Llegan las tres juntas, vestidas de vivos colores, con sus molas, sus pañuelos y enormes pulseras y tobilleras de chaquiras fabricadas por ellas mismas cubriendo sus brazos y sus piernas. Son mujeres kuna. Y son artistas. Danzan y cantan desde y por su cultura ancestral en un grupo formado por cinco integrantes que está a punto de estrenar: el 9 de julio en el Teatro Ateneo, en la Ciudad del Saber (Panamá). Tímidas, parcas en palabras y muy reservadas. Esa es la imagen que transmiten nada más sentarse en la cafetería de un hotel céntrico de Ciudad de Panamá. Su saludo es frío, pero sus miradas lo aplacan.
Fermina Fábrega, de 49 años, lleva la voz la cantante, aunque eso no es decir mucho. Ejerce de líder porque además es la directora del grupo, que nació en 1990, y lucha desde hace nada menos que 23 años por darse a conocer dentro y fuera de Panamá. El martes estrenan ante el público Ner Buna, el espíritu del cacao, que está basado en el libro del mismo nombre escrito por el sociólogo Juan Pérez Archibold, primo de algunas de ellas. Ese día se lo juegan todo: llevan ensayando un año entero para ponerse sobre el escenario y esa será su única función. Simplemente no pueden permitirse más. Alquilar la sala les cuesta al día 1.800 dólares (unos 1.400 euros), algo que deben cubrir con los patrocinadores y la venta de entradas.
Además de directora, Fermina tiene la habilidad de Ner buna, que en kuna significa vidente.
Asegura que a través del humo del cacao puede diagnosticar la enfermedad de
quien tiene enfrente y a través de los sueños puede ver su futuro. Esto forma
parte de la cultura kuna, de su etnia indígena, Guna Yala, la que tiene su territorio en la
zona que limita con el mar Caribe, la provincia de Darién y Colombia. En todo
el país hay alrededor de 90.000 kunas. En la capital, donde residen las cinco “mujeres
emprendedoras”-como se hacen llamar,-unos 50.000, lo que muestra una
disminución de su población en su territorio. “Somos indígenas y no queremos
que se pierda nuestra cultura. Bailamos para mantener nuestro legado. Y también
para mantener a nuestros hijos”, recuerda la directora de la función, que no se
olvida de la parte pragmática de su trabajo. Y es que a diferencia de las
etnias emberá y wounaan, empobrecidas y desplazadas, los Guna Yala han podido
pelear a lo largo de los años por hacerse un hueco en la gran ciudad.
Este pueblo indígena consiguió zafarse de la conquista de los españoles, a los que combatió aliándose con los ingleses y los piratas. La Corona española, ante semejante rebelión, mandó entonces extinguir a los kunas. Pero lo único que consiguió fue que se desplazaran a los ríos Tiura y Chucunaque, en los territorios ancestrales de sus antepasados, donde sobrevivieron y se hicieron más fuertes. Con los años aprendieron a comerciar con Gran Bretaña, EE UU, Escocia o Francia, y poco a poco tuvieron acceso a la educación.
A pesar del evidente avance de los kunas con respecto a otras etnias indígenas panameñas, el hecho de que cinco mujeres luchen por su cuenta por sacar una función adelante tampoco está dentro de lo normal. Algunos hombres de su comunidad no apoyan su iniciativa, pero a ellas les da igual. Lo suyo es bailar. Mueven las caderas, levantan los brazos, cierran los ojos… y siguen el ritmo del tam tam. Les cuesta hablar en castellano y aprovechan cada descuido para intercambiar en kuna algunas palabras. Quieren dejar claro que lo suyo no es un capricho de un día, y que han tenido que sortear muchos problemas para continuar. “Nos han timado muchas veces porque somos mujeres”, se queja Fermina.
Cansadas de soportar un trato injusto, el grupo de
emprendedoras pidió ayuda hace un año a Juan Pérez Archibold, que ejerce de
inversor y representante. “Una vez nos repartieron 60 dólares a cada una
después de una función. ¡Y la obra recaudó 3.000!”, cuenta la directora,
indignada con las productoras panameñas. Peor fue en Colombia, hace unos años,
que tras ganar 30.000 ellas se llevaron 100. Y así, innumerables ejemplos. Las
tres mujeres se sueltan en la conversación. Tanto, que empiezan a atropellarse.
De pronto parecen vivarachas y risueñas. También orgullosas, porque además de su
función en Panamá tienen una gira prevista por Cuba, Bolivia y Guatemala. Más
felices incluso se muestran al hablar de Portugal, donde actuarán en octubre
gracias a Sevaldo de León, un antropólogo kuna que reside allí y las ha dado a
conocer. “Fuera de Panamá nos valoran más”, cuenta la directora. “Aquí solo
gusta lo norteamericano y lo occidental. Sin embargo la cultura indígena llama
más la atención fuera”, se queja Fermina. Y si tienen que salir para seguir mostrando
el poder del olor del cacao, salen sin problemas. Nos les importa. Y eso que son
las primeras mujeres kuna en pasar al
otro lado de las fronteras de Panamá.
“¿Escuchas el ritual? Retumba en la noche el tam tam del recuerdo, la hora crucial…” (Raúl Leis).
FOTOGRAFÍAS: DURIÉN LÓPEZ / BERTA FERRERO
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