El pasado viernes, cientos de familias residentes en el suburbio de Mathare, en la zona este de Nairobi, Kenia, eran desalojadas sin previo aviso por parte de las autoridades de la ciudad. Pero los mismos episodios e imágenes de máquinas excavadoras destruyendo casas de barro, chapas o ladrillos, se repiten en diferentes ciudades del planeta. Hace escasas semanas ochocientas casas eran demolidas en un barrio informal de Islamabad, en Pakistán, dejando a miles de personas sin sus hogares. La misma suerte corrieron recientemente los residentes de Kampung Pulo, en Jakarta, Indonesia, tras ser desalojados por orden gubernamental. Pero también las autoridades de París amenazan a los cerca de trescientos inmigrantes de Hungría y Rumanía del "Samaritain", el asentamiento informal más antiguo de la ciudad, de demoler sus casas. Todos ellos tienen dos cosas en común:
- Son pobres
- Residen en barrios pobres de ciudades que priorizan la especulación inmobiliaria por encima del desarrollo sostenible y el bienestar de sus ciudadanos.