Queridos expedicionarios. Esto está escrito desde vuestro pasado, pues no lo podréis leer hasta que lleguéis a casa, dentro de una semana. Tenéis que ser conscientes de lo que habéis hecho en el Cañón de Chicamocha, segundo más largo del mundo después del Colorado. Estaba claro que os enfrentábais a la etapa reina de la expeción, lo sabíais y os habían mentalizado para ello. Para empezar, Luna, siempre con una claridad meridiana, os avisó la noche anterior de que la jornada iba a ser dura, más que la de Tayrona, en la que muchos llegaron al límite de sus fuerzas, agotados física y mentalmente, sobretodo porque la selva venía aderezada con una buena dosis de humedad y calor. En esta ocasión la humedad desaparecía de la ecuación, pues nos encontrábamos en un clima seco, donde el calor… ay, el calor… quién os iba a decir lo que tendríais que aguantar. Más de 40 grados, sin ninguna sombra y 8 horas casi sin descanso durante la caminata.
Marío, un exigente futuro médico de Madrid, Carmen, una estudiante de Bellas Artes con un talento exquisito, Jorge, otro estudiante de Medicina de sonrisa perenne de Valencia, Mariana Nicol, una boliviana con una timidez cautivadora y amante de la arquitectura y Nicole, futura abogada y periodista panameña, una auténtica esponja de conocimientos. Cinco chicos entre los 140 que hicísteis esta marcha, cada uno con condiciones físicas diferentes pero todos con algo claro: el poder de la mente que todo lo puede.
A las cinco de la mañana os pusisteis en marcha. Desayuno, botas, mochila y agua, mucha agua. El secreto estaba en hidratarse bien durante todo el camino, pero no pensábais que la bajada costaría tanto. Es verdad que el paisaje de esta maravilla de la naturaleza de108.000 hectáreas era imponente, pero el trayecto estaba tan empinado y tan lleno de piedras, plantas llenas de espinas y una especie de tierras movedizas, que era difícil pararse a mirar el horizonte. De las 85 rutas que hay disponibles, la organización eligió cruzar el cañón descendiendo por Villa Nueva hasta Jordán Sube para después ascender desde ahí hasta el pueblo Mesa de los Santos. En total 16 kilómetros.
Durante las cuatro primeras horas de bajada pronunciada tuvísteis que tener cuidado especialmente con los gemelos, las articulaciones y los tobillos, sensibles en este terreno a los esguindes. Eso, y los golpes de calor. Que fueron más de uno. Visteis cómo algunas compañeras desfallecían sin poder dar un paso más y notábais cómo, a las tres horas de caminata, los pies iban solos, sin pensar, mientras la cabeza estaba a punto de estallar por la insolación. En ese momento las piernas empezaron a temblar, y como consecuencia, dejaron de hacer caso a las pocas órdenes que todavía daba el cerebro.
La parada en el río fue revitalizante. Un poco de agua en el cuello, en la cabeza, y para adelante. Todavía quedaba una hora para llegar a la mitad del camino, y las fuerzas espezaban a fallar. De hecho, un par de todoterrenos tuvieron que llegar al rescate de tres expedicionarios, que se habían quedado sin energía y las piernas ya no les respondían. Descender por el cañón era como estar en una olla a presión, con el sol en pleno rendimiento. Ni una nube, ni una sombra. Una auténtica pesadilla a más de 40 grados.
Cuatro horas después llegásteis a Jordán Sube, un curioso pueblo fundado en 1830 que tiene apenas 13 casas y 40 habitantes, ninguno de ellos nacido allí, porque ni hay médico, ni hay bomberos, ni ningún servicio que se le parezca. Tener hijos equivale a ser previsor. Lo mismo pasa con cualquier urgencia médica, pues para encontrar un centro sanitario debes coger un vehículo, recorrer un camino zigzagueante entre montañas y llegar al destino más de dos horas más tarde. No es de extrañar que la mayor partida presupuestaria esté destinada para la gasolina, necesaria para activar cualquier protocolo de huida hacia arriba.
La plaza del pueblo os reunió, doloridos. Parecía un hospital militar, donde se empezaban a contar las bajas. Comísteis, algunos más que otros, algo que pagaríais después en la subida. Vosotros cinco seguísteis para adelante. Ni una duda. Aquí se había venido con un objetivo. Que se lo digan a Jorge, el valenciano, que llevaba preparándose meses para este momento. Así que os pusísteis detrás de Luna y tras casi una hora de receso, empezásteis una subida que nunca olvidaréis. Si os habían contado que era dura, era peor. En el primer repecho algunos se quedaron rezagados, y tuvieron que volver al pueblo. Pero la mayaría del grupo siguió para adelante, a pesar de los vómitos, los lloros, las piernas que no respondían.
Ese fue el momento en el que el grupo se fundió. Ya no había jóvenes, monitores, periodistas y gente de la organización. Todos, como si fueran uno, empezásteis a intercambiaros las mochilas, a equilibrar pesos, a dar ánimos, a empujar, en definitiva, con simples palabras al que desfallecía a vuestro lado.
Debéis saber que la organización de la Ruta BBVA se pensó bastante lo de subir la edad de la expedicionarios, que ha pasado este verano a los 18-19 años. Con la mayoría de edad sois más críticos, más exigentes, menos impresionables. Pero también más maduros y más coherentes. Y en esta caminata habéis cumplido las expectativas con creces. Al llegar a Mesa de los Santos la explosión de alegría fue incontenible. Muertos de cansancio, algunos saltábais, otros os abrazábais y todos, sin excepción, reíais. Por lo que fuera, pero reíais. Al final, qué curioso, os habíais sorprendido vosotros mismos.
El regalo del día lo tuvísteis en un nuevo descenso del cañón, pero más rápido y menos sacrificado: un viaje de 30 minutos en teleférico. Justo la guinda para contemplar bien, ahora sí, lo que vuestras piernas habían recorrido. Un suspiro. Dos. Parecía mentira que lo hubiérais hecho. Y ahora recibís presisamente vosotros esta carta. Pero la razón no puede ser más clara: representáis a todos los chicos que a simple vista parecen normales y no lo son.
FOTOGRAFÍA: ÁNGEL COLINA
Hay 3 Comentarios
Gracias Ruta Quetzal. Polifemo, no tienes destino de grandeza. Búscate una sombra y envejece en silencio mirando tv.
Publicado por: Javier | 26/08/2015 6:09:45
La flojera te puede para hacer ese tipo de comentario. No tienes ni idea de lo que significa ser rutero!!
Publicado por: Susana | 25/08/2015 14:29:29
. . .este tipo de excursiones a la larga pasarán factura en la salud del individuo, no se comprende una caminata de 8 horas a cuarenta grados.
Publicado por: Polifemo | 22/08/2015 13:01:56