Es el momento de la selva, lo mejor de la Ruta. Al menos lo mejor para los amantes de la naturaleza -muy espesa-, la fauna -muy diversa- y el ejercicio físico: nada menos que 11 largos e intensos kilómetros de marcha. Pero eso será mañana. La jornada de hoy ha sido de tránsito, se ha vivido en el interior de un autobús, ahorrando energías para lo que se avecina. Lo que en un principio iban a ser unas tres horas y media de trayecto entre Ciudad de Panamá y Playona, la otra punta del país, se han convertido en siete. Así es la cultura panameña, cinco minutitos se convierten en cincuenta. La prisa mata y se queda en casa.
Finalmente los expedicionarios han asentado su campamento y han empezado a prepararse para el siguiente objetivo: Sinaí, en la provincia de Darién, limitado por la frontera colombiana y el Golfo de San Miguel. Será, sin duda, una de las paradas más especiales de la Ruta, la de la integración con la comunidad indígena de los wounaan.
Pero hasta ahora ni indígenas ni nada, la estrella principal de estos días ha sido por unanimidad la humedad. Aunque suene reiterativo, no nos podemos olvidar de su presencia, que lo impregna todo. Cada paso, cada bocado, cada conversación. Todo en Panamá es humedad. Unos ruteros empapados de sudor han cruzado en enormes canoas de 10 metros el río Chucunaque y han vuelto a plantar sus tiendas de campaña. Se encuentran en estos momentos en el Parque Nacional de Darién, que se erige como un puente entre los dos subcontinetes del Nuevo Mundo y contiene una variedad excepcional de hábitats ocupados por dos etnias indígenas, Chocó y Kuna.
En toda Mesoamérica hay 15 parques naturales, y cinco de ellos se encuentran concentrados en este pequeño país de 3,9 millones de habitantes. El de Darién concretamente tiene una gama inmensa de hábitats con playas arenosas, costas rocosas, manglares y pantanos. Fue proclamado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1981 y reserva de la Biosfera en el 83. Así que ante semejante espectáculo, la humedad acaba pasando, aunque sea por unos momentos, a un segundo plano.
De hecho, una preocupación nueva ha empezado a rondar esta noche la mente de los jóvenes aventureros: las ampollas. Saben que mañana la caminata será dura y hay que estar preparado de pies y espíritu para seguir los pasos del conquistador Balboa. Ahora resulta que ser descubridor no fue tan fácil como parece en los libros.
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