Casa-museo de Gabriel García Márquez en Aracataca, Colombia. FOTO: ÁNGEL COLINA
Macondo no es un lugar, es un estado de ánimo, diría el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez (Aracataca, 1928) sobre la población en la que se desarrolla su obra cumbre, Cien Años de Soledad. Pero en Aracataca, la ciudad natal del escritor, de unos 40.000 habitantes, están convencidos de que ellos viven en Macondo: tanto es así que han intentado en varias ocasiones rebautizarlo como tal, probablemente para darle un empujón al incipiente turismo literario. Macondo o no, la Ruta Quetzal BBVA hizo ayer escala en Aracataca, donde los vecinos aún recuerdan al niño que fue Gabo.
Aníbal Calle vive desde que nació en la modesta casita de enfrente a la que vio nacer a García Márquez. A sus 93 años, le cuesta hilar un discurso completamente coherente, y salta de anécdotas y referencias sin mucho orden ni sentido. Como normalmente ocurre cuando la memoria falla, los recuerdos más nítidos son los más lejanos: así que relata, sin problemas, cómo veía a "Gabito" cuando ambos eran niños. Nunca jugaron juntos, a pesar de que eran casi de la misma edad. "Ellos no le dejaban salir a ninguna parte, lo llevaban siempre agarrado de la mano, incluso al colegio", rememora. "Era un pechinchón, ¿usted sabe lo que significa pechinchón? Un mimado".
Aníbal guarda otros recuerdos sobre Gabo y su familia. Como que él les llevaba agua en una tinaja para que ellos se bañaran, y que a cambio le dejaban entrar a comer guayaba o mango o a coger chicharras. "Hacían también cortado de leche y cocada (coco con panela)". El anciano no ha leído ninguna obra de su ilustre vecino, se excusa, porque apenas fue 9 días al colegio,y no sabe leer ni escribir. A Gabo un día le dejó de ver: "Se lo llevaron chiquito y apareció grandotote, ya había hecho novelas".
Se refiere a la visita que el Nobel, que reside en México, hizo a Aracataca en 2007 después de 24 años de ausencia, en un homenaje que le rindió el Gobierno colombiano al cumplir sus 80 años de vida y los 40 desde la primera publicación de Cien años de soledad. Porque Gabo un día dejó atrás Aracataca y nunca volvió. Yolanda Marcos, otra vecina de la familia de 73 años, lo conoció en aquella ocasión. "Leer Cien años de soledad es recordar mi niñez, las gentes, las costumbres...", explica en su pequeña cafetería a la que ha llamado Hojarasca, como la novela corta de García Márquez. Ella cree que, como en Macondo, en Aracataca también hay realismo mágico: "Aquí se ve lo que menos tú piensas."
Ese realismo mágico que nació con el escritor colombiano no es lo mismo que la fantasía, que Gabo detestaba, sino que se trata de la imaginación que explora la parte misteriosa del mundo, explicó a los expedicionarios en la casa-museo del Nobel la profesora de literatura de la Universidad Nacional de Colombia Diana Nicoleta. Los chicos vieron después por el pueblo las mariposas amarillas que perseguían a Mauricio Babilonia, y se encontraron con el único Buendía de Aracataca, que no es más que un holandés que se ha hecho llamar Tim Buendía y que regenta un pequeño hotel. Aracataca quiere ser Macondo, o tal vez lo es, pero hay algo que le falta: la ciudad natal del escritor colombiano más célebre no tiene ni una sola librería en la que se vendan sus novelas.
IMAGEN VERTICAL: Aníbal Calle, vecino de Gabo. FOTO: E.G. DE BLAS
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