete, Hawkins es uno de los músicos más olvidados de los cincuenta norteamericanos, en plena era de los gigantes de la primera ola del rock’n’roll. A decir verdad, el cantante canadiense pasó casi de puntillas por aquellos irrepetibles años pese a ser por entonces el más importante de su país.
Nacido dos días antes que Elvis Presley, Hawkins es el arquetipo del cantante de carretera. También se le conoció como Mr. Dynamo por su trepidante manera de cantar y moverse en el escenario. Su vibrante mezcla de rockabilly, country y folk dan forma a un sonido vigoroso, que planea por Estados Unidos como un ave rapaz.
Hoodoo Records reedita sus dos mejores discos: Ronnie Hawkins y Mr. Dynamo, publicados en 1959 y 1960. Se añaden además cinco bonus tracks. Estas reediciones nos recuerdan que, cuando se decía que el rock había muerto, con Buddy Holly y Richie Valens fallecidos y otros pioneros a la deriva, Hawkins y sus Hawks apoyaron con pasión y talento al género con dos álbumes repletos de gemas musicales.
Robbie Robertson aseguró que con Hawkins “se tocaba un rock’n’roll salvaje, muy rápido”. Su estilo era explosivo, lleno de dinamismo, del que los jóvenes integrantes de la futura The Band aprendieron muchísimo. Jerry Lee Lewis decía de él que era uno de “los más grandiosos reyes del rock’n’roll”. Un rey sin corona pero con una música fascinante.


Las varias vidas del señor Quincy Jones

Por: | 14 de julio de 2011

Por su interés informativo, este blog se detiene en la entrevista con Quincy Jones que el pasado sábado publicó el suplemento cultural Babelia. Su lectura el sábado me dejó un estupendo regusto y pensé que estaría bien pasarla por esta ruta. Por lo tanto, dentro de la sección “Parada para repostar”, reproduzco la entrevista hecha por el gran Carlos Galilea, magnífica voz autorizada en cuanto a crítica musical se refiere.
Ni que decir tiene que Quincy Jones, Q, es un coloso de la música popular norteamericana, un hombre cuya larga trayectoria guarda páginas y páginas de gloria como músico, compositor y productor. Decir Quincy Jones es decir calidad, respeto, talento y, en definitiva, historia viva de las artes afroamericanas. Disfrutad del texto de Galilea llamado Las varias vidas del señor Q.
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Comíamos ratas porque mi abuela sabía cómo cocinarlas. Pero, sobre todo, comíamos ratas porque era lo único que había para comer". Este testimonio de su infancia en una familia pobre del Southside de Chicago, la ciudad donde nació hace 78 años, se puede leer en el primer párrafo de Q: The autobiography of Quincy Jones. Un libro en el que Jones, que debutó como trompetista, confiesa que el bebop era su Dios y, su ídolo, Dizzy Gillespie.
"Empecé a escuchar música con doce o trece años cuando el bebop estaba arrancando. Entonces vivía en la Costa Oeste y no lo tenía cerca, pero llegó a Seattle y me enamoré completamente. Estaba fascinado por aquel concepto revolucionario. No paré hasta conseguir una beca para estudiar en Boston y, ya en Nueva York, comenzar a trabajar con Lionel Hampton y a viajar por el mundo".
Asegura haber aprendido de todos los grandes músicos con los que ha tocado: desde Miles Davis y Clark Terry hasta Count Basie o Ray Charles. "Cosas que jamás se olvidan". El saxofonista Ben Webster le dio un consejo: "Quincy, déjame decirte algo muy importante. Allá donde vayas escucha la música que escucha la gente del lugar, come la comida que comen, y aprende treinta o cuarenta palabras de su idioma. Le hice caso y he aprendido palabras en serbocroata, turco, sueco, ruso... En español sé decir 'sácate la colita' (sic) ¡qué le voy a hacer!", dice riendo. "Uno de los sentimientos más increíbles es sentirse en casa en cualquier lugar".
Arreglos para Frank Sinatra, Ray Charles o Celine Dion, discos para George Benson o Patti Austin -ahijada de Dinah Washington, con la que también trabajó-, bandas sonoras para películas como El prestamista, de Sidney Lumet; A sangre fría, basada en el libro de Truman Capote y dirigida por Richard Brooks, o El color púrpura, que dirigió Steven Spielberg, y de la que Quincy Jones fue uno de los productores. También produjo El príncipe de Bel Air y compuso la música de Ironside y la cabecera para El show de Bill Cosby. 79 nominaciones a los premios Grammy -ganó 27-, siete a los Oscar, el Emmy por la música de la serie Raíces, doctorados de varias universidades y condecoraciones como la Legión de Honor de la República Francesa, el Polar Music de la Real Academia Sueca o la National Medal of Arts del Congreso de Estados Unidos recibida de manos del presidente Obama.
La revista Time Magazine le eligió entre los músicos de jazz más influyentes del siglo XX. Salta al otro lado de la línea telefónica cuando se le pregunta si los críticos y aficionados al jazz le reprocharon haberlo dejado de lado con el fin de dedicarse a la música pop. "No, no, no... Yo tocaba pop en restaurantes o clubes de tenis. Y luego nos cambiábamos de uniforme para tocar en locales de streaptease. rhythm and blues, blues, jazz, funk, música clásica y todo lo que la gente pueda imaginar. Y en fiestas benéficas, bar mitzvahs ¡Toda la vida! ¡Desde 1946! Mi expresión favorita es 'si no te has ido nunca no tienes por qué volver", dice riendo. "Volver da mucho trabajo".
Entre 1979 y 1989, produjo Off the wall, Thriller y Bad. "Conocí a Michael Jackson cuando él tenía 12 años y yo ya estaba en los cincuenta", explica. "Puedes imaginarte cómo era grabar con Michael. Dejábamos el estudio casi en penumbra y él se ponía a bailar mientras cantaba... Lo más importante al trabajar con un artista es tener amor, respeto y confianza. La confianza es esencial en ambas direcciones. Los grandes como Sinatra descubren muy rápidamente que no sabes lo que estás haciendo". Thriller es el disco más vendido de todos los tiempos. Y tal como anda la industria discográfica no parece probable que alguien pueda desbancarlo. Quincy Jones también tiene el récord de ventas de una canción con <<We are the world>>, una grabación colectiva con Bruce Springsteen, Stevie Wonder, Bob Dylan, Paul Simon... que produjo en 1985 para recaudar fondos contra la hambruna en Etiopía.
En Rabat, hace unas semanas, Quincy Jones ha grabado otra canción con fines benéficos. Se trata de Bokra, versión árabe de <<Tomorrow (A better you, a better me)>>. "Para mí ha sido un sueño especialmente por lo que está sucediendo en algunos países del norte de África y Oriente Próximo. Hay revoluciones por todas partes. Así que fuimos a Marruecos y grabamos con algunos de los principales cantantes del mundo árabe. Y es una de las cosas más fascinantes que he tenido la suerte de poder vivir. Ver su emoción, su energía, su espiritualidad
". El fin: ayudar a la financiación de becas artísticas y culturales para niños de todos esos países. "Probablemente esté listo para el mes de noviembre. Ojalá sirva de estímulo para la unidad y un futuro mejor. Tú lo haces con el corazón y esperas que funcione, pero nunca sabes lo que va a suceder".
A Mister Q le han recibido Juan Pablo II, Nelson Mandela y Clinton. Bono, de U2, le llama profesor y comenta que nadie ha vivido tantas épocas musicales haciendo música en todas ellas. Medio siglo dejando huella en la cultura de su país desde esa música afroamericana de la que dijo en cierta ocasión que era como el Renacimiento: nadie puede detenerla ni resistirse a su influjo. Y no sólo se refería a la tradición estadounidense, también a la brasileña, la caribeña y todas las músicas de raíz africana. "Son diferentes colores de la misma música. Un alto nivel melódico y los ritmos más sofisticados. Material poderoso", proclama. "Viajo a Brasil casi todos los años desde hace 54. ¡Dios mío! la música que se hace allí, y la de Cuba, son las mejores. Lirismo y ritmos africanos. Con las mismas 12 notas desde hace 500 años. Nadia Boulanger me dijo: 'Quincy, aprende lo que otros han hecho con 12 notas hasta que cumplas los 30".
A finales de los años cincuenta, estudió en París con la condiscípula de Ravel y maestra de Leonard Bernstein, Aaron Copland o Piazzolla. Boulanger le espetó: "Tu música será lo que tú seas como ser humano". "Recuerdo todas sus palabras: la melodía es la reina, y cuantas más reglas le pongas a tu composición más libre vas a ser aunque parezca una contradicción. Y es cierto. El jazz es libre y, aun así, tiene una estructura organizada".
Mientras estudiaba en Francia lo contrató la discográfica Barclay. "La combinación perfecta. Todo el día con una orquesta de 55 músicos a mi disposición para trabajar con grandes artistas como Henri Salvador, Jacques Brel, Aznavour... Tenía a Stéphane Grappelli al violín, Kenny Clarke tocando la batería, Don Byas al saxo... Como estar en el paraíso", dice. Se emociona al hablar del fallecido Henri Salvador: "Henri era un hermano para mí. Un cómico enorme y un gran cantante". Salvador tenía que participar en la película que Quincy Jones tiene previsto rodar en Brasil. "El año que viene, en marzo, durante el carnaval, con músicos de jazz y blues de Nueva Orleans y de Misisipi, y brasileños. La recaudación será para las favelas y los damnificados del Katrina. Un proyecto que me entusiasma". La dirige William Friedkin -El exorcista, French connection-, con quien ya trabajó en 1960.
Quincy Jones & The Global Gumbo All Stars sólo darán dos conciertos en Europa este verano: Montreux y Peralada. Dos momentos únicos porque varían los músicos. En Peralada, con él como maestro de ceremonias y su protegido, el cubano Alfredo Rodríguez -"el mejor pianista del planeta"- ejerciendo de director musical, estarán la pianista y compositora de 19 años Emily Bear, los contrabajistas Esperanza Spalding y Peter Slavov, el guitarrista nacido en Benin Lionel Loueke, el batería cubano Francisco Mela, el palestino Ali Amr, qanun y voz, y el húngaro-iraquí Omar Bashir, laúd árabe. Como invitados especiales, el ex-Ketama Antonio Carmona y Andrea Motis, una adolescente catalana que canta y toca trompeta y saxo. "Todos músicos increíbles. ¡Y tan jóvenes! Siempre intento ser auténtico en este negocio. Y nunca he perdido mis raíces musicales. De eso trata el Global Gumbo Ensemble". El nombre de gumbo viene de Nueva Orleans, de un popular plato de la cocina criolla, "que tiene de todo: vegetales, almejas, ostras, cebollas... Ingredientes diversos que funcionan bien juntos. Igual que estos músicos que hacen cosas diferentes y que, al juntarse, también sale algo bueno".
Es de los que cree que la música y las artes son una gran baza, un activo importante, para tender puentes entre las personas y las culturas. "No es que lo piense, es que lo sé", asegura. "Curiosamente, somos el único país que no tiene ministerio de cultura a pesar de que toda la gente toca música estadounidense".
Además de compositor, arreglista, productor y director de orquesta, es empresario. Jones ha comprado cadenas de televisión, y fundado emisoras de radio, sellos discográficos y una revista como Vibe. "Cuando tenía 26 años vine a Europa al frente de una orquesta de 18 músicos. Estuvimos de gira diez meses y me patearon el culo", exclama riendo. "Cuando volvimos a Estados Unidos, Irving Green me dijo: 'Sabes de música, amigo, pero no tienes ni idea del negocio'. Y me nombró vicepresidente de discos Mercury. También fui vicepresidente de discos Philips. Puede parecer una tontería lo que voy a decir, pero siempre me ha funcionado. Veo los negocios y la política con mi experiencia de orquestador. Como si hubiera cuatro trompetas, cuatro trombones, cinco saxos, batería, bajo, piano y guitarra o, como una orquesta sinfónica, con metales, vientos, cuerda y percusión. Cada instrumento haciendo algo distinto, pero sonando todos juntos".
Su insistencia obró el milagro: su amigo Miles Davis, el hombre que nunca quiso mirar hacia atrás, aceptó volver a tocar los arreglos que Gil Evans escribió en los cincuenta para los discos Miles ahead, Porgy and Bess y Sketches of Spain. En el Festival de Jazz de Montreux. "Una noche inolvidable", dice Quincy Jones, que dirigió en la pequeña ciudad suiza al borde del lago Leman las orquestas de George Gruntz y del fallecido Evans. Cincuenta músicos en el escenario del viejo Casino de Montreux. Con Miles llevando gafas para leer las partituras. Era el 8 de julio de 1991. Dos meses después, el trompetista fallecía en California.
"En estos sesenta años de viajar por el mundo he podido ver el efecto que produce la televisión. Hace unos años le pregunté a Mijaíl Barishnikov por qué había desertado de la Unión Soviética justo antes de la perestroika y me contó que porque había visto en televisión al ballet de Roland Petit y se dijo que él también podía hacerlo. Lo que está sucediendo en Oriente Próximo sólo podía pasar a través de la comunicación. Antes la gente no sabía cómo vivían los otros. Ahora viajas a Shanghái y ves a todo el mundo con dos teléfonos móviles y ordenador. El proceso ha sido asombrosamente rápido y ha cambiado nuestra civilización", dice. "Yo he vivido dos cosas, desde el punto de vista tecnológico, que han supuesto un cambio sustancial para la música. Los primeros sintetizadores y el bajo eléctrico Fender sin el cual no habrían existido ni el rock and roll ni Motown".
Quincy Jones, que confiesa que su artista española favorita es Carmen Amaya, ha grabado varios discos con decenas de invitados de lujo: en 1989, Back on the block con Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Bobby McFerrin, Miles Davis, Gillespie, Hancock... ; en 1995, Q's jook joint con Stevie Wonder, Ray Charles, Nancy Wilson, Phil Collins, Marlon Brando, Shaquille O'Neal... y, en 2010, su primer disco en quince años, Q: Soul bossa nostra con Amy Winehouse, Wyclef Jean, John Legend... "Para el año próximo tengo previsto uno con Tony Bennett, Stevie Wonder, Snoop Dogg, Joe Pesci... Me encanta trabajar con otra gente. Mandela me enseñó una palabra bantú, ubuntu, que significa que lo colectivo es esencial para el individuo. Y me gusta mucho ese concepto", afirma el señor Q, que parece haber vivido más vidas que cualquier otra persona. "Lo sé", dice rápidamente, "pero ¿sabes una cosa? Tengo otras veinte en camino".
Frank Sinatra con la Quincy Jones Band en la canción <<How do you keep the music playing?>>


Bob Wayne, country rabioso para sobrevivir

Por: | 12 de julio de 2011

Bob Wayne sabe lo que es la supervivencia en la carretera. Se ha pasado media vida en ella. Músico de gran independencia y nada complaciente, Wayne combate los sinsabores de la vida con country rabioso, lleno de vitalidad y fuerza, repleto de hechos reales y postales desgastadas.
Su último disco, Outlaw Carnie, ilustra al estadounidense que intenta sobrevivir a la peor crisis económica desde la Gran Depresión, al norteamericano descreído con las promesas falsas de políticos e instituciones, que se refugia en una existencia tan mundana como escapista, bien venga esta a través de una botella de whisky, el polvo de una noche o una juerga con amigos en peores condiciones que tú. Bob Wayne habla de los americanos heridos, cierto, pero no muertos.
Con su gorra, sus gafas de sol y su barba desaliñada, el cantante simboliza al mítico outlaw, al forajido que con pasado turbulento busca la redención en el viaje sin fin a través de su música. Tras una vida marcada por el exceso de las drogas y pasar por la penitenciaria, a Wayne solo le queda su coche, su móvil y su guitarra con la que intenta tener puntería suficiente cómo para demostrar al resto de la gente que, pese a todo, merece la pena estar vivo.
En Outlaw Carnie, su country es de mayor cilindrada al tradicional. Violines, contrabajo, guitarras eléctricas y acústicas adornan sus composiciones de vieja escuela, a lo Waylon Jennings, pero con actitud punk. Más velocidad, más garra, menos balada. Como si hubiese que meter la sexta en mitad de un pueblo abandonado para dar significado al viaje. Wayne forma parte de esa generación de trovadores aguerridos en la línea de Hank III, nieto del legendario Hank Williams, del que ya se habló en La Ruta Norteamericana. El propio Hank III ha dicho de él que “es el Kris Kristofferson de nuestra generación”.
En el último número de la revista Ruta 66, Manuel Celeiro también nos da una medida de su figura al afirmar que Wayne “ha saltado de copiar sus maquetas en la parte trasera de la furgoneta a ser la gran esperanza blanca del outlaw country más crudo”. El músico, tal y como cuenta en la entrevista en Ruta 66, suele regalar sus discos copiados en CDr para todo aquel que asegure que está sin trabajo. Ante su inminente visita por nuestras tierras, convendría que llegase a España con un saco gigante de discos grabados, tal y como está el patio por aquí con una cifra de parados de aúpa y que no hay forma de bajarla.
Bob Wayne visita por primera vez España a partir de la semana que viene. Una buena oportunidad para conocer su country de gruñido punk. Después de media vida en la carretera, el cantante ha dejado de creer en los salvadores de la vida moderna. Su único camino es el señalizado por Hank Williams, Townes Van Zandt y Johnny Cash. Seguramente, tenga todo el sentido del mundo seguir esa dirección.
GIRA BOB WAYNE & THE OUTLAW CARNIES
20 de julio, Gruta 77 Madrid
21 de julio, Supersonic, Cádiz
22 de julio, Durango Club, Valencia
23 de julio, Rocksound Barcelona
24 de julio, La Taberna de Hank, Luanco (free acoustic show)
25 de julio, The Monkey Club, Gijón


The Yayhoos y la pócima auténtica del rock’n’roll

Por: | 11 de julio de 2011

Tal vez, el rock’n’roll se inventó para que The Yayhoos existiesen en el siglo XXI en mitad de una época, la nuestra, tan desarrollada y avanzada tecnológicamente como incierta y precipitada. Lo que llevó, por ejemplo, a Chuck Berry a juntar unos acordes para crear <<Johnny B Goode>> es posiblemente una especie de voluntad divina que viaja en el tiempo y salta de una persona a otra, de una comunidad a otra, hasta tomar forma en un grupo como The Yayhoos. Por supuesto, existen otros muchos músicos y grupos interesantes y poderosos pero pocos captan, guardan, como en un frasquito mágico, la pócima auténtica del rock’n’roll. Menos de cuatro minutos y medio de canción y lo entiendes.
Eso pensaba ayer por la noche cuando salía de la redacción y pinchaba la música de esta banda tan grandiosa como desconocida. Empecé a levitar y, por el espíritu de Bo Diddley, puedo asegurar que vi con absoluta nitidez que Elvis está vivo. Un álbum como Fear not the obvious tiene las mismas huellas dactilares con las que cualquier chico o chica, mujer o hombre, de Seattle, Chicago o Jersey City pudo en su día identificar el fabuloso código no escrito de los movimientos de caderas de Presley, el acorde de Chuck Berry o el alarido de Little Richard. Tiene el mismo genoma que, tanto tiempo después, me lleva en un Madrid tórrido y medio solitario a sentir en mis venas la grandeza del rock’n’roll, una apuesta personal, como otra cualquiera, pero por la que creo que merece la pena “apostar fuerte mientras pueda”, como cantaban los irrepetibles Más Birras.
Por tanto, si la semana pasada decía que no hay mejor propuesta que unas espléndidas guitarras para airear el verano, no he podido por menos que recuperar en los últimos días los dos únicos de The Yayhoos, Fear not the obvious y Put the Hammer Down. Es fantástico porque tienen el secreto: parece que es la primera vez que los escuchas, aunque sus discos se vean desgastados en la guantera de tu coche.
Hace tiempo un lector de La Ruta Norteamericana, que tuve el gusto de conocer en un concierto porque se me presentó, me sugirió que explicase en este blog los motivos que me llevaron a elegir mis 20 discos esenciales de los últimos 20 años en la lista que nos pidió el suplemento Babelia elaborar a varios colaboradores a raíz de sus 20 años de existencia. La selección tenía que ser personal, sin estar sujeta a criterios objetivos o razonamientos artísticos, estilísticos o de un criterio determinado. Era simple y complejo a la vez: los 20 discos que más nos habían marcado.
Si bien es cierto que en su día expliqué la razón por la que incluí el primero de mi lista , no había explicado ninguno de los otros 19. En esa lista estaba Fear not the obvious de The Yayhoos. Aún recuerdo el día que, tras hacerme con él, al poco de salir publicado en 2001, lo puse en casa y casi salgo volando por la ventana. Aquello eran los Stones de Exile Main St. emborrachándose con The Sonics y pagando la cuenta los Flamin’ Groovies, pero en un bar de carretera estrenado en el siglo XXI por unos chicos que se habían juntado solo para pasarlo bien. El sonido de esas guitarras tenía el mismo sabor que el vino que otorga la vida eterna, contenido en el cáliz de madera de Jesucristo. Santo Dios.
Incluir en la lista de Babelia ese disco y a The Yayhoos fue una apuesta personal, sin duda. Nunca he visto ninguno de sus dos álbumes reseñados entre lo más granado de los últimos años (de hecho, he visto reseñas que lo ven como un simple divertimento). Nunca he oído a nadie hablar de ellos como una gran influencia. Y dudo que hayan tocado alguna vez en un aforo grande, ni siquiera creo que lo hayan hecho en una sala de mediano tamaño. Pero, para mí, los Yayhoos representan el espíritu libre del rock’n’roll.
No puede ser de otra forma cuando uno descubre que detrás de esa formación están nada más y nada menos que Dan Baird, Eric Ambel, Terry Anderson y Keith Christopher. Un momento. ¿Quiénes? ¡Cuatro tipos de segunda fila! Cierto. Son espadas afiladas de otras bandas pero con una premisa simple y llana: rock’n’roll a partir del sacrosanto poder de las guitarras. Su música siempre gira en torno a ese rock primitivo y visceral. Aparte de sus notables aportaciones en solitario, el currículum de los cuatro es de aúpa: Baird se lo ha montado con los Georgia Satellites, Ambel con The Del-Lords o Steve Earle y The Dukes, Anderson con The Woods y Chirstopher con Billy Joe Shaver. Lo único que hicieron fue juntarse y liarla a su manera. Todos componen, cantan y tocan. Puro amor por la música que les apasiona. Como los gigantescos Traveling Willburys pero tocando para ese bar de carretera perdido de una salida sin señalizar de la ruta 61.
Cuentan que llegaron a estar en conversaciones con una discográfica grande pero que el ejecutivo de turno les dijo que eran demasiados cantantes para el grupo. Es lo que tiene que los cuatro canten y se turnen para las canciones, incluso intercambien instrumentos, como si estuvieran en la fiesta del instituto. La discográfica les desechó. Pero The Yayhoos siguieron a lo suyo.
En la portada de Fear not the obvious, se ven unas guitarras apoyadas en una pared junto al retrato de una mujer. En la contraportada, los cuatro músicos salen haciendo el bobo. Es la típica foto de colegas en el momento del cachondeo. A ver quién pone la cara de estar pasándoselo mejor, parecen decir. Cuando pinchas el disco, explota como una bomba de nitrógeno que te lanza por los aires. Cada uno deja sus huellas dactilares que tú, simple oyente, reconoces como universales. En las composiciones de Terry Anderson se aprecia el toque garajero, en las de Dan Baird se reconoce el ADN primigenio de los cincuenta, en las de Eric Ambel, brutal guitarrista, las cuerdas de las guitarras se alinean con los astros para que no vuelvas a ser el mismo e incluso Keith Christopher compone tal vez la pieza más emotiva del artefacto, <<For cryin’ out loud>>, a medio camino entre el nuevo rock americano y el alt-country de los noventa.

Cuando alguien me pide que le recomiende un gran disco de auténtico rock’n’roll, le digo que hay tantos que debería empezar seguramente por Ike Turner hasta llegar a nuestros días, pero que yo le puedo recomendar mi particular amuleto de auténtico rock’n’roll. El disco que me hizo creer hace ya diez años que, como los galos de Asterix y Obelix, hay quién sabe a día de hoy y todavía cómo se cocina la pócima del auténtico rock’n’roll, el que no para de emocionarte y liberarte. Recomiendo a The Yayhoos. Recomiendo Fear not the obvious, un álbum donde los cuatro alocados tipos que lo firman cierran con un broche espectacular y asombroso. Los cuatro alocados de The Yayhoos se permiten acudir a una de las canciones pop por excelencia de todos los tiempos y rociarla de su pócima de rock’n’roll guitarrero. Los Yayhoos resumen todo el espíritu, todo el anhelo, toda la fuerza de esa voluntad divina que nos saca por la ventana o nos hace apreciar la felicidad de las pequeñas cosas, de lo efímero, versionando la maravillosa <<Dancing Queen>> de ABBA. Menos de cuatro minutos y medio de canción y, santo Dios, lo entiendes. Es la grandeza del rock’n’roll y de la vida.


La temporada de festivales arrancó hace tiempo, pero todavía hay mucho por delante a lo que asistir a poco que se tenga dinero y tiempo. Sin ir más lejos, este fin de semana se está celebrando el BBK Live Festival de Bilbao. Otro festival que uno se pierde por diversas cuestiones con la tristeza de no poder ver por allí a los magníficos Black Crowes, la banda de los hermanos Robinson. Sin duda, me interesan mucho más que Coldplay, formación a la que rechazo sin remedio.
Entre tanto concierto y agenda saturada, existe un espacio en la web de la Cadena SER al que acudo para informarme de todos los festivales y que comparto con vosotros por si os interesa. Es el blog de Festivales de verano donde se informa con noticias, crónicas y reseñas. De hecho, leyendo estos días me entero de un cartel de aúpa en el Jazzlandia con Dean Wareham, Jackson Browne y el maestro de maestros, master of universe, B.B. King.
En este sentido, la semana pasada se cerró el cartel del festival que más me interesa este año. Es el Turborock. El festival cierra con la incorporación de los neoyorquinos Nada Surf que se suman a nombres ya conocidos por esta ruta sonora como Gigolo Aunts, Matthew Sweet, Urge Overkill, The Bellrays, The Del Lords, D-Generation o The Sadies, entre otros. Todos los nombrados son músicos que tienen la virtud que servidor más solicita para sus oídos en verano: melodías luminosas y guitarras potentes. Cada uno a su estilo, son verdaderos zarpazos efusivos de rock/pop/R&B.
Al sol de Santander y Benidorm (2 y 3 de septiembre respectivamente), el Turborock es el último festival de todos pero permite una despedida festivalera de lo más digna. Me detengo en el Turborock por su cartel y preferencias personales pero también porque me sirve para recomendar a un grupo que hace tiempo quería que hubiese pasado por La Ruta Norteamericana. Su nombre es Slim Cessna’s Auto Club, quienes pasaron por España hace unas semanas, tal y como contó el blog Sofá Sonoro, y me fue imposible dar cuenta de ellos, como tampoco lo he hecho estos días de los estupendos Gaslight Anthem, que fueron teloneros del concierto de Foo Fighters en Madrid.

Slim Cessna's Auto Club

Con su actitud punk y su country trepidante, con ecos de góspel de carretera y blues de taberna, el grupo de Denver abunda en un imaginario religioso para predicar la buena nueva de la música de raíces norteamericanas pasada por el filtro acelerado de este siglo XXI. Este año han publicado el disco Unentitled (Houston Party). Conocidos como “otros 16 Horsepower”, es la banda favorita de Jello Biafra, cantante de Dead Kennedys, y su directo es visto por la revista No Depression como uno de los mejores de la escena alternativa de Estados Unidos hoy en día. Estas credenciales ahondan en la idea de lo más gratificante para un buen verano: airearse con potentes guitarras.

La belleza según My Morning Jacket

Por: | 05 de julio de 2011

Sencilla y espléndidamente bella. De un tiempo a esta parte he quedado prendado, hipnotizado, con la canción <<Wonderful (the way I feel)>>. Es muy difícil saber que nos lleva en la vida a enamorarnos de las cosas. Con la música, no sabría decir qué tiene que tener una canción para que me capte en su círculo, me enganche y me reconozca en ella. No sé, sinceramente, qué debe ofrecer una canción o un disco para que recorra mi cuerpo y mi cabeza y pueda explorar mis propios miedos, despertar mis ilusiones o intensificar con aplomo mi alegría o tristeza.

My Morning Jacket son una de las grandes bandas norteamericanas de este siglo XXI. En la última década, creo que han sido capaces de crear un estilo muy propio y reconocible, tremendamente especial, que con cada disco no ha ido más que asentándose y reafirmándose en esa propuesta de folk-rock preciosista, que raya con el pop de estudio, que aspira a tejer atmósferas instrumentales, partiendo de los Beach Boys de Pet Sounds o Velvet Underground para terminar encontrando su propia senda sonora en los nuevos tiempos.
De eso que se da en llamar Americana, My Morning Jacket son, en mi opinión, una punta de lanza: destacan por su originalidad. Desde que debutaron hasta ahora, por su trayectoria en definitiva, están a medio camino entre Wilco y Band of Horses, por ejemplo, dos de las mejores bandas del género, y como ellos se despliegan con asombrosa capacidad para captar públicos.
La fragilidad que les caracteriza y la evocación instrumental que les impulsa son señas de identidad que se vuelven a hallar en Circuital tras trabajos tan recomendables e importantes como Z o Evil Urges. Un disco sobresaliente, que juega con los coros y las distorsiones en sus grandiosos medios tiempos, esos medios tiempos fantasiosos que ilustran a My Morning Jacket. <<Victory Dance>> se presenta como la llegada de una caballería, que parece vacilar para crecer en una batalla final de guitarras y coros, <<Circuital>> se asocia al folk de armonías etéreas de Fleet Foxes y <<Outta My System>> nace del poder pop de los Beach Boys.
Un lector me recomendó en twitter que me hiciese con este disco cuanto antes porque estaba convencido que me gustaría. Me ayudó a poner rápidamente el punto de mira sobre él y acertó de pleno. Tras tantas escuchas, creo que puedo recomendar Circuital como un disco magnético para un atardecer en el campo o en el mar, o un disco que puede acariciar sentimientos ocultos en una de estas noches de verano cuando la brisa nocturna se cuela por la ventana.
Sencilla y espléndidamente bella. Así me suena <<Wonderful (the way I feel)>>. Me rodea con su resonancia espiritual, como un gospel tímido, como un folk vocal de los sesenta. Me convence que la belleza no llama: surge y te conquista. Y la música está llena de sorpresas bellas, cotidianas, sin explicación aparente pero suficientemente reales como para creer que es maravillosa.


El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal