En la vida de un expedicionario de la Ruta Quetzal BBVA la aventura es sinónimo de experiencia: largas caminatas bajo el sol, mosquitos que utilizan a estos jóvenes como bufé, montar una tienda de campaña en cualquier tipo de terreno… Pero también lo es el expresarse y valorar cada momento vivido ante los compañeros. Y eso es lo que quiso resaltar el sacerdote de la Ruta, Jesús Garrido, en la segunda tertulia que mantuvieron ayer estos jóvenes (la primera fue en Panamá).
El lugar, un claro rodeado de árboles frondosos y verdes que invitaban a la relajación. El protagonista, las vivencias de estos chicos que ya empiezan a darse cuenta de que la aventura ya llega a su fin. Consciente de este hecho, Garrido les invitó a reflexionar. “Entre vosotros hay muchos genios. Hay claros escritores que son genios por las crónicas que relatan o incluso en aquellos que saben marchar en cada expedición o que saben montar una tienda. Pero hay una genialidad que se sirve del pensamiento y la habilidad y que crea nuevas sensaciones. Es la de creador”, señaló.
El sacerdote, con fuerza en sus palabras y convicción en los jóvenes, les invitó a la reflexión de lo que a ellos les había supuesto esta experiencia. Siempre acompañado de Borja, director del taller de música, les instigó a analizar la profundidad de sus vivencias en cuatro estadios: El primero es el emocional, donde los chicos, envueltos por la atmósfera mágica de la música de fondo, reflexionaban, cabizbajos y con los ojos cerrados, sobre lo vivido. Tan profundo era el ambiente que se respiraba que alguno de los ruteros no pudieron contener la emoción que sentían al limpiarse las lágrimas que bañaban su rostro. A continuación, y más calmados en sus emociones, exploraron nuevos pensamientos de la mano de un sonido de teclado de fondo que trataba de describir el resto de momentos que debían reflexionar los ruteros: uno para las ideas, otro para la habilidad y por último, uno para la inventiva.
Garrido quiso (como es propio de la Ruta) que los jóvenes fuesen protagonistas del momento para expresar una idea o una reflexión sobre que hacer después de la Ruta y analizar los cambios que en ellos había producido. Nuevamente estos expedicionarios, tímidos a la hora de pronunciarse al principio, volvieron a demostrar la pasta de la que están hechos. Varias ideas fueron expuestas entre los aplausos agradecidos y emocionados de su compañeros: “Después de la Ruta creo que me haré voluntaria cuando vuelva a casa, porque después de los que vivimos en Panamá, sobre todo al conocer y convivir con los indígenas, creo que podemos ayudar a los mas desfavorecidos” señaló una chica. “Yo transmitiré los valores que he aprendido aquí a las personas más allegadas a mí”, expresó una de las ruteras, “desde que me levanto a la seis de la mañana, cosa que no había hecho antes, he descubierto que puedes hacer muchísimas cosas”, afirmaba entre risas un joven expedicionario o “lo que me ha cambiado a mí fue que nunca antes había hablado en público”, como expresaba otro rutero fueron las frases que mas calaron entre sus compañeros. Por supuesto, no pudieron faltar, entre lágrimas y sonrisas, los sinceros agradecimientos a los grupos individuales que conforman la expedición y a los monitores que les acompañaban. Un ejercicio para los ruteros que demostraba que realmente todos ellos habían cambiado desde el inicio de este viaje al señalar unos valores tan marcados como son la solidaridad y la humildad. Aunque la mejor forma de definirlo fue la que señaló una de las jóvenes expedicionarias; “si tengo pena, se que me van a consolar. Si tengo sed, se que me darán agua. Si necesito ayuda, ahí estarán”, expresó con sinceridad mirando a sus 226 compañero cuyas rostros y expresiones denotaban que compartían esa misma opinión.
Pero ayer, como es propio de esta expedición, también fue día de visita para descubrir los secretos y detalles más concretos de la historia española. Por la mañana la Ruta se dirigió a la localidad extremeña de Madrigalejo (en la provincia de Cáceres) un lugar seguramente desconocido para muchos pero lleno de una gran importancia histórica, pues fue en este pueblo que ahora alcanzará los 2.000 habitantes donde falleció el rey Fernando el Católico el 23 de enero de 1516.
Los jóvenes ruteros han tenido la oportunidad de visitar la casa de Santa María, una antigua morada de labranza en cuyo salón el famoso monarca dio su último aliento en la noche (probablemente entre la una y las dos de la madrugada) de aquel frío día de invierno del siglo XVI. Los chicos también han escuchado la historia del reinado y muerte del Fernando el Católico de Antonio Ramiro, miembro del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, quien ha desgranado punto por punto una reinado tan complejo y significativo como el de este monarca y su esposa, la reina Isabel la Católica.
Pero lo más significativo de esta visita fue el calor. No solo el que protagonizó el astro rey con temperaturas que rondaban los 40 grados, sino sobre todo por el calor de los habitantes del pueblo. Bondad, cariño y entrega sean probablemente los tres mejores adjetivos que describen a estos lugareños pues como si de sus hijos se tratasen, la Asociación de Mujeres de la localidad invitaron a una caldereta de cordero a toda la expedición y siempre estuvieron pendientes de que no les faltase de nada y que, sobre todo, no se quedasen con hambre. Ellos, agradecieron este acto tan generoso con un estruendoso aplauso que las mujeres recibieron con una emotiva sonrisa en sus rostros.
Ahora, en Cuacos de Yuste (al noroeste de la provincia de Cáceres), y después de un viaje de miles de kilómetros entre las selvas panameñas y las sombras medievales de Bruselas toca conocer el monasterio donde el emperador Carlos I de España, V de Alemania, gran protagonista de esta Ruta Quetzal BBVA 2013 junto a Vasco Núñez de Balboa, pasó la última etapa de su vida, tras legar a su hijo, Felipe II, el imperio español que formó.
P.D. En la página de Facebook de la Ruta Quetzal BBVA podreís ver nuevos mensajes en vídeo de los ruteros.
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