La sección "Parada para repostar" se pone más cinéfila que nunca con el repaso de tres películas donde la música es protagonista. De la mano de Ándres García de la Riva, periodista especializado en Cultura y colaborador de El País, este blog se adentra en tres cintas que tratan de tres personajes musicales de gran índole: Liberace, Phil Spector y Sixto Rodríguez. Una invitación a saber de grandes historias musicales a través del cine.
Texto: Ándres García de la Riva, periodista especializado en Cultura. Corresponsal de El País en La Rioja.
Liberace
La última gala de los premios Emmy consagró a Behind the candelabra como una de las producciones triunfadoras del año, junto a Breaking Bad –mejor serie dramática– y Modern Family –mejor comedia–. Behind The Candelabra, presentada en el festival de Cannes, arrasó en las categorías reservadas a película para televisión; mejor tv movie, guion, dirección –para Steven Soderbergh– y actor principal –Michael Douglas– son las estatuillas más destacadas de un total de 11 después de haber cosechado hasta 15 nominaciones en la 65 edición de los Premios Emmy, celebrada en el teatro Kodak de Los Ángeles. Un reconocimiento justo que pone de manifiesto la calidad de esta producción que narra en clave de biopic la relación entre el célebre y veterano pianista Liberace (Michael Douglas) y el joven Scott Thorson (Matt Damon). Este proyecto vio la luz tras su peregrinaje por los despachos de varios estudios de Hollywood hasta llegar a HBO de la mando del productor Jerry Weintraub, que ya había trabajado con Soderberg en Ocean’s 11. El director abordó esta película a partir de una biografía escrita por el propio Thorson en la que narraba su relación con Liberace entre 1978 y 1982, cuando ambos vivieron un tortuoso romance durante el que Thorson compaginó los roles de amante, ayudante personal, secretario, chófer, amigo y hasta hijo del pianista.
Esta cinta se estrenó en nuestro país el pasado 26 de agosto en CANAL+ 1 tras haber registrado una extraordinaria audiencia de 2,4 millones de espectadores en su estreno en Estados Unidos, la mejor cifra de la última década para una producción de HBO en este formato desde la emisión de la miniserie Something The Lord Made, que en 2004 obtuvo 2,6 millones de espectadores en su estreno. Y después de ver el resultado de Soderbergh, solo nos queda agradecer que, por enésima vez, el autor de Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989) o Traffic (2000) haya faltado a su palabra de retirarse del cine. Esto es puro cine realizado para televisión; la etiqueta de telefilme se le queda muy pequeña. Es una pena que ningún capo de la industria se atreviera a llevar a la gran pantalla esta relación sentimental por temor a que el escándalo lastrara su rentabilidad; esta historia hubiera merecido un trato mejor.
En Behind the candelabra, Scott Thorson, interpretado por un aniñado Matt Damon, sirve de hilo conductor de un relato que nos adentra en un universo excéntrico y kitch donde todo gira en torno a la figura de Wladziu Valentino Liberace, conocido como ‘Lee’ Liberace. Pianista virtuoso y artista exuberante, Liberace puso su repertorio nutrido de música ligera y clásicos como Chopin al servicio de un exitoso espectáculo aderezado con su propia verborrea y una escenografía cargada de barroquismo y presidida por su eterno candelabro sobre el piano. Esta puesta en escena influenciaría a artistas como Elton John o Madonna. Amante de los excesos dentro y fuera del escenario, Liberace se convirtió en una estrella rutilante del sohwbizz de Las Vegas y la televisión norteamericana entre los años 50 y 70, con su programa El Show de Liberace y su propia estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Fue un personaje narcisista, carismático y muy querido por el público; rico, ostentoso y adicto al bronceado y la cirugía; y homosexual en un momento en el que las celebridades no salían del armario en público. Y así lo encarna un sorprendente Michael Douglas. Su interpretación de Liberace, en su primer papel tras superar un cáncer de garganta, le ha alzado a la cima de su carrera. Douglas lo borda; y también Damon. Ambos actores –iconos de la virilidad y con carreras muy consolidadas– demuestran aquí mucha valentía al asumir el reto de encarnar a esta pareja que comparte sus momentos de ternura, sus cabreos o sus encuentros sexuales y que, pese a habitar un mundo de brillantina, lentejuelas, purpurina, plumas y laca, te los crees por completo; juntos destilan verdad, y también mucha gracia.
En el apartado interpretativo cabe destacar también la labor de Rob Lowe, como cirujano plástico de Liberace; Debbie Reynolds, en el papel de su madre; y Dan Aykroyd, representante del pianista. Sin embargo, lo mejor de esta comedia negra, a la que solo achacamos cierta frialdad y lejanía en algunas escenas, es su capacidad para trascender una historia concreta y retratar con sus imágenes toda una época, la de final de los años 70 y primeros 80, marcada por la veneración de la juventud y el éxito, los estragos de la cocaína y los primeros zarpazos del sida. Y si esto se consigue es merced a un guion excelente.
Phil Spector
Son precisamente esa verdad y esa amplitud de miras los valores que más echamos en falta en Phil Spector, otra tv movie que comparte con Behind the candelabra ser un biopic de un músico norteamericano producido por HBO, haber cosechado un generoso puñado de nominaciones a los Grammy –11– y contar con un director –David Mamet– y un elenco excepcionales –Al Pacino y Helen Mirren–. Sin embargo, el resultado de ambas cintas es muy diferente. Phil Spector, ambientada durante el juicio a uno de los productores musicales más importantes de la historia por el asesinato de una actriz de segunda, adolece de una factura de imagen acartonada que resalta su estética de telefilme y de cierta teatralidad escénica que manifiesta los orígenes de Mamet e impregna de inverosimilitud al conjunto.
Así, vamos a Pacino declamando, con un deje en exceso shakesperiano, sentencias tan rotundas como que él (Spector) inventó el negocio de la música o que gracias a él, la música negra llegó a los hogares blancos. Y a pesar de ello, el trabajo de Pacino y Mirren es lo mejor de esta película. No entraremos en este post a valorar la ética en el enfoque de Mamet en relación a la responsabilidad del productor en la muerte de la actriz, algo ya escrutado en una bitácora vecina por Diego A. Manrique. Ni tampoco nos detendremos en la trascendencia del inventor del Muro de Sonido, acometido anteriormente por el propio autor de este blog. Nos limitaremos a apuntar que aunque ambas películas –Behind the candelabra y Phil Spector– abordan el desmoronamiento de sus protagonistas, en la primera asistimos a una magnífica película sobre un músico intrascendente, mientras que la segunda representa un ejercicio más bien mediocre sobre una figura fundamental para el devenir de la música contemporánea. Y precisamente por ello se fue de vacío de la gala de los Emmy 2013.
Searching for sugar man
Y si hablamos de películas recientes sobre músicos norteamericanos en el otoño de la vida nos asalta el recuerdo de Searching for sugar man, el documental dirigido por Malik Bendjelloul sobre Sixto Rodríguez. Mucho se ha escrito sobre esta historia de justicia poética acerca de un músico de Detroit con raíces mexicanas y dos discos en su haber que desconocía su condición de ídolo generacional en Sudáfrica, donde su música se había convertido en símbolo contra el apartheid y donde también se creía que Rodríguez había fallecido. A pesar de diversas trampas sobre la verdadera biografía del músico que trufan esta película premiada con un Oscar y un BAFTA, mantiene al espectador en vilo con un relato trepidante sobre el empeño de dos periodistas en investigar las circunstancias auténticas de Rodríguez hasta conseguir resucitarle musicalmente.
El abajo firmante pudo disfrutar por fin de este documental, del que todos hablaban, cuando se proyectó en el marco de unas jornadas tituladas Del Cassette al Spotify: Jóvenes e identidades musicales, celebradas el pasado mes de abril en la Universidad de La Rioja. Además, durante este ciclo se presentaron los resultados de un estudio sobre la relación de los jóvenes con la música y sus nuevos hábitos de consumirla derivados de las transformaciones tecnológicas. Este trabajo suscitó acalorados debates por lo demoledor de algunas de sus conclusiones, como que el 72% de nuestros universitarios asegure desconocer por completo a Wilco, el 52% a Radiohead y el 49% a Depeche Mode; o por el hecho de que los jóvenes infrautilicen una herramienta como Internet para ampliar sus conocimientos sobre cultura musical y se limiten a usar las nuevas plataformas digitales para consumir el mismo menú que se despacha desde las radiofórmulas convencionales; teniendo el mundo a un solo clic, prefieren ahorrarse ese esfuerzo pagando a cambio el precio de la ignorancia. En este contexto y con estos datos, resultó muy estimulante asistir en Searching for sugar man a la historia de una ardua investigación para conocer más sobre un músico como Rodríguez en una época anterior a la exhuberancia informativa de Internet.
Texto: Ándres García de la Riva, periodista especializado en Cultura. Corresponsal de El País en La Rioja, director de la revista de cine y foto Contraluz y colaborador habitual de publicaciones como Rockdelux y Mondosonoro. Actualmente realiza su tesis doctoral sobre la obra de Basilio Martín Patino.
Hay 2 Comentarios
Hola Cuando lo vea opino, pero la mayoría de las veces estas películas que intentan contar la viuda de alguien del mundo del espectáculo musical no me gustan, y los documentales, me pasa tanto de lo mismo.
Nose sera cuestión de saber seguir esperando.
Saludos.
Publicado por: Chema | 24/11/2013 13:58:13
No puedo estar más en desacuerdo: Behind de Candelabra es de lo peor que he visto en mi vida, se salva por Michael Douglas, mientras Damon hace lo que siempre hace Damon: poner cara de panoli. Después, excesivamente suavizada (Liberance, en contra de lo que dice el autor del blog, nunca salió del armario y siempre negó su relación con Thorson), mucho bombo le dieron a unas escenas sexuales que nunca salieron, el personaje de Damon supuestamente tenía 17 años pero cogen a un actor de casi 40 no vaya a ser que sea muy bestia. Toda la supuesta valentía sobre el tema que prometía la película no sale por ningún lado. El resto, más de lo mismo, visto miles de veces, sin emoción, sin interés y con absurdeces como Douglas volando por el escenario, todo lleno de personajes estereotipados hasta el vómito, aburrida como pocas. Lo único cierto es la interpretación de Douglas, el resto no vale un pimiento. Pero eso pasa con casi todo lo de Soderbergh, el director más sobrevalorado de la historia, del que sólo se salva un poco la serie Ocean, y el resto de lo que ha hecho son culebrones y telefilms cutres con megaestrellas de Hollywood, como Erin Brokowitz o como Trafic. El telefilm más decepcionante y mediocre del año, pero el más promocionado y mentiroso al no dar lo que prometía: sordidez y escándalo.
Publicado por: angel | 22/11/2013 9:49:37