Refugiarse en las estrellas con Roy Orbison

Por: | 25 de abril de 2012

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Un color sepia conquista la imagen magnética del hombre de las gafas oscuras. Sonríe, levemente, sin mucho convencimiento, escondido en sus grandes gafas de sol, mientras sujeta su guitarra. Tengo entre mis manos el vinilo que, a mi juicio, mejor repasa los años más arrebatadores de nuestro protagonista. La imagen de Roy Orbison siempre me sugiere algo especial. Llama a mi melancolía, esa sensación de añoranza donde sin quererlo, o queriéndolo, escondo sensaciones imbatibles, a las que, a veces, me gusta acudir entre tanto ruido, estrés o indiferencia del mundo que me rodea.

Roy Orbison: The Monument Singles es el vinilo (Music On Vinyl / Bertus), que pincho en mi tocadiscos. Dividido en un un disco de Caras A y otro de Caras B, se centra en la parte más exitosa de la carrera de Orbison, que va desde 1959 a 1966. Son los años dorados del cantante cuando entra con buen pie al sello Monument, con base en Nashville, y consigue en 1960 el número dos de las listas de Pop con su tercer sencillo, Only The Lonely (Know How I Feel), composición rechazada por Elvis Presley, quien luego se arrepentiría. A este tema le sigue un éxito aún mayor: el número uno con Running Scared.


RoyOOrbison se erige como músico de éxito comercial, aclamado y celebrado como intérprete de indudable sello personal. En los sesenta, cuando desembarcan los Beatles y sus acólitos, el músico estadounidense gana aún más adeptos, más reconocimiento profesional. Ayudó también que Monument se distribuía con London Records, que hizo de avanzadilla norteamericana de la Decca británica. Aparte de las resonancias artísticas, los vasos comunicantes entre las islas y la tierra del Tío Sam también se hallaban en la industria. Orbison se convierte en un verdadero referente. Su registro vocal es divino. Sencillamente. Las canciones que cantaba podían pasar por competentes piezas pop pero en su voz adquirían una connotación superior, demoledora emocionalmente. Auténtico dramatismo que no deja indiferente. Suenan a clásicos.

Conviene recordar que su fichaje por Monument fue una jugada con algo de riesgo. Orbison firmaba a mediados de 1959 por una discográfica que estaba emergiendo desde su condición de independiente. De alguna manera, hacía su apuesta tras su paso por Sun Records, la casa donde se dio a conocer a las órdenes de Sam Philips, desarrollando su rockabilly junto a compañeros de renombre como Johnny Cash, Elvis Presley o Jerry Lee Lewis. Pero Orbison no tenía futuro en Sun Records y por eso se quitó el sombrero de Memphis y se sacudió el polvo para reinventarse con esplendor como un baladista y un baluarte del pop.

Un pop orquestal, de preciosistas arreglos, gracias al acompañamiento de excelentes músicos de sesión que le puso el dueño de Monument, Fred Foster. Como señalaba Charlie Gillet en su Historia del rock, el cantante encontró en Foster su alma gemela. Ambos compartían un gusto variado por la música y decidieron incorporar sin miedo un sonido de acompañamiento vocal a la manera negra que inevitablemente impedía toda difusión en la radio country y, además, el propio músico no se esforzó por sonar country. En Monument, Orbison encontró su sonido. 

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Gira la aguja. Para el comentario de este blog, saltémonos los clásicos que le hicieron eterno, aunque en el reproductor suenen tan impactantes como el primer día. Me refiero a Crying, Dream Baby, Oh Pretty Woman, It’s Over o Blue Bayou, entre otros. Suenan canciones iguales de magistrales, menos corrientes en los recurrentes discos Greatest Hits, pero donde se reconocen todas las sellas de identidad de Orbison. Sus cuerdas vocales vibrando elegantes y agudas en Pretty One o en esa marcha orquestal que es Distant Drums, entre el redoble de batería y la súplica amorosa en ese “Marry, marry me” que derrite. O su parte juguetona, como en el R&B saltarín e inocente de Working For The Man, casi con traje beat, como anticipándose a la Invasión Británica, o como en el relajante ritmo hawaiano de Leah con ese final en plena cúspide vocal. Aunque para punto deliciosamente exótico está la ranchera Yo Te Amo Maria, con estribillo en español. También está su parte más melodramática, su nota más característica, la que se marca a fuego en el corazón del oyente. Pocas pistas como The Crowd muestran tan bien al baladista nocturno, al hombre que llora al amor con dignidad impresionante. Es un lamento mayúsculo y con aire de gloria. Y así cada canción. Ninguna sobra.  

Escuchando al Orbison de Monument, pienso que se haría difícil imaginar la fuerza sentimental de McCartney en su pop de bellos arreglos, la profunda soledad de Springsteen en sus baladas o el poder seductor del mismo Morrisey. Sin este Orbison, básicamente, el pop no tendría un refugio en las estrellas. 

 

Hay 5 Comentarios

De acuerdo es inevitable la añoranza en este blog, pero creo que ya toca Rodney Crowell. Debe de estar a punto lo último. Y tiene obra para rato. A ver.

escuché a roy orbison con 15 años vía tom petty y bob dylan. siempre he pensado que si a un extraterrestre le dijeran lo que es el rock, tocaría la guitarra como ton morello y cantaría como roy

Hola :)

Fernando Leerte es una gozada, no cambies no puedo evitar verme reflejado en tu pasion por la musica. Atrapa y seduce.

Salud.

Habría que hacer un post de Orbison y el cine. No olvidaré jamás la escena de Blue Velvet en la que aparece 'In dreams' de Orbison con el gran Dennis Hopper.
´
http://planetamancha.blogspot.com/

echaba ya en falta esa mezcla emotiva entre la difusión de la música y tu interior
gracias ;)

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. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

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