El mal de altura es un enemigo contra el que no se puede luchar. No tiene un claro objetivo, a veces se encara con el débil, otras con el fuerte. Da igual si uno es corpulento o ha subido montañas con más o menos asiduidad. Si te pilla por banda estás perdido y no queda otra que claudicar. El Valle del Colca se distribuye entre los pueblos de Callalli, a 4.200 metros de altitud y Huambo, a 3.200. Es majestuoso. Grandioso. El paisaje, repleto de montículos, repechos, planos y enormes terrazas preincas, está condicionado por su formación geológica y por el proceso abrasivo ocasionado por el río Colca. Y ante tanta magnanimidad, ofrece a su caminante un gran reto: ser o no elegido para poder andar.
La sensación del mal de altura es tan desagradable como inestable. Uno se siente vendido ante esa fuerza de la naturaleza que no puede controlar. Para empezar el cuerpo te va dando señales a las que no estás acostumbrado. Sientes pesadez, lentitud en los movimientos. Te ataca un dolor de cabeza intenso. El paso se te hace cada vez más lento, y el pulso se te acelera. El corazón te imprime un ritmo muy por encima del normal. De repente, llegan los sudores fríos, y las sienes empiezan a palpitar. Tu rostro se torna pálido y tienes ganas de vomitar. Luego bajas la vista al suelo y ya no la puedes levantar. Ahí te das cuenta de que tu cuerpo ya no te pertenece y te dejas llevar.
“El gran reto de esta expedición es hacer una marcha a esta altitud. No dependes solo de tu estado físico. También de la preparación y de la mentalidad”, cuenta Javier, que asegura que el equipo médico llega este año a la expedición más que preparado con bombonas de oxigeno para los casos extremos y pastillas más que de sobra para los casos más comunes. Además de los remedios naturales de la zona: las hojas de coca. Mascarlas, con su sabor amargo y pastoso, te produce una sensación de alivio casi al instante. La cabeza se descomprime, se alejan los sudores fríos, levantas la cabeza y puedes, poco a poco, empezar a caminar. De hecho, es un remedio muy común entre los campesinos que trabajan en altitudes altas, se levantan por la mañana y su único alimento durante el día consiste en tomar estas plantas sagradas hasta el atardecer. Comprarlas sale barato: una bolsita generosa con algo de bicarbonato, algo más de 40 céntimos de euro. Todo un descubrimiento.
Y es que la expedición de la Ruta BBVA está en estos momentos revolucionada. Este martes se enfrenta al principal objetivo de la edición: la subida a la Quebrada Quehuisa en busca de las fuentes del río Amazonas. El primer reto para superar, el de subir poco a poco en pequeños vehículos hasta los 4.900 metros, y esperar que el cuerpo aguante bien la presión de la altura. A partir de ahí, tocará andar hasta los 5.170 metros sobre el nivel del mar, luchando contra el frío, la prolongada pendiente, la falta de oxígeno y la propia mente.
La organización de la Ruta puso ayer a prueba las fuerzas de los expedicionarios con una marcha entre las montañas de dos pueblos del Valle del Colca: Coparaque y Yunke. Cinco horas para seis kilómetros que dejaron fuera de juego a un pequeño número del grupo. El mal de altura atacó levemente a algunos y el simple cansancio físico dejó por las cunetas a otros, a unos 3.700 metros, lejos todavía de los 5.170 del Quehuisha.
La determinación de las fuentes del sistema hidrográfico que forma la más extensa cuenca del mundo ha sido motivo de preocupación de exploradores, científicos y aventurares de todo calibre. Francisco Orellana recorrió en 1541 y 1542 este río y sus alrededores. Le siguieron Cristóbal de Acuña, Rodríguez y Fritz, todos ellos con un objetivo: encontrar el origen del Amazonas. El polaco Jacek Palkievics emprendió en 1996 la difícil de tarea de confirmar esa creencia, siguiendo el principio geográfico de que para determinar el origen de un río debe seguirse las aguas del tributario más alejado.
Tan alejado como 5.170 metros sobre el nivel del mar. Dirección al Quehuisa. Los aventureros de hoy en día ponen rumbo al pasado más lejano del Amazonas con las dificultades bien aprendidas. Los cuerpos, a tono. Las mentes, adrenalínicas. Y, encomendados a la montaña, con la esperanza de no toparse con ningún mal.
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Qué tal la anaconda, vomitaron?
Publicado por: Yeinor | 02/07/2014 4:07:37