*** Todas las fotografías de Eva Tomé
A altas horas de la madrugada, con el ruido de fondo de los coches cruzando la Gran Vía, el semáforo está en ámbar pero prefiero esperar en la acera mientras pienso en las últimas palabras de Quique González antes de girar la esquina e irse con una sonrisa: “Al final, lo que queda es la amistad”. Pienso en ello pero, sobre todo, pienso en la extraña resonancia de esas palabras cuando, a veces, parece que oyeras a toda la maldita ciudad gritando. Como si todo el mundo quisiese huir hacia ninguna parte, encerrados en una ratonera, sin esperanza. La calle está casi desierta y pienso en la primera canción que escuché de Quique, allá por finales de los noventa. Fue Cuando éramos reyes, ese himno de barrio sobre el valor de la amistad y los muchos caminos que quedan por recorrer. Esperando a que la luz se ponga en verde, recuerdo cómo me daba por mirar al infinito escuchándola. Entonces, escuchando tantas canciones, me daba por buscar más allá de la ventana y encontrarme el mundo lleno de caminos. Como una intensa ráfaga que surge de la nada, recuerdo una de las frases de Cuando éramos reyes: “El arte de vivir detrás de una canción”. Tengo la sensación de que, por aquel entonces, sabíamos hacerlo, vivir detrás de esos acordes que nos elevaban del suelo. Por aquel entonces, era como si algo fuera nuestro aunque, seguramente, todo fue una jodida ilusión. Quién sabe.
Es una verdad manida pero incontestable: la vida da mil vueltas. No creo que nadie pueda decir lo contrario. Desde que compuso Cuando éramos reyes, las cosas han cambiado mucho para Quique, que acaba de publicar su noveno disco, Delantera mítica (Last Tour Records). Entonces, era un veinteañero sin barba, desconocido, un aspirante más a músico profesional, que cantaba tímidamente en el Rincón del Arte Nuevo, un pequeño café madrileño por el que también había pasado un joven Joaquín Sabina. En su repertorio incluía esta canción, que formaría parte de su primer disco, Personal, publicado en 1998. Pero, desde Cuando éramos reyes, las cosas no solo han cambiado para él. Han cambiado para todos. Por aquel entonces, en Madrid, como en toda España, estábamos en otro siglo, casi en otra vida. Un delirio de optimismo y derroche económico empezaba a recorrer el país hasta llevarnos a eso que se dio en llamar “el milagro español” mientras Europa, con su unión política y monetaria, parecía la panacea perfecta. Por aquel entonces, seguramente, teníamos otros amigos, otra pandilla, otros amores. Teníamos otra mirada y otros discos de cabecera. Teníamos las canciones de Antonio Vega y Enrique Urquijo como escondites. Y algunos, tal vez muchos, no nos planteábamos que nuestros ídolos sucumbirían. No nos planteábamos que muchas cosas fallarían, porque creíamos o quisimos creer que todo estaba encaminado a meternos el futuro en el bolsillo. Pero no fue así, o no fue, al menos, como lo soñamos.
El milagro español, como tantos otros sueños, solo ha sido, como canta Quique en ¿Dónde está el dinero?, “un globo gigante, deshinchándose”. Basta leer el periódico un día cualquiera para notar cómo el aire que se escapa tiene un apestoso olor a podrido. Nuestro país está ilustrado por crisis económicas que van a peor, bancos rescatados que echan a familias de sus casas, colas kilométricas del paro e incontables escándalos de corrupción política. Una estampa que convierte a España en un lugar triste y desencantado. Es algo ambiental, de levantarse todas las mañanas intentando no caer a las primeras de cambio en la sensación apesadumbrada que ves en la oficina, en la comunidad de vecinos, en el mercado o en las noticias. Es algo, sencillamente, emocional.
“Es difícil escapar de todo lo que está pasando y no querer que las canciones no se contaminen de ello”, asegura Quique durante nuestro encuentro en el centro de Madrid. Ambos habíamos quedado para hablar un día tranquilamente desde que, a mediados de diciembre, se puso en contacto conmigo y me pidió que escribiese un texto para la hoja promocional de Delantera mítica. Nunca había hecho un encargo de estas características, que requiere de un compromiso previo con el músico, y, sinceramente, no me veía en situación. Pero con Quique era diferente. Un año antes, él había accedido a escribir el prólogo de Acordes rotos, mi primer libro, sin pedir nada a cambio. Es más: sin conocernos de nada, me había demostrado un aprecio profesional sincero, difícil de encontrar en este negociado de egos grandilocuentes e intereses constantes. Y, para un recién llegado como yo, eso no tiene precio. Después de varias llamadas telefónicas, nuestro encuentro se pospuso un par de veces porque Quique andaba probando un guitarrista para la banda que le acompañará en la gira de presentación del disco. Finalmente, quedamos un lunes de enero a las seis de la tarde en la glorieta de Bilbao, cerca de donde vive estos días en Madrid. Debo advertirlo: no voy a entrevistarle. Para bien o para mal, en este caso, la dicotomía músico y periodista se pierde. Simplemente, vamos a hablar de su disco, de música y de todo lo que surja con la idea de compartirlo en La Ruta Norteamericana porque a los dos nos hace ilusión. Simplemente, después de tanto, nos debíamos esta charla en persona o, como me dijo un día, nos debíamos “unas cervezas” que, al final, acabarán siendo unas cuantas copas.
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Es una tarde soleada, de ese característico sol de invierno cuyo brillo despeja la sensación de frío. Ataviado con una cazadora de cuero y una copiosa barba, Quique se muestra relajado, más que la primera vez que hablé con él en persona el día de la presentación de su biografía en Madrid, hace ahora algo más de un año y medio. Decidimos irnos a tomar algo al Lolina Café, un local estilo vintage, con decoración de los cincuenta y sesenta, en pleno barrio de Malasaña. Al pasar por la calle San Mateo, me señala el célebre bar de copas que allí todavía descansa y me dice: “En ese sitio trabajé durante una época como camarero”. Hoy, todo es distinto. Bajo el paraguas del sello discográfico de la agencia Last Tour International, y tras pasar por la multinacional Universal, Dro Records e incluso la autoedición, Quique es uno de los músicos más respetados y admirados del panorama nacional. Sin llegar a ser parte de la elite comercial y mediática del decadente negocio discográfico, formada por aquéllos que suenan en las radiofórmulas o los Premios 40 Principales, vive de lo que le gusta, aunque reconoce que está “algo asustado” por la expectación creada en torno a su nuevo trabajo, más ahora que se percibe mejor en las activas redes sociales. El sencillo de adelanto Tenía que decírtelo ha sido un éxito de descargas en Spotify e iTunes mientras que su nombre se ha convertido en tendencia en Twitter (el conocido trending topic) en los días en los que salieron, primero, el single y, luego, el álbum. De hecho, en la presentación de Madrid en el Fnac de Callao el pasado 19 de febrero, han sido muchas las personas que se quedaron en la calle ante el elevado número de asistentes para el mini-concierto que ofreció acompañado de su gran compinche César Pop.
Con su gran visión musical, César Pop ha sido parte muy activa de Delantera mítica, trabajando en las maquetas y en siete de las composiciones finales. Quique le define como su “socio de la vida” pero, más allá de la amistad que les une, es su mejor filtro para medir el peso de una melodía o comprobar la fuerza de una composición. Ambos han visto amanecer en más de una ocasión mientras sacaban canciones y enlazaban acordes. Sin él, no se explicarían por completo los sonidos que el músico madrileño ha rastreado y encontrado en estos últimos años. Él y Leiva, integrante de Pereza, del que dice que de todos los artistas que ha conocido es su “mejor amigo”, son las dos muletas en las que más se apoya para este disco.
Otro elemento clave para entender Delantera mítica es Brad Jones, productor del álbum. Jones también estuvo a los controles de Daiquiri blues, el otro trabajo de su carrera grabado en los estudios Alex the great de Nashville. Quique se deshace en elogios con él: “Es muy inteligente y muy buen director de equipos. Es un crack con las bandas”. Eso se nota en el disco. Si hay algo que, desde la primera escucha, fascina en Delantera mítica es cómo suena la banda, un elenco soberbio de músicos de sesión estadounidenses formado por Bryan Owings y Will Kimbrough, miembros del grupo actual de Emmylou Harris, el estiloso Lex Price, bajista de k.d. Lang, o Tyson Rogers, pianista de Tony Joe White. Desde la intensidad siempre controloda, como a punto de estallar en una demencia, de Tenía que decírtelo o ¿Dónde está el dinero? hasta la elegancia mimada hasta el suspiro de Me lo agradecerás o No encuentro a Samuel, el álbum es un trabajo orgánico, que late creíble, sin artificios. Tanto en las composiciones más eléctricas como en los medios tiempos, Quique conecta mejor que nunca con eso que se dio en llamar Música Cósmica Americana, ese género no escrito, asociado más que a ningún otro al irrepetible Gram Parsons, que combina folk, country, rock y soul en estado de gracia. No se trata de un estilo determinado, pero se reconoce como un sonido híbrido, de mucha carga emocional y con innata fuerza evocadora, que guarda las raíces de la música norteamericana pero sin renunciar a tener un poderoso ropaje rock. Como si las canciones fueran postales sentimentales en la carretera, remiendos que trazan los recuerdos del camino.
Para ese camino, Jones se centra en lo esencial. Lejos de las producciones rimbombantes de hoy en día, evita la megalomanía. No sobrecarga los arreglos y trata a los instrumentos como si fueran seres con personalidad propia, cada uno con su luz interior, que brillan en el momento justo, en el instante que les corresponde, bien sea para esas filigranas de mandolina que se marca Kimbrough en Dallas-Memphis o para que el mismo instrumento, tocado por Lex Price, alcance el punto álgido con las guitarras y las palmas -“se me ocurrió meterlas en el último momento”, dice orgulloso Quique- en la cegadora La fábrica. Según Quique, Jones tiene una sensibilidad especial para entender sus canciones, extraer de ellas la parte que importa. Pero lo realmente gratificante para él es que, tras el primer contacto con Daiquiri blues, ambos han alcanzado la conjunción perfecta en Delantera mítica, compartiendo la misma visión musical, encontrando las mismas musas. Miembro de la vieja escuela, aquella que entiende un estudio de grabación como un lugar sagrado y la música como un elemento indispensable para captar sensaciones por imposibles que parezcan, Jones es uno de esos personajes que dignifica actualmente la música norteamericana. En su papel de ingeniero, productor o músico de sesión con una guitarra eléctrica o acústica, un bajo o un órgano, ha estado detrás de algunos de los trabajos que definen lo mejor de la cosecha de la última década, asociándose con Steve Earle, Josh Rouse, Matthew Sweet, Justin Townes Earle, Chuck Prophet, Allison Moorer o Tim Easton. Lo maravilloso del asunto es que el productor estadounidense ha manejado las mismas señas de identidad con Quique que con muchos de los anteriores citados. Solo un apunte al respecto: como en Delantera mítica, Jones ha estado en los mandos de producción de Temple beautiful, el último disco de Chuck Prophet, mejor álbum de 2012 para este blog. Y ambos trabajos tienen el punto atractivo similar, muestran ese sonido limpio y envolvente, trazado con una voz que canta cercana y unas guitarras en pleno arrebato melancólico. ¿No puede ser acaso La fábrica una composición a la altura de Castro Halloween, o Viejos capos estar en la línea impactante de I felt like Jesus? Creo, sinceramente, que sí. Creo que Quique ha sabido encontrar esta vez en Nashville, la llamada ciudad de la música, sus huellas americanas en el tiempo y en el lugar que soñó algún día. Más que en Daiquiri blues, más que nunca.
¿Por qué decidiste realmente volver a Nashville?
Repetí por lo bueno que resultó la experiencia. Encontrar la figura de un productor es muy difícil y con Brad (Brad Jones, nota del redactor) lo hice. Tenía muy claro que quería repetir porque aprendí muchísimo con él. Quería volver quitándome toda la impresión de la primera vez, cuando todo te sorprende y en la primera sesión me sudaban las manos con esos músicos. Quería estar más seguro del terreno que pisaba.
Me dijiste por teléfono que la grabación te llevó un mes.
Así es. Fui con el trabajo hecho. Los primeros días me reuní con Brad y hablé un poco la idea del disco con él. Las siguientes tres semanas sólo nos dedicábamos a grabar, de siete a ocho, todos los músicos. Sólo parábamos para tomar un par de cervezas en los billares de al lado y volver a grabar. Tenías que estar concentrado solo en el disco. Hasta la tercera semana, no me relajé un poco.
A nivel profesional, imagino que allí está mucho más organizado, tanto por los equipos como por los músicos de sesión. Todo es mucho más productivo.
Realmente, el disco se grabó en una semana. Grabábamos tres canciones por día. Luego, nos centramos en los arreglos de cuerda. Hay una gran diferencia en cuanto a mentalidad. Ellos tocan para la canción. Hay una industria tan grande encima y han grabado tantos discos que lo hacen todo de una forma más natural. Son muy rápidos porque forma parte de su cultura popular, de una forma profunda y verdadera, no como aquí, y te respetan mucho. Y luego son muy majos (ríe).
El plantel es sobresaliente.
Son gente de primera división. Una de los momentos mejores fue cuando terminamos de grabar Me lo agradecerás. Al día siguiente, Bryan Owings y Will Kimbrough se iban a iniciar una gira con Emmylou Harris y, justo cuando estábamos recogiendo el equipo, se me acercó Will y me dijo: “Parece que aquí hay una banda”. Me hizo mucha ilusión porque yo tenía esa impresión durante toda la grabación. De hecho, Brian me dijo varias veces que esta gente, que ha grabado cientos de discos, está encantada contigo y quiere grabar contigo. Eso te hace sentir muy bien. Además, no tienen la actitud de chulearte ni de superioridad porque toquen con Emmylou Harris. Al contrario. Te respetan mucho. Puedes trabajar en esas condiciones con ellos porque son muy buenos y muy rápidos.
Además, en el disco suenan tan bien y compactos que parecen tu banda de toda la vida.
La diferencia con Daiquiri Blues era tener una banda más pequeña. En Daiquiri llegué a tener demasiados músicos diferentes, dos baterías y tres o cuatro guitarristas. Hablé con Brad de contar esta vez con los cinco que mejor conecté, incorporándose Lex Price. Es el bajista de k.d. Lang pero toca la mandolina increíble, al igual que la guitarra acústica.
¿Te preocupa poder transmitir en directo el sonido tan logrado del disco?
Lo he pensado mucho. En Daiquiri fue un dolor de cabeza. Me empeñé mucho en tratar de reproducir lo del disco en la gira y eso es imposible. No porque sean músicos mejores o peores, sino porque son distintos. Brad me decía que era una película muy distinta cuando le comentaba este tema. Me decía que no podía ir detrás del disco, que era una cosa grabada y lo otro era una propuesta diferente. Creo que, de todas formas, va ser más fácil que con Daiquiri porque está menos arreglado y está hecho con una banda tocando, más natural, y no hay tanta ornamentación. En Daiquiri estaba el pedal steel, que lo llevaba a un sitio muy concreto, y ahora, en cambio, todo es más guitarrero y de banda.
Me decías antes que llevaste todo ya muy trabajado desde España. ¿No te condicionó entonces el ambiente de allí?
Trabajé mucho las canciones en España y me ayudó mucho César Pop. Queríamos que fuera lo que es pero con una banda tocando y, además, en Estados Unidos. Podíamos añadir cosas pero con el concepto de la banda. Lo que pasa que por mucho concepto que lleves, luego, allí, se impone el talento. Me refiero al talento de desechar las cosas malas de las maquetas y quedarse con las buenas. Lo hicieron perfecto. Pronto me decían lo que no molaba y no tenía nada que negociar porque estaba de acuerdo. Ellos cogían lo que yo buscaba.
Tras escuchar Daiquiri blues y ahora Delantera mítica, es como si te inspiraras para tus composiciones en la fuerza de paisajes, de la naturaleza, y menos en el mundo urbano. Siempre te has caracterizado por mostrar un universo callejero muy cercano para cualquiera que se haya criado en una ciudad, pero ahora parece, tal vez desde que tienes una casa en un pueblo de Cantabria, que transmites otro tipo de evocaciones.
Paso largas temporadas en Santander desde hace siete u ocho años y creo que lo que dices es así. Ha influido mucho. Creo que la primera canción que escribí allí fue Vidas cruzadas. Ya la primera estrofa de esa canción es natural, hay madera ardiendo, y musicalmente hay más folclore, más madera, más naturaleza o cómo quieras llamarlo. Creo que está bien que sea así, es decir, poder tener las dos cosas. Allí he estado bastante aislado. Todo este disco lo he escrito allí, a diferencia de otros. Puedo decir que este disco ha sido un combate conmigo mismo, aunque con la ayuda de César Pop para tener una visión ajena.
Siempre he creído que tu música está llena de brochazos emocionales que terminan por transmitir también un entorno.
Vivir en un sitio es que también te conecta con otras músicas. Por ejemplo, la conexión con Dallas-Memphis tiene mucho que ver, aparte de mi gusto por las rancheras y José Alfredo Jiménez, que allí donde vivo en Cantabria hay bastante México. En el valle donde vivo hay bastantes casas de indianos que se hicieron para hacer fortuna y, de hecho, son los caciques del valle. Ese viaje de ida y vuelta suyo supone estar también en contacto con muchas canciones mexicanas. Es extraño porque es Cantabria, pero todo tiene que ver. No creo que haya compuesto una ranchera pero no me hubiera atrevido a hacer esta especie de ranchera si no me hubiera metido allí dentro. Mi amigo Alfonso me metió allí.
Haciendo una comparación con la pintura, te veo como Edward Hopper con tus retazos impresionistas y tu soledad sentimental. Y, al igual que él, tienes como dos escenarios por los que giran tus impresiones: la ciudad y el campo. Casi todas las canciones de Delantera mítica las incluiría, por decirlo de alguna forma, en tu colección rural más que urbana.
Había una tendencia de hacer algo más folk. En el sentido de que tuviese más tierra, que fuera más orgánico. También por eso hay violín y mandolina. Siempre me he intentado meter en el folk pero seguro que este disco lo tiene más o me he acercado más, con incluso folclore irlandés, porque tiene mucho que ver con el entorno en el que vivo ahora. Y creo que ha influido mucho más en la música que en las letras, excepto en Me lo agradecerás, que cuenta la historia de dos hermanos amigos míos del pueblo en el que vivo.
De hecho, los arreglos de esa canción, con esas maravillosas cuerdas, están muy logrados. Es folk preciosista, de aires nocturnos y muy melodramático.
Chris Carmichael mete cine, no mete cuerdas, mete cine. Solo con verle grabar es un espectáculo. Viene en su coche desde Kentucky, con sus trastos durante dos horas de viaje, y se presenta en Nashville. Le gusta trabajar con Brad. Tienen muy buena onda y ya lo demostró en Daiquiri. Cuando entra el arreglo de Me lo agradecerás es como si, de repente, se apagan las luces y te ves en la sala de cine. No lo teníamos, pero se puso a grabar y salió. Es magia.
Pero, al mismo tiempo, el disco apuesta por las guitarras y das con un folk-rock muy luminoso. Hablo de Viejos capos o La fábrica. Con esos estribillos, es como si hubieses buscado llegar al horizonte melódico que señalaron de los primeros The Byrds.
No lo busco pero cuando lo encuentro me gusta. No lo sé. Me gusta cuando mi música me recuerda a Lucinda Williams. Pienso que estoy en una buena dirección. Pero en ningún momento he tenido una referencia fija, diciéndome a mí mismo: “Quiero que el disco suene a este músico”. Sigo teniendo las mismas referencias de siempre. Se han sumado algunos pero los de siempre son Neil Young, Bruce Springsteen, Bob Dylan, Lucinda Williams, Jackson Browne, Ron Sexsmith, Ryan Adams, Wilco… Para mí, todo lo que tiene que ver con todo eso es lo que quiero hacer.
A partir de estas referencias musicales, que le han definido desde sus primeros pasos pero que ahora quedan plasmadas de forma muy cristalina por el toque de la banda y la producción, Quique se adentra en este álbum en algunas de las extrañas y fuertes vibraciones que están dejando estos tiempos baldíos. Nunca se ha caracterizado por ser un compositor con enfoque social y político, pero tampoco es ajeno a la realidad diaria. De esta forma, aporta su particular visión del entorno, donde más que describir, sugiere; más que denunciar, se pregunta; más que señalar, observa. Una visión trazada por potentes imágenes, brochazos emocionales y guiños autobiográficos y mitómanos que buscan la intensidad de un sentimiento. O, como dijo una vez Wim Wenders sobre las canciones de Van Morrison, una visión que busca “la música como una forma de percepción”. Si hay algo que siempre ha hecho Quique, con mejor o peor resultado, ha sido tratar de percibir sentimientos y transformarlos en canciones, aspirar a transmitir con toda la mística del rock estados sentimentales, bien sea para hablar de relaciones amorosas frustradas o exitosas, de amistades que quedaron por el camino o volvieron, de sueños imposibles o que se cumplieron o, como en el caso de Delantera mítica, del desamparo que trae consigo esta tormenta económica que más bien parece el fin de una época aunque, en palabras de su autor, no sea el verdadero objetivo: “Mis canciones han ido en paralelo a mi vida. El filtro soy yo. Nunca he querido ser un artista panfletario”.
En este sentido, ha sucedido en varias ocasiones que determinados álbumes sin ningún propósito político hablan mejor de su tiempo que el más fiel de los trabajos protesta. Ha sucedido que la música surgida desde las mismas entrañas de su creador, abatido tal vez por una traición amorosa o desconsolado por la falta de perspectivas, capta mejor el estado de una generación que la obra pensada para movilizar al oyente. Pienso en Darkness on the edge of town, ilustrando la América oxidada post Vietnam, Watergate y Richard Nixon desde el desgaste humano de Bruce Springsteen. O pienso en Yankee hotel foxtrot, explorando el vacío emocional de los Estados Unidos tras las cenizas del 11-S y la paranoia antiterrorista de George W. Bush desde el proceso autodestructivo de Jeff Tweedy. Y pienso en Delantera mítica como música para la desorientación de estos días en España, cuando se tiene el hambre y las ganas de comer, como canta el propio Quique, cuando se pasa de la rabia a la tristeza, y viceversa, y cuando se recuerdan días mejores. Pero, a decir verdad, sus esbozos sentimentales hablan de algo más que de la crisis. De hecho, la crisis no es protagonista de nada. Está pero, realmente, no está. Puedes intuirla, como intuyes la lluvia de verano con solo sentir el viento en tu cara, pero no puedes situarla. Los protagonistas son los personajes anónimos de las canciones que están en primera línea de batalla con sus dudas, sus miedos, sus esperanzas y sus deseos. Los personajes anónimos que pululan entre los acordes con su necesidad de sentirse vivos. Entonces, pienso en las palabras de Wenders sobre la música de Van Morrison: lo que manda, a fin de cuentas, es la percepción.
En La fábrica cantas: “Ahora parece que vas a mezclar fuego y gasolina... Dios se ha largado sin pagar la cuenta”. Y en Viejos capos llegas a reconocer: “Tengo la fe pero tengo mis dudas”. Se percibe una desorientación constante en el disco.
Era difícil escapar de todo lo que está pasando y no querer que las canciones no se contaminen de ello. Daiquiri blues era un disco de desamor y muy sentimental. No quería repetir un disco con ese tono porque yo no estaba emocionalmente en ese momento. Pensaba escapar de ese tema y buscar algo que saliese natural. La última canción que compuse fue ¿Dónde está el dinero? y fue de las más rápidas que salió. Es que esto de la crisis está ahí. Podía haberla escrito ayer… Bueno, en España, podías haberla escrito hace 20 años porque somos un país muy ladrón.
Tampoco es una canción política al uso. No es reivindicativa. Ni mucho menos en la tradición de protesta de cantautor tan común en España. Más bien, es una canción que rastrea un aspecto emocional para terminar refiriéndose al desencanto por esta crisis.
Me identifico mucho con todo lo que comentas. Me lo decía Brad, que se metía mucho en las letras, le gustaba mucho comprender las canciones. Me decía: “Oye, aquí hay gente intentando escapar todo el tiempo”. Y es verdad, pero yo no me había dado tanta cuenta. El disco está lleno de gente intentando escapar constantemente antes de que estalle todo.
Gente que se hace muy cercana porque se pregunta lo que nos preguntamos casi todos, siente lo que sentimos casi todos.
Ahora, la enseñanza pasa por la vida real. El otro día, Luis García Montero me dio un verso que hablaba de “una pedagogía de hambre en el suburbio”. Es un poco todo eso. Lo que está pasando pasa por la realidad de la calle y se aprende más de ella que de los medios de comunicación o la propia enseñanza de las escuelas.
La camaradería de barrio, esos códigos de lealtad tan propios de la calle, siempre han estado en tu música.
Muchos amigos de los que tuve y tengo son gente con los que empecé a jugar en la calle. Y eso lo tengo grabado a fuego. Siempre he hablado mucho de mis amigos. Este disco habla de cómo afecta la traición, la tuya y la de los demás a la amistad. De cómo se separan los caminos de amigos y en el fondo estás unido a esa persona, precisamente, porque la llevas en el corazón.
En Parece mentira llegas a afirmar: “Me basta con saber que sigues viva”.
Es donde estoy ahora. Bueno, supongo que es donde he estado siempre. Te vas llevando palos y nuevas alegrías. Pero sí, en los últimos años me he llevado ciertas decepciones, con amigos y con gente que estaba cerca y, de repente, ya no lo está. Lo he sufrido. Lo he sufrido (repite, ndr). También es verdad que me he encontrado con gente nueva que me ha dado cosas muy buenas. Es ley de vida. Es donde estoy ahora y es una de las cosas que me preocupa y que imagino que he tenido en la cabeza durante estos dos años y pico.
He leído que concibes Delantera Mítica como un álbum formado por dos partes. Reconozco que me parece un disco con una gran conexión temática desde la primera hasta la última canción. No distingo esas partes.
Bueno, creo que el disco está formado por una primera más rockera, directa, con más guitarra, y una segunda más densa, más hippie, igual un poco reflexiva, salvo Viejos Capos, que entra dando un poco más de cera. La canción de Dylan (¿Es tu amor en vano?, ndr) no la veo dentro del disco, es más bien un bonus track. De todas formas, tenía claro lo que quería hacer y, por eso, creo que el disco termina en Delantera mítica. En conjunto, habla de la amistad, la lealtad, la traición, el amor… y cómo afecta eso en el contexto que estamos viviendo ahora, un contexto un poco apocalíptico o de explosión de algo.
¿Por qué elegiste versionar a Dylan?
Estaba leyendo el libro de letras de canciones de Bob Dylan y me piqué con los traductores (el libro es Bob Dylan. Letras 1962-2001, de Alfaguara, ndr). Me molestó mucho el desinterés que mostraban los cuatro traductores. Era un despropósito, y entonces, tras una movida que tuve acalorada en internet al entrar al trapo con algunos que se quejaron de un mensaje que escribí sobre la traducción de las letras, decidí que versionaría en español una canción suya.
¿Y por qué Is your love in vain?
Porque abrí el libro por una página cualquiera y salió esa (risas). Bueno, no así del todo, pero hubo algo de buscarla al azar y vi que esta me gustaba mucho entre las que miré. Hay muchas canciones de Dylan que parecen menores y luego crecen con el tiempo. De lo que me siento muy orgulloso es de la traducción, en la que trabajé meses. He podido sintetizar la letra, cuando debería ser al contrario. Quiero decir, en inglés normalmente se compone con menos palabras que en español. Y lo he hecho con frases más cortas. Y eso me encanta. Me gustaría pensar que las frases, aún más cortas, mantienen el significado de Dylan.
Dices que estuviste meses con la versión de Dylan y más de dos años trabajando en las composiciones del disco. ¿Qué sentiste después de terminar Delantera mítica?
Esta vez he sentido alivio. Igual, en el fondo, tiene que ver con la culpa. Hay algo que a lo mejor nos impide disfrutar de lo que hacemos porque es tal el privilegio y el regalo que supone dedicarse a la música que, cuando terminas un disco, estás contento y sale, sientes que puedes ya vivir tres años más de esto. Te ganas el derecho de vivir otros tres años más de la música. Es un poco infantil pero es un alivio. (Hace una pausa larga, sonríe). También hay otra cosa… Haber hecho tantos discos en relativamente poco tiempo puede influir. Antes grababa un disco y no pasaba nada. Salías a tocar y volvías a pensar en grabar otro para volver a tocar. Y no pasaba nada. Y así un poquito más y un poquito más mientras se grababa y se tocaba. Y, en cambio, ahora sientes más responsabilidad.
José Ignacio Lapido me dijo cuando sacó De sombras y sueños, su último álbum hasta la fecha, que para él grabar un disco y publicarlo es ya como escalar una montaña.
Lo entiendo. La presión se la pone uno. Yo quiero hacer algo que esté a la altura de lo que he hecho, de lo que me gusta y de la música que escucho. No solo eso: quiero tratar de tocar mejor, cantar mejor y componer mejor. Como en la música no acabas de aprender nunca del todo y es todo un misterio, pues sigues grabando y sigues tirando.
¿Te ves solo o acompañado en la escena musical española en la búsqueda de canciones con ese sonido tan americano? Porque en el mundo del rock patrio, a veces, todo parece moverse en los extremos del indie o el rock suburbial.
No me veo solo ni me veo como un referente. Creo que, en España, en el rock indie, etiqueta que no me gusta por cierto, cada vez hay más bandas que quieren sonar a The Band. En los noventa, no había mucho de eso, pero ahora sí.
Bueno, tú empezaste en los noventa, y encima cantabas en español, cuando lo que parecía estar de moda por entonces no tenía nada que ver con lo que hacías.
A mí es la música que más me ha gustado siempre. Ahora, el hecho de que muchos grupos indie se pasen al español ayuda para cantar en nuestro idioma. Y además yo creo que son mejores y todos se preguntan por qué no lo han hecho antes. A lo mejor se sienten un poco fraude, por decirlo de alguna manera, por haber cantado en inglés. Pájaro Sunrise es el único que ha cambiado de español a inglés y me gusta más. Es una maravilla ese chico. Me gustaría pensar que hay mucha más gente de lo que parece que escucha a Ryan Adams o Ray Lamontagne. Sobre todo porque creo que la canción americana es un vehículo perfecto para contar historias.
Eso mismo lo escribiste en el prólogo de mi libro. Además, añadiste al final, que los outsiders de la música norteamericana son un pueblo sin Estado. ¿Te ves dentro de ese pueblo sin Estado?
A mí me gusta sentirme libre, si eso tiene que ver con ser outsider, me gusta. Y creo que sí… mi lucha ha ido por otro lado, sin pretender ser un superventas pero tampoco un maldito. Y he encontrado mi sitio. No me cambiaría por nadie. Lo digo mucho: no creo que merezca algo más de lo que tengo. Estoy contento con el trato de los fans, con el respeto de mis compañeros, el respeto de los medios. No sé cómo he hecho nueve discos pero los tengo. Si me quedara así, como estoy, sería una maravilla y lo firmaría ya. Seguramente, viva momentos en mi carrera mucho peores.
A día de hoy, tienes nueve discos, una carrera manejada por ti mismo, tan solo 39 años e incluso ya cuentas con una biografía (Quique González. Una historia que se escribe en los portales, escrita por Eduardo Izquierdo. Editorial 66 rpm, ndr). No está mal.
Pero los músicos siempre tenemos la inseguridad. Todo lo que te queda por delante te asusta un poco. Durante el proceso de creación de las canciones, realmente, muchos días te levantas pensando que vas a montar un bar o una mercería. A veces, me levanto por la mañana pensando que no voy a hacer nada más pero no por aburrimiento o cansancio sino por algo de inseguridad. El hecho de tener una trayectoria implica responsabilidad. Yo me pongo presión porque soy responsable con lo que hago y por respeto a mi repertorio y a la gente que me sigue. Creo que nunca he vendido la moto de nada y quiero seguir sin venderla. Antes de dar un mal disco, no lo daría. Si tardara en el próximo cinco años, no me importaría si merece la pena y aporta algo, antes que seguir funcionando porque sí. Me metería en otros proyectos o haría otra cosa antes que sacar un disco que no me convence. Nunca lo he hecho. Por eso, me gustaría pensar que mi mejor disco llegará a los 60 años. Igual para esa edad no estoy para bailar en el escenario pero, si he dejado que me pasen cosas y he intentado ir más allá, puedo hacer algo. Me encanta escuchar los discos de artistas que me gustaban hace 20 años y ahora sacan álbum. Me gusta escuchar el último de Kris Kristofferson o el de Rodney Crowell. Me parecen ahora más míticos que antes.
¿Tienes miedo a repetirte?
Mucho. Y es inevitable. Lo hablaba el otro día con Luis (Luis García Montero, ndr). Llega un punto que existe una lucha. Por una parte, no quieres repetirte y quieres decir las cosas de otra manera. Y, por otro lado, está tu modo natural de contar las cosas y lo que has construido tú está ahí. Es como tratar de escapar de ti pero eres eso. Si estás diciendo cosas naturalmente de un lado por qué vas a intentar tratar de huir de ello. A veces, intentas no repetirte y te sale una cosa que no es buena. Ese miedo está todo el rato.
Cuentan sobre Picasso que una vez un marchante de arte, amigo suyo, le pidió que echara un vistazo a una pila de ‘Picassos’ que le habían ofrecido y le dijera cuáles eran verdaderos y cuáles falsificados. Cuando Picasso estaba añadiendo uno de los cuadros al montón de los falsificados, el marchante le dijo: “Espera un momento, Pablo. Éste no es falso. Yo fui a visitarte el fin de semana que lo pintaste”. Picasso respondió: “Da igual. Yo puedo falsificar un Picasso como los mejores ladrones de Europa”. La anécdota se la leí al crítico musical Paul Williams a propósito de cómo Bob Dylan, a veces, se falsifica mejor a sí mismo que el mejor de sus imitadores. Un artista puede tender a imitarse porque en su día le funcionó.
En España, está naturalizado que te encasillen y no salir de ahí. Como ya lo hace la gente por ti, no te tienes que preocupar de escapar de ello. Tú te tienes que preocupar de rascar el hueso pero, a veces, no sale nada más. Eso es así. Pero es tu problema. De todas formas, como te decía, yo no me puedo separar de mí mismo. A lo mejor lo que tengo que hacer para ser distinto es hacer el camino a la inversa. Es decir, me meto en una banda y me convierto en el tío de la acústica.
**Mañana: Encuentro con Quique González (Parte II, última). Ídolos en el último sprint
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¡Me encanta ese hombre!
Publicado por: desamor | 12/04/2013 14:59:55
Hola!! Bueno ya encontre el tiempo de pasar por el blog, de momento Gran y hermoso texto, muchas pasiones y sentimientos descritos por ambas partes.
Grande Fernando!!
me guardo mi respuesta para la segunda parte que voy a leer ahora mismo.
Salud!!
Publicado por: Chema | 02/03/2013 9:54:19
eres mas cursi que un lacito rosa
Publicado por: luigi | 01/03/2013 1:23:37
"No conozco a ningún gran artísta que tenga miedo a repetirse"
Eso es precisamente lo que marca la diferencia entre real y emulado.
Ffffffff
Publicado por: Recopetín | 01/03/2013 0:50:55
Tercera mención de Rodney Crowell en este blog en un período de menos de 10 días. Supongo que estará al caer. Ojalá Quique mencione a Jamey Johnson en la segunda entrega; no soy manager de nada ni de nadie, pero estos tres no pararían de sonar en mi garito. ¿Cuándo aquí?
Publicado por: ALEXCRIVI | 28/02/2013 23:39:24
Fernando, ¿no oyes a Tom Petty en Delantera Mítica?
http://likejudasofold.wordpress.com/2013/02/26/delantera-mitica-quique-gonzalez-cuero-y-seda-seda-y-cuero/
Publicado por: Santini Rose | 28/02/2013 17:54:50
Muy buen texto, gran trabajo en este blog.
Publicado por: Santini Rose | 28/02/2013 17:53:01
Esas fotos en el pasadizo entre Fuencarral y San Vicente Ferrer.... Recuerdos del cole, de San Antón, cuando volvía a casa. Un gran artículo.
Publicado por: Un bibliotecario | 28/02/2013 16:52:22
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Publicado por: ►►►LAS MEJORES DIETAS REUNIDAS AQUI!!!!►►► | 28/02/2013 16:16:10
Hace tiempo escribí, en dos partes, sobre el gran Quique González. Lo más parecido a Wilco que hay en España.
,
http://planetamancha.blogspot.com.es/search/label/Quique%20Gonz%C3%A1lez
Publicado por: Nomeko | 28/02/2013 15:42:53
Gran entrevista Fernando! Esperamos con ganas la segunda parte. Te dejo una humilde reseña del disco. http://b-sidemg.com/2013/02/quique-gonzalez-delantera-mitica-last-tour-records-2013/
Publicado por: JDJ | 28/02/2013 13:22:33
muchas gracias Quique por ese derroche de talento y sensibilidad.... y gracias también a Navarro por hacérnoslo ver! Besos y abrazos!
Publicado por: manel saenz | 28/02/2013 13:03:03
Soy amante de la música pero un analfabeto de la música hecha por españoles, pero después de esta entrevista y de escuchar el vídeo, voy a intentar estudiar un poco más, ya que veo que hay buenos músicos por aquí.
Gracias Fernando Navarro por el buen trabajo que haces en este blog.
Saludos.... Félix
Publicado por: Félix Francés | 28/02/2013 12:25:21
Gran entrevista, entrevistador y entrevistado
Publicado por: don blas | 28/02/2013 12:18:01
'Cuando éramos reyes'...¡qué gratos recuerdos! De esta canción está obtenido el nombre de mi blog sobre música pop rock en español 'El arte de vivir detrás de una canción'
(http://elartedevivirdetrasdeunacancion.wordpress.com) donde los Enriques (Bunbury y González) ocupan un lugar destacado.
Sobre el disco: otra maravilla de la sencillez, 'qué difícil es decir tanto con tan poco!
Publicado por: Pequeño Rock&Roll | 28/02/2013 12:13:03
Magistral, como siempre, Fernando.....Leerte es uno de los placeres de esta vida......
Publicado por: Eduardo Izquierdo | 28/02/2013 11:56:15
Que grande eres Quique!
Publicado por: Luis Alarcón | 28/02/2013 10:05:59
Excelente entrevista. http://www.menfoodspain.com
Publicado por: David | 28/02/2013 9:16:58
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Publicado por: Cardios | 28/02/2013 8:30:48