La expedición está instalada en Huanchaco, una población costera a unos 30 kilómetros de Trujillo. La Ruta Quetzal BBVA 2011 se desplazó el domingo hasta allí para tener una aproximación a la civilización Moche, una de las culturas prehispánicas más importantes de Latinoamérica. Desde allí, los ruteros visitaron la Huaca de la Luna y el Sol. Huaca es el término Quechua para referirse al templo o edificios sagrados.
“La cultura moche o mochica”, cuenta Pedro Javier, uno de los guías locales de la expedición, “se extiende desde el siglo II después de Cristo al siglo VIII”, añade. Los moches eran una civilización ligada al mar pero, también, tenían explotaciones agrícolas. Eran expertos alfareros y prueba de ello son las numerosas piezas de gran valor halladas en los enterramientos encontrados en las Huacas del Sol y la Luna. Apenas quedan rastros del dialecto moche. Era una cultura monoteísta que adoraba al dios Ay-Apahec, o dios de la montaña. Su declive estuvo relacionado con el fenómeno atmosférico conocido como El Niño que provocó periodos de sequía con otros de inundaciones.
Los ruteros se desplazaron al valle moche a seis kilómetros del litoral para descubrir algunas características de esta civilización prehispánica. Los chavales llegaron cantando, con sus camisetas de la ruta Quetzal “customizadas”. Los 12 grupos están segregados por sexo. “Que vayamos vestidos todos igual nos democratiza a todos. Es una buena idea porque nos hace a todos iguales”, explica Íñigo González. Los expedicionarios recorren el complejo arqueológico de la mano de los guías que les van explicando los detalles. El museo de la Huaca está repleto de numerosas piezas de cerámica, que explican muchos aspectos de la civilización moche. Por ejemplo las personas con malformaciones, con jorobas o amputaciones, eran consideradas hombres ilustres. Así se desprende de algunas piezas de cerámica con figuras antropomorfas.
Foto: Ángel Colin/ Ruta Quetzal 2011
Como en todas las culturas prehispánicas, los moches rendían culto a sus ancestros, a los que enterraban acompañados de sus utensilios más importantes en sus vidas. También hacían sacrificios para ofrecerlos a la divinidad. Los derrotados en batallas eran obligados a luchar entre ellos, el que perdía era desnudado, drogado con esencia del cactus de San Pedro. Después eran degollados con cuchillos poco afilados que les provocaban la muerte. Los chamanes o brujos eran los guías espirituales del grupo. Estos vestían ropajes de gran riqueza, como un peto de aleaciones de oro y bronce que se portaba sobre la espalda, expuesto en el museo moche.
Pero la sorpresa del lunes estaba en las ruinas de la Huaca de la Luna, palacio para ceremonias religiosas, y Huaca del Sol, palacio para asuntos administrativos. Los moches construyeron varios edificios superpuestos, como si fueran las conocidas muñecas matriuskas. Cada 80 o 90 años enterraban uno de los edificios con ladrillos de adobe y sobre este construían otro templo más grande que el anterior. La renovación estaba relacionada con el cambio de poder o el ciclo de las constelaciones.
De esta forma, la zona construida en la huaca de la Luna llegaba a tener 27 metros de altura, al contener cinco edificios superpuestos. No había escalera, sino rampas. La Huaca del Sol, de carácter administrativo tenía entre nueve y 11 plantas construidas y se supone que mide más de 40 metros de altura. Hace sólo un mes que comenzaron las excavaciones arqueológicas en esta Huaca.
La huaca del Sol, donde se trabaja desde principios de los noventa, presenta murales policromados con figuras alegóricas de gran nitidez con forma de los dioses u otros elementos como arañas, peces. Los chicos anotaban con profusión de detalles las explicaciones de los guías.
Por la tarde la expedición se trasladó en un caravana de siete autocares a la Huaca del Brujo. Los autobuses hicieron de todoterrenos porque para llegar a este valle de la grieta tuvieron que atravesar caminos con grandes desniveles.
Foto: Ángel Colina/ Ruta Quetzal BBVA 2011
Allí, los ruteros pudieron ver la Dama del Cao y disfrutar de unas vistas privilegiadas, que coincidió con una puesta de Sol espectacular. Este templo con una estructura muy parecida a los anteriores está junto al mar. La singularidad de esta huaca es que la máxima autoridad era una mujer, una sacerdotisa que también practicaba el sacrificio. En el museo de este templo se conserva el cuerpo momificado de la Dama del Cao, una mujer de unos 20 o 25 años, que murió probablemente al dar a luz. Fue enterrada con multitud de objetos de valor. Las telas sobre las que estaba envuelta le daban 26 vueltas. Tenía cuatro coronas de oro, decenas de orejeras, dos lanzas que coronada con un hueso a modo de arma y recubierto de metal…
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