Siempre en un segundo plano, con otro compás de espera muy distinto al de las grandes estrellas, hay músicos que alumbran con luz propia, capaces de acompañarte de por vida y creerlos tan propios como los tótems de esto que es la música norteamericana. Se convierten en imprescindibles en tu imaginería particular, aunque apenas sean capaces de llenar una sala allí por donde pasan. No son Dylan ni Young ni Springsteen ni Franklin ni Morrison pero por sí mismos valen tanto como cualquiera de ellos cuando consiguen encender todas las luces de tu existencia con sus acordes. Puedo citar, y he citado en este blog, a gente como M. Ward, Willie Nile, Ron Sexsmith o Steve Earle, entre otros, que forman parte de esta categoría de iluminados, guías musicales personales. Otro que incluyo en este nivel responde al nombre de Chuck Prophet.