10 ago 2015

El recibimiento de 'la calentísima' en Cartagena de Indias

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Cuando llegas a Cartagena te recibe con todos los honores la calentísima. Es curioso, porque llegar a Colombia con la calentísima de brazos abiertos significa que estás en pleno invierno. Es una manera jocosa que tienen los mismos colombianos de hablar de sus dos estaciones: el verano, que es caliente, y el invierno, que excede todo lo relacionado con lo caliente. La máxima marca en los termómetros 32 grados y un chorreo constante de humedad. Cuando hace sol, te abrasa. Pero ojo, que si se pone a llover, más vale refugiarse rápido en cualquier sitio porque de las dos gotas de nada se pasa en segundos al tormentón del siglo, que, eso sí, puede durar tan solo 20 minutos. Es el Caribe, qué te puedes esperar.

Pero es imposible aterrizar en Cartagena de Indias y no hacer hincapié, lo primero, en el tiempo. Exactamente como si se tratara de una conversación de ascensor entre vecinos. “Madre mía con la ola de calor este año”. Esa es la frase estrella este verano en España. Pues aquí pasa algo parecido, pero de forma más constante. Porque la calentísima nunca te abandona y porque para bien o para mal, ella marca cada paso que das por esta ciudad colonial de 1.200.000 de habitantes de calles cuadradas con escuadra y cartabón, llena de balcones de madera con multitud de flores, palmeras, colores y que, al respirar hondo, te ofrece un ambiente bañado en sal. Es la belleza hecha ciudad. Y el sudor, por mucho que se empeñe a veces, es incapaz de empañarla. Quizá por eso en 1984 la Unesco incluyó el centro histórico de esta ciudad, junto al conjunto de sus fortificaciones y el castillo de San Felipe de Barajas dentro de la lista de Patrimonio de la Humanidad. Un lugar obligado para visitar. Aunque esa no es ninguna novedad, pues es la ciudad más turística de Colombia, precisamente ahora en plena temporada alta.

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Alfonso, un guía colombiano de 40 años, asegura que al día unas 2.000 personas visitan el fuerte de San Felipe. Él lleva trabajando ahí 20 años, “15 de manera legal”, se ríe, “porque aquí en Colombia esto funciona así”. Cada día le toca lidiar con grupos de personas de todas las nacionalidades, y en esta ocasión se ha topado con los chicos de la Ruta BBVA, a los que ha ido desgranando poco a poco la razón de la importancia de este fuerte que se empezó a construir en 1657 para proteger la ciudad de los piratas. Sobre la cima de este monumento, a pleno sol, las mentes de los visitantes se trasladan al siglo XVII y XVIII. Era la época del colonialismo, cuando España dominaba el territorio. “No nos olvidemos, los españoles fueron los primeros ladrones”, recuerda Alfonso. Aún así, añade, una estatua de Blas de Lezo a la entrada rinde tributo al español “que luchó por nuestras tierras con nosotros, junto a nosotros y también por nosotros”.

Cuentan historiadores reconocidos como Vicent Pérez que lo cierto era que España tenía un imperio demasiado grande, y eso era algo que el resto de Europa le intentaba discutir continuamente. Primero, muy importante, por  la inquisición y la religión. Por aquel entonces se pensaba que el mundo “del norte” estaba más evolucionado que “el del sur” precisamente por la religión y las barbaridades que se hacían en su nombre. Algo que se puede trasladar a la actualidad, en otros contextos. Cualquiera diría que hemos evolucionado casi 400 años. Y segundo, por las brutalidades que había hecho España en el continente americano. Toda esa leyenda, y sobre todo, las ganas de quedarse con parte del imperio español, llevó a España a enfrentarse a Inglaterra, Francia, Holanda y otras muchas potencias, pero fundamentalmente a Inglaterra. Y precisamente Cartagena de Indias era un sitio muy jugoso por el que discutir. Si se perdía este enclave, España perdía una parte muy importante del monopolio económico que poseía. Y luchó con uñas y dientes para mantenerlo.

Así fue cómo al almirante español Blas de Lezo se forjó una leyenda en Colombia en 1741. El mediohombre, como le llamaban por tener una pata de palo y tan sólo un ojo, lideró a 3.000 hombres entre los que se encontraban indígenas y esclavos negros, y ganó una cruenta batalla que duró más de un mes al capitán inglés Vernon, que llegó a la costa caribeña con una flota de 20.000 cabezas.

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 De esta manera, España consiguió retrasar los procesos de independencia de las comunidades americanas como unos 40 o 50 años más. Logró retener su imperio, es verdad, pero en 1811 Cartagena declaró su libertad, ocho años antes que el resto de Colombia. “Si hubieran ganado los ingleses todo habría sido muy diferente. Fíjate, se hablaría inglés aquí”, recuerda un Alfonso que seguramente se llamaría Alphonse. Se ríe ante esa idea, pero reniega. El guía, que se defiende en inglés y en francés, asegura que está orgulloso de hablar castellano, aunque recuerda que en Colombia hay, además, 3.000 lenguas indígenas.

 -“¿Te imaginas leer Cien años de Soledad en inglés?”, pregunta con sorna.

-”Bueno, tampoco hay que renegar de la lengua de Shakespeare”, le contestan.

-”Gabo es nuestro Shakespeare. Y en inglés no hubiera sonado tan bonito”, se aferra.

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Lo cierto es que por una cosa u otra, el pueblo colombiano reniega de aquel inglés colonial. En noviembre pasado, el alcalde cartagenero tuvo que retirar de los pies del fuerte, y tras una dura polémica, una placa inaugurada por el mismo príncipe Carlos de Inglaterra que rendía homenaje a los soldados muertos en la batalla que lideraba Vernon. “Aquellos masacraron a nuestros antepasados, y con esa placa nos lo restregaban a la cara”, dice Alfonso, junto a un guardia de seguridad, también colombiano, que reafirma con su cabeza sus palabras. En el lugar donde debía estar la placa, un montículo de cemento asoma un par de cables. Ni rastro de Vernon. Mientras, enfrente, subido en una especie de pedestal, luce orgullosa la estatua del mediohombre. “Es que Blas de Lezo era de los nuestros”, sonríe. “Y no lo digo yo, lo dice Cartagena entera”. 

FOTOGRAFÍAS: ÁNGEL COLINA 

 

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Sobre el blog

La trigésimo primera edición de la Ruta BBVA contará con 180 jóvenes de entre 18 y 19 años procedentes de 17 países de América, España y Portugal. Bajo el lema ‘Aventura en las selvas mayas del Yucatán’, la expedición parte de México. Allí, los jóvenes explorarán las selvas mayas y descubrirán los sitios arqueológicos más relevantes de esta civilización. El programa, creado por Miguel de la Quadra-Salcedo en 1979, continuará en España, donde los jóvenes visitarán Extremadura, Andalucía y Madrid y conmemorarán los centenarios de las muertes del Rey Fernando el Católico, el Inca Garcilaso de la Vega y Miguel de Cervantes. Son 30 días de viaje en los que la expedición combinará cultura, aventura y formación en emprendimiento social. EL PAÍS se suma a esta experiencia y la irá contando a través de este blog

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