Conversaciones intemporales en el Delta del Misisipi

Por: | 23 de noviembre de 2012

Recio Plantación Hopson

Este blog pretende ser un viaje más o menos acertado por los sonidos que configuran la identidad norteamericana pero hoy, por suerte, contamos con un verdadero viaje por el sur de Estados Unidos, por la tierra del blues. La Ruta Norteamericana tiene el gusto de contar con la colaboración de Manuel Recio, autor del blog La música es mi amante y auténtico amante de los sonidos raíces estadounidenses, que nos acerca un paisaje tan fascinante como evocador. Espectros y acordes que conviven en el Delta, tierra intemporal del blues.

Texto: Manuel Recio, periodista de Europa Press y autor del blog La música es mi amante.

No sé lo que pasará mañana, solo me importa lo que va a pasar hoy”.

Así contestaba Frank Ratliff, ’Rat’, propietario del Hotel Riverside, a mi pregunta sobre si al día siguiente abrirían los museos de Clarksdale. Acababa de salir al porche al ver que estábamos merodeando. No fue una respuesta brusca, ni siquiera cortante. Sus palabras reflejaban simplemente la indolencia de una manera de entender la vida, que no es exclusiva del bueno de Rat, sino la filosofía del Delta del Misisipi. O por lo menos así lo entendí yo. No hay que asociar Delta al lugar geográfico de desembocadura del río, sino a la región del estado donde, según dicen los historiadores, surgió el blues. Acto seguido se sentó, encendió un cigarrillo y con la mirada perdida en el horizonte empezamos una breve conversación. 

— “¿De dónde sois?”

— “De España, un poco lejos de aquí. Estamos buscando las raíces del blues”, le dije en mi inglés macarrónico. Pero Rat ni se inmutó ante tal grandilocuencia. Todos los que pasan por allí van a lo mismo.

— “¿Dónde os quedáis?”, preguntó mientras me miraba a los ojos. Tuvo que repetir la frase un par de veces: el acento sureño no es fácil de coger a la primera.

RECIO Rat en el Hotel Riverside - Detalle— “En el Shack Up Inn, en la antigua plantación Hopson, pero la próxima vez nos plantearemos venir aquí”,  contesté esbozando una media sonrisa para añadir un toque simpático a la conversación. Rat seguía impasible. Intuía que no habría próxima vez. No le impresionaban en absoluto la torpes gracietas de un turista español.

Dio otra bocanada a su cigarro y dejó de preguntar para empezar a hablar él. El Hotel Riverside, al igual que su dueño Rat, es historia viva del blues, un vestigio de un pasado tan hiriente como esplendoroso. Durante los años 30 fue un hospital para negros. En 1937, Bessie Smith murió en una de sus estancias, desangrada después de que ninguna ambulancia quisiera atenderla tras un accidente de coche: era negra en una época en la que serlo suponía la muerte. Literal. “La habitación de Bessie es la única que no se alquila”. Rat se pone solemne; en los años 40 su familia renovó el antiguo hospital y lo convirtió en un hotel. Desde entonces ha seguido así. Fue el hogar de muchos bluesmen de Clarksdale y de ilustres invitados como Duke Ellington, que se alojaba allí cuando actuaba en la zona, Howlin’ Wolf o Ike Turner, entre otros. “Todos pasaban largas temporadas aquí, sabíamos cómo divertirnos”. Durante los apenas diez minutos que duró la conversación, el gran Rat nos ofreció la mejor clase de historia que hubiéramos podido imaginar. Nos quedamos sin palabras. Le dimos las gracias y volvimos al coche. Rat permaneció sentado como al principio, con esa mirada que encierra, en cierto modo, la tristeza y añoranza características del blues del Delta.

Era el primer domingo de septiembre, veníamos de Nueva Orleans, por la Ruta 61, huyendo de un huracán que nos había cogido por sorpresa y había trastocado todos nuestros planes jazzísticos en The Big Easy. Encima en Clarksdale estaba todo cerrado: comercios, restaurantes, museos. Por la calle no se veía ni un alma. El sol derretía el asfalto. En el Delta es como una losa. Habíamos intentando infructuosamente visitar los dos museos del blues que hay en la localidad: Delta Blues Museum y Rock and Blues Museum. También pasamos por las tiendas de música con sus guitarras en los escaparates, por la emisora Wrox, la primera en radiar los incipientes éxitos locales. Llegamos al Hotel Riverside en la avenida Sunflower casi como última opción. En frente unos chicos jugaban al baloncesto, ajenos a todo, incluso a los gloriosos días del destartalado edificio que tenían delante. Por la noche cenamos en el único local abierto: una pizzería de Delta Avenue, la arteria principal de Clarksdale. Al acabar fuimos andando hasta el mítico Ground Zero Blues, uno de los juke-joints con mejor reputación de todo el Delta, pero no hubo manera: también estaba cerrado. Por suerte, pasar la noche en una cabaña de madera de la antigua plantación Hopson, con una guitarra cortesía de la casa, tocando blues, es una experiencia lo suficientemente plena como para compensarlo todo, a pesar de los mosquitos.

Blues y tamales

Recio Crossroad en Greenville

La noche anterior habíamos estado en Greenville, la ciudad más poblada de la región. El atardecer con el Misisipi de fondo nos regaló una estampa idílica. No teníamos hotel. Afortunadamente, el Delta se escapa de las masificaciones turísticas. Aún así, el primero en el que preguntamos estaba completo. Fuimos a otro, una pensión con aspecto del motel de Norman Bates, frente al embarcadero, que de embarcadero tenía poco. Dos riverboats encallados que solo movían sus ruletas tras oír “abran juego”; eran casinos. En la pensión, el landlord, un hombre negro de unos setenta años, está haciendo el check-in de un grupo de mujeres blancas que han venido a jugar. El hombre, torpe de movimientos debido a una cojera, tarda más de lo esperado. Ellas tienen prisa por apostar. Nosotros, porque no queremos dormir en el coche. Repiten los datos de su reserva varias veces. Nuestro hombre no la encuentra, rebusca entre los papeles, se atora. En el Sur el ritmo es otro. La espera se hace eterna. Solventado el conflicto, por fin nos atiende. Tiene habitación. Primer problema resuelto. Ahora a lo importante: “¿Dónde están los garitos de blues de Greenville?”. El dueño se gira, pone cara de circunstancia y me dice que no sabe, que apenas le gusta la música y que además no suele salir mucho. Vaya por Dios, no todo es blues en el Delta. Buena lección.

Resulta que, por casualidad, la pensión estaba en Walnut Street, uno de los centros del blues de Greenville, con su paseo de la fama incluido. Para cenar no había muchos sitios donde elegir. Entramos en el Spectators, un pub restaurante con todo el sabor sureño. Nos sirven la ensalada más grande que he visto en mi vida. Probamos los tamales rellenos, especialidad local. Después de dos mordiscos a tal concentración de grasas saturadas damos por terminada la cena. Pedimos  “a bag to take away”. La amable camarera, tras unos segundos de indecisión, nos replica: “ah doggy bag?... Sure sir!” Pues eso, la bolsa del perro. Los tamales nos servirán de desayuno y comida al día siguiente. Para ser sábado tampoco se percibía mucho movimiento. Dos tipos blancos que estaban viendo el fútbol americano, cerveza en mano, entablan conversación con nosotros. Lo típico, de dónde somos, qué hacemos en el Delta… Le contamos lo del huracán en Nueva Orleans. Ellos son de Luisiana. Están en Greenville trabajando como obreros. “Los chicos negros de aquí no quieren trabajar, están todo el día de vida contemplativa, tenemos que venir los de fuera”. No se andan con rodeos. De repente se oyen unos potentes acordes de guitarra eléctrica. Al fondo en el escenario va a empezar a actuar una banda local. Suenan a rock sureño, al estilo de Lynyrd Skynyrd. El sitio se llena de moteros. Aguantamos un par de temas. Nuestros nuevos amigos nos recomiendan un garito que hay justo en frente. “Es el lugar donde toca B.B King cuando está en la ciudad”. Allá vamos.

El Blues Bar tiene aspecto de antro de mala muerte por fuera, pero por dentro es un juke-joint de ambiente cálido y amigable donde todo el mundo fuma. La banda, por fin, suena a blues, aunque la sección de vientos le añade un toque soul. Los músicos, menos el batería, se bajan del escenario y se marcan unas coreografías de lujo. Hasta el técnico de sonido se anima a mover el esqueleto. En el público negras culonas, negros culones, jóvenes lugareños buscando ligar, un par de tipos con sombrero tejano. Todos se lanzan a bailar. A excepción de una pareja de japoneses y nosotros, el ambiente es de lo más auténtico. La camarera nos regala souvenirs, el dueño (blanco) habla por los codos. Su bar es una institución en Greenville. Nos invita a que se lo recomendemos a nuestros amigos de España. Las paredes también rezuman blues. Un cuadro de Charley Patton llama mi atención.

 

Donde el sureño se cruza con el perro

Recio Hotel Riverside general“Charley Patton’s grave?”. Son las únicas palabras que salen de la boca de nuestro siguiente protagonista. Sentado en su tractor, en la distancia, nos hace gestos continuos con la mano. No damos una. Habría como unas veinte lápidas desperdigadas sin ningún orden por el campo y no éramos capaces de encontrar la de Charley Patton, el pionero del blues del Delta. Nuestro amigo sigue haciendo gestos. Está arando la tierra, al otro lado del camino. Aunque ve que tardamos más de la cuenta, no se baja del tractor. Él a lo suyo. Nos ha costado llegar a Holy Ridge, un poblado semiabandonado al que se accede por un camino de tierra; no podíamos irnos sin verla. Por fin la encontramos. Una tumba bastante modesta. ‘The Voice of the Delta’, reza la inscripción sobre la lápida. “Thanks for the help, have a good day”. El hombre del tractor dudo que nos oyera. Dudo, de hecho, que viera a más personas durante el resto del día.

En general, los lugares del Delta son tranquilos y solitarios. Gracias a la Mississippi Blues Trail están todos señalizados, lo cual facilita mucho la visita al turista arqueológico. Sus habitantes se sienten orgullosos de su pasado y no tienen problema en pararse a hablar contigo y contarte mil historias. Estábamos callejeando con el coche en Moorhead, cuando otro coche detrás nos enciende las luces y nos pita insistentemente. Miro por el retrovisor. Es una mujer blanca como de unos 50 años. ¿Qué mosca le habrá picado? Paramos. Tras unos primeros instantes de perplejidad, la mujer se gana nuestra confianza. Es locuaz y encantadora. Sabe a lo que hemos venido. La gente que va a Moorhead en realidad lo único que busca es una intersección de dos líneas de ferrocarril. Donde el sureño se cruza con el perro. La simpática señora nos cuenta apasionadamente la historia. El encuentro revelador de W.C Handy con el blues, una noche en la estación de Tutwiler. Handy estaba esperando un tren que llegaba con varias horas de retraso. Le despertó un hombre que se hacía acompañar de una guitarra y que cantaba “Goin’ where the Southern cross the dog”. Handy se quedó fascinado por esos sonidos extraños que jamás había escuchado.

Es la gran epifanía del blues. Aunque yo ya sabía todos los detalles, escuché embelesado. La extrovertida lugareña nos relató también anécdotas graciosas, como la primera vez que fue a Memphis y la camarera del bar de B.B. King en Beale Street le dijo que B.B era uno de los músicos más importantes de Memphis. Nuestra amiga le recriminó indignada: “Se supone que ya que trabajas en el bar de B.B King, lo mínimo que deberías saber es que nació en Indianola, Mississippi, no en Memphis”. El orgullo del Delta, menudos son. Nos recomienda lugares para visitar como la prisión de Parchman, Dockery Farms y dormir en la plantación Hopson. “Don’t miss the Hopson experience”. Lo repite insistentemente. Tanto que no la defraudaremos. Qué mujer tan maravillosa, ojalá le hubiéramos preguntado por lo menos su nombre.

Recio Plantación DockeryEl único diálogo posible en la Plantación Dockery es aquel que se tiene con uno mismo. Una mística soledad se deja sentir aún en las cabañas que se mantienen en pie. Adentrarse en ellas y respirar su olor a madera desgastada es fabular con la historia del blues. De entre las paredes parecen escaparse ecos de Charley Patton, gemidos de su guitarra errante. Si pudiéramos establecer un punto exacto de nacimiento del blues, sin duda sería este. Estamos en 2012, pero perfectamente podría ser 1929, el año en que Patton grabó sus primeros blues.

No hay prisa por marcharse. La vida es cíclica y aquí en el Delta el tiempo adquiere otra dimensión. No importa el futuro. Tan solo existe el ahora. Salimos de Dockery para entrar de nuevo en Clarksdale, en una calurosa tarde de verano, nadie por la calle, los museos cerrados. Bajando por una desértica Sunflower Avenue nos topamos de lleno con el Hotel Riverside. Paramos el coche. Parece abandonado. Sale un hombre. Su rostro nos resulta familiar. Es Rat. “¿Mañana abren los museos de Clarksdale?”.

Texto: Manuel Recio, periodista de Europa Press y autor del blog La música es mi amante.

Fotografías: Manuel Recio e Isabel Jiménez.

 

Nota: Estas historias son tan solo algunas de las experiencias vividas durante el fascinante viaje a través de la Ruta 61, la ruta del blues, publicado en el suplmento El Viajero, desde Nueva Orleans hasta Chicago, pasando por el Delta del Mississippi y Memphis. Mientras que la Ruta 66 suena a rock y a libertad, la 61 transita por los sonidos del blues, del jazz y del soul. Los orígenes…


Hay 11 Comentarios

Muy buen artículo. Este verano hice parte de la ruta 61, de N. Orleans a Nashville. Me encantó todo pero, sin duda, me quedo con Mississippi (el estado entero) y con Clarksdale en concreto. No hay palabras para describirlo... se vive a otro ritmo. No he conocido a gente mas encantadora que a los lugareños del sur.

Saludos,

Fernando, enhorabuena por contar con tan buenos colaboradores. Yo mismo hice este viaje el pasado verano y bueno, las palabras se quedan cortas. Yo si tuve oportunidad de ver los dos museos de Clarksdale, ir al Ground Zero (propiedad de Morgan Freeman por cierto), Red´s Lounge (para muchos el mejor jukjoint de los USA) y sobre todo un concierto al aire libre en el New Roxy que para mi se queda. El Shack Up Inn, imprescindible experiencia. Y la gente sureña... pues bueno... conocimos a gente increible. Era como vivir en Cicelly (Doctor en Alaska), el que vendía guitarras era el locutor de la radio local y por la noche estaba en el New Roxy sirviendo cerveza. De Nueva Orleans, Chicago, Nashville y Memphis hablaría también horas... pero lo de Clarksdale... imborrable.
Un saludo afectuoso y enhorabuena por tu magnifico blog.

Maravilloso artículo. Yo también recorrí la zona hace 10 años, y tengo unos recuerdos parecidos: la soledad, la gente amable y distante... un tiempo de perros en marzo. A ver si Fernando se anima y te vuelve a traer a su blog.

Remote Luxury(1984):

-Constant in Opal
-No Expanation
-Into my Hands
-A Month of Sundays
-Shadow Cabinet

En total son 10 temas ,pero los otros 5 son casi malos.

Es cuando The Church sonaban luminosos,pese a pasar desapercibidos en los 5 continentes.....

Hola!!

Seguimos con las raíces ;) genial y estupenda Colaboración, de las hay que guardar en ese cajon especial.

Enhorabuena a Manuel Recio por el articulo y a ti por traerlo aqui. :)

Salud.

El debut de Crowded House le paso parecido solo que se llevaron el grammy al artista revelación en 1987.
Pero ni Hole in the river ni Tombstone ni Love you till the day I die tuvieron reconocimiento.
Eso si hace unos años Don´t dream it ´s over fue elegida por los Kiwis como el mejor tema de la historia de Nueva Zelanda por votación popular.

Los mejores de las Antípodas han sido ninguneados DESCARADAMENTE.

Recuerdo el primer disco de The Church producido por Bob Clearmountain(el mejor).
Estaban en una multi,en Australia funciono a medias.
Lo cogieron ,le cambiaron la portada,el titulo y le añadieron los 3 mejores temas del siguiente EP.
El disco era fabuloso:A MASTERPIECE.
Pero ni flores,los yankees ni se enteraron.
Llegaron a Europa ,lo mismo de lo mismo.

OF SKINS AND HEART(REMASTERED EDITION) LO MEJOR DE AUSTRALIA DE LEJOS ,SOLO SE LE ACERCA MEDIANAMENTE EL ÁLBUM DE DEBUT DE CROWDED HOUSE ( 1986).

ENJOY THE GREATEST AUSSIE MUSIC.

Recuerdo mi viaje por la ruta 66 a lomos de la Harley, esa sensación de libertad y de huida; los vericuetos y los símbolos que significa según la época... y leo esta crónica blusera y fascinante y me entran ganas de echarme a la carretera. Quizá sea un viaje con menos diversidad de símbolos; no lo sé. Pero me gustaría hacerlo desde el punto de vista, además de musical, social, aunque sus raíces van muy unidas al desarollo musical (inseparables).
Gracias por la crónica ;)
dejo alguna crónica de la 66

http://alestedeleden.blogspot.com.es/search/label/moteros%20americanos

Recomendación de la mejor música americana para el finde:

Jackson Browne:Lives in the balance
Tracy Chapman(1988)
Anita Baker:Compositions
Jackson Browne:Lawyers in love
Anita Baker:Rapture
Concrete Blonde:Mexican moon
R.E.M.:Document
Concrete Blonde(1986)
Prince:Purple rain
R.E.M:Murmur

ENJOY THE GREATEST US MUSIC.

-★★★★ADELGAZAR YA NO ES UN PROBLEMA para mí. He Perdido 23Kg en 2 meses y voy para mas!!! Mira mi método: http://su.pr/4ixOPs

Pasaros por California y entrevistáis a Neil Young,Jackson Browne y Johnette Napolitano:sería algo más interesante que volver a 1929.........

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Viaja por el pasado, el presente y el futuro de la música popular norteamericana. Disfruta del rock, pop, soul, folk, country, blues, jazz... Un recorrido sonoro con el propósito de compartir la música que nos emociona.

Sobre el autor

Fernando Navarro

. Redactor de El País y colaborador del suplemento cultural Babelia y las revistas Ruta 66 y Efe Eme. Colabora también con un espacio musical en el programa A vivir de la Cadena SER. Es autor de los libros Acordes rotos y Martha. Cree en el verso de Bruce Springsteen: "Aprendimos más con un disco de tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela".

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Autor: Luther Allison. Canción: Serious. Disco:Life Is a Bitch. Año: 1984. Sello: Encore!/Melodie. Canción pinchada por Pablo J. Martínez.

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