Miki Dora en plena "pintura" sobre la ola.
Como con tantas cosas, el surf ha sido pasto de los tópicos. Y, en este sentido, también lo ha sido la música surf. Para el imaginario colectivo, siempre ha quedado asociada a una banda como The Beach Boys, que cosecharon un gran éxito en los sesenta con sus canciones sobre chicas y playas soleadas en las costas de California. Sin embargo, el surf nació como una filosofía y un modo de vida alternativo al convencional, aunque terminase convirtiéndose en todo un deporte lucrativo al que le acompañaba una parafernalia en la moda, el cine y la música. Bien lo sabía Miki Dora.
A punto de entrar en el mes de febrero, no parece tiempo para hablar de playas soleadas. Pero no puedo evitar referirme al surf tras leer estas pasadas navidades Miki Dora. Todo un puñado de olas perfectas (The Fishbone Project), escrito por el reportero David Rensin, cuya firma es habitual en Rolling Stone, Playboy o Esquire. Un libro, traducido al español y que se presentará mañana a las 19 horas en el FNAC del Triangle de Barcelona, que relata la vida de este enfant terrible del surf, un verdadero bala perdida que ha pasado por ser una leyenda auténtica de una cultura hoy convertida, como el rock’n’roll o el hip hop, en todo un fenómeno comercial controlado por la industria y movido por las tendencias.
En las páginas de esta biografía oral, trazada a través de los testimonios de decenas de personas que conocieron al surfista, se habla de mucho más que de surf. Es la historia de las bendiciones y miserias de Dora, un errante de las olas y un proscrito social, incapaz de adaptarse al conservadurismo moral de mitad del siglo XX norteamericano pero también de atenerse a una vida sencilla y ajustada como cualquier ciudadano corriente. La biografía de Dora es en sí misma un canto a la libertad individual y a la búsqueda de ese instante que se presenta ante nosotros pocas veces en la vida. Una búsqueda que, en el caso del surfista mítico, fue enfermiza, rompiendo todo lazo con compromisos familiares o de amistades. Dora siempre quiso vagar eternamente y vivir esa ola, como el músico quiere vivir ese acorde, y el poeta ese verso para siempre. No quería ni sabía vivir fuera de ese instante.
Hijo de un padre húngaro militar y una madre norteamericana, Dora pasó parte de su infancia y adolescencia en un internado con el único referente de un padrastro que era un rebelde social, loco y borracho. A partir de ahí, pasó siempre de toda atadura y responsabilidad, bien fuera en estudios o trabajo fijo, para dedicarse a buscar la ola perfecta. Mediante testimonios de gente de su entorno más íntimo o que alguna vez le conocieron, así como de expertos del surf, el libro muestra cómo este mito fue abducido por la fuerza mística del surf.
Instalado en Malibú, antes de ser explotada como destino turístico, donde las aguas son cristalinas y las arenas de las playas están limpias, siendo la “Jerusalén del surf” repleta de suaves marejadas veraniegas, Dora fue el rey gitano del surf, solitario y rebelde, tan bendito como maldito. Nos encontramos ante un hombre que no dudo en delinquir y que fue perseguido por el FBI, y que no podías dejarle a cargo a tus hijos o un negocio por miedo a que se olvidase los niños en alguna playa o se dejase abierta la puerta de la tienda durante días. Pero también fue un poeta, que mostraba todo su arte en las olas, lo que muchos llamaban las “pinturas de Miki”, pero cuando estas se iban, se iba el artista, el momento.
Esta biografía es también interesante en su vínculo musical por el aspecto contracultural que guarda toda la vida de Dora y del surf que le acompañaba. El surfista romántico y perdido se erigió como un icono contracultural antes del estallido hippie de los sesenta. Los hippies se inspiraron en parte en la cultura surf por su vitalismo a contracorriente de las convicciones, por su ejercicio zen de vivir y disfrutar el instante. Porque, a partir de la II Guerra Mundial, la vida relajada del surfista tipo, una persona que solía ser inconformista con el entorno social, se oponía a la opulencia, la ansiedad y el consumismo de principios de la Guerra Fría. Pero lo curioso es que Dora, y tantos originales del amor al surf como modo de vida, odiaba el éxito que trajeron películas y canciones sobre el propio surf. Odiaba el boom de la cinta Gigdet y de todas las decenas de películas surfistas que vinieron después desde los estudios de Hollywood. Odiaba las revistas, la irrupción de los neoprenos y los campeonatos nacionales o regionales en los que no participaba. Y odiaba a gente como los Beach Boys, que llevaron sus playas soleadas y chicas bronceadas a las emisoras de todo el país, que impulsaron la moda.
Pero le guste o no a Dora, leyendo el libro, yo no podía dejar de pensar que Brian Wilson, ese genio del pop con la cabeza fuera de los hombros, tenía mucho de Dora, o viceversa. Ambos no sabían adaptarse a la vida convencional, tenían existencias desajustadas, tristes, pero lo más importante: ambos aspiraban al paraíso perdido. Ahí está la clave del libro de Dora y, seguramente, de la música del más talentoso beach boy, plasmada en álbumes como Pet Sounds o Smile. El paraíso perdido. El surf de Dora tenía que ver con un verano sin fin, con un sueño y un momento que se pierden y se necesitan recuperar más que el aire de cada mañana. El pop de Wilson es el anhelo por ese instante, como la carretera lo fue para Jack Kerouac o Neal Cassidy. No es un pasatiempo, es la constatación de que esos acordes, como esas olas para el surfista entregado en cuerpo y alma al agua, son una fuerza espiritual más fuerte que el día a día, más poderoso que nosotros mismos. Esa búsqueda puede llegar a volarte la cabeza, como les pudo pasar a Dora y a Wilson, pero también puede ser la única forma de sentir, aunque solo sea un segundo, la divina atracción de la eternidad.
Hay 5 Comentarios
el libro es una maravilla anque creo que para l década de jóvenes surfistas veo un pelin peligroso ya que su estilo de vida seguro que cautivara mas de uno intentando imitarlo anque nadie podrá superar esa busquedad de olas perfecas
Publicado por: carlos | 11/12/2014 14:02:10
. . . parecia que te olvidabas de Brian Wilson y los "chicos de la playa", menos mal me tenías a sustado. Por otro lado cantidad de gente enrollada en esto de la música y no conozco a muchos de estos supervivientes. En trealidad me quedé anclado con los Stones y en los años de Londres con Briam Jones en todo su esplendor, lo acontecido despues son anecdotas.
Publicado por: Polifemo | 04/07/2013 13:45:41
Hola a Tod@s.
Buen post si lo es , si.
Y si encima el video que lo acompaña es una de mis canciones favoritas de toda mi vida pues .....
Salud!! and Surf:
Publicado por: Chema | 03/02/2013 10:11:41
Podrías hablar de las naranjas de la china (o de Valencia, incluso..) y conseguirías hacerlo de tal manera que pareciera el tema más emocionante en este preciso instante.
Publicado por: Sara | 30/01/2013 17:28:27
a mi me encanta el surf pero no puedo surfear jaja, el colmo de los colmos http://wikisabios.blogspot.com/2012/12/como-puedo-ganar-dinero-por-internet.html
Publicado por: Arty | 29/01/2013 17:24:21