Cuando Jesús Luna se pone al frente de una expedición no hay opción para el fracaso. Es el jefe de campamento de la Ruta BBVA y es un tipo, como diría él, sin igual. No es fácil ser un líder sin mácula, respetado sin levantar la voz, admirado y querido por unanimidad. Ayer volvió a encabezar una de esas marchas que dejan huella por lo complicado del trayecto, en esta ocasión con el calor y la humedad como principales enemigos. Objetivo: atravesar la selva del parque nacional de Tayrona para llegar a Pueblito, un enclave arqueológico a 300 metros sobre el nivel del mar donde adentrarse en los conocimientos del pueblo indígena de los kogui. En total, 29 kilómetros recorridos en 12 horas. Pero no se trataba de andar por andar. Aquí se viene a sufrir con un plan. Empaparte, nunca mejor dicho, de conocimientos. Y Luna es como Hannibal en El equipo A, le encanta que los planes siempre salgan bien.
“Es importante que los chicos contacten con los grupos indígenas, con la gente que ha vivido aquí y tiene su cultura. Los kogui entienden que son el corazón del mundo. Su visión del universo es que deben hacer rituales y comportarse de determinada manera para mantener un equilibrio con la naturaleza. Eso es un aprendizaje muy interesante porque nosotros hemos tardado 2.000 años en darnos cuenta de que las cosas tienen que ser sostenibles”, explica este profesor de educación física de 50 años, 23 de ellos al frente del campamento de esta especie de ruta iniciática para la vida. Y los pasos para una buena marcha los tiene bien aprendidos. Primero, nunca deja nada al azar. O al menos intenta tener todo siempre atado para improvisar sobre el terreno lo menos posible. Así que unos meses antes de comenzar esta Ruta se plantó en el Tayrona, palpó el terreno, estudió las mejores opciones y primó siempre la seguridad. Es como un viejo lobo de mar, pero de viejo solo tiene la sabiduría y va alternando el mar. Del lobo, la tranquilidad. Es sigiloso, atento, de los que mira a los ojos y siempre encara de frente.
Así que la marcha salió ayer a la hora prevista tras todos los preparativos previos, que no son pocos. Era uno de los grandes días de este viaje por Colombia. Al frente, Luna, walkie talkie en mano. Como es habitual en cada caminata, antes de partir siempre divide al grupo en tres: los águilas, el grupo de chavales más lento, los cóndores y los jaguares, que caminan en ese órden para mantener el grupo de casi 200 personas lo más unido posible durante todo el trayecto. Entre medias de semejante columna humana, los 12 monitores y el equipo médico se colocan estratégicamente y se comunican con él para informarle de todo lo que pueda pasar. Si una chica desfallece por el cansancio y el calor sofocante, si otro se ha torcido el pie o si alguno tiene naúseas. Luna, siempre al frente, controla el pelotón, da instrucciones precisas en cada caso y a la vez, con una tranquilidad pasmosa, señala que a la izquierda podemos ver unos chimpancés titís, característicos de esta parte de Colombia, apostados en las ramas de un enorme guaimarón, o previene de la presencia de una serpiente morena, muy peligrosa por su picadura, o, machete en mano, facilita el camino del que llega detrás. Verlo trabajar es un lujo, pues en medio de la naturaleza reúne, curiosamente, las características del águila, el cóndor y el jaguar.
“El verdadero líder de todo esto es Miguel (de la Quadra-Salcedo). Él vive para esto, es su proyecto de vida y a mí me encanta pensar que estoy junto a él. Hubo un día en que me subí en una especie de alfombra voladora con la Ruta y desde entonces no me he bajado gracias a él, a la confianza que siempre me ha demostrado y es algo que verdaderamente me ha cambiado la vida”, dice Luna, que conoció a su mujer en esta especie de “telenovela rutera”, con la que ha tenido tres niños, la última de 9 meses, de nombre Darién, la selva panameña en la que estuvo hace dos veranos. “Me marcó mucho aquel viaje y decidí que mi siguiente hijo se llamaría así”, sonríe.
Lo cierto es que que la Ruta le ha marcado en todos los sentidos. Hace unos años notó que estaba “incompleto” cuando viajaba por toda Latinoamérica y se puso a estudiar antropología. “Me interesaba mucho entender las otras culturas que visitábamos, y creía que así podía ayudar mejor a los chicos”, explica. Mientras, su otro eje vital gira en torno a su otro trabajo, el de lidiar en el instituto Villaverde Bajo (Madrid) con jóvenes problemáticos, con pocas aspiraciones vitales o metidos en bandas callejeras. "Llevo trabajando en ese centro 12 años. Para mí es un reto. Es verdad que podía haber pedido el cambio a otro instituto como han hecho otros, y con razón. Porque hemos pasado años muy malos en los que entrar por la puerta principal te exponía a recibir insultos, lanzamientos de sillas... de todo. Pero no hay que tenerles miedo y hay que ir de frente. En realidad no son mala gente, solo hay que entenderlos, porque muchos tienen unas situaciones en casa deprimentes. Algunos hasta vienen medicados. En el momento en el que te relacionas de igual a igual, te interesas por sus tribus, sus cosas, algo cambia. Se les puede ayudar, pero hay que intentar hacerlo. Lo malo es que la educación en España está fatal, está infravalorada, y así nos va", explica Luna, un optimista sin remedio, y sin ganas de tenerlo, porque para ayudarles, por ejemplo, se llevó a su clase a esquiar nada menos que junto a su familia, y se lo agradecieron todo el año. Conectó con ellos. Y le reforzó. "Para empezar hay que darles cariño".
Ahora, además, intenta ordenar todas las aventuras que ha vivido en la Ruta en un libro que lleva escribiendo desde hace un año. Cada día, durante el trayecto de 45 minutos en autobús desde su casa al instituto saca su libretita y va enlazando ideas, recuerdos, anécdotas. Quiere tenerlo listo para las próximas navidades. “Un día me di cuenta de que después de tanto tiempo muchas anécdotas empezaban a emborronarse y no quería que eso pasara”, explica. Así que sacó del baúl de su memoria el momento en el que se vio cara a cara con un tiburón en Panamá, el día que una corriente marina puso en peligro a parte de una expedición en Paraguay o el que conoció a Tepeña Omenenga, un chico indígena que salió del Amazonas por primera vez para ser expedicionario y ambos se unieron para siempre.
23 años de momentos que no quiere olvidar y que siempre culminan, en cada edición, en una entrega de diplomas en la que Luna es, por norma, el más ovacionado por los chicos, marcados de por vida por este hombre pequeño y delgado, que por lo general, metido en la vorágine de las decisiones, coordinaciones y eventos pierde una media de 10 kilos en cada Ruta. En ese momento del griterío, él, algo tímido, decide mandarles callar, se pone la mano en el pecho y mira a Miguel, su maestro: “Esto va por ti”.
FOTOGRAFÍAS: ÁNGEL COLINA
Hay 6 Comentarios
No conozco al resto de los que habláis. Sólo sé que Jesús Luna es un enorme profesional y mejor persona, y que no podríamos haber deseado nadie más como jefe de campamento. Era él quien conseguía despertarnos con una sonrisa y quien nos guiaba en las caminatas más duras y quien jamás necesitó alzar la voz para que le obedeciéramos. Siempre estuvo atento a cada uno de nosotros. El único misterio que tiene: nunca le vimos comer, ni dormir, ni realizar ninguna otra función humana. Es decir, lo mismo era un marciano. Tendría sentido, porque encontrar a un ser humano tan amable y generoso es, quizás, igual de raro.
Publicado por: Rutera '15 | 30/08/2015 1:29:40
Soy expedicionaria de la Ruta Quetzal 1996, viaje al legendario Potosí, Bolivia. Hace 19 años conocí al señor Luna, magnífico ser humano; al que recuerdo desde entonces con gran cariño. También estuvo Vicente, un señor de caracter muy fuerte.
Para mi Luna fue el ángel de esa Ruta que junto a Miguel de la Quadra nos dirigieron por una aventura sinigual. He realizado viajes; pero ninguno jamás será como esa maravillosa e inolvidable ruta; que cambió mi vida para siempre.
Gracias Jesús Luna, por ese fantástico viaje. Eres junto a Miguel de los mejores!!
Un abrazo fraternal desde Panamá.
Publicado por: Gissell | 15/08/2015 6:56:31
No se quien es el antiguo monitor que habla de esa manera, pero como antigua expedicionaria , que coincidí con Jesus Luna y con Vicente, he de decir que ambos eran magníficos jefes de ruta , y que en ningún momento hablaría mal de Jesus, que es todo amabilidad y buenas formas.
Publicado por: Celina | 14/08/2015 14:03:26
Uy antiguo monitor! Cuánto resquemor, no? Yo estuve en la ruta del 99 y ni me acordaba de Vicente. Y al leer tu comentario me ha venido a la mente que entonces era él el jefe y Luna el segundo. Qué raro que recuerde a uno tan bien y al otro no verdad? Será porque Luna siempre nos trató bien y con cariño, siendo firme cuando tocaba disciplina pero hablando con nosotros para que lo pudiéramos entender.
No sé qué pasó entre monitores tu año, pero conozco a muchos otros que lo adoran igual que los ruteros.
Publicado por: Míriam ruta 99 | 14/08/2015 13:59:03
Este señor, no es quien dice ser. Jesús Luna es una malísima copía de su verdadero maestro Vicente Gomez Encinas de quien lo aprendió todo y gracias al que está en la Ruta. Al contrario de lo que se dice en el artículo, nunca va de frente, se mueve muy bien entre aguas turbias y gracias a ello a sobrevivido en ese programa, echándole la mierda a los más débiles o aquellos que no se pueden defender porque no están para ello y el salir como un héroe. La verdad, una gran desilusión de persona, una pena.
Publicado por: Antiguo monitor | 14/08/2015 13:00:56
Excelente articulo la tenacidad y el liderazgo que se le inculca a los muchachos les servira para siempre.
Publicado por: Jesus villamil | 14/08/2015 11:32:14