El relato de ayer sobre la visita al mercado de Mérida podría servir perfectamente para encadenar el de la visita de hoy a Chichén Itzá, una de las mayores ciudades de la civilización maya. Y me va como anillo al dedo porque a lo largo y ancho de este recinto arqueológico hay decenas de tenderos que venden su mercancía con técnicas muy similares a los del mercado García Rejón. “¿Españoles? Esto vale 200 pesos para los gringos, a ustedes se lo dejo por 170”, voceaba uno. Los españoles deben acudir tanto a esta ciudad que los vendedores usan con desparpajo los latiguillos “¡Más barato que en Andorra!”, sin importarles sustituir como elemento comparativo el país transpirenaico por la cadena de supermercados Mercadona, Carrefour e incluso Caprabo.
Al final de la visita, los ruteros han comprado algunos pequeños recuerdos y han negociado con mayor soltura y vista que este periodista, cuyas escasas habilidades para regatear hoy va a aparcar. Chichén Itzá, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, tuvo su máximo apogeo entre los años 850 y 1150 d. C., cuando la ciudad de Mayapán le arrebató el control de la zona y dominó a los pueblos de Yucatán durante 200 años, antes de la llegada de los conquistadores. “Chichén Itzá fue una de las grandes capitales de Mesoamérica, y eso se nota enseguida en la arquitectura, que incorpora modas y se asemeja al centro de México”, ha explicado el subdirector de Ruta Quetzal BBVA y catedrático de la Universidad Complutense, Andrés Ciudad.
Los chavales se han quedado sin aliento cuando han visto la primera gran construcción que les recibía, El Castillo. Sin embargo, donde más se han entretenido es en la antigua cancha del juego de pelota, un deporte que practicaban varios pueblos de Mesoamérica y que, en caso de estar organizado por los gobernantes de la ciudad, terminaba con algún sacrificio. Los ruteros se han entretenido, también, en una de las plataformas en la que los mayas exponían públicamente las cabezas de los cautivos que habían sido sacrificados para que comerciantes y embajadores se percataran de la fortaleza de la ciudad.
Otro de los elementos de este conjunto arquitectónico es un cenote que Andrés Ciudad explica que servía para realizar ofrendas tales como animales, oro, lanzas o ámbar, aunque estas instalaciones también servían para abastecer de agua a la ciudad. Tras su destrucción en el siglo XII, Chichén Itzá permaneció como un lugar de peregrinación de algunos pueblos mayas, lo cual se ha podido constatar por las ofrendas que los arqueólogos han hallado en el cenote.
Puesto que no tengo el tiempo que me gustaría para escribir, déjenme que les cuente brevemente las curiosas costumbres (curiosas para un ciudadano del siglo XXI) de la civilización maya. En el Museo Arqueológico de la Cultura Maya los ruteros vieron cómo a los mayas les gustaba deformarse, sobre todo el rostro, como signo de distinción. El estrabismo, la mutilación y perforación dental y la escarificación facial (dejarse la cara como si fuera un tatuaje, pero trabajando sobre la misma piel) estaban de moda. Pero a los mayas también les gustaba deformarse el cráneo aplastándose las partes frontal y occipital para que pareciera más largo. De hecho, a los niños recién nacidos, cuando tenían entre cuatro y cinco días, se los colocaba entre dos tablas que hacían presión sobre el cráneo. Al parecer, eso era un signo de distinción.
¿Eran los mayas sanguináreos? ¿Bárbaros? "Depende. Hay más sangre en el Museo del Prado", sostiene Andrés Ciudad. Desde una óptica europea y del siglo XXI, posiblemente lo eran. Si se toma perspectiva y se analizan las civilizaciones de esa época, tal vez los mayas no lo fueran más que la mayoría de pueblos de todo el mundo.
Por la tarde, los chavales se han trasladado al convento franciscano de San Antonio de Padua, en la localidad de Izamal, una hermosa población cuyo centro está compuesto por edificios coloniales de color amarillo. En este convento, fundado en 1561, el Obispo Diego Landa se trajo la imagen de la virgen de la Inmaculada Concepción, hoy patrona de Yucatán, desde Guatemala. En este escenario, sobre el césped de entrada a este edificio, los ruteros con habilidades musicales han ofrecido el concierto que desde el primer día han estado preparando junto a su profesor, Borja Juan Morera. A pesar de la acústica y de que ha arrancado a llover, los violoncelistas, violinistas, trompetistas o solistas han podido demostrar su talento y deleitar a sus compañeros.
Hay 3 Comentarios
Como en tiawuanako,como en Cuzco y otras capitales americanas se propiciaba el alargamiento del craneo a niños destinados a labores importantes intelectualmente para sus sociedades por su beneficio en el desarrollo de este tipo de facultades.
Publicado por: javier oter | 05/12/2010 9:25:03
Luis creo que exageras en tu crónica. La cultura maya si bien tenían unas prácticas a nuestros ojos bárbaras hay que entenderlas en el conyexto de su civilización, modo de vida y su manera de relacionarse con sus dioses, medio ambiente,etc.
Preguntale Elena María (chilena) grupo nueve quien hizo un trabajo historico sobre la "Medicina maya al momento del encuentro de dos mundos"
Saludos a todos los ruteros chilenos!!!
Publicado por: MONY ORTIZ | 03/07/2010 15:48:26
Hola Lluís, seguimos tus comentarios con regularidad desde que tuviste el acierto de ser el primero en enviar la crónica de la Ruta desde México.
Con todo el cariño para Andrés Ciudad, me parece sinceramente exagerada su sonora y simbólica comparación entre la sangre en la cultura maya y 'la del Museo del Prado'. Entiendo la alegoria a las guerras y crueldades que en la historia han sido, pero espero que los chavales americanos no esperen entrar en una carnicería en su próxima visita al Museo del Prado.
Publicado por: Jesús | 03/07/2010 10:09:03